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Vorágines Dominicanas
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Libro electrónico639 páginas10 horas

Vorágines Dominicanas

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Vorágines dominicanas es una novela que nace por la necesidad del autor de llevarles parte de los hechos que se dieron al final de la tiranía que encabezó Rafael Leónidas Trujillo Molina, el gobierno del Consejo de Estado, el gobierno del profesor Juan Bosch, el gobierno del Triunvirato, la Guerra de 1965.

Estos Fragmentos de los hechos reales históricos, fueron montados sobre la base de la imaginación, para hacerle una lectura más amena y divertida al lector.

Los hechos históricos que se dieron en esos períodos de tiempo fueron tan aterradores que no caben en un simple cerebro humano, cualquier lector que no esté al tanto de la veracidad de los hechos puede pensar que estamos hablando de simple leyenda, de ficción, de tiempos inmemorables, máxime cuando estos hechos se realizaron con la participación o la mirada indiferente de la cúpula de la Iglesia Católica.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento7 abr 2020
ISBN9781643343761
Vorágines Dominicanas

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    cover.jpg

    Vorágines Dominicanas

    Elías Torres Sosa

    Derechos de autor © 2020 Elías Torres Sosa

    Todos los derechos reservados

    Primera Edición

    PAGE PUBLISHING, INC.

    Conneaut Lake, PA

    Primera publicación original de Page Publishing 2020

    ISBN 978-1-64334-375-4 (Versión Impresa)

    ISBN 978-1-64334-376-1 (Versión electrónica)

    Libro impreso en Los Estados Unidos de América

    Table of Contents

    Capítulo I

    Capítulo II

    Capítulo III

    Capítulo IV

    Capítulo V

    Capítulo VI

    Capítulo VII

    Capítulo VIII

    Capítulo IX

    Capítulo X

    Capítulo XI

    Capítulo XII

    Capítulo XIII

    Capítulo XIV

    Capítulo XV

    Capítulo XVI

    Capítulo XVII

    Capítulo XVIII

    Capítulo XIX

    Capítulo XX

    Capítulo XXI

    Capítulo XXII

    Capítulo XXIII

    Capítulo XXIV

    Capítulo XXV

    Capítulo XXVI

    Capítulo XXVII

    Prólogo

    Vorágines dominicanas es una novela que nace por la necesidad del autor de llevarles parte de los hechos que se dieron al final de la tiranía que encabezó Rafael Leónidas Trujillo Molina, el gobierno del Consejo de Estado, el gobierno del profesor Juan Bosch, el gobierno del Triunvirato, la Guerra de 1965. Estos fragmentos de los hechos reales históricos fueron montados sobre la base de la imaginación, para hacerle una lectura más amena y divertida al lector.

    Los hechos históricos que se dieron en esos períodos de tiempo fueron tan aterradores que no caben en un simple cerebro humano, cualquier lector que no esté al tanto de la veracidad de los hechos puede pensar que estamos hablando de simple leyenda, de ficción, de tiempos inmemorables, máxime cuando estos hechos se realizaron con la participación o la mirada indiferente de la cúpula de la Iglesia Católica, esta institución, creada aparentemente para servir de enlace entre la divinidad suprema y el hombre terrestre. Todo objetivo de cualquier religión cristiana es evangelizar al hombre ante Dios y no defender intereses promiscuos de los hombres que se hacen poderosos ante los débiles.

    Lo que más llama la atención sobre estos hechos que dieron origen para que se derramara tanta sangre, mucha de ella inocente, es que en la mayoría de los casos no se lograron los objetivos esperados. Cuando miramos sobre nuestro hombro izquierdo hacia atrás, observamos que nuestros males sociales de hoy son peores que aquellos por lo que el pueblo derramó su propia sangre, no hemos avanzado en una escala significativa y lo poco que hemos avanzado a través del correr del tiempo, ha sido devorado por los defectos sociales, como, por ejemplo: la corrupción, el bajo mundo y los delitos comunes.

    Con el rompimiento de los preceptos constitucionales de 1963, al pueblo dominicano le ha caído la maldición del fantasma del trujillato, del cual no se vislumbra la hora en que se termine. Los gobiernos salidos de los partidos ideológicamente ubicados de centro y centro izquierda, estando en la oposición, han sido considerados como la solución de los graves males que afectan a la sociedad dominicana, pero cuando estos partidos han llegado a manejar las cosas públicas del pueblo, han sido peores que los gobiernos salidos de los partidos políticos de la extrema derecha.

    Estos partidos políticos, cuando han llegado al gobierno, no han ido a servirle al pueblo, sino a servirse del pueblo. Se han inventado cuantas diabluras existen, con tal de generar dinero para enriquecerse en nombre de la democracia, el hambre y la miseria del pueblo. No existe conciencia ideológica y humanitaria en los políticos dominicanos, lo que existe es el interés pecuniario de cuánto yo puedo ganar en un año de gobierno. En ese sentido, se han creado más partidos políticos que los niños que deambulan por las calles dominicanas mendigando un pedazo de pan, sin que poco les importe a los diferentes gobiernos que se han sucedido en el trono después de la caída del jefe. Corregir o trabajar para solucionar los graves males que afectan a nuestro pueblo, como sociedad en pleno siglo XXI, eso no les importa.

    Vorágines dominicanas es una novela que está montada sobre dos pilares, con los hechos reales e históricos como ya vimos, estos se dieron en la capital dominicana, en Palma Sola de San Juan de la Maguana, y el hotel Matum de Santiago de los Caballeros; en cambio, los hechos imaginarios se dieron en el barrio La Patagonia, de Río San Juan. Este barrio se fundó con gente que llegó de los campos y de otros pueblos en condiciones precarias económicamente. El nombre de la Patagonia nace cuando en 1520 Fernando de Magallanes entró por esa zona de Argentina y encontró que los nativos tenían los pies sumamente grandes. Esto fue lo que ocurrió en La Patagonia de Río San Juan, con sus primeros fundadores.

