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Veinte mil leguas de viaje submarino: Edición Juvenil Ilustrada
Veinte mil leguas de viaje submarino: Edición Juvenil Ilustrada
Veinte mil leguas de viaje submarino: Edición Juvenil Ilustrada
Libro electrónico143 páginas1 hora

Veinte mil leguas de viaje submarino: Edición Juvenil Ilustrada

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Un monstruo marino ha puesto en marcha todas las alarmas, y finalmente se organiza una expedición para capturarlo, en la que figuran el célebre profesor de Historia Natural Pierre Aronnax, su ayudante Conseil y el experto arponero canadiense Ned Land, a bordo de la fragata estadounidense Abraham Lincoln.
El monstruo resulta ser un sorprendente submarino a las órdenes del capitán Nemo, y el hecho de que deba mantener el secreto plantea un grave problema al capitán en cuanto a la liberación de los tres personajes principales.
El capitán Nemo, el sabio atormentado y desengañado de la raza humana, en el que confluyen el individualismo libertario y un exacerbado sentido de la justicia, se ha convertido sin duda en uno de los paradigmas de la novela de aventuras y su presencia ya bastaría para justificar el lugar de honor que ocupa Veinte mil leguas de viaje submarino en el género. 
Y sin embargo contiene muchos otros alicientes: emoción, conocimiento, suspense, personajes inolvidables, lances inesperados... Uno de los hitos de la novela de aventuras y fuente inagotable para la posterior narrativa de anticipación.

Esta edición Juvenil Ilustrada de "20.000 Leguas de Viaje Submarino" es el perfecto acercamiento para los más jóvenes de la casa a la obra de Verne, y también una excusa para los adultos para rememorar de forma rápida un clásico de la literatura de aventuras. 



Julio Verne (1828 - 1905) es considerado uno de los fundadores de la moderna literatura de ciencia ficción y un gran narrador de aventuras. Fue célebre por sus relatos de aventuras fantásticas, narradas siempre con un tono de verosimilitud científica. Predijo con gran precisión en sus relatos fantásticos la aparición de algunos de los productos generados por el avance tecnológico del siglo XX, como la televisión, los helicópteros, los submarinos o las naves espaciales.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento6 nov 2018
ISBN9788829545599
Veinte mil leguas de viaje submarino: Edición Juvenil Ilustrada

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    Veinte mil leguas de viaje submarino - Juio Verne

    Notas

    Créditos

    20.000 LEGUAS DE

    VIAJE SUBMARINO

    *

    Julio Verne

    EDICIÓN JUVENIL ILUSTRADA

    Traducción y adaptación: Javier Laborda López

    Ilustraciones: Claude Beaumont

    20.000 Leguas de Viaje Submarino

    © Julio Verne

    © De la presente traducción y adaptación Javier Laborda López 2016

    © Ilustraciones: Julio Bosch 1984

    INDICE

    Capítulo I

    UN MISTERIO INQUIETANTE

    Capítulo II

    A LA AVENTURA

    Capítulo III

    MOBILIS IN MOBILE

    Capítulo IV

    EL NAUTILUS

    Capítulo V

    UNA CACERÍA SUBMARINA

    Capítulo VI

    CUATRO MIL LEGUAS BAJO EL PACÍFICO

    Capítulo VII

    PESCADORES DE PERLAS

    Capítulo VIII

    UN BUZO LLAMADO NICOLÁS

    Capítulo IX

    EL POLO SUR

    Capítulo X

    ACCIDENTE O INCIDENTE

    Capítulo XI

    LOS PULPOS

    Capítulo XII

    UNA HECATOMBE

    CONCLUSIÓN

    Capítulo I

    UN MISTERIO INQUIETANTE

    Allá por el año 1.866 una serie de rumores, que ca­da vez iban tomando mayor relieve, comenzaron a agi­tar a la opinión mundial, sumiéndola en inquietantes dudas y perplejidades. Se aseguraba que, en diferentes ocasiones y en lugares muy distantes unos de otros, había aparecido sobre la superficie del mar, un extraño escollo de enormes dimensiones y de características desconocidas hasta entonces. Había quienes aseguraban que este objeto era una cosa, una especie de isla flo­tante, y quienes, por el contrario, afirmaban que se tra­taba de un monstruo animal de especie ignorada. El asunto no hubiera trascendido de no ser porque marinos mercantes de gran reputación y seriedad, e incluso oficiales de la marina de guerra inglesa, emitieron dis­tintos informes, con carácter científico, que no dejaban lugar a dudas.

