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Primer Contacto (Crónicas de dos universos 2): CRÓNICAS DE DOS UNIVERSOS
Primer Contacto (Crónicas de dos universos 2): CRÓNICAS DE DOS UNIVERSOS
Primer Contacto (Crónicas de dos universos 2): CRÓNICAS DE DOS UNIVERSOS
Libro electrónico481 páginas7 horas

Primer Contacto (Crónicas de dos universos 2): CRÓNICAS DE DOS UNIVERSOS

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La humanidad se ve amenazada por un tipo de vida jamás visto hasta la fecha.

Más allá de nuestra galaxia, donde todo es todavía tan grandioso como desconocido, alguien o algo ha decidido acercarse a nuestro planeta y amenazarlo, extendiendo el terror por todos sus confines.

Nuestros héroes, Alice y Adam, deberán enfrentarse a sus miedos para detener a estas fuerzas malignas sin rival y evitar esta catástrofe sin antecedentes que amenaza con destruir nuestro pequeño planeta Tierra.

Así como Alice fue la introducción a este nuevo mundo, Primer contacto, la segunda entrega de la saga «Crónicas de dos universos», representa el punto de partida de una odisea que nos llevará mucho más allá de nuestras fronteras, donde se desvelarán misterios hasta ahora completamente fuera del alcance de los seres humanos, y donde descubriremos mundos y seres desconocidos para nosotros.

IdiomaEspañol
EditorialCaligrama
Fecha de lanzamiento5 abr 2017
ISBN9788491127475
Primer Contacto (Crónicas de dos universos 2): CRÓNICAS DE DOS UNIVERSOS
Autor

Thomas Larmin

Thomas Larmin nace el 13 de noviembre de 1974 y colabora de forma habitual escribiendo artículos en periódicos. Después de Alice, Primer contacto y El comienzo, Devastación es la cuarta entrega de la saga «Crónicas de dos universos».

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    Primer Contacto (Crónicas de dos universos 2) - Thomas Larmin

    Crónicas de dos universos

    Primer contacto

    Thomas Larmin

    caligrama

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.

    Crónicas de dos universos

    Primer Contacto

    Primera edición: Octubre 2016

    ISBN: 9788491127482

    ISBN e-book: 9788491127475

    © del texto

    Thomas Larmin

    © de esta edición

    , 2017

    www.caligramaeditorial.com

    info@caligramaeditorial.com

    Impreso en España – Printed in Spain

    Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a info@caligramaeditorial.com si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

    Para Aitor Kokito,

    tus amig@s y familia nunca te olvidaremos.

    Contenido

    PARTE I LA LLEGADA 11

    PARTE II VERDERK 121

    PARTE III LA HORA DE LOS ENGAÑOS 207

    PARTE IV EL VIAJE 257

    PRÓLOGO

    La furgoneta destrozada de Anthony Allen que contenía el extraño comunicador de origen alienígena fue reducida a cenizas en un instante. Una nube de polvo comenzó a dispersarse alrededor del vehículo del mercenario. Aparecieron dos luminiscencias rojas; no era la primera vez, pertenecían a un extraño visitante venido desde muy lejos. Aquel ser enseguida detectó la presencia de tres fuerzas en el interior de unos pabellones, justo enfrente. Algo ocurría en los almacenes, algo que parecía interesarle sobremanera. Allí se encontraba otro de los primitivos modos de transporte, también inservible, empotrado sobre una pendiente con muro; había quedado fuera de uso tras estrellarse también aunque de un modo menos aparatoso. Era hora de dirigirse hacia allí. La disparidad entre las fuerzas resultaba evidente : una, de un poder mayor y maligno; la segunda, con una energía menor pero totalmente benigna; y otra tercera, que apenas poseía fuerza alguna, pero sí emanaba un gran coraje. De repente la forma desapareció. Nadie pudo verla, tales eran sus movimientos, su velocidad, su destreza. Entró en el primer pabellón para contemplar lo que sucedía. Antes de intervenir quiso ser testigo y mantenerse al margen durante un rato. Lo notaron dos de los tres terrestres que ahí se encontraban, sobre todo el que menos poder ostentaba. Siguió en esa tesitura durante un buen rato hasta que, llegado el momento, consintió que aquellas tres formas de vida primitivas pudiesen divisarlo tras crear un mar de dudas en los terrestres.

    PARTE I

    LA LLEGADA

    "Sería muy simpático que existiera dios, que hubiese creado el mundo y fuese una benevolente providencia; que existieran un orden moral en el universo y una vida futura; pero es un hecho muy sorprendente el que todo esto sea exactamente lo que nosotros nos sentimos obligados a desear que exista."

    Sigmund Freud

    CAPITULO I

    JUEVES 29 DE OCTUBRE DE 2015 10:15P.M

    SAN PEDRO DE ATACAMA, CHILE, CENTRO DE OPERACIONES DEL INSTITUTO ALMA DE ESTUDIO DEL UNIVERSO, A MÁS DE 7.000KMS DE NUEVA YORK.

