Saliendo de la GRAN DEPRESIÓN
ESCRITOR Y PERIODISTA
A finales de 1932, tres años después del inicio de la Gran Depresión, Estados Unidos atravesaba por uno de los peores momentos de su historia. Con trece millones de parados –un desempleo del 25%, que en algunas localidades llegaba al 80 o el 90–, el país pasaba hambre. Cientos de miles de personas hacían cola en los comedores benéficos de las ciudades mientras otros tantos vagaban inútilmente por la América rural en busca de trabajo; el precio de los productos agropecuarios se había hundido hasta el punto de que en muchos sitios no merecía siquiera la pena recoger las cosechas ni alimentar a los animales. Con la década, llegaron además nuevas y desconocidas catástrofes ecológicas. El fenómeno del dust bowl –gigantescas tormentas de polvo que lo sepultaban todo y dejaban impracticable la tierra– generó en el sur, a lo largo de los años treinta, tres millones de desplazados.
HOOVER Y LOS ‘HOOVERVILLES’
Con todo, lo peor era la desesperanza. El país del optimismo, el progreso individual y el Destino Manifiesto sufría una depresión colectiva a la altura de la económica. La crisis se había presentado inesperadamente, como un terremoto, y el efecto era devastador. Perdida en la oscuridad, la sociedad americana no veía salida ni solución alguna. Ahora que el probo ciudadano,
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