    Dos comités se desarrollaron en La Patagonia, para protagonizar estos hechos, el primero sería el comité del Partido Dominicano, base ideológica del gobierno del Jefe. Este comité cambiaba de nombre de acuerdo con el momento, por ejemplo: comité del Partido Dominicano, comité pro Consejo de Estado, comité pro Triunvirato, comité pro San Isidro y, con Balaguer, Partido Reformista. La otra cara de la moneda era el Partido Revolucionario Dominicano y el comité proconstitucionalista. En estos dos comités, grandes personalidades surgieron, como fueron, por el comité protrujillista: León Rivas, fiscal; Lilo Ceballos, síndico en el gobierno del Jefe; y, sobre todo, Sebastián Acevedo, compadre del Jefe. Por el comité proconstitucionalista surgieron: Casimiro Fernández, gobernador del municipio de Río San Juan; Casiano Almonte, síndico; y doña Tata, gobernadora del Banco Agrícola; todos durante el gobierno del profesor Juan Bosch. También formaba parte del comité proconstitucionalista, el historiador, el carismático orador de multitudes, el filósofo, el ambientalista, la enciclopedia andante de La Patagonia, nos referimos al escritor Reynaldo Rivera. En ambos comités se dieron otros personajes, de forma descendente y colateral.

    Los lugares más mencionados durante el desarrollo de esta obra fueron, en principio, la casa de los esposos don Casimiro y doña Tata, el barrio La Patagonia, el salón multiuso del pueblo de Río San Juan, a donde se llevaban a cabo los eventos; las lomas de Los Pinos, en donde se dieron las grandes masacres; la laguna y la loma Los Patos, en donde se escenificaron algunos hechos de sangre.

    Mientras esto ocurría en La Patagonia y Río San Juan, en las calles de la ciudad capital se escenificaban sangrientas y destructoras batallas, dejando las calles, callejones y patios teñidos y cubiertos de sangre, con heridos y cadáveres. La sociedad dominicana se había dividido en dos grupos que se habían apoderado del escenario para defender lo que cada quien consideraba lógico. La sociedad dominicana había sido moldeada hacía un promedio de cien años atrás, más el largo período que duró la tiranía que encabezó Rafael Leónidas Trujillo Molina, la sociedad se mantenía estancada, con una economía de recolección, chiripas, minifundio y pequeños parceleros agrícolas. Bajo este esquema de pobreza se desarrollaban algunos sectores de poder, los cuales controlaban las grandes extensiones de las tierras más fértiles, de donde el 90 por ciento de las tierras estaba en las manos de catorce familias, el otro 10 por ciento estaba en las manos de los demás propietarios y las grandes extensiones de tierras áridas y escarpadas.

    Con la caída de la tiranía que encabezó el Jefe, sus herederos, tanto civiles como militares, trataron de apoderarse de las tierras y demás propiedades que pertenecieron al Jefe, su familia y colaboradores más cercanos, los que por causas definidas tuvieron que salir al exilio, esos herederos se convirtieron en un nuevo poder, creando una aristocracia agraria con poderes políticos, económicos, militares y religiosos, que no era más que un refuerzo del esquema creado con el nacimiento de la dominicanidad, que se venía arrastrando desde entonces. Con la elección del gobierno del profesor Juan Emilio Bosch Gaviño, en los últimos cincuenta años era el primer gobierno en que el pueblo había votado libre y democráticamente. El pueblo masivamente hizo suyo el proceso electoral, pensando que con la elección de este gobierno se rompería el esquema de atraso en el que los sectores de poder habían llevado al pueblo humilde y trabajador, y claro estaba el pueblo, no se había equivocado, dos meses después del nuevo gobierno llegar a la administración del Estado del pueblo, se creó la constitución de 1963.

    La creación de esta nueva constitución rompía el esquema tradicional de los sectores de poder y liberalizaba al pueblo humilde y trabajador. Este choque de posiciones encontradas entre los sectores de poder y la constitución de 1963, dio origen a que esos sectores de poder perdieran su hegemonía de poder, por tal motivo, se agruparon para dar el Golpe de Estado del 25 de septiembre de 1963, siete meses después de la toma de posesión del nuevo gobierno del profesor Juan Bosch. Este gobierno que salía de un golpe de estado, fue bautizado como el Triunvirato, y era el peor gobierno que había tenido el país bajo estas condiciones.

    Bastó con dos años de este Triunvirato para que el pueblo se lanzara a las calles para pedir el retorno del derrocado presidente, el profesor Juan Emilio Bosch Gaviño y la vuelta a la constitución de 1963. Todo esto lo podremos ver durante el desarrollo de esta obra.

    La oligarquía del poder económico y político, adjunto de los diferentes gobiernos que se han sucedido en la administración del Estado dominicano, han sido tan inescrupulosos que han endeudado el país, el Estado, la soberanía y la idiosincrasia dominicana. Si Estados Unidos, en 1916, ocupó el país para cobrarse la increíble deuda de diez millones de dólares, ahora nos ocuparía 2,600 veces para cobrarse los veintiséis mil millones de dólares que le debemos, dinero este que en la mayor parte de las veces ha sido para crearle riquezas a las manos corruptas de nuestros delincuentes que administran el Estado dominicano. Por su parte, el pueblo dominicano sigue dormido, pacientemente esperando el nacimiento de un mesías que nos libere de esa peste delincuencial que cada vez nos consume en la miseria y en la pobreza extrema.

    Elías Torres Sosa.

    Capítulo I

    La cortina de hierro

    En el lejano horizonte no se visualizaba el más mínimo movimiento que pudiera romper la cortina de hierro que durante los últimos treinta años oprimía al pueblo dominicano. Todos los movimientos que se habían dado hasta ese momento habían fracasado y solo primaba la desesperación, la agonía y la miseria de aquellos que se imponían a través del terror, los barrotes y la muerte, para poder mantenerse en el poder.

    Un crudo invierno se había apoderado de toda la vasta región que formaba parte del pueblo. Los árboles habían perdido sus hojas y se veían a distancia como simples charamicos secos. Las avecillas andaban de brinco en brinco buscando comida por doquier.

    Los medios de comunicación traían la información sobre las condiciones del tiempo. Se pronosticaba un fuerte frente frío, acompañado por fuertes aguaceros. La gente andaba como loca buscando cómo abastecerse de las cosas más elementales para poder combatir las inclemencias del mal tiempo que se aproximaba, de acuerdo con los medios informativos.

    Una gran parte de la gente del pueblo se trepaba sobre sus casas para darles protección, por si dentro de la baja depresión atmosférica llegaban fuertes vientos. Esta protección consistía en reclavar las planchas de cinc, si la casa estaba techada de cinc, y si la casa estaba techada de cana o yaguas de palma, las amarraban con alambre y madera para que el viento no fuera a descobijar las humildes casas que a lo largo formaban las angostas calles, que a su vez formaban los barrios más populares del pueblo. Sobre todo el barrio La Patagonia, que recientemente se había fundado.

