LA CAÍDA EN desgracia de los ‘LOBOS GRISES’
Hacía un día agradable el 9 de mayo de 1941: buenas noticias si te hallabas en mitad del Atlántico. Pero el hormigueo que sentía en las tripas el subteniente David Balme, más inglés que una taza de té a las cinco, no provenía del sol que asomaba agazapado entre las nubes. El convoy del que formaba parte acababa de hacer blanco sobre un submarino alemán, un U-Boot, mientras este les atacaba, y la tripulación del sumergible lo había abandonado tras activar en su interior unas cargas que no habían estallado. El U-110 era el premio, uno muy gordo, y él tenía la responsabilidad de investigar en su interior antes de que se hundiera. “A las 12:45 dejé el HMS Bulldog para abordar el sumergible enemigo junto a seis marineros, un telegrafista y un fogonero”, escribió en un informe.
Enigma era el arma secreta de las ‘manadas de lobos grises’ para coordinarse y ser una pesadilla
Balme y su unidad entraron en el U-110 sin recibir un disparo. “La sala de control estaba desierta. Es evidente que el submarino había sido abandonado a toda prisa”. Ya solo quedaba husmear. Hallaron los restos de una vida entera allí dentro: platos de puré de patatas, dados, cartas… Pero lo que atrajo la atención del subteniente fue una engorrosa “máquina de escribir” con más botones de los habituales. “Encontramos la máquina de codificación enchufada, estaba siendo usada cuando se marcharon. El
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