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Walmart Sociedad De Poetas: Novela
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Libro electrónico246 páginas3 horas

Walmart Sociedad De Poetas: Novela

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Al leer este libro prodigioso, lo primero que se le ocurrir al enemigo ser calificarlo como Bizarro.

Esta novela (la tercera de una triloga sobre el amor y la guerra) fue escrita Para mientras nos preparbamos en el uso y desuso de otras mejores circunstancias; Por joder, o sea, para desquitarnos aunque sea con las ganas; y, Por si acaso (digamos) las dos razones anteriores no fueran suficientes y/o necesarias.

Esta obra sigue siendo una parodia de las Historias de Amor. Diecinueve poetas envueltos en una epopeya que amarra los hilos del corazn del universo con el fro de la soledad existencial.

De por s, constituye un reto para aquellos que no estn conformes con que se les siga dando atol con el dedo. Cuando la conciencia cuestiona el origen de su formacin. El contexto fuera de contexto. En el momento en que La Condicin Humana, La Naturaleza del Hombre y otras universalidades obsoletas se convierten en categoras sin contenido. Como una nueva interpretacin.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento12 mar 2013
ISBN9781463352615
Walmart Sociedad De Poetas: Novela
Autor

José Galileo Martínez

José Galileo Martínez nació en El Salvador. Filósofo y Psicólogo. Fue catedrático de la Universidad de El Salvador. Epistemólogo. Iconoclasta. Fue fundador y jefe del grupo literario El Trompezón en Washington, DC. Ha publicado la saga de novelas, Todas las Martas son pardas. Shulton City. Walmart. Sociedad de poetas. La Casa Blanca. Historias de amor. Gabriel. Actualmente vive entre Texas y El Salvador.

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    Walmart Sociedad De Poetas - José Galileo Martínez

    Copyright © 2013 por José Galileo Martínez.

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.

    Fecha de revisión: 08/03/2013

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    Fax: 01.812.355.1576

    ventas@palibrio.com

    451365

    Índice

    1

    2

    3

    4

    5

    6

    7

    8

    9

    10

    11

    12

    13

    14

    15

    16

    17

    18

    19

    20

    21

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    23

    24

    25

    26

    27

    28

    29

    30

    31

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    33

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    35

    36

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    40

    41

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    67

    A MANERA DE EPÍLOGO

    ACERCA DEL AUTOR

    Cuando el uno por ciento de la población

    es dueña del 95% de la riqueza mundial,

    nos encontramos ante un serio problema

    porque no van a poder evitar enfrentarse

    a la necesidad de usar las armas nucleares.

    -Francisca, hermana mía, ¿Cuáles han sido

    los dos traumas más grandes de tu vida?

    -El primero ya lo sabes. El segundo fue

    el viaje a los Estados Unidos.

    1

    ¡Cuánto dolor desperdiciado

    para crear una tan sola vida!

    (Kant)

    Yo soy el indigente, el triste varón, al que asesinó la policía, la mujer policía blanca, la policía más poderosa del mundo. Estábamos chupando guaro en la cantina El Trompezón, cuando, de repente, aparecieron por todas partes y nos comenzaron a decomisar el licor. Comenzaron a botarlo, a tirarlo como si nada, como si se tratara de cualquier cosa. Todo parecía indicar que a ellos no les importaba que aquel elíxir creado por la naturaleza y el trabajo del hombre para deleite de los dioses, se perdiera así por así, tirado, sin cumplir con el propósito para el que fue destinado (¿Quién posee la virtud de arrojar al suelo bardo, virgen, el vino; como si la tierra lo reclamara así sin compromiso, por el simple hecho de desahuciarlo de la sedienta garganta del hombre?). Yo reaccioné al instante, involuntariamente, sin premeditación, supongo que por la pura acción que se establece en la relación natural entre la Necesidad y el Deber Ser (tesis a la cual se refería Schopenhauer), y contraataqué: Me lancé sobre sus manos para recuperar el objetivo. Los balazos sonaron como en una canción de Joaquín Sabinas. Parece que me impactaron en el pecho porque recuerdo que caí hacia atrás, hacia la benevolencia del suelo.