    EL trece de marzo del año 2013 tuvo lugar en la planicie de Atacama la inauguración oficial del Proyecto ALMA, un observatorio de diseño revolucionario que fisgaría y contemplaría nuestro universo mediante el uso de ondas milimétricas y sub milimétricas acompañadas de un detalle sin precedentes en el estudio de nuestro universo. Un hito en la historia de nuestro pequeño planeta que considerábamos el centro del Cosmos.

    El proyecto ALMA fue un sueño largamente fraguado durante años por muchos de los mayores radio astrónomos de la Tierra, quienes junto con otros profesionales del sector, venían trabajando en este gigantesco proyecto desde un buen número de diferentes lugares del mundo, allá por los años noventa. En aquella época, tanto en Europa como en Norteamérica y Japón se había intentado gestar tres proyectos de características similares para lograr el diseño más prometedor. Pero pronto se hizo evidente que la suma de los esfuerzos de todas aquellas naciones conjuntas podría llegar a erigir un instrumento mucho más potente que cualquiera de los tres diseños fabricados por separado.

    Europa firmó un primer acuerdo con Norteamérica a finales de los noventa, un acuerdo al que, unos años más tarde, se sumaron Japón y Taiwán, sentándose así las bases para un mega proyecto científico auténticamente ecuménico y no tres proyectos, mucho más pequeños y disgregados, que no podrían alcanzar en ninguna medida las prestaciones del ALMA.

    Durante largos años el proyecto ALMA sólo existió sobre el papel, en la representación de planos y diseños que progresivamente comenzaron a convertirse en algo mucho más detallado y concreto con el paso del tiempo. Fueron necesarias una serie de innumerables reuniones (la mayor parte de ellas por teleconferencia para así poder minimizar los gastos), congresos, informes, numerosas solicitudes de financiación y un largo etc. de actividades ligadas a lo que posiblemente podía y debía convertirse en el mayor trabajo en conjunción para el estudio de la observación astronómica.

    Hizo falta todo esto y mucho más para llegar a encarnar en esencia este megaproyecto constituido por un número que superaba largamente a sesenta y seis antenas de altísima precisión de las que dispone en la actualidad.

    Finalmente y después de arduas reuniones, se decantó la construcción del proyecto en la llanura de Atacama, a unos cinco mil metros de altura, siendo este el lugar del planeta que poseía la mejor calidad visual en cuanto al cielo se trataba. Una innumerable cantidad de radio astrónomos e ingenieros procedentes de todos los institutos del mundo se incorporaron a tan majestuosa obra de ingeniería, todos ellos repletos de una ilusión desbordante.

    Era verdad que en un principio fueron muchos los científicos entusiasmados y comprometidos en tan portentosa obra, y ver cómo, día tras día, progresaba el proyecto no lograba otro objetivo que el de un entusiasmo fuera de lo normal.

    Pero, desgraciadamente, para bastantes de ellos el encontrarse en el techo de la astronomía representaba un enorme gasto, por lo que tuvieron que despedirse de aquella obra de arte —no sin gran pena— para volver a sus centros de trabajo de origen .

    Hoy en día el proyecto ALMA es, sin lugar a dudas, el observatorio más grande jamás construido y el que dispone de los cielos más claros y perfectos del planeta.

    Esta tierra, llamada El gran Llano de Chajnantor, se encuentra situada a unos cincuenta kilómetros al Este de San Pedro de Atacama. Es uno de los lugares más secos y ariscos de nuestro planeta. Las temperaturas allí arriba pueden llegar a variar desde los +20ºC hasta los —20ºC. La radiación solar es muy intensa para el ser humano. Su proporción de oxígeno a semejante altura es también muy baja debido no solamente a la altura, sino también a los fuertes vientos que allí se crean. Los vientos pueden soplar con gran violencia y a velocidades superiores a los cien kilómetros por hora. En la medida de lo posible, todo el trabajo se intenta realizar en una serie de habitaciones prefabricadas y presurizadas con idéntica similitud a la de los aviones comerciales.

    Hacer funcionar un observatorio en condiciones tan extremas de altitud y aridez supone todo un reto que solo puede justificarse por la inmejorable transparencia de sus cielos, auténticos espejos al infinito. El poder visitar a fecha de hoy aquella enorme meseta, ubicada en el más que probable techo de nuestro mundo hablando en cuestiones astronómicas, no deja indiferente a ningún científico, y más sabiendo que hasta hacía bien poco el seco e inhóspito paisaje se hallaba completamente olvidado y vacío de cualquier componente humano que se precie. Sin embargo, ya no era ese el caso, puesto que a fecha de hoy el panorama que se podía apreciar guardaba cierta similitud con una gran base sacada de la ciencia ficción.

