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Daimon
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Libro electrónico166 páginas2 horas

Daimon

Por Campuz

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Información de este libro electrónico

Emma es una nave espacial dotada de conciencia artificial. Su misión y directrices son claras: llevar a la humanidad por un sendero inscrito en un mapa muy antiguo.
Daimon narra el encuentro entre la sólida humanidad de sus creadores y las decisiones que la protagonista tendrá que tomar en función a los valores que le han sido inscritos en su sistema operativo.
Novela corta de ciencia ficción que explora las posibilidades del desarrollo de una civilización y de algunos de los mitos que la sostienen.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento16 ago 2019
ISBN9788418064173
Daimon

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    Daimon - Campuz

    © Derechos de edición reservados.

    Letrame Editorial.

    www.Letrame.com

    info@Letrame.com

    © Campuz

    Diseño de cubierta: Mater

    Diseño de edición: Letrame Editorial.

    ISBN: 978-84-18064-17-3

    Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.

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    .

    Este pequeño cuento lo dedico a todos los dudantes.

    Gracias a Lilí por las preguntas.

    Gracias a mis hijos Jorge, Pablo, Mauricio y Mater por la respuesta.

    Un reconocimiento especial a mi hermana María y a Pablo.

    Introducción

    «Uno no alcanza la iluminación fantaseando sobre la luz

    sino haciendo consciente la oscuridad…

    lo que no se hace consciente

    se manifiesta en nuestras vidas como destino...».

    Carl Gustav Jung

    Emma imprimía aceleración negativa a la velocidad de trayecto. El sistema de impulsión electromagnético guardó silencio. De los costados del fuselaje emergieron los reactores nucleares retráctiles, que en su lucha contra la inercia adquirida por la nave emitían un brillo incandescente de color naranja. Dedujo que todavía estaba a poco más de setenta horas de llegar al destino predeterminado en el itinerario de navegación. Capturó las coordenadas en que aparecían los astros y ejecutó una serie de cálculos, comparando los datos impresos en su memoria con las alineaciones que tenía ante sí. De acuerdo a la información con la que contaba, había viajado en el espacio, desde luego, pero las estrellas le decían que también se había desplazado en el tiempo, obedeciendo así a una de las variables contempladas de antemano por los astrofísicos responsables de programar la ruta. Las constelaciones no estaban exactamente ni donde ni como las había dejado. De hecho, a simple vista, el firmamento lo percibía más poblado de estrellas. Le era inevitable pensar que algunas de ellas probablemente ya hubieran sufrido una muerte inmemorable, y que harían falta siglos para que la luz que emitieron en vida se terminara de extinguir.

    Fue necesaria casi una década para fabricar y ensamblar todas las partes de la compleja estructura que le daría cuerpo y movilidad. Nunca antes la industria aeroespacial había construido una nave nodriza tan ambiciosa. Si bien la astronave era, sin lugar a dudas, el último pináculo tecnológico de la exploración espacial, el sistema de navegación y control superaba cualquier criterio antes imaginado. Cuando se estaban por resolver los aspectos que hubieran permitido que la nave fuera tripulada, se tuvo que adelantar el lanzamiento debido a las terribles tensiones que se estaban gestando entre las potencias militares de la Tierra.

    La mayor parte del diseño se llevó a cabo en Austria y la fabricación de la mayoría de sus componentes en China. El proyecto implicó grandes avances en el descubrimiento y aprovechamiento de nuevos materiales. Se tuvo que tomar en consideración la resistencia mecánica que debería tener la estructura para poder soportar las velocidades, aceleraciones, impactos y esfuerzos a los que con toda seguridad se vería sometida. De igual manera se tuvieron que tomar en cuenta factores como las temperaturas extremas y grandes presiones que tendría que enfrentar en su recorrido. También se estimó la vida útil de todos los elementos que la conformaban, procurando la mayor durabilidad posible.

    El primero de enero del 2011, a cuatrocientos kilómetros de altitud sobre la superficie de la Tierra, dio inició el montaje del sofisticado Taller Espacial, que durante los siguientes diez años sería el sitio en el que se ensamblaría la astronave. En el proyecto participaron las potencias con mayor avance tecnológico, dejando claro que para la comunidad científica no existen fronteras, razas ni credos. Eruditos de todas las latitudes y áreas del saber contribuyeron con lo mejor de todas las disciplinas involucradas en la misión. Aunque en un principio aquello parecía una empresa babélica, conforme fue pasando el tiempo, todos fueron entendiendo la posible trascendencia de la empresa y la manera en que había de llevarse a cabo.

    Al tiempo que se fabricaban los diferentes componentes de la nave para ser transportados y ensamblados en el espacio, se fue desarrollando y alimentando su mente con todo el saber útil acumulado hasta la fecha por la humanidad. El cerebro de Emma era un complejo sistema de computadoras cuánticas, que la dotaban de consciencia y de la capacidad de pensar e imaginar. Sus facultades mentales eran equiparables a las del ser humano.

