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El Día Del Juicio Final Sabrás Lo Que Te Contiene
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Libro electrónico291 páginas4 horas

El Día Del Juicio Final Sabrás Lo Que Te Contiene

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La intención primera si se quiere, que tuvo el autor para plasmar esta historia del fin, con una pizca novelesca en ocasiones, y al mismo tiempo con un crudo cuadro de la realidad, en lo tocante a nuestras acciones; traduce un toque de toda la verdad innegable por la cual seremos enjuiciados todos. Cada uno de los capítulos de esta obra, se enlazan unos con otros, con una correspondencia diamantina, para dejarnos sorprendidos ante escenas pasadas, acontecimientos presentes y cosas terribles del futuro.

De igual manera, como es un tema de naturaleza religiosa, en cuya esencia e intención, su genio resulta muchas veces misterioso y de difícil discernimiento, como es obvio, en lo tocante a los asuntos proféticos; pues estos, se describen en su original, La Biblia, con la definición de figuras, símbolos y los recursos del lenguaje superior, los mismos suelen casi alcanzar a la idea, porque la segunda sobrepasa al lenguaje mismo.

Su contenido, no puede resultar en barrera para quienes decidan leer la obra. Pues su objetivo es mostrar la verdad en forma simple, sin olvidar que la materia en cuestión es en verdad profunda. Pero el libro, en cada uno de sus capítulos provee con un lenguaje comprensible, la definición de los temas poco conocidos para algunos, y ampliar el conocimiento de otros y fortaleciendo su fe, que sí comprenden el tema. El juicio se cierne sobre nuestras obras, acciones y actos. La ley de Dios es el reglamento por el cual se demandará su incumplimiento. Esta norma de Dios: la ley de los diez mandamientos, se sostiene en el fundamento: su amor.

El juicio se origina como resultado a un período de tiempo ya cumplido, una extensión profética, cuya consumación determina el inminente regreso de Cristo, pues con su venida, viene solo el veredicto; pues su juicio se ha ventilado antes de su regreso. Según lo describe la obra, ese juicio ya dio inicio, como lo establecen las profecías de Daniel y Apocalipsis; y muy pronto en un futuro culminará, aunque no puede conocerse dicha fecha. Lo cierto es que, aunque no existe la posibilidad de saber cuándo concluirá el juicio, nadie puede identificar una fecha. Cuando el reloj de Dios, marque la hora final, entonces el Padre pronunciará con voz de mando, ese momento cuando Cristo debe venir en su segundo regreso.

Él, Cristo, debe cumplir la voluntad del Padre, despojándose de su ropaje de sacerdote y abogado intercesor durante el juicio, para cubrirse del atuendo de un juez firme a la ley de la libertad y el amor. El juicio cubre todas las épocas de la humanidad y todas las personas nacidas en el pasado, presente y futuro, todos serán juzgados; pero no todos podrán salvarse. Aunque solo Dios lo sabe, en verdad cada persona puede elegir salvarse o no, según lo estable esta obra.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento7 ene 2020
ISBN9781643341477
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    El Día Del Juicio Final Sabrás Lo Que Te Contiene - Juan Manuel Silvestre

    cover.jpg

    El Da Del Juicio Final Sabrs Lo Que Te Contiene

    Juan Manuel Silvestre

    Derechos de autor © 2019 Juan Manuel Silvestre

    Todos los derechos reservados

    Primera Edición

    PAGE PUBLISHING, INC.

    Nueva York, NY

    Primera publicación original de Page Publishing, Inc. 2019

    ISBN 978-1-64334-146-0 (Versión Impresa)

    ISBN 978-1-64334-147-7 (Versión electrónica)

    Libro impreso en Los Estados Unidos de América

    Tabla de contenido

    El juicio venidero

    Los Diez Mandamientos

    El juicio debe ser antes

    El Santuario Celestial

    El juez de toda la tierra, Dios todopoderoso

    Nuestras obras

    Cristo inicia su venida con todas las huestes celestiales

    El Diablo y sus ángeles

    Los santos disfrutaremos eternamente en la tierra nueva

    ¿Deseas prepararte para vivir con Cristo?

    Esta humilde obra ha sido escrita con la ayuda de Dios y la dirección del Espíritu Santo, la cual dedico primeramente a mi madre Doña María Eduvijis Núñez Espósito, la mejor madre de todos los tiempos, y luego a mi esposa Mayi Arias cuya paciencia frente a los desvelos y muchas horas sin mi compañía fueron para mí el ingrediente principal para que esta sencilla obra fuese una realidad.

