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La pobreza universal
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Libro electrónico105 páginas1 hora

La pobreza universal

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Todo presente, de la historia que vamos realizando a cada paso, lleva dentro el germen del futuro. Ese germen es la voluntad. Una tarea de la vida humana verdadera es poner en marcha, por cada semilla, en cada acto, una mejor historia. Los buenos espíritus humanos viven el deseo de no dejar el mundo tan herido como lo encontraron. Con el sueño de contribuir en curar la herida del mundo, que es humana, revivifico la memoria de la nación colombiana a través de relatos de mi padre que aquí he consignado como yo los recuerdo. Relatos de dolor, tribulación y precariedad, también de lucha y maravilla, contemplados con la esperanza de elevar la conciencia.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento7 mar 2023
ISBN9789587393309
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    La pobreza universal - Andrés Felipe López López

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    RÓLOGO

    Todo presente, de la historia que vamos realizando a cada paso, lleva dentro el germen del futuro. Ese germen es la voluntad. Una tarea de la vida humana verdadera es poner en marcha, por cada semilla, en cada acto, una mejor historia. Los buenos espíritus humanos viven el deseo de no dejar el mundo tan herido como lo encontraron.

    Este libro no puede ser encorsetado como un gran volumen de historia, en el sentido de la envergadura, tampoco como un manifiesto por algún movimiento, ni como una queja o reclamo, aunque haya lugar a la protesta. Carece, solo a primera vista, de gran aparato bibliográfico. Algunas veces es distraído con respecto a la ciencia. Otras cojea, porque la filosofía siempre está herida: es su incompletitud, que sus verdaderos héroes convierten en infinitud, aquellos que la mantienen en pie y en marcha porque se encargan de todas las esferas del sentido. Más que puramente un ensayo, este libro es una hibridación, si no es que el ensayo debe serlo de principio a fin. Si para el trovador los elementos son la poesía, la música y la historia, para el ensayista de esta hibridación lo son el pensamiento, la poesía y la historia (esta última también entendida como relato). Gilbert Keith Chesterton dijo en su Biografía de Tomás de Aquino que la poesía sin filosofía es solamente aire. Lo completo: digo que la filosofía sin poesía es desierta y estéril. Huelga decir que no desconfío de la historia, de los manifiestos, de los reclamos, de la lectura exegética, ni mucho menos de las ciencias.

    Tuve relación más o menos directa con algunos de los hechos narrados, pero esto no hace del escrito una composición intimista. En el mismo orden de aclaraciones, mi objetivo principal no es mostrar cómo en Colombia nos hemos masacrado, y no porque esto carezca de importancia; el telos de este ensayo tampoco es la sola exposición de datos técnicos sobre el abismo de miseria económica en una comarca del mundo, o en todo el mundo, y no porque esto carezca de sentido. Mi objetivo es la universalidad. Así como en su cuento «Espuma y nada más» Hernando Téllez explicó la violencia universal valiéndose solo de dos hombres en una barbería –tal como lo ha mostrado Ezequiel Quintero en su trabajo Vivencia y literatura…–, tomo los recuerdos de mi padre, que ahora son los míos, para definir la pobreza universal.

    En Los negroides (Ensayo sobre la Gran Colombia), el controvertido Fernando González reprende diciendo: desde el momento en que el hombre abandonó las preguntas por el ser de todas las cosas y su sentido, no hay más que extinción. El hombre de hechos, solo de hechos, vale menos que el hombre de Moisés, pues nada vale lo físico sin lo metafísico. El hombre de Moisés, el hombre metafísico, el de las preguntas por el significado de las realidades, vale más que el hombre podado por el poder de lo fáctico. Así, este también es un ensayo de reconciliación, pues la comprensión del significado de nuestras barbaries es condición de posibilidad del futuro con promesas verdaderas. Puede ser que las próximas palabras recuerden a algunos una de las más olvidadas certezas: el otro es vida, reflejado en el espejo del entendimiento y el corazón. El otro es lo posible, no una cosa. Este es mi sueño, y me apego a él porque lo amo.

    No pretendo ser voz de la izquierda, o las izquierdas, de la derecha, o las derechas, del centro, de arriba o de abajo, de la diagonal, de un grupo azul, uno rojo o uno amarillo. Este ensayo lo tengo escrito más de mil veces, de hecho, más de diez mil veces. He sufrido: escribir es un oficio que hiere, no un capricho. Como navajas molidas en la mente moviéndose de forma circular, este escrito ha dado vueltas y me ha desgajado las paredes internas de la conciencia. Lo encuentro en el rostro del niño que hace malabares con pelotas de colores en ese circo sin animales entrenados ni profesionales del espectáculo que son los semáforos. Lo encuentro otra vez en los venezolanos que han migrado a Colombia escapando de un martillo, sin saber que aquí les esperaba un clavo. Lo encontré en el rostro de unas niñas que fueron durante un tiempo como mis hijas, herencias del tiempo y no de la naturaleza, que me llamaron «papá bueno», porque el «papá malo» está en la cárcel después de haber matado a su madre. Este escrito lo encuentro en mis manos, las mismas que sin haber sido de un campesino se parecen a las de mi padre, que trabajó en sembrados de algodón desde los cinco años.

    En el Elogio de la dificultad, Estanislao Zuleta escribió que la indigencia y la impotencia de la imaginación nunca se manifiestan de una manera tan clara como en el intento de imaginar la felicidad. Por eso inventamos paraísos, islas de fortuna, países donde no hay espacio para el esfuerzo y el sudor, donde los hombres no tienen riesgos, ni luchas, ni razones para alzarse por encima de la propia contingencia y, lo que es peor, donde no hay muerte sino enajenaciones, sea porque a la muerte le hemos dado la espalda o porque hay tanta a manos de homicidas que se hizo parte natural de la geografía –y ya se sabe la seriedad del tema de la muerte gracias a tantos esfuerzos del pensamiento por comprenderla; Las intermitencias de la muerte, de José Saramago, por poner un ejemplo–. En el mismo trabajo, Zuleta dice que estos océanos de mermelada sagrada, estas eternidades de aburrición son, menos mal, metas inalcanzables, espacios, lugares o tiempos que no existen. Hay algo emparejado a esta indigencia e impotencia de

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