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La generación X: un piloto para la búsqueda y captura
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La generación X: un piloto para la búsqueda y captura
Libro electrónico332 páginas4 horas

La generación X: un piloto para la búsqueda y captura

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Información de este libro electrónico

En el siglo XXII, seres orgánicos y artificiales conviven en una galaxia conflictiva plagada de civilizaciones en diversos peldaños evolutivos con hegemonías en discusión.

Para el artificial de la generación X Joe Vega, todo era tranquilidad. Su vida como granjero lo mantenía apartado de la civilización galáctica hasta que recibe una visita.

Se trata nada menos que de su mejor amigo, el también artificial Vincent Coleman. El motivo: reclutarlo para una misión esencial en la que Joe se reencontrará con su principal vocación. La de piloto.

Mientras Joe afronta su pasado, vive el presente y descubre su futuro, se desenvuelve en un fantástico mundo donde los agresivos krachiacks propician la guerra intergaláctica, los conorámides acumulan riquezas y los repulsivos mangasugos forjan túneles tan oscuros como su carácter.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento30 jun 2023
ISBN9788468575087
La generación X: un piloto para la búsqueda y captura

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    La generación X - Miguel Ávalos

    1.

    HAY NOVEDADES

    Amanecía, era temprano, hora de desayunar algo sencillo y ponerse a trabajar. Así pensaba cada mañana el artificial que ocupaba una de las muchas granjas del segundo planeta del sistema Épsilon 4 de la zona sur—este de la galaxia. Era un día como cualquier otro de allí, soleado, con una muy buena temperatura y con una brisa que era gloria bendita. Su cara lo decía todo, ganas de disfrutar con lo que tenía, la tranquilidad que desprendía. Años llevaba solo. Así debía ser, ese era su principal pensamiento. Bastante tenía ya con los contactos justos y necesarios que realizaba con los granjeros más próximos para negociar intercambio de materiales, alimentos o ganado. Charlar le viene bien a todo el mundo y él no era ninguna excepción, pero que fuesen breves, no necesitaba más. Lo mismo con la tecnología, la justa y necesaria para que fuera un símbolo de colaboración y facilidad de las labores. Sin embargo, no era por ella por lo que se percataba del tiempo, sino por la celebración del cambio de año, viendo a lo lejos los fuegos artificiales que la gente lanzaba. Eso le gustaba y se percató en su momento de que se le daba la bienvenida al año 2116.

    Le podrían haber dicho cualquier cosa, incluso que ahora los años retrocedían, que el calendario había variado, que había entrado en vigor uno con más o menos cifras, cualquier noticia. Habría hecho lo de siempre, dar las gracias amablemente, desear un buen día al compañero granjero, darse media vuelta y volver a su casa. Le hubiera dado exactamente igual. Por todas estas razones escritas, resulta increíble que pudiera despertarse en aquella mañana como si fuese cualquier otra, aunque supongo que no es algo que nadie pueda ver venir. No se es vidente, no al menos de nacimiento, que se sepa… Acababa de sembrar un trozo de tierra y alimentar a los animales, recordando que debía limpiar el cobertizo y comprar un nuevo rastrillo, cuando un ruido lejano le sorprendió y se dio la vuelta. No era una nave fumigadora de campos, de lo contrario habría ido y venido. Volaba más rápido, empezó a aminorar y se posó suavemente en la zona de aterrizaje más próxima a la granja del artificial. Hacía mucho tiempo que no veía una nave de ese tipo y fue por eso por lo que, después de tanto, su mirada se tornó fría y no se la quitó de encima ni al propio trasto ni a la figura que, aún lejos, salió del interior.

    No era casualidad. La figura ya había recorrido bastantes pasos y se dirigía sin prisa y sin pausa hacía el granjero, que ya no prestaba atención a nada que no fuera aquella silueta acercándose lenta y segura hacia él. Y, después de unos minutos, finalmente logró distinguirlo con claridad. Era otro hombre también joven, pelo rebelde y mirada pícara con una sonrisa muy disimulada e irónica, su caminar era un poco tosco, pero bien seguro de sí mismo en todo momento. De esos a los que no les tiembla el pulso fácilmente. Al fin, tras otros minutos de esos que logran hacerse detestables, el hombre arribó a destino y ambos, anfitrión y visitante, quedaron unos segundos en silencio.

    —Eres difícil de localizar, socio —habló el visitante.

    —Parece que ahora ya no tanto —contestó tranquilo el anfitrión.

