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Shulton City: Novela
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Libro electrónico254 páginas3 horas

Shulton City: Novela

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Información de este libro electrónico

Jos Galileo Martnez naci y renaci en la ciudad de Usulutn, El Salvador, territorio conocido como el Centro de Amrica. Fue Libra. Su madre, Doa Blanca Lidia Silva, fue una mujer heroica, de armas tomar, y educ a su hijo en el contexto de mantenerlo fuera del alcance de la infamia. Galileo, entre otras inquietudes, fue Profesor de La Universidad de El Salvador, padre de 14 hijos y su primera novela se llama Todas Las Martas son Pardas. Actualmente vive en California y su siguiente novela se llama La Marina tiene un Barco, donde un hijo de la tal Marina se convierte en Presidente de los Estados Unidos.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento22 sept 2011
ISBN9781463309879
Shulton City: Novela
Autor

José Galileo Martínez

José Galileo Martínez nació en El Salvador. Filósofo y Psicólogo. Fue catedrático de la Universidad de El Salvador. Epistemólogo. Iconoclasta. Fue fundador y jefe del grupo literario El Trompezón en Washington, DC. Ha publicado la saga de novelas, Todas las Martas son pardas. Shulton City. Walmart. Sociedad de poetas. La Casa Blanca. Historias de amor. Gabriel. Actualmente vive entre Texas y El Salvador.

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    Shulton City - José Galileo Martínez

    Copyright © 2011 por José Galileo Martínez.

    Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.:   2011915680

    ISBN: Tapa Dura                978-1-4633-0988-6

    ISBN: Tapa Blanda             978-1-4633-0985-5

    ISBN: Libro Electrónico    978-1-4633-0987-9

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.

    Este Libro fue impreso en los Estados Unidos de América.

    Para pedidos de copias adicionales de este libro, por favor contacte con:

    Palibrio

    1663 Liberty Drive, Suite 200

    Bloomington, IN 47403

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    Llamadas internacionales +1.812.671.9757

    Fax: +1.812.355.1576

    ventas@palibrio.com

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    CONTENTS

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    ACERCA DEL AUTOR

    Ser poeta me cansa pero,

    más me cansa la mentira.

    Hay ahí, en esa minúscula presencia,

    una mierda que suelen llamar vida.

    Se desarrolla una nueva guerra civil

    en los Estados Unidos.

    Otra. De tantas que ha habido.

    Esta vez son los hispanos contra el monstruo.

