Expedición Monte Olimpo
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Luis Pulido López
Luis Pulido López nació en Madrid en el año 1980. Es ingeniero de software durante el día y por las tardes y en los ratos libres se las ingenia para ascender alguna montaña y luego descenderla con su parapente, o inventar alguna vía en cualquier rocódromo de la ciudad. Durante un parón en su vida debido a un grave accidente en la montaña, comenzó su trayectoria literaria. Basándose en la pericia y en el aprendizaje de las experiencias vividas, imagina nuevas aventuras, plasmándolas hasta contar con el material necesario para escribir esta obra.
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Expedición Monte Olimpo - Luis Pulido López
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Luis Pulido López
Expedición Monte Olimpo
Luis Pulido López
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© Luis Pulido López, 2023
Diseño de la cubierta: Equipo de diseño de Universo de Letras
Imagen de cubierta: ©Shutterstock.com
Obra publicada por el sello Universo de Letras
www.universodeletras.com
Primera edición: 2023
ISBN: 9788419614810
ISBN eBook: 9788419612847
A mi hijo Yun, quien con solo dos años me ha enseñado que hay otras cosas más allá de la escalada o volar en parapente, aún más divertidas.
Agradecimientos
Gracias a Patricia, por haberme dado la paz necesaria para abordar la aventura de escribir este libro.
Gracias a Robin porque fueron sus historias contadas durante los largos paseos por la montaña las que me atrajeron a conocer más sobre aquellos pioneros exploradores y despertaron mi imaginación, y a Ángel por sus explicaciones sobre nudos y técnicas de escalada.
Gracias a Jose Isidro, Josito, por su afecto y ser para mi una fuente de inspiración. A Ricardo por sus ideas marcianas, siempre compartidas en divertidas charlas más allá de la hora a la que los gremlins se hacen malos. Gracias también a Bea, por ayudarme en la redacción y corrección del texto en un tiempo récord, justo cuando más lo necesitaba.
Gracias en especial a mi familia: a mis padres, a mis hermanos y a San, por haberme apoyado tanto durante todos los duros momentos que he pasado este año y que me permitieron una dedicación plena a recuperarme y no preocuparme de nada más que eso.
Introducción
Situado en el hemisferio occidental del planeta Marte, en las coordenadas aproximadas 18º N, 133º W y con una altitud máxima de 21 232 metros según las últimas mediciones, el pico más alto del sistema solar, el monte Olimpo, solo era cuestión de tiempo que alguien decidiese que era necesario escalarlo, porque está ahí.
A las 9:10 de un lunes de octubre del año 2052, sorprendía al mundo la tentativa tecnocientífica sin parangón. Tres meses antes, bajo el escenario de las oficinas del Servicio Topográfico Interplanetario (STI) de la estación Gnosis, situada en la isla de Amorgos, Grecia, casi al final de su turno de trabajo, Alan Vim Dissen, un joven y despierto ingeniero de comunicaciones experto en radiodetección, había entrado corriendo en las dependencias de dirección, exclamando que un agrimensor de Nuevo París, Marte, había encontrado una ruta técnicamente viable hacia la cima del monte Olimpo.
Jade Alter, quien estaba a cargo del STI, recibía la noticia con asombro y, por qué no decirlo, cierta incredulidad. Y es que, durante algo más de cinco años de incesante búsqueda con la tecnología de teledetección más puntera, no habían encontrado ruta alguna que no supusiera un desbordamiento gravitatorio.¹
«¿Le habrá llegado por fin su turno al monte Olimpo?», se preguntaba Jade mentalmente mientras invitaba a Alan a sentarse a la mesa y ver esos datos juntos.
Cierto es que la progresión en la culminación de los grandes picos marcianos iba a buen ritmo, gracias, en parte, al despliegue de satélites meteorológicos en Marte. Con ellos, se pudieron entrenar modelos climáticos y afinar las previsiones a corto plazo, tan necesarias para el ataque a una cima de esas características.