    Los primeros trabajos se desarrollaron en el interior de las instituciones académicas, que facilitaron poco tiempo después el acceso a las empresas privadas y a los centros de investigación nacionales para que contribuyesen a la laboriosa construcción del interferómetro (un instrumento que emplea la interferencia de las ondas de luz para medir con gran precisión las longitudes que proyectan las mismas).

    Por otra parte, nos topamos con la planta generadora de energía del observatorio de la que se puede deducir, sin lugar a dudas, que es una de las instalaciones más importantes de dicha infraestructura, sin la cual el proyecto ALMA no podría existir.

    El instituto ALMA observa a día de hoy las diferentes galaxias, nebulosas, cuerpos celestes, planetas, satélites, meteoroides, estrellas, materia oscura, gases, cúmulos de galaxias, materia interestelar y todo tipo de cuerpo o elemento que el universo conocido por el hombre tiende a revelarnos en toda su magnificencia y esplendor; y lo observa ya con todas sus antenas funcionando a pleno rendimiento.

    También existe dentro del proyecto ALMA un novedoso y preciso telescopio compuesto de óptica—infrarroja extremadamente grande, bautizado por la comunidad científica como el E—ELT.

    Por otro lado, se encuentra la planta de suministro energético que cuenta con tres turbinas para diferentes tipos de combustible (ya sea líquido o gas), que le permiten la enorme capacidad de generar ocho megavatios de potencia. Para poder realizar observaciones más fidedignas y detalladas, las antenas grandes y móviles de ALMA, que pesan alrededor de unas ciento quince toneladas cada una, han de ser transportadas a diferentes emplazamientos en una región de unos 16 kilómetros cuadrados.

    Al alejar entre sí las antenas se logran diferentes modos de observación, que son el equivalente al efecto que produciría un zoom en una cámara fotográfica de última generación, siendo su resolución unas diez veces más precisa que el Very Large Array, otro observatorio radioastronómico situado en las llanuras de San Agustín, entre las localidades de Magdalena y Datil, a unos ochenta kilómetros al oeste de Socorro, en Nuevo México (Estados Unidos), y cinco veces superior a la del telescopio espacial Hubble.

    Para transportar las inmensas antenas se construyeron dos camiones transportadores de unas dimensiones verdaderamente colosales y de un aspecto totalmente diferente a cualquier otro medio de transporte inventado con anterioridad.

    Aunque las antenas de ALMA se encuentran a cinco mil metros sobre el nivel del mar, el observatorio también incluye un Centro de Operaciones Científicas (OSF) situado a unos dos mil novecientos metros de altitud cerca de San Pedro de Atacama y una sede administrativa en la ciudad de Santiago de Chile.

    La sala principal de control del instituto ALMA se compone de una enorme mesa de trabajo con quince pantallas de una calidad fuera de toda duda, donde se puede disponer de todos los datos de nuestro universo conocido.

    Por otra parte, se sitúa el correlacionador o más fácilmente llamado supercomputador del proyecto, siendo este el componente clave del sistema de radiotelescopios que los astrónomos usan para el avistamiento de nuevos e impresionantes hallazgos sobre la formación de planetas, estrellas y galaxias, y que contiene más de ciento treinta y cuatro millones de procesadores capaces de efectuar diecisiete mil billones de cálculos por segundo.

    En aquellos momentos, el técnico de origen español Eric San Juan, se hallaba inspeccionando aquel supercomputador, seguramente uno de los más poderosos del mundo, solo comparable con alguno de los utilizados por la NASA. Pese a sus treinta y nueve años, Eric San Juan seguía guardando su aspecto bonachón de la infancia, con su metro ochenta de estatura, ojos de rapaz totalmente marrones, pelo castaño rizado, de complexión normal; una cara casi siempre dispuesta a la sonrisa fácil y a la ayuda que en cualquier momento pudiese solicitarle alguno de sus compañeros de trabajo,

    A tan gran altitud, los técnicos necesitaban portar un balón de oxigeno instalado en sus mochilas traseras para respirar adecuadamente, puesto que a esas alturas sólo se puede disponer de una atmosfera que contiene la mitad de oxigeno de la que nos encontramos a nivel del mar, por lo que es difícil trabajar en tales condiciones. Aquella tranquila noche de finales de octubre del año 2015, la sala de control del proyecto ALMA se hallaba ocupada por las doctoras Carmen Ulloa, chilena de nacimiento, con una tez de piel bastante morena, pelo negro y liso que le llegaba hasta los hombros, algo robusta y un rostro tirante donde no cabía sitio para la sonrisa.

    A esta investigadora le acompañaba su colega, la doctora Emilie Kraften, de nacionalidad alemana, con una melena totalmente rubia, cuerpo de complexión alta y delgada, ojos azules y nariz estirada y que, sin llegar a ser realmente guapa, poseía cierto atractivo, siendo por encima de todo una científica, su carácter se encontraba en las antípodas de la doctora Ulloa.