    1  

    9286.jpg

    Todo comenzó porque una mujer policía blanca abatió, a balazos, a un borrachito salvadoreño. El informe oficial indicaba que casi había sido un error de procedimiento por parte de las fuerzas del orden. La police officer le descargó en el pecho los 6 tiros de su .38 arma de equipo, aduciendo de que el infeliz se le vino encima con un cuchillo, aparentemente, de plástico. El incidente provocó levantamientos inéditos y espontáneos de toda una masa social adormecida por mucho tiempo, por mucho tiempo. La gente, la cuchada, enardecida, quemaba buses y levantaba barricadas por toda la ciudad. El gobierno reaccionó, aplastando con lujo de fuerza policial los primeros brotes y protestas. De ahí a la respuesta organizada popular no hubo mucho que esperar. El aparecimiento de factores más internos, condujo los enfrentamientos a formas más definidas de lucha, desencadenando un proceso de beligerancia que pronto alcanzó los niveles y el carácter de guerra civil. De pronto, en el intermedio, como parte de la esencia de la mentira, se consolidó la tesis de que los hispanos habrían provocado la más terrible recesión económica de la que se tiene noticia en la historia de los Estados Unidos (mucho peor que la de los años treinta), como producto de la exagerada desgracia de los hispanos. Los comelotodo, los compranlotodo, los prestanlotodo, hicieron quebrar a la Bolsa de Valores después de que todos cogieron hipotecas de casas sin tener la capacidad de calificar (ellos agarran lo que les den). Y los Bancos, chuchos inescrupulosos, sin explicarles, les montaron créditos de intereses variables. Luego, estos mismos Bancos, entes del capital, iglesias financieras, vendieron las carteras de créditos inmobiliarios de altos riesgos (llamados Subprimes) en el mercado bursátil, en la galería del Wall Street. Los precios de las casas se habían ido a las nubes. Viviendas que en la víspera valían $80 mil, ahora tenían un precio de más de medio millón de dólares. Amparados en las tasas de interés bajas y en la trampa de la libertad de créditos, medio mundo adquirió su covacha. Y el gobierno republicano exigiendo: compren, compren más casas, comamos más casas. Demasiados (lo que se llama demasiados) préstamos fueron otorgados a demasiadas gentes que no calificaban para tales huevos, sin aparente control por parte del gobierno. La Prensa decía, "Federal regulation over the process was lax". Luego, las carpetas de los créditos pasaron al Mercado de los depredadores mayores. Al sagrado terreno de la especulación más altamente desarrollada por la llamada Codicia. Ahí, en el mejor acuñado origen de la formación de la mentira. Cuando los precios de las casas comenzaron a caer (la inflación artificial, el viejo truco, había llegado muy alto), el proceso se vino abajo. Los deudores de las hipotecas, de repente, debían más de lo que sus casas valían, (un año atrás, digamos, un comprador había tomado una hipoteca por $400 mil, ahora le pagaban por su casa apenas $170 mil. Al venderla, tendría que sacarse de la manga de la camisa los $230 mil que faltaban.) Ya no podían ni venderlas, ni pagarlas. Entonces, los embargos de las hipotecas (foreclosures) se multiplicaron como un virus. La infección se regó. El Mercado de Valores, como un ser vivo, se secaba, creando una reacción en cadena que hundió a las Bolsas Mundiales, llevándose en estampida a la frágil economía estadounidense. Los hispanos no podían pagar los préstamos; pues, de un mes para otro, las letras mensuales habían cambiado de $2000 a casi $5000 (habían casas donde vivían nueve personas adultas ganando a $6 la hora, que ni consiguiendo 3 trabajos cada uno pudieron continuar solventando ese nivel de estrangulamiento). Como la construcción de casas es la columna vertebral de la economía de los Estados Unidos, el efecto del vergazo no se hizo esperar: arrastró la crisis hacia el capital financiero, hundiéndose los bancos y las aseguradoras. The meltdown. El mercado se derretía en el infierno. La crisis de las hipotecas paraliza la construcción. El desempleo en masa saca los fantasmas a la calle. Se suspenden los créditos. Los gigantes de las fábricas automovilísticas comienzan a quitar los carros a sus clientes. Luego se declaran en bancarrota. La culebra del capitalismo comienza, de nuevo, a comerse la cola. Con una deuda privada interna que supera el 200% del ingreso per capita y una deuda pública externa impagable, el país se asoma al hoyo más grande que director de cine alguno pueda imaginar. Los efectos colaterales se asoman a lo esencial. El Seguro Social queda pelado. La Balanza del Comercio Exterior se hace insostenible. El gobierno se desespera emitiendo todos los estímulos y bonos que la nueva interpretación del neoliberalismo considera salvarán los últimos colmillos de la sangre de los vampiros. El hoyo del déficit fiscal pasa de los 3.0 trillones de dólares por año, habiendo acumulado más de $20 trillones de deuda pública. China y otros "países emergentes" rechazan comprar la deuda estadounidense debido a que el valor del dólar se ha venido hacia el suelo y lo inseguro en que se ha convertido la inversión en los Estados Unidos. Un flujo de miles de millones de dólares diarios ha comenzado a huir del país como una hemorragia menopáusica. El oro reacciona, acomodándose, pero ya es muy tarde. Después de todo, él también es una abstracción de relaciones sociales. La crisis revienta y se concreta. Y comienzan a volar los cadáveres civiles. Todo por culpa de los hispanos muertosdehambre.

    Como consecuencia, mejor dicho, ante tal situación, el gobierno federal decide expulsar del territorio de la Unión a los más de 60 millones de hispanos. Pero eso ya no se pudo. Se fueron a la guerra. Mejor dicho, totalizaron la guerra que ya habían comenzado.