    "Cuanto menos poseemos, más podemos dar. Parece imposible, pero no lo es. Esa es la lógica de Dios".

    Madre Teresa de Calcuta.

    Razón por la cual escribí esta obra

    El Día del Juicio Final

    Sabrás lo que te contiene...

    La causa principal para plasmar esta obra, entre otras razones, es el desconocimiento de la verdad y las interpretaciones erróneas de los asuntos proféticos y de otras porciones de las Escrituras (2 Pedro 3, 15-16). Basado en la cita del Apóstol Pedro, hay luz divina cuyo propósito es advertir la intención de los indoctos e inconstantes (ignorantes e inseguros), de interpretar las Escrituras conforme a sus intereses, sin advertir que la Palabra de Dios no puede ser interpretada. Quienes, con actitud reverente, anhelen la dirección de Dios, humillarán sus corazones y reconocerán que Dios es el creador de todas las cosas. Con agradecimiento sincero harán la voluntad de su creador; esa es la posición que adoptarán quienes anhelen obedecer sus mandamientos.

    En el mundo existen más de mil religiones cristianas, distintas unas de otras, todas aman al mismo Dios, todos leen el mismo libro, la Biblia, dicen llamarse cristianos, pero tienen creencias diferentes; estos dogmas o creencias, convertidas en barreras interpretativas, los separan a todos, lo cual no es prudente a la luz de la Palabra de Dios. Estas discrepancias abonan para concebir erróneamente casi todos los temas y doctrinas, como la segunda venida de Cristo, el santuario celestial, el pecado, la trinidad o deidad, el Espíritu Santo, la muerte, el bautismo, la ley de Dios, Cristo como Dios creador, el Espíritu Santo, entre mucho y muchos otros temas.

    Este libro aborda estos temas y otros, con la debida responsabilidad, tomando como base la Biblia, cuyo intérprete es la Biblia misma; de ese modo, se resiste la idea o comentario como recurso primero, y no es sino la Palabra de Dios, cuya fuente de autoridad no puede ser sustituida, que obra en cada párrafo del libro. Mientras viajamos por cada página del libro, habremos de visualizar temas con enseñanzas muy diferentes a las nuestras, pero ajustadas a la Biblia y cuya veracidad no puede negarse. Si una sola persona resulta iluminada por este libro, habrá cumplido su propósito; esa es mi oración.

    Sin un corazón lleno de amor y sin unas manos generosas, es imposible curar a un hombre enfermo de su soledad.

    Madre Teresa de Calcuta.

    Introducción

    En las mentes de los seres humanos, existen diversas razones, para aceptar que seremos juzgados por las autoridades si violamos la ley. La ley contempla diversos grados de penalidades, según el delito; de modo que el delito puede ser grave o menos grave, o una falta donde no haya causa. Los recursos del derecho permiten que la persona ofensora, consiente de la comisión de un delito, pueda salir airoso de su caso, no encontrando el juez razón alguna o causa probable para emitir un fallo en contra suya. En la rama del derecho hay diferentes vías encaminadas legalmente para proteger a las personas violadoras de las leyes y, estas herramientas tristemente son legales; aunque defiendan u oculten alguna prueba relacionada con el delito, que irónicamente, la propia ley condena. Pero lo inverosímil de este cuadro, resalta a quienes crearon este código de conducta: las autoridades en función del derecho o legislación, con el objeto de guiar y proteger a cada ciudadano a enfrentar un juicio justo, aunque se lacere el alcance del derecho, al carecer de las herramientas legales para contrarrestar la comisión de un delito por una persona. En otras palabras, que el mismo estado mediante la instauración, establecimiento y ordenación de las leyes, parece violentar en algunos casos el propio fin de la mismas leyes. ¿No parece esto algo contraproducente? Desde luego que sí. No puede darse el caso, a no ser contra la razón misma, que la ley, cuyo fin es prohibir y condenar una acción delictiva, esta a su vez paralelamente, autorice las herramientas para proteger, falsear o absolver el mismo delito que a su vez condena.

    ¿Que nos enseña esto? La razón misma habla a nuestra conciencia, de este modo, nuestra conducta o comportamiento deberá fluir por la vía del deber, cimentada a realizar el bien a toda la obra de la creación; y si por el contrario tiene como resultado violentar y dañar a alguien o a algo, entonces, quienes obren de ese modo, deben recibir el pago por su extravío, el cual lastimeramente no puede resarcirse, hasta que el ofensor purgue o reciba el pago dictado o establecido por el estado por violentar la ley.