    También se habían quedado en el centro de control los dos astrónomos norteamericanos Alexander Carrington y Bradley Johnson, los cuales gozaban de gran experiencia en cuanto a temas de astronomía , habiendo trabajado en los mejores y más importantes centros de observación a lo largo de nuestro planeta. Y ya por último, se encontraba la doctora japonesa Vanessa Ventura, que se beneficiaba de un nombre bastante extraño y exótico para dicho país, pero todo quedaba explicado pues se debía a que estaba casada con el técnico español Eric San Juan. La doctora Vanessa Ventura era la especialista en el uso de los CCD que, como su nombre lo indica, son abreviaturas de la palabra charge—couple—deviced (dispositivo de carga acoplada). Estos son circuitos integrados que contienen un número determinado de condensadores enlazados o acoplados bajo el control de un circuito interno.

    En las últimas décadas del siglo XX, la placa fotográfica había sido gradualmente reemplazada por estos detectores electrónicos llamados CCD, siendo un sistema formado por cinco cámaras CCD de alta sensibilidad capaces de posibilitar la monitorización durante la noche de la bóveda celeste para de esta forma poder registrar la mayor entrada posible de fragmentos de materiales desprendidos de asteroides, cometas o incluso otros planetas.

    Gracias a estos equipos, llamados CCD, se puede calcular la órbita que siguen los meteoritos antes de su impacto, de manera que puede determinarse de qué objetos del Sistema Solar proceden todas estas partículas de diferentes tamaños, formas y compuestos. Esta tecnología permite recuperar y analizar el mayor número de las rocas procedentes del espacio en caso de que impacten contra el suelo terrestre gracias a un minucioso y perfecto análisis de su trayectoria.

    Igualmente, el sistema permite obtener el espectro de emisión de los bólidos registrados gracias al uso de redes de difracción, que descomponen la luz emitida por los meteoritos al desintegrarse en nuestra atmósfera. El análisis del espectro revela así la composición química de todas estas partículas de materia interplanetaria.

    El planeta Tierra — en su movimiento alrededor del Sol — intercepta cada año entre cuarenta mil y ochenta mil toneladas de meteoritos, aunque la atmósfera casi nunca permite que la mayoría de estos cuerpos espaciales lleguen en algún momento a tocar la superficie terrestre. Esto se debe a la velocidad de los meteoritos, los cuales impactan contra nuestra atmósfera a grandes velocidades, que pueden ser entre diez y setenta kilómetros por segundo, desintegrándose la mayor parte de ellos a la hora de chocar con la mencionada atmosfera terrestre.

    El brusco choque contra las moléculas del aire calienta la superficie del meteorito y hace que en pocas décimas de segundo alcance una temperatura de varios miles de grados centígrados, por lo que éste pierde su masa y se desintegra normalmente antes de tocar nuestra superficie.

    Pero hoy iba a ser un día muy diferente; en cierto modo un día como nunca antes había sucedido. Algo se acercaba a nuestro mundo, y ese algo lo cambiaría todo… Nociones, física, leyes que creíamos exactas… Todo ello se preparaba para saltar por los aires y con ellas muchas de las teorías y dogmas de nuestros más famosos científicos.

    De repente uno de los quince monitores de la sala de control empezó a resplandecer con una luz roja parpadeante. Ese algo tan divergente acababa de hacer su aparición muy cerca de Júpiter. Al acercarse al monitor, la doctora Ulloa no daba crédito a lo que estaba contemplando. Según lo que podía identificar, un objeto completamente desconocido acababa de aparecer de la nada. Al contrastar semejante información, la doctora Carmen Ulloa llamó enseguida a su colega,, la doctora Emilie Kraften, y al resto del equipo de guardia, para entre todos tratar de confirmar lo que la menuda doctora chilena no era capaz de creer y que, en principio, lo achacaba a un fallo en el sistema.

    — ¿Ha visto usted eso, doctora Kraften? — le preguntó Carmen Ulloa —. No puede tratarse de un meteorito. Ha aparecido de la nada, sin más.

    La doctora Kraften tampoco poseía respuesta de lo que estaba contemplando en el monitor número doce de la sala de control, por lo que su réplica fue de una sencillez que rozaba la simpleza más precaria.

    — Será un error del ordenador, el técnico San Juan se encuentra verificando una parte del superordenador, realizando alguna que otra prueba, así que imagino que la cuestión del problema se encuentre allí y no en nuestro monitor.

    Se resistían a creer lo que sus ojos les estaban mostrando. Pero de repente y para gran sorpresa de ambas, un segundo monitor se iluminó con otra luz roja igual de parpadeante, seguidos de un tercero, cuarto y así hasta que los quince monitores señalaban el mismo supuesto error. Algo debía de estar fallando en el superordenador del proyecto ALMA. No era posible que los quince monitores mostraran la misma información.