    2  

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    Esta guerra presentó muchos orígenes, formales y materiales. Su categorización y estructura varía, también, de acuerdo a su contextualización. Resulta que en este conflicto hay un tercer contendiente, El Diablo: las tropas del Infierno, las cuales son dirigidas por un tipo conocido como El Hijo del Coronel. Curiosamente, este tercer ejército estaba formado por maricas y diablos, por los llamados milicos y los horcones. En todo caso, eran unas fieras. En la narración del libro anterior se describía como el papá del Hijo del Coronel (un coronel, por supuesto) había sido muerto a garrotazos por una especie de santo, conocido como el Tío Jacinto Santos (miembro de la famosa Divina Trinidad) cuando éste (el tío) encontró a aquél (el coronel) queriendo mamarle la paloma al niño-Dios, sobrino del San Jacinto, quien lo molió a garrotazo limpio, sacándole un ojo en el combate, etc. Antes de que el coronel (jefe de seguridad del tercer ejército más sucio del planeta) muriera (ya casi en los estertores) es llevado en cuerpo y alma al Infierno, donde se reencuentra (ya se conocían desde su paso por el departamento de Inteligencia y Tortura del tal tercer ejército) con su amigo el mayor D’iabloson, quien, a su vez, purga una condena por asesino y mentiroso patológico, conviviendo con un cangrejo azul, rojo y blanco que le come intermitentemente la lengua. Como ya habrán observado, las tropas del Infierno, fundamentalmente, son de carácter paramilitar, mercenarios; por supuesto, de extrema derecha. Sin embargo, a pesar de la comunidad de principios y objetivos, mantienen cierta enemistad contra el ejército de los Estados Unidos; pero, su enemigo principal (Némesis) son los rebeldes, quienes, a su vez, pelean contra las Fuerzas Armadas más poderosas del planeta. Tanto el coronel como el mayor escaparon de sus respectivas celdas en los cadalsos del Infierno, debido a un terremoto violento que ocurrió como consecuencia de un combate subterráneo que sostiene la hermana del niño-Dios con los diablos, al haberse, ella, internado en El Palermo en busca de un antídoto para su hermano, quien sufre los efectos de un maleficio producido por el mero Satanás. Pero el Hijo del Coronel aún no lo sabe y continúa en su lucha por liberar a su padre de las tinieblas centrales y de sus detractores en la Tierra. En su huida, los dos militares presos en las mazmorras de la Noche son detectados, perseguidos y atacados por una banda de caníbales conocidos como Los Vegetarianos. La hermana del niño-Dios (éste, al crecer, se le ha legitimado y fideicomisado el título y carácter de semidios y ha adquirido el nombre de Alejandro) aún se encuentra perdida en el Infierno, pero no ha sido capturada por las legiones de los Horcones.

    De alguna manera, el Hijo del Coronel logró replantear las condiciones de la Guerra, negociando con ciertas estructuras de poder que le permitieron un amplio margen de movilidad en áreas específicas e idóneas para sus intenciones y metas. El legítimo deseo de encontrar a su padre lo inaugura en regiones bastantes alejadas de su propia imaginación. La participación de El Hijo del Coronel en el total escenario de la Guerra, su pertenencia al conflicto, ocurre como producto de la parte de la casualidad que le corresponde.

    3  

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    En principio, La Dirección de los rebeldes la constituyen 19 poetas hispanos, la mayoría de origen salvadoreño. También encontramos de otros países, herederos de otras guerras. Al comienzo del conflicto, eran hombres y mujeres; pero, luego, por razones desconocidas, la inteligencia del enemigo determinó de que todos los comandantes eran hombres. Todos los jefes mueren, excepto uno de ellos, quien resultó ser el semidios, de nombre Alejandro Lara Silva, quién, claro, por definición es inmortal. El nombre de guerra del colectivo de dirección, del comité central, es La Piedra. El jefe militar, Secretario de La Comisión Militar, es Abel El Kiroa. Arriba de El Kiroa, en la cadena de mando, se encontraba el jefe político-militar, José Leonidas Carpio, Secretario General del Comité Central y Primer Responsable de la Comisión Política.

    Cuando Abel El Kiroa cae en combate, asume el mando militar Celeste Norton, una joven negra americana, pero el coordinador sigue siendo José Leonidas Carpio. La encargada de la Comisión de Inteligencia, Seguridad y Contrainteligencia era Adelina Elizabeth Portillo, conocida como La Gata, quien, por razones de seguridad, precisamente, no aparece en este libro, a no ser por algunas referencias. Bueno, ella tiene su propio Diario, publicado en otra novela. Durante este relato, La Gata delega sus funciones y mando en Luis de la Huerta y Nantes, políglota; y en Juan Verdemar, dueño de una de las lenguas más largas del mundo.

    La narración de la muerte de Abel El Kiroa se desarrolla en el libro Todas Las Martas son Pardas. Después de casi un día de combate, durante una emboscada, El Kiroa, antes de caer en poder del enemigo (ya aniquilados sus cuatro comandos de seguridad inmediata, con más de 150 balazos cada uno en su cuerpo), se suicida adentro de un restaurante MacDonald, donde se había atrincherado. Su muerte se convierte en un hito de la guerra que luego se desdobla en un mito para terminar degenerándose como un rito.

