La U-Bootwaffe (arma submarina alemana) tuvo, proporcionalmente, un mayor número de bajas que cualquier otra unidad de la Wehrmacht. Sin embargo, un aire de orgullo y satisfacción recorrió siempre sus filas y las hizo especiales. De hecho, en las páginas de diarios y revistas y en las imágenes del noticiario Die Deutsche Wochenschau se exaltaba a sus miembros, representados como jóvenes triunfadores que afrontaban el peligro sin miedo y con determinación. Por ello, aun a sabiendas de que vivir en las entrañas de un sumergible resultaba difícil y peligroso y de que su supervivencia estaba siempre en cuestión, nunca faltaron voluntarios para tripular los submarinos alemanes. Ni en los momentos más difíciles de la guerra.
Por el cuello de una botella
Cuando a una tripulación se le asignaba un nuevo submarino, se le hacía visitar el astillero para buscar la compenetración entre los hombres y la máquina. Ellos mismos lo solían probar, y, una vez a punto y dispuesto para el combate, eran los encargados de cargarlo de torpedos, combustible, alimentos y cualquier otra cosa antes de partir en patrulla.
Lo primero que se notaba al entrar en la nave era el calor y la humedad. El aire en su interior estaba viciado y olía mal, a lo que contribuían las sentinas, el humo de los motores diésel y la humanidad que desprendían los cuerpos. Para paliarlo se utilizaban colonias, en especial, las de las marcas Colibri o 4711, que servían también para quitar la sal que el agua de mar adhería a la cara cuando se estaba en el puente. Los cabellos y barbas se ennegrecían, y a los pocos días estaban