    —No te lo tomes a mal, encontrar gente es mi especialidad. Tal vez sea la razón por la que Harvey me quería en el grupo —dijo orgulloso y sincero el visitante.

    —Ahora ya puedo decirte que así es —el artificial granjero sonrió.

    —Lo hubiera adivinado enseguida. Te veo bien, por cierto, y el planeta donde te has instalado no está nada mal, bastante mejor que la mayor parte de los que veíamos, ¿verdad? —el visitante también sonrió.

    —¿Qué quieres, Vincent? —El nombre del visitante fue revelado.

    —Hay novedades...acerca del asunto que tú y yo ya sabemos. —Vincent dejó a su anfitrión mudo.

    —No pienso ir a ninguna parte Vincent, lo dejé bien claro hace años —el granjero fue tajante.

    —Socio, si de mí dependiera, sabes que te dejaría aquí tranquilamente con tu granja, en tu retiro. Me conoces muy bien. Sin embargo, creo que ya intuyes quién me ha enviado aquí. —Vincent no se mordió la lengua.

    —Harvey. —El anfitrión tampoco se cortó.

    —Premio —repuso Vincent.

    —No sé por qué, pero lo sabía —el granjero empezaba a poner mala cara.

    —Ya sabes cómo es, cuando se le mete algo en los cables nadie le convence de lo contrario. Por no mencionar a quienes tiene de su parte —añadió Vincent.

    —Y te envía a ti a sabiendas de que él no me habría convencido ni a la de diez. —El fastidio del granjero era sutilmente notorio.

    —Socio, no te cargues al mensajero. Además, hablando de diez, ¿crees que Harvey se hubiese presentado aquí solo? Iría con diez más de escolta, y lo sabes. Ese cabrón nunca camina solo. —Vincent tampoco idolatraba en exceso a ese tal Harvey.

    —Sí, me consta. —El anfitrión le daba la razón a su socio Vincent.

    —Mira, yo lo veo así: ven conmigo y habla con él, os reencontráis, te cuenta de qué va el meollo y vamos al lío, pero no sin dejarle claro antes que una vez acabado el curro no vuelva a molestarte. Cuando obtenga lo que quiere no se podrá negar a eso, así que le concedemos este último capricho, nos lo quitamos de encima para siempre y finalmente, y por las molestias, yo mismo te traigo de vuelta aquí. ¿Qué me dices, socio? Yo creo que suena bien —Vincent habló claro y sincero.

    —Así de fácil... —No iba por Vincent.

    —Esa palabra no existe y por otro lado yo también tengo ganas de acabar con todo esto de una vez —replicó Vincent.

    —Está bien. —El anfitrión finalmente aceptó.

    —Te lo agradezco —dijo Vincent.

    —No lo hagas. Tal y como acabas de decir, ese es el motivo que tengo: acabar de una vez con toda esta mierda. Quiero dormir por fin tranquilo. Ya es año —dijo el anfitrión.

    —Te aseguro que estamos en el mismo club. Yo también quiero lo mismo, nos vendrá bien a los dos. Dejaré que pilotes, es mi muestra de gratitud, además de honrar los viejos tiempos —exclamó Vincent.

    —Puede que esté algo oxidado —advirtió el granjero.

    —Con cualquier otro me lo creería, socio, nunca con el gran Joe Vega. —Así es como Vincent nos presenta a nuestro protagonista.

    2.

    HARVEY KRAMER

    Joe Vega, ese era su nombre. Artificial de La Generación X, fecha de creación: 2102. Participó en la guerra intergaláctica de 2107-2110 como piloto espacial, profesión en la que es sencillamente un poeta. Pocos, muy pocos están a su altura, y muy pocas. Incluso dentro de su generación no resulta fácil encontrar pilotos que respondan tan bien al manejo de incontables tipos de naves. Era un don. Su colega, socio y copiloto Vincent Coleman tenía exactamente la misma fecha de creación: 2102. Se conocieron en el año 2105 al coincidir en una misión para atrapar a una red de traficantes de la zona sur de la galaxia. El número de casas de lujo que Vincent ha visitado para dar rienda suelta a su músculo tonto, solo él lo sabe. Quizás por eso engaña, pues a primera vista cualquiera sugeriría que no es gran cosa, existen muchos como él y que la mayoría encuentran la ruina muy pronto. Pero Vincent no. Un zorro escurridizo cableado, así es él, capaz de ocultarse y evitar ser visto cuando se aplica, alguien que se mueve por los bajos fondos como pez en el océano y nunca realiza sus acciones tan solo por amor al arte y ocio. Os aseguro que todas las bellezas cableadas con las que ha disfrutado han supuesto diversión, pero algunas también otra cosa: información. Un enorme poder sin duda. Aparte de que el dinero que ha conseguido por misiones que ha contribuido a resolver, no solo se lo gasta en ello o bebida, siempre se asegura de reservar un buen pellizco para quien colabore. Las noticias útiles no se obtienen hablando con los cuatro elementos.

