POCO ANTES DE HACER LA TRAVESÍA DE LOS CASI MIL KILÓMETROS que separan las costas peruanas y ecuatorianas del archipiélago de las Galápagos, Darwin no estaba tan interesado en los animales, sino en visitar los cráteres de alguno de los seis volcanes activos que hay en el conjunto de más de 230 islas e islotes.
Justo al desembarcar en la isla de San Cristóbal, un 16 de septiembre de 1835, Darwin describió en sus notas el paisaje de lava rocosa y con “pocos signos de vida” que vio inicialmente. Su percepción, evidentemente, cambió con el paso de los días, cuando el naturalista empezó a observar con detenimiento la flora y fauna de las islas, a obsesionarse con los simples pinzones, a comer la carne de las tortugas gigantes que ahí vio, y tomó las anotaciones necesarias para desarrollar su teoría de la evolución que cuestiona la creación divina.
Mucho y poco ha cambiado desde que Darwin visitara