    Ocurrió lo que suele pasar con todas las noticias misteriosas que no tienen una clara explicación. El pú­blico hablaba, constantemente, del monstruo de tal manera que llegó a estar de moda. Las revistas y los teatrillos lo sacaron a escena, en broma y en serio; se le caricaturizaba en los periódicos, con más o menos ingenio, y se publicaban artículos en los que se recorda­ban los viejos mitos, fábulas y leyendas de animales marinos, desde la terrible ballena blanca Moby-Dick de las regiones boreales, hasta el monstruoso Kraken del que se afirmaba que podía arrastrar al fondo del mar un buque de quinientas toneladas.

    Mas cuando el asunto parecía definitivamente olvi­dado, nuevos acontecimientos volvieron a darle una palpitante actualidad.

    Un célebre armador inglés, Cunnard, poseía una se­rie de líneas regulares, servidas hasta por doce navíos de su compañía, que se habían distinguido, siempre, por su seguridad, su rapidez y su regularidad casi per­fecta. En veintiséis años de experiencia los navíos de Cunnard habían surcado dos mil veces el Atlántico sin que nunca un accidente hubiera llegado a

    producir un retraso o una perturbación, siquiera mínima, en el or­den proverbial de la casa inglesa. Sin embargo, cuando el día 13 de abril de 1.867, los pasajeros del Escocia se hallaban tranquilamente merendando en el comedor del buque, se produjo un choque apenas perceptible que no hubiera inquietado a nadie de no ser porque de pronto se escucharon gritos que decían:

    — ¡Una vía de agua! ¡Nos estamos hundiendo!

    El capitán Anderson sabía perfectamente que el navío no podía hundirse repentinamente porque estaba acondicionado en forma que el agua sólo podía llenar un cierto compartimiento, sin pasar al resto del buque, y tranqui­lizó a los consternados pasajeros. Mandó parar el buque e inspeccionar la avería por medio de un buzo, compro­bando que se había abierto un orificio de más de dos metros en la quilla de su navío. Como no había afectado a las calderas, pudo continuar a media marcha el viaje llegando con tres días de retraso. Los ingenieros de la compañía examinaron el casco en el dique seco y obser­varon algo que les llenó de estupor. La brecha tenía la forma de un triángulo isósceles perfecto, estando la chapa cortada con toda limpieza. Había que suponer que el objeto penetrante era de un temple fuera de lo co­rriente y de una fuerza capaz de traspasar aquella grue­sa plancha, retirándose después por un incomprensible movimiento de retroceso.

    Este misterioso accidente apasionó, de nuevo, a la opinión pública. Como ponía en peligro multitud de vi­das humanas y las comunicaciones comenzaron a hacerse difíciles porque, con cierta frecuencia, se repitieron accidentes similares, el público comenzó a pedir enér­gicamente que se desembarazasen los mares del formi­dable y peligroso cetáceo.

    * * *

    Hora es ya de que me presente. Soy el autor del im­presionante relato que el lector amable tendrá ocasión de conocer si se digna seguirme hasta el final, cosa que no dudo, dado su extraordinario interés. Me llamo Pierre Aronnax y soy profesor suplente del Museo de Historia Natural de París. El gobierno francés me ha distinguido en varias ocasiones agregándome a distintas expediciones científicas para estudiar la flora y la fauna de remotos países y, modestia aparte, puedo considerarme un verdadero especialista en estas materias.