    En resumen, Vincent Coleman era un cóctel de pericia, suerte, astucia y picardía, alguien que posee sus cuatro elementos y ha logrado consolidarse como una institución a la hora de localizar lo que busca. De otro modo, no habría dado con su viejo amigo Joe Vega. Después de seis años, ambos volvían a pilotar.

    La nave en la que viajaban se dirigía firme a su destino. Quizás fuera cierto que el fastidio de abandonar de esta forma el planeta donde llevaba instalado tanto tiempo proseguía en los cables de Joe, pero no podía negar que, volver a ponerse de nuevo a los mandos de un transporte, le hizo recuperar ciertas sensaciones. Incluso en la guerra logró labrarse un nombre como piloto y para el último año de la misma quienes estaban en su grupo sabían que tenerle a él era una posibilidad de supervivencia añadida a la lista. Sensato y disciplinado, pero si llegaba la hora de asumir riesgos, Joe Vega no dudaba. Eso le distinguía de la mayoría de los otros pilotos: no convertir el manual en la biblia. En la galaxia sobreviven los audaces. Vincent había coincidido con él en más de una ocasión durante la guerra y, antes de la misma, era de los que más podían atestiguar que lo anteriormente citado sobre su colega era una verdad del tamaño de la misma galaxia. Joe era un piloto brillante, había vuelto a su gran y verdadera vocación y en el fondo la echaba de menos. Además de volver a ver a Vincent. Dos amigos se habían reencontrado tras seis años.

    —Joder... —Joe no lo pudo evitar.

    —¿Qué? ¿Vas a soltarlo de una vez o todavía pretendes disimular? —Vincent disfrutaba con la escena.

    —Vale mamón, tú ganas. Sí, es verdad, no sabía cuánto echaba de menos pilotar. Y doble victoria para ti, también he echado de menos al número uno de los insufribles —Joe sonrió.

    —Te conozco, socio, ¿a quién pretendías engañar? —Vincent saboreaba sus victorias.

    —¿Falta mucho? —pregunto Joe.

    —No, ya estamos cerca. De hecho acabamos de entrar en el sistema —dijo Vincent.

    —OK, veamos su nombre... ¿El sistema Indi 14? —Joe se extrañó.

    —Sí, así es, el sistema Indi 14, tal cual. En la zona este, doce planetas, cuatro en la zona habitable y veintidós lunas, uno de los sitios donde habita ese grupo de humanos que se hacen llamar «frikis» —informó Vincent.

    —¿Se puede saber qué significa esa palabra? —preguntó Joe.

    —Todo lo que sé es que se reúnen a menudo en diferentes clubs y en este sistema en concreto varios de ellos tienen como símbolo un tío con sombrero y látigo. Cualquiera diría que ellos controlan el cuarto planeta. Descuida, nosotros vamos al tercero —dijo Vincent.

    —Ya, claro, qué alivio. Y esos «frikis» deduzco que no son ninguna amenaza, ¿verdad? —ironizó Joe.

    —Si por amenaza entiendes el reunirse para ver películas antiguas, jugar a diferentes juegos de cartas, dados y mesa, coleccionar libros que traten de esos temas y vestirse como los personajes de las películas que ven, te lo aseguro socio, este grupo local de cincuenta galaxias estará conquistado en breve por esa gente —sentenció Vincent.

    —Vale, de acuerdo gracioso, que ni los cocorraptores se comparan con ellos, ya lo he pillado —respondió Joe.

    —Qué quieres que te diga, yo tengo otras preferencias —bromeó Vincent.

    —Me las memoricé hace tiempo. Todavía recuerdo la juerga que te corriste en 2108 después de la batalla del quinto planeta del sistema Sigma 7, en ese club de lujo —dijo Joe.

    —En realidad... fueron dos —contestó Vincent.