    Las leyes terrenales mantienen el orden, mediante su cumplimiento, y tocan los aspectos legales de los seres humanos; y no incluyen las leyes espirituales. Antes de toda ley establecida en la tierra por los gobiernos, ya Dios había creado desde edades eternas mediante su sabiduría incomprensible e insondable, las normas de amor, basada en el código de los diez mandamientos; así dio a conocer en el Edén a la exuberante pareja, su propio carácter, estableciendo su ley de amor: los diez mandamientos en sus corazones. De este modo, la primera pareja de seres humanos, modelada por Dios mismo con sus manos, pudieran vivir con amor, perfección, felicidad y obediencia voluntaria y perenne, y lo ofrendaran a su vez a toda la creación. De este modo, Adán y Eva guardarían las leyes establecidas por Dios. En el plano espiritual, Dios ha establecido su Ley de amor, con el propósito de mantener la paz y la felicidad en la vida de sus criaturas; como resultado de hacer su voluntad al obedecer su ley santa.

    El establecimiento de esta ley sagrada debía tener su cumplimiento por medio de la obediencia. La transgresión de ella debía traer consecuencias irreversibles, como Dios le había advertido a la santa pareja en el Edén. Esta premisa nos permite vislumbrar que, de igual manera, cuando violamos las leyes establecidas por los gobiernos de la tierra, debemos enfrentar un juicio, así también, habremos nosotros de enfrentar el tribunal del cielo, donde se hará el juicio final de Dios. En derecho, un juicio es la sentencia o fallo que emite un juez, en contra de un acusado, luego de estudiar minuciosamente el caso, de analizar las pruebas, de ver el pliego acusatorio presentado por fiscalía, y de escuchar los argumentos de los testigos de fiscalía; pero antes del juez dictaminar sentencia, debe escuchar al abogado defensor y los testigos de este, los cuales darán fe de la veracidad del peso de su defensa. El juez no deberá emitir el fallo en contra del acusado, hasta que todas las pruebas, hechos y causas de ese caso, concluyan que más allá de toda duda razonable, la persona acusada de un delito es realmente la misma persona a la cual se sentencia; y como resultado de las pruebas no existe otra razón más allá de toda duda que el acusado es culpable. Este libro tiene como propósito mostrar de manera cruda, que cada persona debe enfrentarse ante sus acciones y ser juzgada por estas; y como Dios lo ha establecido en su palabra, de ese modo será.

    ...Son sus manos, manos talladas con dolor. Nunca dejemos que alguien se acerque a nosotros, y no se vaya mejor y más feliz.

    Madre Teresa de Calcuta.

    Capítulo I

    El juicio venidero

    El juicio de Dios es fiel y verdadero

    ¿En realidad, Dios efectuará un juicio final? Debo afirmar que sí. Dios llevará a efecto un juicio, cuyo inicio está asentado en los registros del cielo, con una exactitud capaz de hacer temblar a cualquiera; esa fecha contiene el año, el día, la hora, y el minuto preciso en el cual cada uno de nosotros será juzgado por sus acciones, sus palabras, intensiones, sus pensamientos, hechos y actos, fueren estos hechos ocultos o no. Lo cierto es, que se juzgarán a los vivos y también a los que ya murieron: Por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos (Hechos 17, 31). No existe manera para evitar este juicio; ya está en el calendario de Dios, no lo adelantará, lo atrasará, o suspenderá. Su Palabra es fiel, poderosa, infalible, es eterna y maravillosa, es imposible fallar.

    En un juicio, se ventilan los hechos y acciones de los acusados, mediante las pruebas reunidas y las declaraciones de los testigos. A diferencia del juicio que Dios llevará a cabo, donde no solo nuestras palabras, acciones y hechos serán juzgadas; sino también, nuestros pensamientos, los defectos y pecados que solo la persona conoce. Todo lo que esté oculto en nuestra vida, los secretos más profundos de nuestro corazón, se ventilarán en aquel día verdadero y justo. Romanos 2, 16, lo expresa de esta manera: En el día que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio.