Pero el salto tecnológico que permitió todas estas expediciones fue, sin duda, el desarrollo del traje de exploración autónoma (TEA), hace más de una década. Fue a partir del trabajo que le valió el doble Premio Nobel, en las categorías de Física y de Química, al equipo del MIT que consiguió sintetizar tejido altamente resistente a partir de células electrolíticas que permitían, entre otras cosas, la síntesis de oxígeno a partir del dióxido de carbono, tan abundante en la atmósfera marciana. Con ello, el aprovisionamiento continuo de oxígeno estaba garantizado.
Aun así, pese a que la capacidad de innovación humana había permitido la exploración marciana con bastante éxito, el monte Olimpo, el hogar de los dioses, como hace referencia su nombre, no se iba a doblegar ante fuerzas de naturaleza humana o, al menos, no fácilmente.
Y es que la cota «catorcemil»² se consideraba límite de la resistencia humana en Marte. A partir de esa altitud, la capacidad de generar oxígeno en las células electrolíticas se reduce a menos de la mitad, pues la concentración de dióxido de carbono atmosférico está drásticamente disminuida. La sangre adquiere una densidad muy alta impidiendo un flujo adecuado en el cuerpo y la sensación de mareo es constante. Muy semejante a lo que en la Tierra es la cota «ochomil», la conocida como «zona de la muerte».
Se estima que, en la cima del monte Olimpo, la presión parcial de oxígeno generada por las células electrolíticas sería como máximo de 0,065 bar. Si lo comparamos con lo que tenemos en la Tierra, la presión parcial de oxígeno a nivel de mar es de 0,2 bar, y en la cima del Everest es aproximadamente de 0,074 bar, por lo que la sensación en ambas montañas debe de ser bastante parecida. En esas condiciones, no es de extrañar que se resistiera entre los más intrépidos y experimentados escaladores.
En Marte, los grandes picos están concentrados en la región de Tharsis y forman alineamientos de origen volcánico muy parecidos a los terrestres. Pero el caso del monte Olimpo es especial. Geográficamente descolgado del alineamiento principal, de su extravagante altitud, dimana un escenario de dimensiones sobrehumanas.
Ascender el monte Olimpo supone penetrar en un terreno casi imposible, sembrado de colosales formaciones caprichosamente complejas moldeadas por su pasado volcánico. Extravagantes arcos rocosos y puntiagudas agujas de andesita, algunas de más de mil metros de altitud, dan paso a dédalos de galerías basálticas por donde discurrió el magma como tubos de lava kilométricos que hay que atravesar.
Es todo un compendio de los elementos característicos de un volcán en escudo con muchos episodios explosivos en su haber.
Mapear todo ese laberinto de galerías basálticas con el georradar había sido un trabajo de varios años y mucha inversión económica, pero, por fin, parecía que daba sus frutos. Enlazar los grandes sistemas de fisuras y chimeneas de distintas dimensiones que hacen de líneas conectoras entre las calderas y cráteres de impacto que componen el hogar de los dioses había sido el resto del trabajo, llevado a cabo por sistemas expertos y supervisado por prestigiosos alpinistas, para establecer una ruta con garantías de éxito hacia la cima.
¿Estaba el monte Olimpo realmente construido a escala sobrehumana? ¿Más allá de los límites físicos de resistencia humana?
¹ Se llama así a la necesidad de recurrir a tecnología antigravitatoria para superar un paso abrupto.
² Fue definida por el médico suizo Rob Andersen en 2038 como la altitud por encima de la cual el ser humano ya no puede aclimatarse a las condiciones marcianas.
La noticia
«más esperada»
Mientras se cargaban los datos provenientes de Nuevo París³ y se realizaba un primer análisis, Jade invitaba a varios empleados de la compañía a unirse a esa improvisada reunión, de forma inmediata, en el aula virtual Marineris durante la siguiente hora y media.