    —Joder colega, con razón se decía que alguien la había hecho buena en dos locales. No tienes remedio, pero bueno, a saber en cuántos deberás dinero a estas alturas —dijo Joe.

    —Un misterio que jamás será resuelto socio. —Vincent fue sincero.

    —Me consta —Joe asintió y ambos se partieron de risa y chocaron puños.

    —Por cierto, no te lo vas a creer, el otro día estaba en mi tradicional sesión de zapping y vi unos dibujos sobre un grupo que porta nuestra misma letra, la X, solo que esa escuadra la lleva al principio en vez de al final —dijo Vincent.

    —¿Y de qué iba? —dijo Joe con tono curioso.

    —Pues de un grupo que vive aventuras y lucha contra distintos enemigos. Cada cual tenía sus propias movidas: uno tenía garras, otro lanzaba rayos, otro leía la mente, había una tía de fuego, otra que controlaba el clima… Ah, y la mejor de todas era una que tocaba a la peña y los aturdía. Si encuentro a una chica así, me da un beso y me desmayo, sabré que es la mujer de mi vida cableada. —Qué expresivo era Vincent.

    —Sin lugar a dudas —sentenció un Joe bien sarcástico.

    —Pues como te digo, encontré de casualidad esos dibujos, pero después me dio por jugar un rato —dijo Vincent.

    —A algún videojuego donde solamente salgan mujeres. Antes de que me cuentes el final, ya lo digo yo —se anticipó Joe.

    —¿Qué quieres que haga si son los mejores? —replicó Vincent.

    Los dos colegas siguieron conversando. Y así, sin comerlo ni beberlo, como si fuera un transporte público que realiza su típica rutina de desplazamiento, el final del trayecto se posó ante ellos y el tercer planeta del sistema Indi 14 ocupó las vistas de Joe y Vincent. La zona hacia la que se dirigía la nave estaba ocupada por el manto de la noche, o al menos lo estaría, de no ser porque la cantidad de luces que bailaban eran imposibles de contar. Todo un despliegue de efectos al servicio de cualquier vista que alcanzara tal fotografía viviente. La nave se fue aproximando a la atmósfera con un Joe incrédulo y un Vincent que sonreía irónicamente a sabiendas de que su amigo iba a llevarse una buena sorpresa. La verdad, no es lo que Joe esperaba para su reencuentro con Harvey Kramer.

    —¿Me estás diciendo que es aquí donde vamos? —preguntó Joe.

    —Bienvenido al planeta Las Vegas, socio. Como La Tierra, solo que aquí a lo grande de verdad —dijo Vincent muy humorístico.

    —Vale, casi mejor no pregunto —aclaró Joe.

    —No lo hagas. Aquí Vincent Coleman, código 26354, solicitamos permiso de aterrizaje. Harvey Kramer nos está esperando, repito, Harvey Kramer nos espera para una reunión urgente —dijo Vincent comunicándose con la torre de control.

    —Aquí la torre de control de Las Vegas. Tienen permiso para aterrizar en la plataforma veintiuno, repito, plataforma veintiuno, aminoren de inmediato y no se desvíen de su trayectoria actual. —La voz del controlador parecía la de un matón de dos metros de altura.

    —¿Vas a empezar a contarme alguna cosa? —dijo Joe.

    —Harvey se ha convertido en una persona importante, logró obtener el negocio que deseaba: un casino. No trabajas para una corporación gigante a cambio de nada —contestó Vincent.

    —Algo me dice que, si de él depende, obtendría todavía más. La ambición de ese hijo de cable no se va a parar ahí —dijo fríamente Joe.

    —Yo lo sé, tú lo sabes, todo este territorio lo sabe y así sucesivamente, socio. Haz lo que hemos hablado: reúnete con él, que te diga lo que hay, al tajo y cada cable a su enchufe. Sencillo —insistió Vincent.

    —Ojalá fuese tan fácil, en serio, pero apuesto por todo menos eso. —Joe sonó firme.

    —Tú inténtalo. A propósito, para esta cita hay cambio de vestuario —concluyó Vincent.