    Pocas casas eran resistentes a los embates del tiempo, tal como era la casa de la familia Fernández Almánzar. Esta casa de dos plantas, construida de cemento, era sumamente segura para resistir cualquier tempestad de agua y vientos, pero aun así, era necesaria una preventiva revisión en el techo, por cualquier alambre eléctrico que no fuera a hacer contacto y desatar un fuego cuando comenzara la tormenta de la que tanto los medios hablaban a cada instante.

    Fue por lo que el señor Casimiro, el propietario de la casa, decidió subirse al techo de la misma, para tomar las medidas de lugar; mientras tanto, doña Tata, su esposa, se quedaba al lado de un anafe construido de hierro, tratando de encender un humedecido carbón que había sido dejado por error en el patio de la casa la noche anterior, para colar el acostumbrado cafecito mañanero que se ha convertido en una costumbre tradicional en cada casa del pueblo dominicano, a esta hora del comienzo de cada día.

    Un radio se encuentra sobre una mesita en la sala de la casa y sobre este, un reloj de cuerda y timbre de los llamados despertador. Este indica que son las 7:00 a. m., el radio se encuentra encendido trayendo varias noticias, entre ellas dando la bienvenida al nuevo día; también deseándole salud y larga vida al jefe del Estado dominicano. Por igual, dando la información sobre la prevención de la tormenta que se aproximaba por la región norte del país. Al lado del radio, un almanaque está colgando de la pared, este indica que ese día está marcado como el 26 de noviembre de 1960.

    Don Casimiro Fernández tenía uno de los radios más modernos para la época, era un radio grande, dentro de una caja de madera pulida, por el frente tenía una mallita metálica para que los sonidos salieran al exterior. Este radio tenía dos botones, uno era para encenderlo y darle volumen, y el otro era para buscar las emisoras, a pesar de que para esa época no había muchas emisoras. Este radio se alimentaba de una batería grande, parecida a las de los carros. Por dentro, además de tener una bocina, tenía una variedad de bombillos grandes y pequeños, en forma de tubos, cuando el radio estaba prendido los tubos de cristal o bombillos se veían encendidos, aunque no alumbraban. Él nunca dejaba que le pusieran las manos por dentro, porque aparentemente daba corriente y eso era malo.

    Cuando el autor de estas páginas oyó decir que don Casimiro tenía un radio de esos, de inmediato dijo: ¡Ah!, pero mi abuelo, que Dios lo tenga en gloria, tenía un radio de esos. Yo estaba pequeñito y recuerdo que él lo tenía trancado en una caja con candado. Mi abuelo lo usaba para oír las noticias del Jefe, y a las 10:00 de la mañana oíamos en familia la comedia de Macario y Felipa. Estos hacían un drama de personas de los campos, en la emisora ‘La voz Dominicana.

    Quien tenía un radio, un crédito bancario, una propiedad con animales, una familia y un apellido, aunque no tuviera dinero, era una persona que disfrutaba de gran estima y respeto dentro de la sociedad, por tal motivo el Jefe le enviaba invitaciones para sus eventos políticos, a los cuales esa persona tenía que ir prácticamente obligada, pena la ausencia sin causa justificada.

    Dentro de la sociedad dominicana no todo el mundo tenía el privilegio de tener un radio, una pequeña propiedad o un crédito en el banco Agrícola del Jefe, pero sí cada ciudadano que tuviera una casa, aunque fuera de yagua de palma, debía tener dos o tres retratos del Jefe, en puntos visibles, donde todas las personas que entraran a ese hogar los vieran. Estos retratos no eran gratis, había que comprarlos. El precio era de alrededor de cinco pesos, y el sueldo mínimo en esa época era de quince pesos (en 1960).

    Minutos después, don Casimiro, decide bajar del techo de su casa, al observar que todo está bien y que no hay novedad y, además, por los constantes llamados de doña Tata para que bajara a tomarse su café. En ese preciso momento llega a la casa de esta familia el señor Casiano Almonte, doña Tata le abre la puerta delantera de su casa y la visita entra, para luego preguntar por don Casimiro, quien en ese momento aparece saludando a su viejo amigo.

    Doña Tata decide, después del saludo, ir de vuelta a la cocina a buscar dos tazas de café para su esposo y don Casiano, quienes se encuentran sentados en el comedor de la casa. Ya cada quien, con su café en manos, don Casiano dice:

    —Pero qué noticia está corriendo como pólvora encendida por todo el pueblo. Eso es un secreto, eso no se puede decir.

    —Anjá, Casiano, ¿y qué es esa noticia?—pregunta Casimiro, para continuar diciendo—: Porque no me diga usted que mataron al Jefe. Eso quisiera yo.

    Responde Casiano:

    —Peor que eso, mataron a las mariposas de ojo de agua, La Vega.

    —¡Ay Virgen de la Altagracia!—responde doña Tata—. ¿Hasta cuándo será que Dios nos va a tener esta pesadilla sobre nosotros?—termina diciendo doña Tata.

    Casimiro y Casiano eran amigos desde pequeños, cuando estudiaban juntos en la escuela pública del pueblo, por lo que habían recorrido juntos un largo camino de amistad y travesuras, y entre ellos no existían secretos escondidos. Ambos se secreteaban a los oídos el odio que llevaban dentro en contra del Jefe. Este odio venía arrastrándose desde hacía tiempo, cuando el Jefe les arrebató los terrenos que ocupaban sus padres para dárselo en colonia a los españoles en Bahoba del Piñal, en la provincia Julia Molina. Por tal causa, los padres de Casimiro y Casiano guardaron varios meses presos, siendo estos indefensos adolescentes que solo se conformaban al saber que sus padres pronto volverían al seno familiar sin nada en sus manos, después de perder sus fincas, vacas, cerdos, caballos, etc. Regresaron sanos y salvos a sus respectivas casas, después de seis meses de prisión, por no estar de acuerdo con perder sus propiedades.

    Casimiro se para de la silla en que se había sentado para tomarse su café y va y apaga el radio, para luego decir:

    —Esa noticia no la han dado por la radio.

    En ese momento interviene Casiano diciendo:

    —¡A dio! y ellos van a dar esa noticia. Hasta que no hagan un patenote para decirle al pueblo qué fue lo que pasó, de tal forma que el Jefe no se vea culpable en ese crimen.

    Casimiro se encuentra parado y de frente a él se encuentra guindando de la pared, un retrato del Jefe con un letrero que reza: En esta casa Trujillo es el Jefe. Casimiro solo dice: No te preocupes pajarito que a todo pavo le llega su noche buena, mirando de frente al retrato. Mientras que Casiano y doña Tata se encontraban todavía sentados en el comedor, en una de estas paredes de frente a Casiano se encontraba otro retrato del Jefe el cual, en su parte de abajo, tenía un letrero que decía: Dios y Trujillo.