    Sin embargo, lo que en un principio ambas doctoras tomaron por un simple fallo en realidad resultaba ser algo mucho más siniestro. Nuestro planeta se preparaba para algo que no llegábamos a comprender. Sin darse cuenta habían dado con un descubrimiento sin precedentes del que nadie podría renegar pero que, por el momento, no querían dar crédito, al pretender achacarlo a un simple error del superordenador.

    Qué pronto la Tierra iba a comprender cuan equivocados estaban sobre muchas de nuestras suposiciones y teorías, sobre ciertos misterios y leyes de la física que hasta el momento creíamos inviolables.

    De inmediato alcanzaron la sala de control los dos astrónomos americanos, así como el español Eric San Juan y su esposa, la especialista en meteoritos, Vanessa Ventura. Todos llamados por la doctora Kraften. Al ver llegar al técnico español, la doctora Ulloa enseguida se dirigió a él en un tono para nada agradable.

    —¿Qué has tocado para que estos chismes nos muestren estas lecturas incomprensibles? — le inquirió en tono desatado la doctora Carmen Ulloa aEric San Juan.

    Se podía notar que no era realmente aprecio lo que la doctora sentía por él. Parecía existir una indisimulada animadversión entre ambos científicos.

    —¡No he tocado absolutamente nada! — le contestó San Juan en un manera áspera. Es más, no he necesitado alterar nada puesto que todo estaba perfecto, así que, sea lo que sea, lo que aparece en los monitores te puedo asegurar que es bien real.

    — Haceros a un lado y dejadme echar un vistazo a todo esto— les solicitó amablemente Vanessa Ventura.

    Después de un pequeño lapso de tiempo que lo dedicó a contrastar ciertos datos, la doctora Ventura se quedó completamente boquiabierta al confirmar lo que le indicaban sus primeras investigaciones

    —¡Dios mío! — dijo en un tono de incrédula sorpresa. Y dándose la vuelta sobre su silla se dirigió al resto de sus compañeros, que habían dejado todo el trabajo de investigación que tenían entre manos. Sus caras tensas reflejaban desconcierto al ver parpadear aquellas luces rojas en todos los monitores de la sala de control.

    —¡Los ordenadores no fallan en absoluto y eso que acabamos de ver no es ningún meteorito! ¡Cielo santo! He podido comprobar que está cambiando tanto su velocidad como su trayectoria de una manera imposible para un cuerpo inerte y a la deriva. No quiero adelantarme pero, si no me equivoco, me parece que acabamos de tropezarnos con el mayor descubrimiento de la humanidad hasta el momento.

    — ¿A qué te refieres, Vanessa? — le preguntó su marido.

    — No os lo vais a creer, pero creo que vamos a tener visita en muy poco tiempo — le contestó su mujer.

    Un gran ¿qué? de desconcierto sonó en toda la sala.

    —Por la parábola que está marcando y a la velocidad que se acerca, muy pronto vamos a conocer a nuestros posibles visitantes — exclamó Vanessa no sin un atisbo de orgullo, pese a que también deslizaba una ligera preocupación ante lo desconocido.

    Era verdad que durante todo aquel tiempo a ningún miembro del equipo se le había ocurrido comprobar la velocidad de dicho objeto, pero cuando lo hicieron les pareció imposible de admitir. ¡Los cálculos del superordenador mostraban una velocidad cuatro veces superior a la de la luz! Algo que pulverizaba las supuestas teorías humanas sobre tales velocidades.

    Ningún cuerpo astral ni meteorito natural gozaba de la posibilidad de poseer semejante velocidad. Por muy difícil que pareciese, todos los presentes sabían perfectamente lo que estaban observando a través de aquellos datos, lo sabían muy bien aunque nadie dijera nada. Hasta que, por fin, Vanessa Ventura, en un alarde de sinceridad, se armó de coraje y se atrevió a decir en voz alta todo lo que los demás callaban.

    —Sea lo que sea esa cosa, desde luego no es natural. No se trata de ningún cuerpo celeste. Podemos asegurar con total garantía y sin que exista una posible equivocación o error el descubrimiento de un OVNI, y si mis cálculos no se equivocan, muy pronto llegará a nuestro planeta. Os puedo asegurar que acabamos de descubrir que no estamos solos en el universo —les indicó la doctora con cierta turbación en la voz—. Dicho objeto no solo se desplaza a una velocidad inimaginable para nuestros conocimientos, también os puedo asegurar que se dirige directo hacia nuestro planeta. Si mis cálculos son buenos creó que en menos de nueve minutos sea lo que sea que se aproxima llegará hasta nuestra estratosfera— sentenció la especialista en meteoritos

    De repente y no sin cierto temor ante lo visto, la mujer de Eric San Juan le lanzó una mirada donde se podía apreciar la alegría, la sorpresa, la incredulidad, el respeto y hasta un cierto miedo a lo desconocido.