    Harvey Kramer, ¿cómo podría empezar a describíroslo? La mitad de las cosas que se dicen sobre él son para entregarle el premio «escrúpulos cero». Dinero, territorios, ser una autoridad en los negocios… lo quiere todo. Cualquier beneficio que le abra las puertas a cubrirse de oro, ver su imperio particular extendido y mirar por encima a sus competidores le activa los cables. Le da igual quién o qué esté por delante, todo obstáculo solo existe para apartarlo de en medio y los métodos a emplear son irrelevantes. La otra mitad de las cosas que envuelven a este artificial creado en el año 2101 son un verdadero misterio. Nadie sabe cómo empezó, pero desde que fue reclutado por la propia Corporación X para realizar trabajos, su etiqueta no ha dejado de subir como la espuma y finalmente ha empezado a prosperar. Su primer gran negocio, el casino, su primer garito como él lo llamaría, era una realidad. Por no hablar de su fama y reputación, ambas en continuo progreso. Con otro artificial de La Generación X os podría decir en estas líneas que ya es suficiente, pero he ahí el quid de la cuestión, os estoy hablando de Harvey Kramer.

    Y ahí, en las afueras de ese casino con un letrero luminoso y bien lujoso titulado «Casino Kramer», dos individuos bien vestidos para la ocasión se adentraban en el interior repleto de seres de toda condición, deleitándose con las máquinas, con las mesas del póquer, las incontables bebidas que se podían tastar, las típicas y tradicionales charlas y todo lo demás que podía ofrecer un casino de verdadero lujo. Era imposible contar el número de clientes que disfrutaba de una noche glamurosa. Incluso los seres orgánicos se tomaban la molestia de ser precavidos y no beber en exceso. No era ningún secreto que los artificiales no entendían de estado de embriaguez, y en estos lugares solían tener lugar romances fugaces que bien podían ser mixtos, no solo orgánico con orgánico y artificial con artificial. Los dos individuos bien vestidos que entraron en el casino se hacían llamar Joe Vega y Vincent Coleman.

    —Harvey te espera en su despacho. Descuida, sabrás encontrarlo —dijo Vincent.

    —Ojalá que no. Pásalo bien, tú que puedes y sabes, pero procura que no te echen de aquí —dijo Joe.

    —Esta noche no caerá esa breva, socio, aunque tampoco sería mi primer casino. —Vincent siempre tan sincero.

    —¿Por qué será que no me sorprendo? —Joe saludó a su colega con la mano izquierda y se puso, para su disgusto, manos a la obra.

    No había pocos vigilantes que digamos, todos ellos artificiales de La Generación X claro está, aunque podrían haber tenido cara de rottweiler y no hubiera pasado nada. Joe evitó mirar fijamente a los ojos cableados de esos tipos, sin mencionar que el artificial que le esperaba era el jefe de todos ellos. Antes de entrar siquiera en el despacho del jefe mejor no liarla. La primera impresión no es la definitiva, pero cuenta bastante en estos casos. Chistes pésimos aparte, lo cierto es que ese maremoto que suele conocerse como oleada de recuerdos empezó a sacudirle los cables. No era el momento, pero no digáis que Joe no os lo advirtió, de todo salvo fácil, y quedó demostrado. Iba poniendo peor cara a medida que se alejaba del ruido del gentío. Estaba cerca. Finalmente, las lujosas puertas que separaban el despacho de Harvey del gran pasillo impidieron su avance. Bueno, más bien el vigilante artificial de La Generación X bien clavado en el suelo, con la postura de una torre y que, más que haberlo creado La Corporación X, parecía el vástago de una pareja de martillos gigantes vivientes.

    —Ejem, soy Joe Vega, Harvey Kramer me está esperando —dijo Joe.

    —Cuando te diga «entra», entras. —El martillo gigante no dijo nada más, y ni falta que hacía.

    Joe no sabía ni a dónde mirar cuando la puerta se abrió y de ella salió un conorámide muy bien vestido. Ya os he hablado de esta raza orgánica: los banqueros galácticos.

    «Cómo no…», fue el pensamiento que a Joe le vino a los cables.

    —Entra —dijo secamente el martillo trajeado al que parecía haberle faltado casi cero para empujar a Joe hacia dentro.

    Finalmente Joe se vio en el despacho lujoso de Harvey Kramer.

    —Levanta los brazos y separa las piernas —dijo uno de los dos guardaespaldas de Harvey que cualquiera diría que emboscaron por sorpresa a nuestro protagonista y que parecían los primos hermanos del anterior, no tan imponentes, pero eran dos.

    —Vale, está limpio. Ponte cómodo, chaval, no todos los días se puede estar en un palacio así. —Quedaba claro que el segundo guardaespaldas era el conversador.