    Todas las casas del pueblo debían tener estos retratos del Jefe, no eran gratuitos. Había que comprarlos. Las casas que no los tenían se consideraban enemigas del Jefe, por lo que las consecuencias podían ser fatales. Había que tenerlos obligatoriamente en parte visible, para que todo el que entrara los viera.

    De cada tres casas una estaba habitada por gente del servicio secreto, o eran compadre del Jefe, o eran calieses o eran chivatos, por lo que había que tener mucho cuidado para todo.

    A partir de este momento, estas dos familias se visitarían más a menudo, con fines de estar más enterados de los hechos que se iban dando en el campo político del país, por lo que Casiano dijo:

    —Bueno familia, mañana será otro día. Continuaremos mañana, con el poder de Dios.

    Casiano se para de la silla en que está sentado. Ya de pies, observa de nuevo el retrato que está en una de las paredes del comedor. Este retrato tiene en la parte de abajo un mensaje que reza de la siguiente manera: En esta casa Trujillo es el Jefe. Entonces Casiano, mirando fijamente el retrato, dice:

    —Por un retrato de esos Remigio Parra pasó un tremendo susto.

    Doña Tata preguntó:

    —¿Pero Remigio el hijo de Severiano?

    —Sí, ese mismo—respondió Casiano.

    —¡Oh! ¿Y qué fue lo que le pasó?—preguntó Casimiro.

    —Sucede que Remigio—continuó Casiano—, es marido de Mariana Martínez. Estos tienen como un año de juntos, no tienen hijos y, aparentemente, se llevan bien, pero en la vida no todo es felicidad. Parece ser que Remigio está medio enamoradito por ahí y eso ha llegado a oídos de Mariana. Estos comentarios trajeron en el hogar de Remigio y Mariana fuertes discusiones, al extremo de que Mariana arañó a Remigio; este, bajo la furia, agarró el retrato del Jefe y se lo rompió arriba a Mariana, dándole con él.

    Casimiro interrumpe para decir:

    —¡Ay Virgen!, pero ese hombre estaba bien enfurecido cuando hizo eso, porque solo un loco puede tocar un retrato del Jefe, y más aún romperlo. Líbrame Dios de una cosa así.

    —Y entonces, ¿qué pasó?—preguntó doña Tata.

    —Bueno, había que reportar como roto el retrato—continuó Casiano diciendo—: El fiscal determinó que Remigio es del partido y no se pierde las reuniones que se hacen en apoyo al Jefe, entonces hicieron un patenote de que Remigio y Mariana se pusieron a discutir. En esa discusión, Mariana dijo que se iba de la casa y agarró el retrato para llevárselo; pero Remigio dijo que no, que ella no se iba a llevar el retrato del Jefe; entonces cada quien lo agarró por un extremo y en el forcejeo de Yo me lo llevo, no tú no te lo llevas, el retrato se rompió. Esta fue la motivación que el procurador fiscal hizo en el tribunal. Luego el representante del Estado convenció al magistrado juez, presidente del tribunal, de que el retrato del Jefe había sido roto producto del gran aprecio que esa familia le tenía al Jefe, por lo que la familia necesitaba un premio. En primer lugar, ellos tenían que reconciliarse y, en segundo lugar, el Jefe les regalaba un retrato a cada uno, para que cada quien tuviera el retrato del Jefe.

    Mientras tanto, el país era sacudido por la fuerte noticia del ciclón que tomaría al país entero y, por el otro lado, el país y el extranjero iban recibiendo la noticia del asesinato de las mariposas de La Vega. En la medida que iba pasando el tiempo, una noticia tumbaba la otra.

    La fuerte alarma que se había creado con la llegada de un fuerte frío, acompañado por un ciclón, era un montaje para romper el impacto de la noticia que saldría a la luz pública sobre las muertes de los cuatro viajeros a Puerto Plata.

    Tres días después, don Casiano visitó la casa de su viejo amigo, en horas de la mañana, que era el mejor momento para reunirse, porque a esa hora todavía estaban acostados los calieses del Jefe. Casiano llegaba con la computadora de su cerebro saturada de informaciones para comentárselas a Casimiro y a doña Tata. Esta señora no hablaba mucho, pero le gustaba más el bochincheo que la comida.

    En ese momento llega al comedor a donde se encuentran sentados los presentes, doña Tata, Casimiro y José Ramón, el primer hijo de ambos. A este niño de apenas diez años le gustaba pararse detrás de las puertas para oír lo que los presentes hablaban. Cuando doña Tata se percató de la presencia de su hijo, le dijo: ¡Vaya lávese la cara, coja café de la cafetera y dos panes y desayúnese, luego siga haciendo su tarea de la escuela en su cuarto, y no se ponga a oír lo que los adultos hablan, que eso es malo!.

    En varias ocasiones sonaban los comentarios de niños que soltaban palabras de personas que no estaban ligadas al Jefe, de que eran malos; por tal motivo los agentes del Jefe investigaban a esos niños y a sus padres y familiares, puesto que los niños no hablan cosas de esta naturaleza ni tampoco hablan mentiras, si no las oyen de una persona adulta.

    Doña Tata tomó de nuevo la palabra para preguntarles a Casimiro y Casiano:

    —¿Pero cuándo fue que ustedes se conocieron?

    Entonces Casimiro dijo:

    —Esa historia es muy larga, por tal motivo la dejaremos para otro momento, y por ahora, cuéntenos Casiano, ¿qué es lo que está pasando en el país?

    Esa pregunta de doña Tata era para distraer a José Ramón. Ese día no tuvieron oportunidad para comentar los acontecimientos acaecidos recientemente, porque los chivatos del Jefe andaban como hormigas despavoridas en las calles, haciendo su trabajo de chivatos, por lo que dejaron estos diálogos para otra oportunidad; pero, al día siguiente, ya el pueblo conocía la noticia de la muerte de las muchachas Mirabal.

    El pueblo entero conocía a Casimiro y sabían muy bien que él no le guardaba muchos afectos al Jefe. Por tal motivo la gente y vecinos no lo visitaban mucho, para no verse embarrados en problemas de tal magnitud. En el caso de Casiano, este hacía un papel teatral con respecto al Jefe. Este decía que el Jefe debía vivir mil años más, pero de remordimiento, por los innumerables crímenes de sangre que se cometían a lo largo y ancho del país. Todo por culpa del Jefe. A su vez, actuando de esa manera, no había forma de pensar lo contrario.