    Mis compañeros de viaje, mis compas, camaradas, los que éramos conocidos como los 19 Comandantes de Fuerzas Especiales en Territorio Controlado por el Enemigo; o sea el Comité Central del Frente de Liberación de la Piedra, FLP, deben haberse trabado en combate contra el enemigo agresor. Ya no oí nada porque seis plomazos de una .38 son seis vergazos que no andan contando cuentos. Tengo entendido que mi muerte provocó una guerra civil permanente en el país más poderoso del mundo, y que ya lleva más de 80 millones de muertes. Esta conflagración armada, de increíbles proporciones, ha sido medianamente descrita en los dos libros anteriores.

    2

    La Muerte es un concepto

    tan terrenal. Biológico.

    Estoy sentado en la orilla del mundo. Para ver desde aquí el portento, el esfuerzo del intento. Para eso soy bueno. Estoy entrenado. Nada se escapa a la forma simple de concatenar los hechos de la Historia con la elaboración de tesis que presumen posteriormente de leyes y bajo las cuales no se permite, una vez ya sancionadas, las disidencias. De esa forma, decíamos, se establece el Orden y su Garantía. ¿Qué nos queda? Ya lo dije casi todo. Una vez se dicta la ley solo resta la garantía. Lo demás son puros detalles: De qué manera la forma se une con la materia, ¿Quién pesa más, si la luz o el tiempo?, ¿Cuándo el movimiento da cabida al espacio para que quepan los colores? Fuerza, masa, energía, ¿cómo soca la obscuridad con la antimateria si la materia en esencia es obscura? Puras apendejadas. Lo que nos importa es que no se nos termine el vino. Kant decía que los dos misterios más grandes del hombre son el infinito lleno de billones de galaxias y estrellas, tirado hacia allá; y lo que llevamos aquí adentro, esa ansiedad puta que no termina. ¡Ay! ¡Si los alambres no consistieran en un simple corte, en un cerrar de ojos! Mis compas insisten, me preguntan,

    -¿Será?

    ¿De dónde nace esa necesidad por saberlo todo, digamos lo concerniente, donde no quede nada, suelto, sin decir? El conflicto del ansia con el infinito. De encerrar lo que nos sobra, no importando los cajones que tengamos que construir o los muertos que tengamos que matar. Vivimos una vida corta, pero queremos vivirlo todo. Le hemos puesto nombres a las cosas para delimitarlas y no permitir que se nos escapen. Llamamos usualmente amor a un fenómeno que precisamente consiste en todo lo contrario que queremos definir. Extendemos las manos, sabiendo que no alcanzaremos lo que nos proponemos. El camino lleno de tareas, de pautas, de pasos, de procesos, para llegar, al final, a la nada, al momento tal en que el fin se confunde con el principio. Es este movimiento hacia la fuente (al cual se refería el poeta Robert Frost) en contra de la corriente en que todos nos involucramos. El tributo del desarrollo hacia el origen. La satisfacción está en la prueba, en el intento. Para mientras, estamos aquí filosofando, interpretando, tratando de entender esta mierda que llamamos mundo. Si no, esa cabrona mejor no me hubiera pegado esos seis balazos.

    3

    El enemigo quiere

    que tu amor sea neutral.