    Nunca estuvo claro cuántos miembros tuvo La Piedra, y no solo por razones de seguridad o de estilo sino por ese fragor cadencioso que se desliza por la garganta del agua cuando corre de luz a luz. ¿Cuántos amanecían? ¿Quién era quién? Tenía mucho que ver con ese atisbo del azar que se le conoce furtivamente como organización. ¿Porqué poetas? Buscando cabida en este lugar horrendo, carente, en cierto modo, o, a veces, de sentido. ¿Qué determina semejante elaboración? Decir poetas es casi decir nada, ínfulas, aires del sueño, puras debilidades. O, al revés, quizás por lo que dijo Miguel Hernández: El poeta es el soldado más herido en esta guerra. ¿Porqué el carácter de la conflagración se prendió, de nuevo, en la palabra? No es la palabra la que haga falta, sino que, al contrario, es la que sobra. Nunca pudimos darnos cuenta de cuántos poetas faltaban o sobraban en esta guerra. ¿De dónde salieron? ¿Cómo desarrollaron su pertenencia a este ensayo de fundamentalismo? ¿De que manera sus vidas marginales, efectos colaterales del sistema de clases sociales, se encaminan a discutir y/o replantear la elaboración de las interpretaciones mas comprometidas que interesado alguno pueda ofrecer en una situación que está ya determinada? ¿Cuál es el oficio de un poeta? ¿O era? ¿Qué tienen que ofrecer que no sea una triste y/o trasnochada historia de amor? La poesía fue un hito en la Historia, estadio quemado, especie de inanición, desvarío, malgasto, derroche en la búsqueda de la consolidación del ser por la palabra. Promesa temporal del ansia del fundamento. Intento baladí de la Fenomenología del Espíritu en su paso por la Historia de los hombres. Necesidad suburbana quebrantada por los resabios de la lucha del dolor contra la mentira, mas temprana y con mas profundidad en algunos pueblos que en otros. La poesía, elemento superestructural necesario, pero no suficiente. Techo sin columnas que se cae ante un leve intento. Las palabras, que con que facilidad se las lleva el viento. La denominación de las cosas, en cierto modo, el señalamiento. Austeras, por decirlo de algún modo. Las palabras son una cosa, las cosas son otras. Si las cosas fueran como las denominan las palabras, estaríamos en serios problemas. La poesía, de ahí, se presentaría como un hato de palabras ciegas y amarradas. Casi siempre tristes. Separadas de las cosas. Las palabras y las cosas. Y después preguntan que quiere decir episteme. O sea, donde y cuando se da el origen, la orilla, la separación. El poema nunca pudo alcanzar los suficientes huevos para consolidarse con todos los requerimientos que tales tareas exigen. Los poetas apenas sueñan con ser guerreros. Aunque, bueno, algunos . . .

    La lucha guerrillera urbana se desarrolló en más de las 200 ciudades grandes del país por más de 12 años. Típicamente el juego del gato y el ratón, King Kong y las pulgas en su cuerpo, David contra Goliat, Sun Tzu, West Point y Las Carmelitas Descalzas, Técnicas, el arte de la disposición, la música puesta a prueba, etc. . . . El contexto de la guerra. La cultura como una entelequia, como una ostentación, como un paraguas roto de la sociedad . . .

    Esta guerra atrajo a todos los poetas del mundo, a toda la izquierda del planeta y a todos los enemigos de Dios y del gobierno de los Estados Unidos.

    4  

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    Luis de la Huerta y Nantes, ¿poeta?, políglota, embajador del colectivo La Piedra en Europa, jefe de espías y maestro en todas las artes marciales habidas y por haber, asesino inédito, que re-acababa a sus víctimas con la pequeña orilla de un puntapié, dejándolos, sin mucha explicación, destrozados internamente, apenas con el roce de sus dedos. Se autodefinía como una síntesis deschorcholada de viejas cuentas. El redefinidor de París, Londres y Moscú, por ser los lugares estos donde se le tributó los correspondientes reconocimientos en cónclaves propios del oficio superclandestino. Sepaputas. Hombre clave en la Resistencia rumana durante los sucesos de Ceaucescu. Casi (se cree que la palabra casi es de origen salvadoreño) logra evitar la caída de las tres repúblicas bálticas y de cuya memoria preserva los nombres en tres de sus más queridas mascotas: una chucha que se llama Estonia; Letonia, la lora; y la marmota, Lituania. En sus manos residió la decisión de eliminar o no a Lech Walesa, el más pícaro de los polacos después del papa Juan Pablo II. Nantes Huerta, El león de las putas escocesas, más conocido como Putalion, domador. Cuando era adolescente, fue capturado en el vernáculo del mediodía de un país corcholota, periférico, cáscara de naranja, por motivos de un pleito tribal bajo la acusación de ofender a un tal David local metiéndole una escoba en el culo lindo durante la gala de una borrachera. El debate se dio en la etapa del período cavernario, cuando la extrema derecha dominaba el alma institucional de la sociedad salvacuaca, él, nuestro héroe, casi infeliz, preguntaba, cuestionaba, ¿cómo era posible que el gobierno nazi le hubiese regalado seis acres de terreno urbano, en pleno downtown, de la ciudad capital del susodicho paisito tropical (aunque fuese país del tercer o cuarto mundo /Larousse/, siempre es una millonada) al anodino y anónimo ofendido, si no hubiese sido por servicios mercenarios prestados impropiamente. La respuesta del gobierno nacionalista, fue

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