    Cuando Casiano llegó a la casa de Casimiro, ya este matrimonio lo estaba esperando, sentados en el comedor de la casa, con fines de recibir las informaciones de lo que estaba sucediendo en el país.

    Entonces, Casiano comienza diciendo:

    —La historia de las muchachas y el Jefe es muy vieja.

    En ese momento doña Tata interrumpe a Casiano, diciendo:

    —Vecino, lo que queremos es que nos diga cómo fue que mataron a las muchachas de ojo de agua de La Vega y a su chófer.

    —¡Bueno! Po’ comenzaré diciendo que para poderlas matar les tendieron una emboscada, el sábado 25 de noviembre de 1960, mientras ellas regresaban de ver a sus esposos, los cuales están presos en la cárcel de Puerto Plata; entonces, a eso de las dos de la tarde, cuando ellas regresaban para sus casas, ya las estaban esperando para asesinarlas. Aparentando luego que había sido un accidente en la Cumbre, esa que está entre Puerto Plata y Santiago de los Caballeros.

    »Sabrán ustedes—continuó Casiano—, que el Jefe, después que le mandó a hacer el atentado al presidente de Venezuela, se ha quedado como loco. Por cierto, el presidente de ese país salvó la vida milagrosamente. Entonces, el Jefe llegó a decir en público que sus problemas eran las mariposas de la Vega y la Iglesia Católica, y ya ustedes saben el atentado de que fue víctima la Iglesia Católica.

    »Ustedes saben que el Jefe con los enormes escándalos que se ha ganado en los países extranjeros, por las metidas de pata que ha dado, se siente asustado de que, además del embargo que le han puesto, vayan a meterle las fuerzas armadas en una invasión y derrocarlo. Entonces ha estado usando estrategias. Al verse entre la espada y la pared hizo celebrar elecciones, en las que salió presidente su hermano Héctor Bienvenido, y como no había el cargo de vicepresidente, porque él mismo lo había suprimido, nombró a Joaquín Balaguer en ese cargo, pero con estos escándalos internacionales, para estar más seguro quitó a su hermano de presidente y puso al alelao ese que ustedes ven de presidente.

    Entonces doña Tata tomó la palabra para preguntar:

    —¿Pero cuáles fueron esos escándalos que movieron a los americanos, que le dieron tanto miedo al Jefe?

    En ese momento Casiano respondió:

    —¡Oh!, el secuestro y asesinato del español Jesús De Galíndez y el piloto americano que también el Jefe mandó a matar aquí en el país.

    También Casimiro tomó partido diciendo:

    —¡Oh!, y el atentado al presidente de Venezuela y el atentado a la Iglesia Católica, y ahora miren en lo que se ha metido, matando a estas muchachas.

    En ese momento un grupito de lambones, adulones, chivatos y compadres del Jefe comenzaban a movilizarse en apoyo al Jefe, los eslóganes eran los siguientes: ¡Viva el Jefe coño, y al que no le guste que salga para la calle!, ¡El Jefe cien años más como presidente!, ¡Muerte para los enemigos del Jefe!.

    Cuando estos se alejaron, la conversación continuó:

    —Sí, creo que el viejo ese está loco—opina Casimiro—, porque meterse con la Iglesia Católica es llevar las de perder, porque esa iglesia es un poder que tumba y pone gobiernos, y las Mirabal eran unas infelices mujeres que no les hacían daño a nadie. Él no tenía que mandarlas a matar.

    —Eso lo hizo él—dice Casiano—, solo por echársela de que él es el mandamás y hay que respetarlo, pero que no se apure que a todo puerco gordo le llega su día. Que no crea él que se va a salir con la suya—Casiano continúa diciendo—: Esas muertes fueron tan horrendas que entre un grupo de sabandijas al servicio del Jefe las asesinaron con punzones y golpes. Luego las violaron ya estando muertas; entonces las entraron de nuevo en su jeep y las llevaron a un precipicio de la Cumbre, para tirarlas al vacío, para aparentar un accidente.

    »Cuando el jefe del servicio de inteligencia con asiento en Santiago le informó al Jefe que ya la operación había sido ejecutada, él solo dijo: Hagan su maldita cosa bien, para que después no le estén echando la culpa al gobierno. Entonces, el jefe del SIN de Santiago dio la orden de buscar un médico del hospital de esa ciudad. Este, por su ingenuidad o por su poca experiencia en su carrera, al realizar la autopsia a los cadáveres, dijo: No parecen que murieron en un accidente. Entonces, al día siguiente ese médico apareció muerto de forma misteriosa.

    —¿Quién es el jefe del SIN de Santiago que materializó la orden del Jefe?—preguntó Casimiro.

    Casiano respondió:

    —¡Oh!, ¿y no es Alicino Peña Rivera el que está de puesto en Santiago como jefe del SIN?

    —¡Aaah, po es la ley del terror que gobierna en este país!—exclamó doña Tata.

    Entonces Casimiro pregunta:

    —Pero, y el jefe del SIN, que no suena en todos estos crímenes ¿A dónde está?

    Casiano responde diciendo:

    —¿Pero usted se refiere al coronel Albert García?

    —Sí, exactamente—dice Casimiro.

    —Oh, el alemán ese está todavía en Venezuela, ya que no ha podido llegar al país porque él fue que llevó a cabo el atentado en contra del presidente Rómulo Betancourt.

    Entonces doña Tata toma partido en esta conversación, preguntando:

    —Y el presidente de la República, ¿qué dice de todos estos crímenes?, porque él parece un hombre bueno.

    Casiano responde diciendo:

    —¿Pero doña Tata, usted se refiere al alelao que tiene el Jefe ahí de presidente?

    —Sí, ese mismo—responde doña Tata.

    —No hombe, ese es un muñeco de trapo y, además, así como ustedes lo ven fríamente, ese es el cerebro del Jefe—termina diciendo Casiano.

    Casimiro comienza diciendo:

    —Yo tengo un primo que trabaja en el palacio presidencial, que es Rosendo Cena, y siempre me dice que la vida no da otro hombre más malo que ese. Con esa risita le clava el puñal de acero a su mejor amigo. Cuando él sale de su despacho con un fólder debajo de su brazo y entra al despacho del Jefe, todo el mundo anda de brinquito en brinquito, temblando del miedo, porque ese hombrecito se puede convertir fácilmente en una navaja en la garganta de la persona menos pensada.

    Doña Tata solo dijo:

    —¡Ay Virgen de la Altagracia!, quien lo ve con esa carita de gatito muerto, lo compra.