    Joe Vega se plantó ante la mesa, adornada por sillas de las caras. Entonces, un sillón color marrón al precio de cuatro riñones empezó a girar y vio de frente, después de tanto tiempo, el rostro de Harvey Kramer: pelo negro engominado, barba de pocos días y una mirada que traspasaba. Así era, incluso sentado daba la impresión de un tipo la leche de imponente, alguien con quien era mejor no jugar, de lo contrario se perdía. Tuvo que reunir fuerzas, jamás olvidaría esa mirada, a ese tipo, y ahora lo tenía enfrente. Justo lo que deseaba que nunca volviera a ocurrir.

    —Hola Joe. —Harvey tomó la palabra.

    —¿Harvey? —Joe pronunció el típico saludo con interrogación.

    —¿Habrías venido de habértelo pedido yo? —Harvey tenía a Joe bien calado.

    —Supongo que no —reconoció Joe.

    —Los dos sabemos que las suposiciones sobran. Sírvete algo y siéntate, ahí tienes mi extenso mueble bar —sentenció Harvey.

    —No, gracias —Joe contestó demasiado deprisa.

    —Joe, no seas imbécil, ambos sabemos cómo va a acabar nuestra primera discusión en seis años. Sírvete una copa y aposenta tu culo cableado de una puta vez —dijo Harvey.

    —Hecho. —A Joe no le quedaba más que la resignación, se sirvió un bourbon con mucho hielo y se sentó en la silla del lado derecho.

    —Al menos te habrás alegrado de ver a Vincent y, aunque estoy seguro de que no te ha destapado el pastel, no me cabe duda de que algo te habrá dejado caer. Los soplones son los soplones. —Harvey no se andaba con rodeos.

    —Algo. Cuando quieras puedes ponerme al día —dijo Joe.

    —No faltaba más, campeón. Al fin ha sido hallada, nuestra querida Selyna Jensen, así como lo escuchas, y debemos capturarla, cosa de la que nos ocuparemos. Por fin se hará justicia Joe —dijo Harvey.

    —Y tú estás muy satisfecho, del primero al último de tus cables, ¿verdad? —Joe cada vez estaba más incómodo.

    —No preguntes lo que ya sabes y, por favor, borra esa expresión. No le pega nada a tu preciosa cara, aquí queremos alegría. —Harvey fue claro.

    —¿Dónde ha sido hallada? —preguntó Joe todavía visiblemente molesto.

    —En la zona suroeste de la galaxia. Los últimos rumores apuntan a que está oculta en el sistema Xi 2. Cuando lleguemos al suroeste de la galaxia, investigaremos sin dejar asteroide por remover hasta dar con ella. Órdenes de arriba, muchachote. No te preocupes, no todo son malas noticias para ti. Una vez la tengamos enfrente de nuestros cables yo me ocuparé de ella. Sobre esto ya te advierto que no hay peros, Joe. Por su bien, espero que colabore y se entregue. De lo contrario... bueno, viejo amigo, creo que no es necesario que prosiga, te hago mi primer favor. Sin mencionar que a ti te necesito como piloto. Eres más guapo a los mandos de cualquier nave que con armas. En otras palabras, tú no tendrás que capturarla, esa misión atañe al resto de miembros de nuestro grupo. No dirás que no soy generoso contigo. La segunda buena noticia para ti es que una vez que esto finalice, podrás seguir follándote a gallinas y cabras de todos los colores y tamaños de cualquier granja, porque vas a recibir tal cantidad de pasta que podrás comprarte el puto planeta donde te has instalado —explicó Harvey.

    —Eres muy generoso, Harvey —ironizó Joe.

    —Lo sé —dijo Harvey.

    —¿Alguna otra buena noticia para mí? —preguntó Joe.

    —Por supuesto, y esta te va a encantar. Durante nuestra feliz travesía hay que salvar la galaxia de otros tres prófugos muy malos. Están metidos hasta la médula cableada en los mundos criminales y se han cargado a inocentes por doquier. Han llegado muy lejos, no se les puede permitir avanzar más. Son una enfermedad para la galaxia en la zona sur y nosotros haremos de cirujanos. Vamos a ser héroes, Joe, estas otras tres misiones te alegrarán la excursión. Con estos criminales, de los cuales ya te pondré al día en su momento, tanto a ti como al resto del grupo, te doy otro extra: puedes disparar. Con Selyna Jensen, tal y como te he dicho, haces de piloto y nada más. ¿Te consideras capaz de acatar por última vez lo que yo te diga? Lamento

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