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El amor y la lectura: Un camino a la felicidad a través de los libros
El amor y la lectura: Un camino a la felicidad a través de los libros
El amor y la lectura: Un camino a la felicidad a través de los libros
Libro electrónico61 páginas39 minutos

El amor y la lectura: Un camino a la felicidad a través de los libros

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Información de este libro electrónico

A sus cuarenta y un años, tras su separación, Jordi ha tenido que volver a vivir con sus padres. El día de su santo, su madre se acerca a la nueva librería del barrio para comprar-le un libro que lo anime. Cuando Ana, la librera, recibe la misión de encontrar una lectura para alguien «a quien no le gusta leer» se sorprende, pero acepta el reto.

Ana será, en este caso, el «caballero» que liberará a Jordi de las garras de un monstruo temible: la aversión a la lectura.
Lo conquistará libro a libro, sin agobiarlo ni mirarlo con condescendencia, y él terminará por enamorarse... no solo de los libros. En esta gesta, el amor y la pasión serán los verdaderos protagonistas.
IdiomaEspañol
EditorialComanegra
Fecha de lanzamiento4 dic 2023
ISBN9788419590770
El amor y la lectura: Un camino a la felicidad a través de los libros

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    Vista previa del libro

    El amor y la lectura - Sílvia Tarragó Castrillón

    Primera parte

    El dragón

    Solo obtienes algo de los libros si eres capaz

    de poner algo tuyo en lo que estás leyendo.

    SÁNDOR MÁRAI

    Paréntesis

    23 de abril, 9:35 h

    Calle del Norte, 7, 3.º 2.ª

    Cada mañana igual. Ya hacía casi seis meses que se había instalado en aquella habitación, y Jordi se seguía despertando con la misma sensación de desconcierto. No conseguía acostumbrarse a que lo primero que veía al abrir los ojos fuese su antigua habitación. Se le hacía extraño volver a encontrarse en un espacio que formaba parte de sus recuerdos de juventud, como si todo lo que hubiera vivido desde que dejó de ocuparlo formara parte de un largo paréntesis. Una pausa de catorce años intercalada en su vida, que ahora proseguía desde el punto justo donde había quedado suspendida: el piso de sus padres.

    La luz que se filtraba a través de la persiana veneciana lo animó al fin a levantarse. Por su intensidad intuyó que no debía de ser muy tarde pero, aunque era domingo, no le apetecía quedarse en la cama. Quizás, pensó, si no hacía demasiado calor, saldría a correr un rato y así aumentaría su apetito a la hora de comer.

    A pesar de que la decisión de separarse no había sido suya, a Jordi no le había quedado más remedio que dejar la casa donde vivía con su mujer y las niñas. No le había sorprendido que ella le propusiera poner fin a su matrimonio, porque hacía mucho que la convivencia se limitaba a soportarse mutuamente. El vínculo que los mantenía unidos eran una serie de hábitos y, sobre todo, las dos hijas que tenían en común. El resto era pura inercia de una vida que pasaba sin más. Sin embargo, él se encontraba cómodo en esa situación y podría haberse mantenido así para siempre, ya que le resultaba mucho más sencillo conformarse que cambiar.

    Tras acordar que lo mejor para ambos sería que siguiesen caminos diferentes, su esposa había blandido un montón de argumentos para quedarse con la casa y Jordi no supo rebatirlos. Estaba demasiado abrumado por la perspectiva del cambio y, por otra parte, no le gustaban las discusiones. Lo que más le preocupaba eran las dos niñas, y sabía que lo mejor para no tener problemas en este aspecto sería evitar la confrontación.

    Así pues, una vez decidido que era él quien se iba y establecido el régimen de visitas a las criaturas, a sus 41 años no tuvo más opción que volver al barrio de su infancia y juventud al irse a vivir con sus padres. Su sueldo de funcionario no llegaba para pagar tantos gastos.

    La frialdad del agua con la que se frotó la cara y la nuca acabó de desperezarle. Lo que no consiguió fue inyectarle un poco de ánimo. A pesar de haber aceptado esa salida y de saber que los casos como el suyo eran frecuentes, Jordi no conseguía librarse del sabor de la derrota. Había pasado de tener una casa en un municipio de la costa, a vivir bajo el techo de una pareja de jubilados; de levantarse en una habitación con baño, a compartirlo con dos personas más; de ser el padre de familia al hijo divorciado; de vivir una vida rutinaria, a

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