    Como a todo el mundo, el misterio del monstruo ma­rino me apasionaba, y más aún dada mi condición de na­turalista científico. Me hallaba al corriente de las in­formaciones publicadas en toda la prensa del mundo y estudiándolas a fondo pude concretar lo siguiente: era imposible que se tratase de un escollo flotante —un ice­berg o una gran roca —dada su aparición en lugares tan distantes en todos los mares del mundo. Necesariamente las hipótesis quedaban reducidas a dos: o se trataba de un monstruo desconocido o de un navío submarino, es decir, de una nave ideada y construida por un hombre ge­nial, con capacidad para sumergirse en las profundida­des del mar y maniobrara voluntad de sus conductores.

    Entonces fue cuando se requirió mi opinión, encon­trándome en Nueva York, por el New York Herald a cuya solicitud, a pesar de mi deseo de mantenerme al margen, no pude negarme.

    En el artículo que publiqué, venía a decir, en sín­tesis, lo siguiente: Las inmensas profundidades del mar, que ni siquiera conocemos, porque jamás han po­dido ser exploradas, nos ocultan una vida misteriosa de la que no tenemos más que muy lejanas sospechas. ¿Qué animales viven en aquellas regiones? ¿Cuál pudiera ser su tamaño, sus características, su forma de vida, su naturaleza y sus cualidades? No lo sabemos, ni lo sabremos. Es perfectamente posible suponer la existencia de peces o cetáceos o quizá animales de especie desco­nocida, constituidos para vivir en las grandes profun­didades, que, por una circunstancia cualquiera, pudie­ran aparecer en la superficie del océano. Este pudiera ser el caso del monstruo que tanto preocupa a la opinión pública. Pero de no ser así, también podría tratarse de una especie conocida, sólo que en un ejemplar de di­mensiones fuera de lo corriente. Existe, en efecto, un cetáceo, el narval, que se halla armado de una especie de espolón de marfil, que tiene la dureza del acero. Al­canza la dimensión de dos metros y medio y algunas de estas defensas se han arrancado con dificultad de los cascos de algunas naves. Si existiera un Narval Gigante, de un tamaño cinco o diez veces superior al corrien­te, tendríamos explicados los misterios que nos inquie­tan.

    Todo esto hizo que, casi unánimemente, se aceptara la idea del monstruo y que los gobiernos de las naciones más prácticas, Estados Unidos e Inglaterra, decidieran limpiar los mares de aquel fabuloso peligro que amena­zaba la comunicación marítima en forma tan alarmante. Por ello, en el puerto de Nueva York se acondicionó rápidamente una fragata de guerra, dotada de un espolón de acero y con todas las condiciones necesarias para la formidable empresa de caza y captura a que se aprestaba. Pero entonces ocurrió algo curioso y fue que el monstruo pareció haberse enterado de los preparativos, pues, por espacio de dos meses largos, no dio señales de vida. Sin embargo de pronto se recibieron informes de haber sido avistado por uno de los vapores que hacían la travesía de San Francisco a Shanghái, en aguas septentrionales del Pacífico.

    Esta noticia conmovió al mundo entero. Tres horas antes de que partiese la fragata de guerra, recibí un ca­ble en los siguientes términos:

    Monsieur Pierre Aronnax. Prof. del Museo de París. Hotel Quinta Avenida-New York

    " Monsieur:

    El Gobierno de los Estados Unidos vería con placer su presencia a bordo de la fragata " Abraham Lincoln ", como representante de Francia, en la empresa que, con la ayuda del Todopoderoso, intentamos en beneficio de la humanidad. El comandante Farragut le atenderá en cuanto le sea necesario.

    Reciba la consideración de

    J. B. Hobson Ministro de Marina."

    * * *

    Cuando recibí el cable que acabo de transcribir, no tenía otro deseo que el de regresar a mi amada Francia lo antes posible. La expedición científica a Nebraska me tenía agotado y ansiaba hallar la acogedora tibieza del hogar, para reponerme de mis fatigas. Pero, inme­diatamente después

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