La Nueva España sale a flote
El marinero Bernardo suspiró cuando vio el mar tan tranquilo. Ojalá así siguiera el viaje a La Habana, primero, y después a España. El barco tenía prisa: llevaba un cargamento de monedas de oro y joyas, pero era tanto el apuro, que en la misma nave iba un maestro joyero armando las piezas y pegando las esmeraldas a las láminas de oro. Más valía que la navegación fuera apacible. Bernardo tenía poca experiencia, como muchos de sus compañeros, pues en la Nueva España era tanta la demanda por marineros, que las autoridades entregaban permisos de navegación a muchos inexpertos. Algunos de ellos se beneficiaban de un buen tiempo y un viento propicio para llegar a puerto… aunque no todos.
“Meto la mano en la arena y me topo con unas monedas, con la marca del Rey”.
Y Bernardo no fue uno de los afortunados. Imaginamos que se llama Bernardo porque ése era un nombre común entre los españoles de la época. En el Golfo de México, en muy
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