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EL DIA EN QUE MURIO EL SOLITATIO GEORGE
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EL DIA EN QUE MURIO EL SOLITATIO GEORGE
Libro electrónico39 páginas31 minutos

EL DIA EN QUE MURIO EL SOLITATIO GEORGE

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En aguas territoriales no protegidas por la Comisión para la Protección de las Especies Protegidas, un barco japonés comienza a rastrear a un ballenato. El ballenato cree haber perdido a su familia e intenta escapar desesperadamente. En la distancia, una vieja ballena actúa como distracción para salvarle, cumpliendo así el código de vida de las ballenas.
Al igual que el ballenato, George, el último espécimen de la raza de los quelonios, se queda sin aliento. Objeto de atención, cuidados y afecto por parte de sus cuidadores, los habitantes de Santa Cruz y los visitantes famosos y menos conocidos del Parque Nacional Charles Darwin, George está a punto de extinguirse sin dejar descendencia.
El ballenato y George son los supervivientes de la locura del hombre. A través de sus historias, Hans Behr Martínez relata la vida de animales salvajes al borde de la extinción. Describe con realismo la evolución de las especies protegidas en el archipiélago de las Galápagos.
En esta novela, la crueldad del hombre se desvanece poco a poco, dando paso a la esperanza de un mundo mejor que respete el medio ambiente.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento21 sept 2023
ISBN9782490586462
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    EL DIA EN QUE MURIO EL SOLITATIO GEORGE - Hans Behr Martínez

    UNO

    24-6-2012

    250 millas náuticas al norte Isla Pinta, Océano Pacífico.

        Un albatros errante, solitario, adulto por su tamaño -ya que pasaba de un metro de altura- descansaba sobre la superficie en mar abierto. Era un glotón y prefería volar lejos para estar solo y no tener competencia con otras aves a la hora de alimentarse. Quizás era un albatros distinto, de esos que van evolucionando, al decir de Darwin, y buscan otros caminos de supervivencia. El esfuerzo había valido la pena porque se zampó media docena de peces y estaba haciendo una pequeña siesta, mientras su digestión actuaba con lentitud, dejándose llevar por las ondas apacibles del mar, antes de levantar vuelo y enfilar hacia la costa.

        Sospechaba que esta vez se había abierto demasiado, pero sus alas eran fuertes y sabía planear durante largos momentos, con lo que alcanzaría la costa donde habitaban los suyos antes de que cayera la tarde. Ignoraba que pronto aquella área marina se convertiría en un campo de batalla. Empezó sintiendo una extraña vibración debajo de su cuerpo, una vibración que crecía a cada momento, como si algo inmenso se aprestara a devorarlo. ¿Un tiburón blanco? A esos los podía sentir, por más que se esmeraran con sus movimientos circulares y sigilosos. La vibración llegó al punto más inquietante. Escapó. Aleteó un par de veces con angustia, y levantó el vuelo, segundos antes que una estela veloz que cortaba el agua pasara justo en el sitio donde se encontraba.

        Era una joven ballena azul que nadaba a gran velocidad dos metros más abajo.  Pocos minutos después, la proa de un barco arponero pasó por el mismo lugar.

        Se trataba de una persecución.

        Desde el cielo, y con el pequeño corazón latiéndole como moneda sacudida en tarro de mendigo desesperado, el albatros escuchó los gritos de furia y ansiedad de los hombres que estaban en la cubierta.

        Se aprestaban a cazarla.

        A la joven ballena ya no le quedaba mucho aire en sus pulmones. Había nadado varios kilómetros y tenía que renovarlo. Para ello estaba obligada a salir a la peligrosa superficie, expulsarlo por los orificios de su cabeza y aspirar nuevamente para hundirse en el mar. Era una operación peligrosa. Los hombres la aguardaban. Y el miedo estaba con ella. Pero no había otra forma. Si lo lograba tendría otra oportunidad. Por lo menos en veinte minutos no podrían hacerle daño. No poseía ningún plan estratégico, a no ser, por instinto, el de acercarse a alguna playa donde su perseguidor, debido a la escasa profundidad, no pudiera hacerlo; hasta eso, si tenía suerte y divisaba una isla, sólo le quedaba

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