    —Señores, todo lo que brilla no es oro—Casiano continuó diciendo—: Ese alelao que ustedes ven ahí, en tiempos atrás le dijo al Jefe: Mire Jefe, hay dos jóvenes de la clase alta de esta sociedad que me han llamado en varias ocasiones homosexual, y eso me ha dado vergüenza. Entonces, el Jefe le respondió diciendo: ¡Oh!, pero ahí está el coronel Cornelio Jiménez, quien está a sus servicios. Y se dice, según las malas lenguas, que los dos jóvenes no se vieron más; desaparecieron de la sociedad por arte de magia.

    —¿Qué?—preguntó doña Tata bien sorprendida, para luego decir—: Señores, en este paisito de las mil maravillas pasan cosas que son increíbles, porque a esos muchachos lo que tenían que hacer era meterlos presos, no matarlos. Quien ve al presidente jamás podría creer que es un asesino igual que el Jefe.

    Enseguida, Casimiro dijo:

    —Es que los dos son cortados con la misma tijera y cosidos con una misma aguja.

    En ese momento doña Tata observa que algo raro se mueve en la calle, al frente de su casa, por lo que cambia de conversación diciendo:

    —Pero vecino, qué ola de calor ha traído este mes de diciembre. No parece que estamos en invierno; hace varios días que no cae una sola gota de agua.

    Casiano continuó diciendo:

    —De noche hace un pequeño friíto, pero de día no se ven nubes en el cielo, tampoco llueve, lo que indica que este verano que viene el próximo año, va a ser sumamente caliente.

    En ese momento José Ramón interrumpe para preguntarle a su padre:

    —Papi ¿y entonces, si no hay agua, qué vamos a tomar?

    Casimiro responde:

    —Muchacho, Dios aprieta, pero no ahorca.

    En ese preciso momento alguien toca la puerta, y una voz dice: ¡Abran la puerta en nombre del Jefe!. El pequeño José Ramón sale corriendo para abrir la puerta de la sala, para que la visita entre a la casa. Eran agentes del servicio secreto SIN.

    José Ramón, a pesar de su corta edad, jamás podía comprender cuál era el problema que existía con el agua, solo podía ver que dos camiones destartalados, sin color, llenos de óxido, andaban todas las tardes y parte de las noches regando agua, esto daba lugar para que la gente de La Patagonia se agrupara y se pelearan por una simple cubeta de agua.

    José Ramón pensaba que los ríos se habían secado, por eso cuestionaba a su padre sobre el agua, de que si esta se acababa qué iban a tomar. Pero José Ramón jamás podía comprender que el síndico Estifaneo Cabreja se había robado el dinero que tenía asignado el Ayuntamiento del pueblo para darle servicio al mismo pueblo. Con este dinero el síndico reconstruyó su hermosa mansión familiar y agrandó su hermosa y productiva finca.

    Cuando los agentes del servicio secreto entran en la casa, su primer saludo fue:

    —¡Buenos días!, ¿todo está bien en esta casa?

    —Sí—responde el dueño de la casa.

    A seguidas uno de los tres visitantes dijo:

    —Andamos en nombre del Jefe haciendo un chequeo en esta barriada, para resguardar la seguridad de ustedes que son gente seria y de trabajo, por tal motivo ustedes necesitan un gobierno serio como es el Jefe, así que ¡Que viva el Jefe!

    Todos los presentes respondieron diciendo:

    —¡Que viva!

    Entonces uno de los visitantes dijo:

    —El Jefe ha ordenado una operación limpieza en contra de todos los gusanos que son enemigos de él y de su gobierno.

    Entonces doña Tata tomó la palabra para preguntarles a los visitantes:

    —¿Ustedes se toman un tacita de café, para colárselo?

    —Claro que sí—respondieron todos al mismo tiempo, como si tuvieran hambre.

    Casimiro tomó la palabra para decirle a Casiano:

    —Vaya Casiano, túmbele varias naranjas de la mata que está detrás de la casa.

    —Pero qué gente más buena, se parecen a mis viejos—dijo uno del grupo del servicio secreto.

    —¿De dónde son ellos?—le preguntó Casimiro.

    A seguida el soldado respondió:

    —De un campo de Santiago de los Caballeros.

    —Los míos son de Barahona—dijo el jefe del grupo.

    —Todos los dominicanos somos buenos, más si son gente de edad un poquito avanzada; los que no valen una guayaba podrida son estos jóvenes de ahora, es por lo que el Jefe no quiere saber de ellos, a pesar de ser estudiantes son enemigos del Jefe y del pueblo, pero él los va a matar a todos uno por uno. Esos son los llamados comunistas—dijo el tercero del grupo.

    El más joven del grupo de los visitantes se paró de su silla y de frente a la pared a donde estaban los varios retratos del Jefe, observó detenidamente uno que era del Jefe y su hijo mayor, entonces dijo:

    —Hay que decir la verdad, pero Ramfis, el hijo del Jefe, es un galán. Ese hombre llegará a ser presidente y ese hombre se le ve que es igualito que el Jefe, un hombre bueno.

    Entonces el más viejo de los visitantes dijo:

    —El Jefe lo está preparando para que cuando él muera, su hijo sea su heredero en el poder.

    Casimiro no se quiso quedar callado, a seguidas opinó:

    —No, pero el Jefe no muere por ahora, demasiado de duro está él.

    Doña Tata tomó la palabra diciendo:

    —Sí el Jefe, que Dios no quiera, muere, se jodió este pueblo.

    Casiano, por su parte, opinó diciendo:

    —Es que ninguno de los que están al lado del Jefe hacen un gobierno tan bien como él; es por lo que debemos pedirle a Dios que le dé mil años más de vida al Jefe—todos rieron a carcajadas.

    Estos diálogos que el servicio de inteligencia llevaba casa por casa era para identificar los que estaban con el Jefe, y los que podían dar muestras de disgusto en contra del Jefe, para luego tomar medidas represivas en contra de esa familia, porque al Jefe había que quererlo a la fuerza o pena de la vida, ya que las consecuencias serían graves.

    Era una verdadera cortina de hierro la que tenía el pueblo, por la cual no había salida a esta regia situación de oprobio que padecía nuestra dominicanidad, tanto en la geografía dominicana, como los dominicanos que se encontraban desparramados en países extranjeros.

    Capítulo II

    Un pueblo sin salida

    Alos dos días siguientes, Casiano comenzó diciendo:

    —Mi compadre Simplicio Balbuena me dijo que él conocía a esa familia desde pequeñito; además, ellos estudiaban en la misma escuela cuando eran pequeñitos y jugaban juntos, él y Minerva, quien era la mayor de todas esas muchachas, las cuales eran cuatro. Las hijas de ese matrimonio participaban en muchos eventos juntos y Minerva era una niña fuera de serie.