A las diez y cuarto de la mañana de aquel martes 23 de julio del 2052, ya con los datos sobre la mesa, todos estaban preparados y atentos a las palabras de Jade. Tras una breve disculpa por lo improvisado de la reunión —Jade era plenamente consciente de que varios miembros del equipo ni siquiera estaban en la Tierra, sino en la sede de Nuevo París, Marte, en donde les pillaba a horas intempestivas de la noche—, continuó informando del motivo. Esto último tranquilizó a más de un asistente, dado que llevaban unos meses muy difíciles en cuanto a financiación. En las conversaciones de pasillo, se comentaba que, probablemente, este sería el último año de Jade a cargo del STI, por tanto, saltaban las alarmas de despidos y más limitación de recursos, etc.
—Si os parece, empecemos por ver los resultados de la simulación —continuó Jade, ya entrando en materia, recogiendo su cabello blanco perla en una coleta baja, que dejaba al descubierto las pequeñas piedras de andesita de sus pendientes—. ¿Cuántas iteraciones se han hecho y cuál ha sido el porcentaje de éxito?
—Tengo esa información aquí mismo —se anticipó Alan al tiempo que se secaba unas gotitas de sudor que resbalaban sobre la frente con el pañuelo, improvisado, del puño de la camisa—. De todas formas, aseguraos de que ya todos tenéis acceso a los datos con vuestras credenciales. El análisis parte de una simulación de más de mil quinientas iteraciones —los presentes comprobaban si, efectivamente, tenían acceso— y ha dado como resultado un índice de éxito de más del sesenta por ciento.
—La intención, como bien sabéis —añadía Jade con tono pausado—, es encontrar una ruta con un mínimo de garantía que atraviese este anillo de galerías magmáticas, el Sector III —comentó Jade señalando un holograma del monte Olimpo que se proyectaba en el centro, concretamente, a una zona color rojo—. Hasta ahora, no habíamos tenido éxito…
—Pero parece que eso acaba de cambiar —concreta Alan—. Y, superado ese escollo, ya nos encontraríamos alrededor de los dieciséis mil quinientos metros de altitud; podríamos establecer un campo de altura allí y plantear el ataque a la cima…
—Exacto, Alan, aunque esa será otra conversación, dado el caso. Muchas gracias —sostuvo Jade a la par que le indicaba a Alan que no se precipitara mediante gestos.
—Pero una cosa —intervino Valeria Shakleton desde Nuevo París, quien agitaba con una cucharilla el contenido de una taza de acero inoxidable, la cual tenía un mosquetón pegado haciendo de asa—, ¿podemos confiar en que ese resultado nos garantizaría la viabilidad de una expedición? Ese índice, para un profano en la materia, parece solo algo mejor que tirar una moneda al aire…
Esta observación provocó cierto murmullo y cruce de palabras entre los asistentes.
—Un segundo, Valeria —interrumpió Alan. Se puso a buscar precipitadamente algo entre toda la información, que no tardó en encontrar. Se volvía a secar unas gotitas de sudor de la frente; esta vez la propia Jade le había prestado un pañuelo—. Como podéis ver en este gráfico simplificado —proyectó aquel gráfico para todos—, la incertidumbre debido a la interacción entre variables es muy elevada. Sin embargo, se ha analizado todo teniendo en cuenta la versión más pesimista de cada variable, por ejemplo, el factor visibilidad está al dos por ciento, prácticamente nulo, y así con todas… Así que, ese sesenta por ciento sería el peor escenario. En condiciones medias, sería muy mejorable… Y si lo comparamos con lo que hasta ahora hemos conseguido con datos del georradar, hemos pasado de menos de un veinte por ciento a este sesenta por ciento.
—Disculpa, Alan, tío… Yo aún no puedo acceder al dataset⁴ —mencionó Valeria Shakleton—. Aun así, con lo que has comentado, ¿podríamos deducir que el georradar ha dado, entonces, con una ruta viable a través del Sector III? Es decir, ¿una ruta que atraviesa el laberinto de galerías magmáticas?
Valeria Shakleton, de veintiocho años e hija de un marino mercante de Alaska, llevaba asentada desde hacía unos dos años en Nuevo París; es una extraordinaria alpinista experta en hielo y mixto.⁵ Ha