Natalia Velilla: Una magistrada best seller
Usted escribió un libro de divulgación en el que hace un importante esfuerzo por humanizar, es decir, desidealizar la figura de los jueces y las juezas en España. A esto quiero volver más adelante, pero me parece un punto importante destacarlo en primer lugar. Me llama mucho la atención que el proceso de oposición por el que se obtiene la plaza de juez y de fiscal en España es muy parecido al procedimiento para que alguien pueda ser notario en la Ciudad de México. Son exámenes inusuales, y nadie más, para ningún otro cargo, tiene que someterse a ellos. ¿A qué se debe tal complejidad?
En España, a la mayor parte de las profesiones jurídicas estatales o públicas se accede de la misma manera. Aquí también los notarios pasan un examen como el de la oposición de juez, pero también sucede con los abogados del Estado, los fiscales y los funcionarios de la administración tributaria.
El sistema que se escogió es antiguo, anterior incluso a la Constitución española. Tiene una parte positiva y una parte negativa, como todo en la vida. La positiva es que de esta manera se elimina cualquier sesgo de elección; es algo muy objetivo. Hay un temario y una serie de disciplinas que se tienen que estudiar, y luego se revisa el examen delante de un tribunal; no hay subjetividad. No hay diferencias sociales ni diferencias de universidades en las que se haya estudiado, ni nada. Simplemente se requiere la aprobación del examen. Eso es bueno porque cualquier persona que se esfuerza puede llegar a ser juez o notario o registrador de la propiedad o abogado del Estado.
■ Hay un momento en la narración de su experiencia en la que habla de la soledad de los jueces en España. Explica que la profesión es solitaria y que eso deriva en ciertos individualismos en sus vidas personales. ¿Puede ese individualismo, derivado de la soledad del juez, afectar su quehacer como trabajadora operadora de un sistema de justicia en el que se requiere trabajo en equipo?
Indudablemente sí.
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