    Yo soy miembro (era) de El Círculo de la Piedra, una banda de poetas que deambulaba por las orillas y laderas del río Potomac, en el límite de tres territorios, donde, aparentemente, se concentraba la mayor cantidad de poder de este lado del mundo. Poetas cuya mayor ansia era garantizar el abasto del ajenjo, el jerez, el ron, el vodka, fuego fatuo de la vida. Tipos que se encargaban de elaborar sueños desde asaltar la Casa Blanca con lujo de detalles hasta alcanzar un orgasmo cósmico y colectivo en las cimas del olvido. Tipos, increíbles tipos. Su escudo central era la imagen de una piedra azul horadada por el viento del tiempo. Habían sido entrenados en las correrías de la historia del frío. La soledad era una de las pruebas que más los enorgullecía. Lobos esteparios. Hombres que habían gozado el alcohol y que habían sido gozados por el alcohol. Ropas que caminaban solas. La quintaesencia y el sarcasmo grotesco del lado visible de la lástima. Hombres ausentes que probablemente no tuvieron madres. A la usanza de las lobas. Madre solo hay una. Jijiji. Cuando no podían conseguir el trago se los llevaba literalmente la legión de putas (adagio francés de origen salvadoreño). Estos eran guerreros armados más allá de toda metafísica. Vergüenza debería darle a la policía que le descargó seis cachimbazos a una de esas creaturas. Éramos muchos pero, en general, logramos identificar por su nombre, apodo, seudónimo, nombre de guerra, o lo que fuera, a los 19 que quedaran plasmados en la Historia, allí donde decíamos que se estrecha el vínculo del alma de los hombres con las galaxias. En el fulgor de ese pedacito de entelequia. Palpitar sempiterno. Eso. El fuego del verbo. Un último intento de la piedra por ser presencia en las leyes espasmódicas y antiguas del origen de la ciencia. Tal vez, de algún modo, alguien responda al llamado de la vergüenza. Que los estadios no hubiesen sido construidos solo para los deportes. Origen de la inercia del entrampamiento del tiempo. Celebrar el día en que la conciencia mejor no hubiera descubierto la astrología de la cerveza. Porque a estas alturas, deberíamos estar, por lo menos, en Marte, y ya no como esclavos. Verdad ineludible y elemental en que este sistema sea una retranca para el progreso del eufemismo conocido como Hombre. Ya no digamos si queremos discutir sobre las categorías secundarias de Libertad, Necesidad, etc., Jijiji. Ya estamos un poco cansados. Hablar paja ya no es un bien que nos conviene a todos. ¿Qué tenemos nosotros que perder? ¿Porqué permitir que sea una banda de poetas borrachos, pusilánimes, los que tomen y dirimen la palabra para orientar a los susodichos por el sendero de la guerra (lo que parece no podrá ser de otro modo)? Hemos intentado de diferentes formas de contar el origen de una guerra civil interna, y casi externa, en el corazón del territorio del último imperio de la Historia del planeta Tierra y del planeta Fuego. Esta es una guerra que se constituye en conflagración. En el principio se inició como consecuencia de un levantamiento armado, tipo insurreccional, de parte de los Hispanos (que no es una raza sino que es una lengua, el español, que proviene de la Hispania) en contra de la represión y del dominio ejercido por el monstruo económico quién realmente no tiene un color o raza específica, sino que simplemente se caracteriza por una voracidad elaborada fuera de cualquier principio conocido, y cuya estructura radica en el contexto amorfo de determinadas Relaciones Sociales de Producción. En el santiamén glorioso de aquella magnífica frase célebre, La Economía estúpido, la Economía.

    Los poetas y los profetas redentores son fuente histórica del martirologio. La otra opción son las pedradas. Porque una guerra civil con armas nucleares ya no es una guerra civil. ¿O usted qué opina, mi estimado lector?

    4

    Lo único que necesitas

    es que tus sueños funcionen.

    Decíamos que en el principio eran 19 poetas indigentes, venidos a menos, convertidos por la fuerza de la necesidad histórica en jefes revolucionarios. Estos iluminados conducirán la insurrección armada que prontamente se convertirá en la mayor guerra civil que recuerda lo que se ha dado en llamar La Historia General de la Infamia (Borges), JiJiJi. (Casi nos ahoga esta caracterización de la risa).

    En los dos libros anteriores, afirmábamos de que los 19 poetas comandantes mueren bajo diversas circunstancias de la guerra. Todos, excepto uno, quién no puede morir por su propiedad de semidios, hijo del Dios (monoteo) judío, Jehová (copia por cierto de Zeus, el jefe de los Dioses del Olimpo), y de una mortal conocida como Blanca Lidia Silva, famosa guerrillera del Frente Oriental Francisco Sánchez en El Salvador. Cada uno muere dentro del contexto especial que le tocó vivir y luchar. Ni una pulgada menos, ni una pulgada más.

    El Negro Manuel, primer alcalde de la ciudad de Shulton (fundada por los rebeldes en el fragor y segundo oleaje de la guerra) (ver Shulton City, Novela, JG Martí, 0ctubre, 2011), es capturado por Los Mormones, después de que éstos descubren de que Manuel es negro e hispano al mismo tiempo, y que se había infiltrado entre sus filas como estratagema de los insurrectos. Cuelgan, en público, su cadáver de la espada del ángel Menotti o Moroni en la cúspide de oro macizo del templo de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días que se encuentra en Salt Lake City, en el estado de Utah, propiedad de los dueños de la Iglesia, quienes (más tarde nos daremos cuenta), se involucran por entero en la guerra, convirtiéndose en nuevos enemigos de los rebeldes. La respuesta de La Piedra no se hace esperar y atacan por donde detectan y contactan el involucramiento agresivo del enemigo en varios estados claves del dominio mormón.