    Dios habrá de juzgar por Jesucristo, es decir, Dios por medio de Jesús, juzgará las acciones de la humanidad: como está escrito en su evangelio, en su palabra, y en el ejemplo dado por su vida como hombre, durante el tiempo que vivió Dios entre los hombres, en la persona de Jesucristo. Lo maravilloso de esto es que, en Jesucristo, toda la tierra, toda la humanidad y toda la creación, fue bendecida por la presencia no de un simple mortal, porque Jesús era mortal, lo comprobamos durante las escenas dantesca que precedieron a su lastimera muerte ignominiosa; porque en la persona de Jesucristo habitaba el mismo Dios (Colosenses 2, 9). De ese modo, Dios mismo en persona tuvo el favor de venir a la tierra de manera voluntaria, aunque así lo quisiese alguien, ninguna criatura del universo en su infinita creación perfecta podía pagar la deuda a causa de la desobediencia de la primera pareja. Así, Dios en su amor inefable nos redimió, otorgándonos la salvación gratuita, cuando nuestra deuda, cuyo precio no podíamos pagar por transgredir su santa Ley, quedó salda en la cruz del calvario.

    Todos compareceremos ante el juez

    Todos los que violentan la ley deberán, en su momento, presentarse ante un juez. Sin embargo, no todos hemos tenido la ocasión de tener un día en corte. Todo cambia ante el Juez de amor y justicia, pues en su agenda juzgará con justicia y equidad; con cuya acción, dará a cada uno lo que merecen sus obras. El Juez perfecto y santo, no se vende ni se puede comprar, porque él no es hombre para mentir, para arrepentirse o para cambiar el resultado de sus promesas o palabras (Números 23, 19); él permanece fiel para siempre y desde siempre (2 Timoteo 2, 13); cuando finalmente estemos ante su presencia, pagará a cada uno conforme a sus hechos (Romanos 2, 6). Todos tendremos que participar en ese juicio, todos seremos juzgados, malos y buenos, justos e injustos.

    No solo los vivos convertidos al Señor, también los muertos que fueron a sus tumbas haciendo su voluntad serán todos juzgados. De igual manera los inconversos fallecidos de todas la épocas de la historia de la humanidad, serán juzgados; así, como cada persona en la actualidad que no se haya arrepentido de sus maldades, enfrentará irremediablemente el juicio final. Comparecerán allí los intelectuales y analfabetos, los ricos y pobres, los cultos e incultos, los virtuosos y los desposeídos de talentos, las personas hermosas y las feas, los negros y blancos, adultos y jóvenes. De igual manera, estarán en el juicio los mentirosos y los que dicen verdad, los que roban y los que regalan, los asesinos y los que curan, los envidiosos y los altruistas, los calumniadores y los que dan consuelo, los adúlteros y los que viven sin contaminarse, los orgullosos y los humildes, los que atesoran riquezas materiales y los que siembran obras de bien, quienes se consideran personas buenas y aquellos que miran a Cristo como su modelo, los que menosprecian la ley de Dios y los que la exaltan. Nadie escapará o evitará ese día en el cual Dios habrá de efectuar la obra del Juicio Final.

    No debemos juzgar

    En el libro de Romanos 14, 10, lo expresa de la siguiente manera: Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú también, ¿por qué menosprecias a tu hermano? Porque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo. En esta cita, se formulan dos interrogantes: La primera, va dirigida a los que señalan, murmuran o juzgan a su prójimo; la segunda, se centra en apelar al orgullo de quienes se consideran mejores que los demás. La enseñanza a través de estas dos preguntas está enfocada en la prohibición de no señalar o juzgar ni considerarnos mejores a los demás. Porque todos estamos en el mismo nivel, todos somos pecadores; por lo tanto, habremos de ser juzgados, no importa en la estatura moral o espiritual en la cual nos encontremos.

    La escena que ilustra perfectamente la condición de cada persona, es precisamente aquella en la cual un joven se acercó a Jesús, para preguntarle qué necesitaba para entrar en la vida. Antes de hacerle la pregunta, empleó un cumplido o reconocimiento al llamarlo maestro bueno; luego de reconocerlo como alguien perfecto, es entonces, cuando lo aborda con una pregunta. Jesús no respondió en seguida a su interrogante, en su lugar le preguntó al joven por qué lo llamaba bueno, si había solamente uno: Dios que está en los cielos (Mateo 19, 16-17). Si el mismo Jesús, perfecto en todos sus caminos, sin pecado, santo, Dios en persona, decía de sí mismo que no era bueno, ¿por qué nosotros seres imperfectos, pecadores, debemos creernos que somos buenos o mejores que otros? Porque si somos todos pecadores, entonces, como lo expresa Dios en su Palabra, todos compareceremos ante el gran tribunal de Cristo (Romanos 14, 10).

