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Bandeja de entrada: Doce relatos (des)conectados
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Libro electrónico120 páginas1 hora

Bandeja de entrada: Doce relatos (des)conectados

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Información de este libro electrónico

Los personajes de los relatos que integran Bandeja de entrada. Doce relatos (des)conectados se enfrentan de golpe a una revelación, en algunos casos sutil pero significativa; en otros, tremenda y desoladora, la cual establece vínculos o rupturas que nos señalan los vestigios de enlaces rotos y, sin embargo, vueltos a unir a partir de sus anhelos. A veces la muerte es la encargada de echar a andar la máquina de la memoria, ese lugar donde el pasado se inspecciona con la sabia mirada de quien se reconoce como un sobreviviente y en el que a menudo se encuentran pistas esclarecedoras. En otras ocasiones la revelación proviene del presente: la soledad, el desasosiego en las relaciones amorosas, el desarraigo social o geográfico, el cuestionamiento de la ética o el choque repentino con la vida adulta. Y es esta disyuntiva (conexión y desconexión, pertenencia y exclusión) la que opera misteriosamente en nosotros, los lectores, y nos orilla a la incesante búsqueda de la fisonomía de nuestras más profundas emociones.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento12 dic 2023
ISBN9786124928741
Bandeja de entrada: Doce relatos (des)conectados

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    Bandeja de entrada - Escritores de miércoles

    Cover_Bandeja-de-entrada.jpg

    BANDEJA DE ENTRADA

    Doce relatos (des)conectados

    Primera edición digital, diciembre de 2023

    © De las autoras y autores, 2023

    ©

    Paracaídas Soluciones Editoriales S.A.C.,

    2023

    para su sello PSE

    APV Las Margaritas, Mz. C, lote 17,

    San Martín de Porres, Lima, Perú

    gestion.pse@gmail.com

    www.paracaidas-se.com

    +51 966 4574 07

    Dirección editorial:

    John Paolo Mejía Guevara

    Diseño y arte de portada:

    Talento Creativo

    Cuidado de edición:

    Escritores de miércoles

    ISBN: 978-612-49287-4-1

    Todos los derechos reservados. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, bajo ninguna forma o medio, electrónico o impreso, incluyendo fotocopiado, grabado o almacenado en algún sistema informático, sin el consentimiento por escrito de los titulares del copyright.

    Como cada miércoles...

    That is part of the beauty of all literature.

    You discover that your longings are universal longings,

    that you’re not lonely and isolated from anyone. You belong.

    F. Scott Fitzgerald

    ¿Para qué escribimos? ¿Por qué pasamos horas frente a nuestras pantallas contando entreveradas historias que no sabemos si serán leídas? ¿Queremos realmente que las lean? Estas son algunas de las preguntas que los autores de este libro nos hemos hecho alguna vez, tanto en grupo —en las sesiones del taller cada miércoles— como en soledad frente a las testarudas páginas en blanco. ¿Para resolver algún asunto pendiente y entender mejor nuestro mundo interno? ¿Por mera diversión? ¿Para dejar un legado, una marca en el mundo? ¿Para pertenecer a una tribu?

    Bandeja de entrada. Doce relatos (des)conectados es la segunda publicación que realizamos en conjunto. Borrones y cuentos nuevos (2021) marcó el inicio de nuestra aventura literaria, de la mano de Raúl Tola, periodista y escritor peruano. Él nos animó a publicar los escritos generados en los talleres que dirigió durante los dos años pandémicos. Fue en ese espacio donde nos conocimos quienes ahora nos autodenominamos «Escritores de miércoles», pues religiosamente seguimos reuniéndonos, ya sin Raúl, en ese sagrado día de la semana para continuar en el campo de batalla que es la escritura.

    A diferencia de aquella primera incursión editorial, donde cada participante entregó su mejor relato sin ninguna temática en particular, en Bandeja de entrada quisimos, desde un inicio, establecer un hilo conductor que le dé unidad al conjunto de cuentos. En esa búsqueda, discutimos sobre los asuntos que nos motivaban e interesaban, hicimos sondeos de opinión y hasta consultamos con el ChatGPT para inspirarnos.

    Así llegamos a la conclusión de que queríamos escribir sobre el sentido de pertenencia. Dado que muchos somos o hemos sido migrantes, tanto dentro como fuera del Perú, vimos mucho potencial en desarrollar las historias a partir de este eje central.

    Como es sabido, el sentido de pertenencia es una particularidad humana y es indispensable para asegurar nuestra supervivencia como especie. Su funcionalidad requiere algunas condiciones: ser reconocidos por el resto, que nuestros logros sean valorados, que podamos expresarnos libremente, sentirnos seguros y cómodos con nosotros mismos y con nuestra comunidad, sociedad o país.

    Pero, ¿qué sucede con las personas que no se sienten parte de un todo, que por una u otra razón son incapaces de conectar física y/o sentimentalmente con alguien? ¿Seríamos capaces de sobrevivir de esa manera?