    »Según mi compadre Simplicio, ella era delgadita, con un colorcito indio claro, cabello negro y largo. El viento le estropeaba su frente y cara con su larga cabellera. Su nariz era larga y saliente. Minerva era bien divertida y dinámica, siempre hablaba mucho y tenía respuesta para todos los problemas que se le presentaban. Como estudiante era sumamente inteligente, sus notas estaban por encima de los demás estudiantes.

    »Sus padres eran personas que estaban acostumbradas a vivir de los negocios, especialmente comercios, por lo que tenían facilidades económicas. Ellos observaron la actitud de su primogénita hija y quisieron aprovechar esa inteligencia de ella, por lo que cuando tenía aproximadamente ocho años de edad, la inscribieron en un colegio de monjas en La Vega.

    »La noticia de la eficiencia educativa de este colegio corría por todo el país, por lo que la gente de solvencia económica internaba a sus niñas allí.

    »El Jefe, enterado del prestigio educativo y la educación que recibían las niñas de muchas partes del país (además, en este colegio estudiaba una jovencita que él había conocido en otra ocasión y por la cual se sentía enamorado), se motivó a hacerle una visita al colegio.

    »El colegio preparó como acto de recibimiento al Jefe, varias escenas teatrales, en una de ellas la infantil Minerva sería la reina india; mientras el Jefe observaba sentado en palco presidencial. La elegante reina india cogió una flecha y le apuntó a su majestad, de inmediato varios súbditos del Jefe le quitaron la flecha a la reina india. El Jefe se paró y solo le preguntó el nombre a la reina. Cuando esta le dijo que se llamaba Minerva, el Jefe le dijo: Minerva, nos vemos más adelante. Y se fue.

    En ese momento doña Tata intervino diciendo:

    —¡Jesús, Virgen de la Altagracia, pero esa niña sí tenía valor!

    —En el transcurso del tiempo, el Jefe siempre estuvo pendiente de la reina. En una ocasión, mandó a invitar al padre de la reina para la inauguración de un hotel en un pueblo del interior del país. Esta invitación era también extensiva para su familia. Era la forma fácil del Jefe ver el tamaño y habilidades de la reina que, siendo simple niñita, le desafió con una flecha de indio, la cual en ese momento el Jefe la calificó de valiente.

    »Estando ya en el hotel Montaña, de Jarabacoa, el Jefe, al ver por segunda vez a la reina, quedó totalmente atolondrado de la impresión, al observar tanta belleza en la persona de su inolvidable reina infantil. El Jefe le hizo mil y una propuestas amorosas a la reina, siendo todas estas desestimadas por ella, porque él era un hombre casado; entonces, el Jefe le propuso darle un súbdito de los de él para que se casara con ella. Ella por su parte también le dijo que no, que el amor no nacía así.

    »Entonces la reina le pidió la oportunidad de entrar a la universidad del Estado dominicano, para estudiar la carrera de derecho, ya que estos estudios no estaban permitidos para las damas dominicanas. Todo terminó en negativa de ambas partes.

    »El Jefe, en su afán de lograr el sí y las caricias de la reina, mandó a organizar una fiesta en el hotel Presidente, de la capital dominicana. A su vez mandaba la invitación al padre de la reina y familia. El Jefe quería lograr un tercer encuentro con la reina para lograr su objetivo. Cuando estaban todos sentados en el Gran Salón del hotel, la reina tenía su silla en la mesa presidencial, al lado de la silla del Jefe. El combo musical que amenizaba el evento comenzó como era costumbre en eventos de esta naturaleza, tocando un merengue de los que le gustaban al Jefe.

    »El Jefe se paró halando a bailar a su invitada especial. Ya en el salón de baile, el Jefe convertido en un caballo potranco, trató de agarrarle la sentadera a su invitada, creyendo que estaba con alguna de las mujeres que él estaba impuesto a manosear en público. La reacción de la reina fue temperamental, ya que nadie había tocado su sentimiento íntimo, mucho menos en público, por lo que le dio una tremenda galleta en la cara al Jefe.

    —¡Mierda, coño! ¡Pero qué muchacha era esa!—dijo Casimiro—, porque hacerle eso al Jefe es estar dispuesto para morir en el acto.

    Casiano continuó diciendo:

    —En ese momento se paró la fiesta. La seguridad del Jefe separó a la reina de su majestad. El padre de la reina pidió varias veces disculpas al Jefe, por los hechos acaecidos y pidió permiso para retirarse con la familia a su casa. Lo que fue concedido por el Jefe.

    »En los días siguientes fue hecho prisionero el padre de la reina y llevado a la cárcel de la capital. Luego la reina se responsabilizaba de los hechos ocurridos anteriormente y pedía caer ella presa a cambio de la libertad de su padre.

    »La reina aprovechaba la ocasión para visitar al Jefe. Durante esta visita el Jefe le permitía ingresar a la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), con el fin de estudiar leyes, en el departamento de derecho.

    »El tiempo lentamente iba pasando, también varios hechos de sangre iban ocurriendo en toda la geografía nacional. Uno de estos hechos fue la muerte indirecta del padre de la reina, quien no pudo soportar la presión del Jefe hacia él y su hija. Con la muerte de su padre, la reina se sentía frustrada al saber que sobre sus hombros recaía la mayor parte de la responsabilidad de estos hechos, que era la pérdida de su padre. La familia, para descongestionar la profunda tristeza que embargaba a la reina, optó por mandarla a vacacionar durante un mes a la casa de un tío materno en Jarabacoa.

    »Años atrás había caído Mauricio Báez, sindicalista de los ingenios cañeros del este del país, por hacer una oposición rígida al gobierno, por tal motivo se creó el Código Laboral Dominicano, como una conquista de estas luchas laborales. Dentro de este paquete estaban Ramón Marrero Aristy, escritor, y el vasco español, Jesús De Galíndez. Estos, como funcionarios del gobierno, representaban al Estado Dominicano. Por ser flojos y ceder tanto en las exigencias de los huelguistas, perdieron sus vidas en hechos separados.

    »Mientras, Mauricio se iba al exilio para luego en Cuba ser tragado misteriosamente por las manos asesinas del Jefe. Con la caída de Marrero Aristy, la reina se lamentaba de haber perdido el único funcionario que podía ayudarla en esos momentos oscuros en que ella y su familia estaban viviendo. Sobre los hombros de Marrero Aristy recaían varias cualidades humanitarias.