    Los ángeles que se revelaron serán juzgados

    La Biblia, la Palabra de Dios, presenta los pormenores de lo acontecido en el cielo, cuando un ángel especial y muy poderoso albergó en su corazón, como resultado de la codicia y el orgullo, querer ser igual a Dios. Ese ángel era Luz bel o Lucifer, que significa lucero de la mañana. Él tenía todos los atributos de la perfección siendo el más distinguido y honrado de todos los demás ángeles. Pero tristemente se distanció de su deber para lo cual fue creado, y se envaneció su corazón a causa de la envidia, que ocasionó disputara el trono a su propio creador. Para lograrlo, inició una campaña que infiltró dentro de todas las huestes angelicales, mediante la cual, desacreditó a Cristo de ser austero e inflexible: pecados afines con su propio carácter; entonces, valiéndose de su posición jerárquica, logró persuadir a muchos de los ángeles, a los cuales entrampó y quienes se unieron en aquella pérfida maniobra desagradecida.

    De manera que no solo los seres humanos seremos juzgados, también lo será el mismo Lucifer, con cuya rebeldía adoptó el nombre de Satanás, Diablo y Belial; unido a este, los ángeles que decidieron escuchar su voz, despreciando de ese modo la vida de felicidad eterna al lado de su creador, experimentarán irremisiblemente el juicio. En el libro de Judas 1, 9, dice: Y los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada, los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día. De ese modo, no solo los seres humanos de todas las épocas compareceremos ante el gran juicio, también lo harán todos los ángeles que se unieron a la rebelión con el enemigo de Dios.

    Cada uno personalmente responderá por sus acciones.

    En la justicia terrenal no ocurre así. No todos damos cuenta de nuestras acciones, ya sea por ocultar nuestros actos o bien por actuar perversamente al coartar a quien debe juzgarnos. Es de todos conocido, de personas con comisión de un delito, que tristemente sus actos criminales han quedado impunes. Otros, en cambio, siendo inocentes son declarados culpables: en verdad nosotros no somos fieles, somos infieles; esto es común en la justicia de la tierra, que un juez al presidir un juicio, falle a favor del acusado, declarándolo inocente, cuando existen todos los elementos legales para acusarlo. O en cambio, es declarado culpable, siendo inocente. Un bochornoso cuadro, que se ha repetido en muchas ocasiones en las cortes, es el caso cuando un juez juzga a un acusado por un delito que en el pasado el propio juez cometió. Entonces, no puede haber justicia para las personas, porque en la vida de cada ser humano no hay justicia, no hay uno justo. Aunque aquí en la tierra no todas las personas responderán por sus delitos; en el Juicio de Dios, sí tendremos personalmente que dar cuenta de todo cuanto hemos hecho. No existe manera de evitarlo: el dinero, la raza, el origen, la educación, ni ninguna otra cosa. No hay esfuerzo humano capaz de impedirlo.

    El libro de Mateo 12, 36, dice así: Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. El cielo se anota y se toma cuenta de todo lo que decimos. De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí (Romanos 14, 12). Jesús mismo hablando con sus discípulos, les advierte del peligro de hablar livianamente, porque nada se pasará por alto en aquel día. En la actualidad, la mayoría de personas no se detienen a considerar, las implicaciones de sus palabras y dialogan descuidadamente; expresan palabras vulgares y destempladas, hablan de los demás, divulgan secretos personales, hacen acusaciones mal intencionadas y se comportan indiferentes ante sus acciones. Algunas personas maquinan en sus mentes la manera en cómo dañarán o se aprovecharán de la nobleza de su prójimo. Por ello nuestras palabras deberán ser sazonadas por el amor, la comprensión y la tolerancia; desde ahora, cuando hablemos de alguien que no está presente, resaltaremos sus virtudes, sus puntos buenos y fuertes. Oremos a Dios pidiéndole la fortaleza para sujetar nuestra lengua, cultivar buenos pensamientos y obrar en favor de todos. Con su ayuda, él nos capacitará mediante la dirección de su Espíritu Santo, y por su providencia recibiremos la bendición de para vencer todas nuestras debilidades en su Nombre.

    ¿Quiénes serán juzgados?