    Antes de morir, en plena resistencia ante la tortura de sus enemigos, Manuel recuerda (como en una película) al amor más grande de su vida. Desviste la memoria. Observa en el archivo de su cerebro los momentos más dulces de su paso por este reguero de días, y los más duros. Rememora cuando la Blanca Nieves, su amante, ordenó a los Escuadrones de la Muerte del Servicio de Inteligencia de la Guardia Nacional, el G2, de que asesinaran a su amada Cristina, su esposa, y él no tenía ni el poder ni los huevos suficientes para detenerla, pero (principalmente) porque cuando aquella cabrona de pelo negro, largo, se la mamaba con aquella trompa de puta, él, generalmente, quedaba sin fuerzas….. Al final, logró someterla cuando la convenció de que era mejor que lo asesinaran a él (si de hacer sufrir a la rival se trataba); de lo contrario, quién iba a morir de dolor sería él, dado el caso que, en estos territorios en llamas, como dice la canción, ‘El que se queda, se queda llorando’, (Bueno, esa es la idea)…La siguiente escena que acudía a su memoria era el recuerdo de que aún no se había estrenado un par de camisas que su jefe, José Leónidas Carpio, su amigo del alma, le había regalado.

    5

    Sunk in iniquity.

    (The Brothers Karamazov)

    Durante mucho tiempo, la banda de poetas conocida, más tarde por los historiadores, como La Piedra, deambuló por los senderos y estepas del valle. Parecían exploradores de avanzada, vanguardia, esperando el momento histórico, preparando condiciones, acelerando un proceso quintaesenciado que ni a los mejores teóricos del ultramodernismo podría habérseles ocurrido. Como una locaza interpretación de lo que está por verse, pero aún no se concreta. Lumbreras de la oscuridad menos ostensible que ni Caronte hubiese sospechado cuando esos cabrones circulaban cerca de las rutas por las que él remaba en su río. Los poetas usualmente acampaban en un terraplén del río Potomac, unas dos millas alejados del centro de la ciudad más poderosa del planeta, bajo un puente que los escondía de la usual auscultación de los curiosos venidos a menos y venidos a más. Se trataba de un estadio previo de lo siguiente. Su itinerario, su vida diaria, consistía, básicamente, en el reacomodo que ocurre generalmente después del sueño reparador. Al despertarse, primero era el trago para poder, de alguna forma latente, menguar aquellos momentos malditos de la resaca, la goma de los centro americanos (de ahora en adelante la llamaremos la Goya, en honor, claro, de aquel pintor de los aguafuertes de los desastres de la guerra). Ese despertar que no tiene nombre, que se aleja tanto de constituirse como el peor momento del día, no precisamente porque no haya nada que se le compare, sino porque se establece fuera del límite de las cosas. Roque la clasificaba dentro de los momentos cráter pero, no se trata solo de eso: La Goya de un poeta probablemente admita una similitud con un estremecimiento de un racimo de galaxias o con una escupida del Diablo, pero posee una caracterización que, quizás solo Kant, Nietzsche o Kierkergaärd podrían categorizar. Una Goya de esa magnitud es un corte sencillo de circuitos donde las puntas de los alambres rotos se sumergen en un jugo puro de limón. De ahí es de donde te arrastras hacia lo que sea.

    Cristóbal Ignacio Carballo era el nombre de uno de los comanches de este relajo, probado en combate, no había dolor de muelas que presumiera haberlo vencido, hombre de cuchillo en la boca. Vendado y atado había peleado contra comandos kaibiles entrenados en las montañas del Petén. Cuando llegó a los alrededores del Distrito de Columbia y su solicitud de ingreso al Círculo de La Piedra fue aprobada luego de los trámites pertinentes, etc.; y su entrega a los avatares y al despilfarro de vida le hizo los méritos suficientes hasta convertirlo en un miembro activo de este club de enfermos (¿Ustedes se imaginan que es ser un hispanoinmigranteilegalalcohólicoindigente que vive en temperaturas bajo cero en las penumbras solícitas de un puente junto a otras figuras correspondientes a su misma película? ¿Cree usted que ese tipo todavía cargará tarjetas de crédito en sus bolsillos?). A Cristóbal lo apodaban El Tarzán de Maryland porque en una ocasión (todavía en la etapa prodrómica) que su mujer lo había dejado encerrado bajo llave en su apartamento, para que ya no siguiera chupando al despertarse, creyó que iba a volverse loco después

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