    Doña Tata le preguntó a Casiano:

    —Vecino, pero entonces si la reina está presa, ¿cómo ella ve al Jefe?

    Casiano responde diciendo:

    —Recuerde que el preso no es gente. El Jefe la mandó a buscar y llevarla a su despacho para hablar con ella. Entonces el Jefe soltó a su padre y a ella le concedió el derecho de entrar en la universidad, dándole la libertad de volver a su casa. Estando ella en su casa es cuando ocurre la muerte de su padre.

    »Estando en Jarabacoa, la reina bajo tristeza, llanto, lágrimas y soledad, con una naturaleza que le rodeaba de hermosas, fragantes y perfumadas flores, fue que conoció a Aurelio Tavárez Justo Manolo, para dar inicio a partir de la fecha a una relación de noviazgo y olvidar una amistad de un joven, que por causa del Jefe había tenido que asilarse en una Embajada. Manolo se encontraba vacacionando en esos momentos en Jarabacoa, después de haber obtenido excelentes calificaciones en su quinto semestre de Derecho, en la universidad en la que la reina recién entraba.

    Doña Tata tomó de nuevo la palabra para preguntar:

    —¿Pero vecino, ustedes no me han dicho cómo fue que se conocieron, que arrastran una amistad tan profunda desde cuando ustedes eran pequeños?—en eso se presenta la hija de doña Tata y Casimiro, de apenas siete años de edad, pidiéndole permiso a su madre para en horas de la caída del sol ella ir al concierto que se va a dar en el parque ese día domingo.

    Este concierto musical había sido organizado por las principales autoridades del pueblo, en homenaje al Jefe, por la gran labor que el jefe del Estado dominicano estaba llevando en beneficio del pueblo. En las diferentes escuelas públicas y privadas se les había informado a los estudiantes que la participación era obligatoria y que cada profesor pasaría la lista a sus estudiantes. Esta asistencia daría puntos para los exámenes de fin de año que se acercaban. Doña Tata, por su parte dijo: Yo te acompañaré, para que no vayas sola. Entonces Cristina tomó la palabra de nuevo para decir: Pero José Ramón tiene que ir, si no se quema en los exámenes.

    Terminado este diálogo de doña Tata y su hija, Casiano tomó la palabra para decir:

    —Doña Tata, Casimiro y yo nos conocimos cuando éramos pequeños, en la escuela pública, sentados los dos en un banquito de madera. Allí compartimos de todo, desde meriendas hasta los reglazos que nos daban los profesores; además de eso, nuestros padres eran amigos y propietarios de fincas en Bahoba del Piñal, antes de Nagua, provincia Julia Molina. Esta provincia fue bautizada con ese nombre en honor a la madre del Jefe, doña Julia Molina, porque aparentemente vivió en esa zona. Pero sucede que en la vida no hay felicidad completa, cuando terminó la segunda guerra mundial el Jefe quiso decirle al mundo que él era generoso y democrático, que su gobierno no era como decían algunos cascos calientes, vagos que no querían trabajar, de los cuales muchos eran comunistas. Se les llamaba comunistas a todos los opositores al régimen del Jefe.

    »El jefe les ofreció su gratitud a los países europeos que terminaban de salir de la guerra y habían quedado totalmente destruidos. Un promedio de cien mil refugiados llegaban a nuestro país como acto de gratitud con esos países.

    »Esta colonia inmigratoria fue asentada en la comunidad de Bahoba del Piñal, en la provincia Julia Molina. Esta tierra fue quitada a sus propietarios y dada en colonia a esta gente; además de darles la tierra, el Jefe les dio dinero, vacas, cerdos, aves de corral y sobre todo, crédito bancario.

    »Lo que más le llamó la atención a esa estirpe inmigratoria fue el hecho de que los nacionales dominicanos estaban viviendo quinientos años atrás, época en que su compatriota Cristóbal Colón hacía entrada a estas tierras, que aparentemente ellos descubrieron. Esto así porque con el descubrimiento, Colón fue el que trajo el idioma español que se usaba en España. Este idioma con el paso del tiempo había evolucionado en España, pero que aquí en esta colonia no había evolucionado, se había quedado rezagado; aquí se usaban términos que ya en España no se usaban, como eran los términos siguientes: di, por ir; comei, por comer; lavai, por lavar; barrei, por barrer; caminai, por caminar, etc.

    »Otra cosa que les llamó mucho la atención fue ver a militares usando armas largas, como ametralladoras, para amedrentar a los ciudadanos sin que hubiera guerra; mientras que en España se veían estas armas en las calles durante la guerra; en otro momento no se veían, el pueblo no las conocía.

    »También observaron cómo un grueso grupo de niños andaban semidesnudos, con las barrigotas llenas de lombrices, y el gobierno a la fuerza les quitaba sus tierras a sus padres, para dárselas a ellos en colonia. Estos casos no se daban en sus respectivos países de donde eran oriundos. Desnudar a un santo para vestir a otro.

    »Eran momentos turbulentos, tanto en Europa como en Latinoamérica y el Caribe. Era el momento de los gobiernos dictatoriales, por lo que estos inmigrantes aprendieron con facilidad a obedecer y a arrodillarse ante los pies del dictador dominicano, que era la persona que les había hecho el favor de darles su mano.

    »Estas gentes llegaron al país con tantas necesidades dentro de los huesos, que se les veía por encima de la ropa. Pasaban los días enteros sin comer más que yuca o batata asada y un galón de agua, es por lo que hoy son todos ricos. Cuando los dominicanos que trabajaban con ellos, si les hacían algo que a ellos no les gustaba, el mal que les echaban era el siguiente: tengo la esperanza en Dios de que te metas en un vehículo viejo….

    Doña Tata que estaba atenta oyendo esta historia, solo dijo:

    —¡Ay Virgen!

    Entonces Casimiro abrió la boca para opinar en ese sentido, diciendo:

    —No, pero eso no es nada, Armando Lío era uno de esos españoles que llegaron al país con el hambre pintada en la cara, y todo lo que veía lo quería. Como era un hombre solo, andaba detrás de una mujer a como diera lugar; fue así como llegó a la casa de doña Regina, enamorado de su hija Celia, una frondosa muchacha que malos ojos no la podían ver.

    »España, como le llamaban a Armando Lío, iba en horas de la mañana a la casa de doña Regina con fines de tomar café, y en horas de la prima noche visitaba la misma casa con fines de conquista, ya que estaba sumamente enamorado de Celia. Una mañana mientras Celia dormía

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