    Estas preguntas intentaron ser contestadas en los diversos relatos que escribimos en los últimos seis meses. Lo que descubrimos cuando empezamos a compartirlos es que ‘el sentido de pertenencia’ es un tópico muy amplio, que cada autor interpretó a su manera, apelando a sus diferentes significados y acepciones, lo que dio como resultado las variopintas historias que hoy tienes entre manos.

    Bandeja de entrada. Doce relatos (des)conectados es entonces una compilación de cuentos sobre personajes que transitan sus vidas entre la conexión y la desconexión con sus seres queridos, comunidad, país o, incluso, la realidad. Personas que son funcionalmente disfuncionales (¿o disfuncionalmente funcionales?), que no se pueden (¿o no quieren?) adaptar a nuevas realidades, relaciones o situaciones en particular. Presentamos en estas páginas a hombres y mujeres que intentan pertenecer y entender un mundo a veces inhóspito, sobre todo incierto, y casi siempre injusto.

    Igual que las historias pendientes de leer en la bandeja de entrada de algún correo electrónico, o en el escritorio de una oficina perdida, esta colección de relatos intenta acercar a los lectores con los miedos, anhelos, esperanzas, frustraciones y deseos de protagonistas que quieren pertenecer y dejar huella. Probablemente, los autores de esas historias estén en la misma búsqueda. Porque es a través de la escritura que somos capaces de conectar nuestros mundos interno y externo, de entender la realidad y reinterpretar nuestro pasado, con el objetivo de vivir el presente de la mejor forma posible.

    Y es así que persistiremos, como cada miércoles, en la lucha por escribir para pertenecer o, si lo queremos ver de otra forma, entender que pertenecemos a una tribu de locos soñadores justamente porque escribimos.

    Escritores de miércoles

    Elmer Farro

    Nací en Lima, en 1968. Estudié ingeniería mecánica en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Antes de participar en la producción colectiva de Borrones y cuentos nuevos, mi experiencia editorial se había limitado a un tratado en colaboración sobre acuicultura de tilapias. Mi vida laboral me ha dado la oportunidad de viajar intensamente, y en ese caminar entre minas, ferrocarriles, barcos y fábricas he conocido personas que me compartieron historias fascinantes, atesoradas a lo largo de sus vidas. De ellas, las que recuerdo con más aprecio son las que hablan de espíritus inconformes que asumen con naturalidad (o un estoicismo inconsciente) que vivir, en esencia, es aprender a navegar contra corriente, con compañeros de travesía muchas veces escasos o efímeros, y que los monstruos tienen la manía de emerger sin avisar en momentos de soledad. El reto es transformar esas vivencias en relatos que me ayuden a entender el mundo.

    Mientras cae la lágrima

    La descarga provocó que Julio perdiera el equilibrio y se desplomara sobre el suelo de madera como un oso herido. Debió bajar las llaves del tablero, pero el exceso de confianza y la prisa pudieron más. «Los ingenieros y los nadadores mueren por sobrados» era un mantra que él repetía a su equipo de electricistas en las charlas de seguridad al empezar cada día. Esta vez había escupido al cielo y ahora miraba sin ver, en pleno infarto, el rostro pálido del nieto.

    Todo había ocurrido muy rápido: el pedido del pequeño Ignacio, la escalera de tres pasos ubicada en el centro de la habitación, la mano derecha desenroscando el foco quemado, y el súbito sacudón que recorrió su cuerpo hasta los pies provocando su caída. Julio quedó recostado sobre su brazo izquierdo, rodeado de autos de juguete de todos los colores.

    Intenta hablar para pedirle al nieto que corra a buscar ayuda, pero sus músculos no obedecen. Su cuerpo se ha convertido en un recipiente inerte que lo contiene y aísla del exterior. Sólo le funciona la vista, que le entrega la imagen de Ignacio arrodillado frente a él, con la boca abierta como si lanzara un grito en una dimensión alterna porque el silencio se yergue omnipresente e inmutable. El del niño es un rostro trigueño, redondo, el cabello negro, rebelde, y una nariz que parece un modelo a escala de la de su abuelo. De pronto ve cómo el miedo provoca que una lágrima se empiece a formar en uno de los ojos enrojecidos del pequeño, activándose en Julio el recuerdo de un llanto solitario que había creído sepultado irreversiblemente tras medio siglo. Escenas de tiempos en los que él es el chiquillo que ve con pánico e impotencia el cuerpo inerte de un anciano.

    «Dios mío, otra vez no», piensa mientras una avalancha de imágenes brota de los confines de su mente al observar cómo esa gota salina amenaza con iniciar su recorrido sobre la mejilla de Ignacio: Una finca en los límites de las montañas y la costa, un cielo azul donde era posible divisar en el horizonte el mar escondido bajo un manto de nubes, la madre alejándose para tomar un bus que la llevaría a la capital para buscar trabajo, el rostro duro, inexpresivo, de una tía Florencia que recién conocía y que velaría por él. Pero, sobre todo, el cuerpo seco del nonagenario don Andrés postrado en una cama, junto a la que unos sacos rellenos de paja y cubiertos por pieles de carnero hacían

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