    En realidad era un miedo que impregnaba toda la sala de control en aquellos momentos.

    ¿Quién podría adivinar lo que transportaba dicho artefacto?

    ¿Eran seres pacíficos o tenían otras expectativas?

    Dentro de unos ocho minutos lo iban a averiguar, y en el fondo de todos los presentes, esperaban por el bien de la raza humana que fuese la primera explicación, puesto que aquella cosa acababa de echar por tierra tantas y tantas leyes físicas que nosotros, la raza humana, en toda nuestra enorme prepotencia y ego, creíamos inviolables y absolutamente imposibles de flanquear.

    Sin embargo, nuestros conocimientos fueron barridos en pocos segundos por aquel misterioso objeto volante no identificado.

    —Hay que avisar a todos los demás centros de la Tierra— exclamó la doctora Kraften, mientras contemplaba los rostros de sus compañeros, quienes seguían hipnotizados por lo que acababa de suceder.

    Empezaron a descolgar todos los teléfonos y a marcar diversos números. Pero si en algo estaban todos de acuerdo, sin ni siquiera mediar palabra entre ellos, y era una idea general que planeaba por toda la sala: ¿Serían pacíficos o se mostrarían hostiles?

    Si tal era el caso y se mostraban hostiles, visto su tecnología la cual les permitía desplazarse a semejante velocidad, la pregunta que todos los ahí reunidos concebían en sus cerebros no podía ser otra que la de cuál sería la clase de armamento que pudiesen poseer o el tipo de criaturas que aquel objeto no identificado transportaba.

    Y es que la imaginación humana puede llegar a ser una carga muy pesada cuando no se sabe nada en absoluto sobre un asunto de tamaña envergadura.

    Mientras tanto, diferentes voces contestaron por los teléfonos descolgados y la noticia empezó a ser una revelación para todos los observatorios del planeta. Ya solo quedaba esperar ese pequeño lapsus de tiempo que les separaba de lo que muchos de ellos jamás hubiesen imaginado encontrar en su vida.

    Pero aunque nunca creyeron que un día podría llegar, acababan de ser testigos de un acontecimiento de estas magnitudes, un acontecimiento que pronto iba a cambiar la visión de nuestra raza sobre nuestros pensamientos cuando se nos ocurre mirar hacia las estrellas.

    Ya nada iba a parecer igual.

    En realidad nada iba a ser igual.

    CAPITULO II

    JUEVES 29 DE OCTUBRE DE 2015 — 7 MINUTOS DESPUÉS DEL PRIMER AVISTAMIENTO

    ORBITA DE LA ISS ESTACIÓN ESPACIAL INTERNACIONAL

    La Estación Espacial Internacional (en inglés, International Space Station o mayormente conocida como ISS) es el centro de investigación más avanzado que el ser humano dispone en la órbita terrestre. La administración, gestión y desarrollo se encuentra a cargo de una inestimable cooperación internacional compuesta por un gran número de naciones.

    Su funcionamiento es total durante las veinticuatro horas de cada día, ya que en todo momento esta gran obra de ingeniería terrestre se encuentra ocupada por un sinfín de tripulantes de diferentes nacionalidades.

    La construcción de la estación se perpetró gracias a la unión de varias agencias espaciales, tales como la NASA, la agencia espacial federal rusa, la agencia japonesa de exploración espacial, la agencia canadiense y por último la ESA, más conocida bajo el nombre de agencia espacial europea.

    Esta gran construcción de la más alta innovación está considerada como uno de los logros más importantes en cuestión de colaboración planetaria e ingeniería humana hasta el día de hoy.

    La estación espacial internacional representa la unión de diferentes estaciones espaciales bastante más pequeñas en comparación. Por un lado, encontrábamos la Mir-2 de Rusia, la estación espacial estadounidense Freedom, el módulo europeo Columbus y el JEM o módulo japonés de experimentos. Todas ellas bien conjuntadas para formar la ISS.

    Esta súper estructura espacial completa una vuelta a nuestro planeta Tierra aproximadamente cada noventa y un minutos, encontrándose a una altura de unos cuatrocientos kilómetros con relación a la superficie terrestre. La estación está completada mediante numerosos ensamblajes de todos sus módulos. Gracias a dicha operación, esta maravilla de la tecnología terrestre ha llegado a alcanzar unas dimensiones aproximativas de unos ciento diez metros de largo, debido en parte a sus paneles solares que, además de ser los mayores y más potentes que jamás se hayan construido, son también su principal fuente de energía.

    Su anchura llega a los cien metros, con una altura de unos treinta metros más. En su interior hallamos una gran superficie habitable de más de trescientos ochenta metros cúbicos y una masa cercana a las cuatrocientas veinte toneladas. Gracias a la ISS existe presencia humana permanente en el espacio, pues en todo momento ha tenido siempre al menos menos dos astronautas a bordo desde que el primer equipo en subir entrara en ella, el dos de noviembre del año 2000.

