Cuentos cautivos
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No somos uno, somos muchos. Para vosotros son estos cuentos cautivos, llenos de recuerdos.
Frente a un ambiente distópico, frente a la incredulidad de verse sometidos al encierro en el propio domicilio, estos textos fueron un consuelo literario que nos llevó más allá, descubriendo que éramos capaces de arañar en nuestras almas, de compartir sensaciones, de convertirlas en palabras, en frases.
El resultado fueron estos Cuentos cautivos que si bien pretendían ser un solo cuento encadenado, donde cada autor continuase la historia del predecesor en la escritura, se convirtieron en un ejercicio de libertad en medio del encierro del confinamiento. La reflexión descarnada de lo que se estaba viviendo, el desahogo casi en gritos se mezclaban con la ficción de personajes, casi siempre femeninos, que en otros escenarios acusaban igualmente la soledad y la angustia, nunca exenta de esperanzas.
Ana Isabel Inarejos
Ana Isabel Inarejos es profesora de secundaria. Coincidió con Ana Padierna, Susana Álvarez-Buylla, Antonia López-Bravo, Teresa Zamanillo, Corina, Carol y Joaquín, el resto de autores de Cuentos cautivos, en un taller de autoconocimiento coordinado por José Carlos Somoza.
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Cuentos cautivos - Ana Isabel Inarejos
Prólogo
Desde hace tiempo dirijo un taller de escritura y conocimiento personal. Soy novelista profesional y hace años que dejé de ejercer la psiquiatría, mi otra profesión, pero no es menos cierto que esta última me ha hecho ver mis propios textos y los de los demás a la luz de nuevas teorías. Todo eso confluyó en la creación de este taller que imparto y que tantas alegrías me ha brindado.
Pero llega la hora en que los alumnos mismos tengan la palabra. Tan importante ha sido para nosotros la palabra que es justo que sean ellos —que la han utilizado como herramienta para ese conocimiento de sí mismos— quienes la empleen ahora para crear unos textos donde han pretendido llegar a lo más profundo que se nos permite en este mundo de superficialidades.
Hay algo más: la situación en la que fueron creados estos textos —el confinamiento forzoso por la pandemia de COVID-19— ha sido un catalizador curioso en la elaboración de los mismos. Aprovechando las nuevas formas de vivir que todos tuvimos que adoptar, surgieron estas narraciones en las que un alumno enviaba a otro el texto, y este, a su vez, aportaba el suyo propio, formando una «cadena» cuyo título final —Cuentos cautivos— no pretende evocar a ese escritor encarcelado creando su obra, sino, paradójicamente, esa libertad que otorga la «cadena»: los eslabones literarios que se engarzan, las cuentas —o cuentos— que forman el collar. Porque eso es lo que son estos textos: un collar de cuentos. No tienen límite ni protagonista fijo. El límite es la imaginación, y el protagonista es la emoción de cada ser humano. Luces que brillan por sí mismas, islas de mujeres y hombres que se comunican entre sí, archipiélago de intimidades.
Me honra haber contribuido, al menos en cierta medida, a que estos Cuentos cautivos hayan sido coleccionados y vean la luz. En ellos encontrarán alegría, soledad, tristeza, miedo y deseo. Pero sobre todo la libertad de decir, de expresar. Los Cuentos cautivos han nacido para cautivar.
Mi gratitud eterna a los alumnos que han formado parte de este proyecto. Pero también a todos mis alumnos a lo largo de todos estos años de taller.
José Carlos Somoza
Introducción
«El Gobierno español, en su consejo extraordinario del sábado, 14 de marzo de 2020, declaró el estado de alarma, lo que conllevó como principal medida la imposición de una cuarentena nacional…».
«Todos los ciudadanos españoles y extranjeros residentes quedaron obligados a mantenerse encerrados en sus residencias habituales».
¿Puede un grupo de escritores noveles hacer frente, unidos como una piña, a la soledad a la que les arrastró el confinamiento del pasado 15 de marzo?
La respuesta es casi afirmativa. Un grupo de mujeres, siete, y un solo hombre, uno, tuvieron la idea de escribir unos cuentos para mantener un contacto vivo durante los más de noventa días que estuvieron encerradas en sus hogares.
La suerte: haberse conocido unos meses antes en un taller literario. La suerte de haber congeniado, la de compartir escritura, reflexiones, vinos y risas. Ahora, lo que queda: un tesoro, una gran amistad. Y por encima de todo la literatura, inconmensurable, inagotable. Un paraguas que nos agrupa como aprendices de la vida, de la imaginación.
Arropados por José Carlos Somoza, tuvimos el filtro perfecto de nuestras emociones literarias en nuestra cita semanal. Gracias a su sabiduría y buen hacer de hombre culto, novelista y psiquiatra. Toda una suerte. Desde aquí nuestro más profundo agradecimiento.
Frente a un ambiente distópico, frente a la incredulidad de verse sometidos al encierro en el propio domicilio, estos textos fueron un consuelo literario que nos llevó más allá, descubriendo que éramos capaces de arañar en nuestras almas, de compartir sensaciones, de convertirlas en palabras, en frases.
El resultado fueron estos Cuentos cautivos que si bien pretendían ser un solo cuento encadenado, donde cada autor continuase la historia del predecesor en la escritura, se convirtieron en un ejercicio de libertad en medio del encierro del confinamiento. La reflexión descarnada de lo que se estaba viviendo, el desahogo casi en gritos se mezclaban con la ficción de personajes, casi siempre femeninos, que en otros escenarios acusaban igualmente la soledad y la angustia, nunca exenta de esperanzas.
Se ha conservado la estructura de fechas en las que se escribieron los cuentos. A través de ello se pueden verificar los distintos estados de ánimo según avanzaban las semanas. Los primeros días abundan los relatos, casi todas las autoras cumplimos puntualmente y tratamos de seguir el encadenamiento. Más adelante, cierto decaimiento. Susana, la coordinadora, nos animaba y exhortaba a escribir. Lo consiguió, sin duda.
Los lectores probablemente podrán identificarse con las emociones que todos pudimos vivir en esos difíciles días. Lo más terrible de la enfermedad, las personas que fallecieron, sus familiares y los que han padecido los peores síntomas de esta pandemia. Vaya para todos ellos nuestro recuerdo y nuestro cariño. No sabemos cuándo ni cómo acabará todo esto. Mientras tanto, nos queda la literatura.
6 de octubre de 2020
15 de marzo
Me sorprendo mirando por la ventana, veo calles vacías, percibo muchos ojos que me atraviesan pero que no distingo y me asustan; que quieren, que buscan sentir a través de mí, adivinar mis pensamientos…
Susana
________ooOoo_______
Prefirió girar la vista, sofocar su angustia. Repasó los lomos de sus libros. Cada uno de ellos, un recuerdo. Un pequeño trozo de vida. Ese libro, La agricultura soviética en perspectiva, lo compró con él. Hace ya demasiados años. Qué sabía de planes quinquenales, de bolcheviques, de operarios ejemplares. «¿Es usted economista?», le preguntó el librero, tal vez flirteando con ella. Pero ella solo quería sorprenderle a él, alinearse con su ideología, con sus arengas inflamadas sobre la sociedad igualitaria que iba a llegar más pronto que