Sin una verdadera democracia, los derechos humanos palidecen Sergio García Ramírez
Karen Rebollo: Nuestra primera pregunta va enfocada a usted. ¿Quién es Sergio García Ramírez?
A partir de mis respuestas seguramente me conocerán más, pero les diré que soy un hombre muy afortunado por los profesores que tuve, por la hospitalidad que me brindaron varias instituciones, por las oportunidades que me ha dado la vida y, muy particularmente, por estar aquí, sano hasta donde alcanzo a ver, de muy buen ánimo, recibiéndolas.
He tenido el privilegio de ser académico y servidor público durante muchos años y de conciliar con armonía esas dos actividades. También me he podido desempeñar, para mi fortuna, en medios internacionales como la Corte Interamericana de Derechos Humanos, durante 12 años, y también en otras instancias.
Tengo una enorme deuda con la vida; cuando me vaya, no la dejaré pagada. Pero quiero reconocerla, al igual que a mi país, a mis amigos y a mi familia, y agradecer a Dios.
■ Hilda Luna: Con una trayectoria tan amplia, ¿qué meta tiene en este momento de su vida?
Seguir trabajando. Alcanzar una realización personal que me permita servir a mi país; ser útil, servir a mi profesión, al magisterio y a la investigación, además de aportar algo a estudiantes como ustedes. Ojalá que pueda conseguirlo mediante la cátedra, los libros, la investigación y la formación de nuevos juristas.
■ Karen Rebollo: De los cargos que ha ejercido, ¿cuál es el que más lo ha marcado y por qué?
Empecé siendo servidor público como delegado del Departamento de Prevención Social en la Penitenciaría del Distrito Federal, en 1961, y gracias a mi trabajo alcancé cargos de diverso rango, algunos muy importantes y otros más modestos, pero puedo decir con toda franqueza que prácticamente todos los empleos que he tenido y las
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