    A día de hoy la estación se mantiene principalmente gracias a las lanzaderas rusas Soyuz y a la nave espacial de construcción rusa bautizada Progress.

    Una nueva nave que reemplazó desde el año 2011 a los SpaceShuttle norteamericanos, que dejaron de operar en aquellos tiempos debido al exorbitante coste que suponía para la NASA el mantenimiento de aquellos transbordadores espaciales pertenecientes a los Estados Unidos; un programa que fue cancelado debido a los recortes generales que afectaron duramente a la investigación espacial. Eran tiempos de crisis y el gobierno de los Estados Unidos prefirió cancelar el programa. En sus primeros tiempos, la estación espacial poseía una capacidad para una tripulación de tres ocupantes. Pero desde la llegada de la expedición número veinte, el espacio interior se incrementó sobremanera pudiendo soportar una tripulación de hasta seis astronautas, doblando así su amplitud interna.

    En estos momentos en los que se avecinaba un cambio extremo, la estación internacional contaba con la mitad del equipaje del que podía disponer;es decir, tres astronautas de diferentes nacionalidades: un norteamericano, otro ruso y por último, un japonés.

    Los tres astronautas que se encontraban en aquellos momentos dentro de la estación ya habían sido avisados de la pronta llegada de aquel nuevo contacto aparecido cerca de Júpiter, bien por las diferentes agencias espaciales comprometidas en su invención, como por los diferentes instrumentos que se hallaban en el interior de la estación.

    Dicho artefacto o más bien mejor llamarlo OVNI había ido modificando su trayectoria al mismo tiempo que disminuía su velocidad cuanto más se acercaba a nuestro planeta, por lo que los cálculos realizados por todas las agencias espaciales implicadas en nuestro mayor logro tecnológico daban a entender que en poco menos, unos tres minutos aproximadamente, lo tendrían en el punto de mira ya que aquel extraño objeto se dirigía claramente hacía la posición en la que se encontraba nuestra única presencia humana existente fuera de la Tierra..

    —¿Podéis ver algo?— preguntó en un perfecto inglés el astronauta de origen japonés a su homologo ruso, quien se había juntado al norteamericano en el interior de la cúpula que ejercía a modo de observatorio de la estación.

    —No, todavía no se ve nada — le contestó el norteamericano, no sin cierto recelo en sus palabras puesto que sus intentos por comunicarse con aquel objeto no identificado no habían calado en ningún momento, dejándoles a todos con cierta preocupación por lo que pudiese ocurrir si aquel visitante se mostraba hostil.

    En esos momentos de tensa espera se podía apreciar la precariedad de nuestra estación en comparación con la tecnología que pudiese ostentar el extraño visitante que se iba aproximando a nuestro planeta sin que conociésemos nada sobre sus intenciones ya que ningún intento de contacto había surtido efecto, ya fuese desde la estación misma o desde varios puntos de la Tierra que esperaban con cierto recelo la aparición de lo que podía denominarse un primer contacto verdadero, y no ninguna invención sin pruebas lo bastante verídicas.

    —¿Creéis qué no responden porque no nos comprenden? — volvió a preguntar el astronauta japonés.

    —No lo sé. Pero eso espero, visto lo endeble que me parece nuestra estación en comparación con lo que se nos viene encima—, le contestó el ruso, quien tampoco podía disimular su nerviosismo ante la tensa espera y la nula respuesta por parte de los visitantes.

    —¿Y si se muestran hostiles? — se atrevió a preguntar el ruso en voz alta.

    —Entonces, que Dios se apiade de nosotros— contestó el norteamericano con una mueca de gran incertidumbre.

    Los tres astronautas intentaban divisar por cualquier manera posible la aparición de dicho visitante. Experimentaban una sensación de intranquilidad y de absoluta vulnerabilidad, las cuales iban agrandándose a cada segundo que pasaba.

    Por supuesto esta sensación de angustia estaba causada por las diversas y continuas tentativas de comunicación que no cesaban por parte de las abundantes agencias espaciales terrestres, así como las propias de la ISS, y que por el momento no habían surtido efecto alguno.

    Desde luego que tales premisas no vaticinaban nada bueno en la mente de los astronautas, que se sentían una presa demasiado fácil para cualquier depredador.

    Si vienes en son de paz contestas a las invitaciones que no cesan de serte enviadas, opinaban en secreto cada uno de los tres miembros de la ISS. Y en cierto sentido era una idea que no cesaba de agrandarse en la mente de los tres humanos.

    En la Tierra todos los gobiernos estaban al tanto de la situación. El nerviosismo y la prudencia se habían adueñaron de aquellos que seguían con enorme curiosidad una situación totalmente nueva, a la cual pronto iban a tener que enfrentarse. Los militares no cesaban de apelar a las armas que la raza terrestre sustentaba en el espacio, armas emplazadas en satélites de guerra.