    En varias ocasiones hemos enfatizado, que todos seremos juzgados: los ancianos, los jóvenes, los adultos, los niños, los adolescentes, el justo y el injusto, el convertido y el no convertido; todos los seres humanos enfrentaremos el juicio de Dios. Pero las implicaciones que ha causado el pecado por causa de la transgresión de la Ley de Dios, ha tenido repercusiones universales, cuyo resultado aplica a toda la creación. Todo el planeta tierra, sus habitantes incluyendo a: los animales, las plantas, los árboles, los peces, los insectos, los animales microscópicos, todo en la tierra enfrentará al final los efectos del juicio final. Y dije yo en mi corazón: al justo y al impío juzgará Dios (Eclesiastés 3, 17).

    ¿Podrá alguien escapar del juicio? (Gálatas 6, 7)

    La victoria se celebraba después de ocho semanas de haber transcurrido las elecciones. El flamante presidente electo de Estados Unidos, Abraham Lincoln, era el ganador de la contienda electoral en el año 1860. Esa noche estaba reunido con sus más fieles seguidores estudiando una complicada agenda. La mayoría de los funcionarios habían sido elegidos, y solo faltaban dos puestos de confianza. Lincoln se quedó hasta tarde en su oficina aquella noche, sin tener aún dos nombres. Las horas habían transcurridos y se había desvelado; entonces, meditando con su cabeza sobre su escritorio, recordó la época de sus años universitarios, cuando viajaba en autobús diariamente para ir a la universidad... Una escena vino a su mente. Recordó que ese día subió al autobús con sus compañeros de estudios. Todos subieron y él fue el último en abordar, se acomodaron todos en los asientos disponibles, de modo que Lincoln tuvo que sentarse en la parte de atrás, en el último asiento, específicamente en el centro del pasillo: el único espacio disponible. Desde su asiento podía ver a sus amigos acomodados en sus asientos. El autobús se detuvo y una anciana subía penosamente arrastrándose con su bastón. La mujer, empezó a deslizarse por el pasillo esperanzada de conseguir un asiento, mientras los amigos de Lincoln y todos los que estaban frente a él la ignoraban. La señora siguió adelante y cuando pasó al lado de uno de sus amigos que estaba sentado próximo a él, se levantó y le cedió el asiento a la dama. Lincoln entonces, viendo el gesto de cortesía y generosidad de este compañero, vio en este, la persona idónea para ocupar uno de los dos puestos de confianza que estaban vacantes. Pero tristemente recordó que ese personaje había fallecido un tiempo atrás. Y como un gesto de agradecimiento póstumo, eligió a uno de sus hijos para el prominente cargo.

    Pero quizás pudiéramos preguntarnos, ¿qué relación hay entre escapar del juicio y esta historia de Lincoln? Hay aquí hay una enseñanza profunda, primero la historia muestra el comportamiento de los protagonistas; algunos se mantuvieron impávidos cuando la señora pasó a su lado, mientras que uno en particular, cedió su asiento voluntariamente a la endeble dama. Segundo, la acción de este joven no tuvo mucha importancia para algunos, pero fue una acción noble y correcta, la cual le rindió fruto aún después de su muerte, porque su descendiente cosechó el fruto, que en el pasado su padre sembró.

    De modo que, así será también el juicio de Dios, no lo podremos engañar. ¡Claro!, podemos engañar a nuestra esposa, a nuestro amigo, nuestro hermano, al pastor; podemos burlarnos de las personas, menospreciarlas, actuar indecorosamente, falsamente. Lamentablemente este comportamiento es sinónimo de que estamos sembrando en tierra árida. Y ante Dios, todo lo que yo siembre dará fruto. Si siembro semilla mala, la cosecha producirá frutos malos. Si en mi vida siembro semillas buenas, entonces, cosecharé buenos frutos. En su Palabra Dios dice: No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna. No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos (Gálatas 6, 7-9).

    En el juicio final establecido por Dios, no podremos escapar. Notemos: si hemos obrado bien, sembrando obras de acuerdo al Espíritu, conforme a su voluntad, segaremos la vida eterna, donde disfrutaremos de felicidad eterna al lado de Dios. Ahora, si hemos obrado mal, sembrando para satisfacer los deseos de la naturaleza humana, viviendo a nuestro parecer; entonces vamos a cosechar el fruto de nuestro extravío.

    Esto es un razonamiento lógico, es sencillo. El bien produce el bien; en cambio el mal debe necesariamente producir el mal. En otras palabras, si hacemos el mal, esto

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