    La imposibilidad de contactar con el extraño aparato ponía de los nervios a más de uno. Era por ello que se habían tomado medidas de defensa, tales como acercar satélites de guerra lo más próximo de la estación espacial, cambiando por completo su ubicación e intentando no ser detectados por los nuevos intrusos que se aproximaban.

    Existía una lucha de poder entre los burócratas, políticos y los militares quienes estaban ansiosos por probar sus nuevos juguetes espaciales contra aquel aparato al que ya consideraban enemigo al no molestarse siquiera en dar signos de vida. Para muchos de esos militares no existía duda alguna de que esos visitantes no venían en son de paz, por lo tanto en sus mentes beligerantes más valía un ataque preventivo a una espera.

    Pero como nunca la Tierra se había enfrentado a una posible amenaza de ese calibre, había que andarse con sumo cuidado visto la tecnología de la que parecía gozar aquella nave. No sabían nada sobre sus intenciones, pero lo que sí tenían que admitir era su inmensa superioridad tecnológica en comparación con la terrestre. Fue por ese motivo por lo que se decidió esperar ya que se enfrentaban a lo desconocido, y se quiera o no,los nuevos visitantes, sin llegar a asustar, sí se hacían respetar.

    No se trataba de una operación antiterrorista o cualquier pequeña guerra, no. Aquí se hablaba de otra civilización de la que no conocíamos absolutamente nada, salvo su portentoso avance tecnológico en comparación con el nuestro.

    Así se encontraban las cosas en la Tierra.

    ¿Pero y en la ISS?

    ¿Qué estaría pasando por la mente de los tres astronautas que no tenían a donde ir en caso de mostrarse hostiles los visitantes? Esos tres hombres sí que se encontraban a merced de los acontecimientos, y solo les quedaba esperar.

    Y de repente hizo su aparición aquel extraño visitante. Justo delante de la estación espacial, y sin que ni siquiera la hubiesen podido detectar con anterioridad. Apareció de golpe ante ellos a una velocidad que no pudieron apreciar, frenando en seco de una manera totalmente espeluznante ante la incredulidad de los tres astronautas, quienes pudieron presenciar su bizarra estructura.

    Desde luego no se aparentaba a nada que hubiesen podido ver o imaginar con antelación. Su forma podía recordar a la de una sepia o pulpo con una cantidad de brazos curvados que se juntaban en lo que parecía ser la parte delantera de dicha construcción. La verdad que aquella nave daba la sensación de ser una máquina de guerra, su forma y su color, negro mezclado con ciertos tonos rojizos, no inspiraban confianza alguna. La parte delantera estaba formada por dieciséis luces de un color anaranjado donde no se podía apreciar nada en absoluto. Sus brazos, apéndices o tentáculos rotaban alrededor de un núcleo central con forma circular. Al margen de aquellas luces anaranjadas no se podía apreciar ninguna otra ventana que mostrase su interior. Todo era oscuridad y lobreguez. Se trataba de una nueva forma de vida inquietante, acechante, intimidante, desafiante…

    Cualquier ser humano que la hubiese podido discernir habría dado fe de ello. Su forma no dejaba lugar a dudas. Un enorme cuerpo central recorría toda la longitud de su casco hasta llegar a la parte final donde se podían apreciar lo que seguramente eran los reactores de la susodicha nave, de los cuales sobresalía una luz de color amarillo por dos enormes cilindros, que poco a poco se iban apagando.

    Todo parecía indicar que aquella nave pensaba posicionarse en aquel lugar del espacio exterior. Lo único capaz de avistar desde la estación internacional era una especie de signos y rayas, algo así como una escritura hierática no conocida por el hombre. A lo largo del cuerpo principal de tan extraño artefacto existían cuatro enormes brazos que acompañaban a sus tentáculos, siendo los de la parte delantera la mitad de grandes que los que se encontraban en la parte trasera.

    Los tentáculos que la acompañaban debían de llegar a la docena. Aparentaban ser algún tipo de arma desconocida. Todo ello perfectamente despegado de lo que se podría llamar la parte central del artefacto. Luego nos encontrábamos con esas alas o brazos, o lo que diantres fuesen, y que aparentaban emerger de la parte baja, así como de la parte alta del cuerpo principal para terminar juntándose de forma arqueada en medio de su parte principal..

    En la parte final de la nave, justo antes de los supuestos reactores alienígenas, se encontraban unas especies de protuberancias que se asimilaban a un ensamblaje de cuatro rotulas abombadas. Eso sí, la nave extraterrestre contaba con un estilo alargado y esbelto que la convertían en algo realmente bello y a la vez amenazador. Poseía una longitud que triplicaba la de la estación internacional espacial.

    Aquella cosa surgida de lo más profundo del universo se quedó totalmente inmóvil delante de unos impresionados y bastante incímodos

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