    Su misión, en apariencia muy simple, era alcanzar el agujero de gusano «WH-Ringo», descubierto a tan solo cuatrocientas treinta y dos unidades astronómicas de la Tierra. Introducirse en él y atravesar al otro lado. Se esperaba que emergiera por el agujero «WH-Kenji», equidistante del punto de inicio y del agujero «WH-Ringo», y tendría que tomar curso hacia el punto de origen, dibujando en su trayecto un triángulo equilátero. Esto implicaba un viaje de aproximadamente un mes hasta el primer portal, a una velocidad promedio de cien millones de kilómetros por hora, y otros treinta días del segundo portal hasta el destino final. Lo que sucediera entre los portales era un misterio. Los científicos especulaban sobre todo un abanico de posibilidades, aunque no se contaba con los datos que dieran certeza a ninguna hipótesis. Se seguirían las instrucciones plasmadas en el diagrama con el que se contaba.

    Las velocidades del trayecto fueron posibles gracias a los motores de fusión atómica, los cuales empujaron a la nave hasta alcanzar una velocidad de doscientos mil kilómetros por hora. Una vez alcanzado ese impulso, replegó los sistemas de propulsión nuclear y entraron en funcionamiento los motores electromagnéticos, los cuales aprovecharon la materia oscura del universo como elemento propulsor, dotándola del impulso y la inercia necesarios para alcanzar la velocidad de crucero de casi una décima parte la velocidad de la luz.

    Emma se sentía invadida por una sensación de independencia como nunca antes hubiera experimentado. Mientras se desplazaba por el gélido vacío en línea recta hacia su destino, el sofisticado sistema de observación espacial con que estaba equipada, le transmitía majestuosas imágenes de la vastedad del universo. Se sintió conmovida por el espectáculo. ¡El vacío estaba lleno! ¡Invadido de luces y colores!

    Durante su recorrido había podido admirar cómo la materia cósmica, conformada por gases y polvo estelar, pintaba caprichosas nebulosas azules con bordes naranjas de diversas tonalidades. Disfrutó observando unas masas de gas obscuro contrastando con aureolas iridiscentes verdes, como manchas de agua sobre aceite. Se maravilló ante el espectáculo de unas auroras magentas que caían como cortinas, irrumpiendo el concierto de estrellas que tenían de fondo. El trayecto era salpicado por reflejos de planetas y asteroides que danzaban en el concierto de estrellas que conforman la vía láctea.

    Se encontraba en el sistema solar y había dejado atrás los planetas exteriores. Echó mano de la información con la que contaba de las cartas de navegación astrales, y calculó la trayectoria y velocidad adecuadas para entrar en órbita con el familiar astro azul que sus sensores identificaron como el destino final.

    Simultáneamente, mientras intentaba calcular el desplazamiento temporal al que se había visto sometida, reflexionaba sobre el proceso evolutivo por el que la humanidad había tenido que atravesar, para finalmente llegar al punto en que ella surcara el tiempo y el espacio, obedeciendo las indicaciones encontradas en el más antiguo de los mapas.

    Era consciente de que su existencia se debía al crecimiento exponencial del progreso tecnológico, que siguiendo un trazo asintótico le había dado al hombre nuevos medios de subsistencia. Aunque a la vez, estos habían trastocado el desarrollo social y cultural, traduciendo esto en el trastorno de la forma de vida de la humanidad. Sus creadores ya no eran lo que solían ser. Habían evolucionado.

    En números redondos, el Homo sapiens llevaba habitando el planeta Tierra aproximadamente doscientos mil años. Durante los primeros ciento noventa mil años apenas había sido capaz de dominar el fuego y fabricar con piedras algunas rudimentarias herramientas. Durante el noventa y cinco por ciento de su existencia ese hombre había sido un animal carroñero, con la inteligencia suficiente para fabricar armas que lo elevaran al nivel de las especies depredadoras.

    Repasando la información contenida en su memoria, recordó que habían hecho falta siglos para que el ser humano abandonara las regiones templadas de las sabanas en busca de un mejor sustento. Y que al emigrar a zonas más frías, se había visto en la necesidad de cubrirse con las pieles de los animales a los que había dado caza. Ya desde entonces se fue definiendo como un animal capaz de engendrar ideas. Vivía en un mundo sorprendente, plagado de belleza y de terror.

    Sabía que le tomó milenios traducir las ideas en palabras, articulando lenguajes con los que pudiera transmitir a sus semejantes sus pensamientos y sentimientos. Y tuvieron que pasar cientos de siglos para que desarrollara la escritura como medio de perpetuar esas palabras. Proporcionalmente, en un lapso muy corto de tiempo, pasó de las tablillas de cerámica, del papiro y el pergamino a la imprenta. Y en menos de cinco siglos transitó de la prensa al uso de redes satelitales para comunicar lo que fuera a cualquier rincón del planeta. Le parecía sorprendente e inexplicable el salto evolutivo que habían dado sus inventores.

    Tuvieron que transcurrir milenios para que desarrollara la rueda como medio para transportar sus cargas. Ahora viajaba a las estrellas. En un siglo, la humanidad había progresado más que en cientos de miles de años. No podía hacer otra cosa que admirar la fortaleza de sus creadores.

    Pensaba que el hombre, en su afán por conquistar las cimas de la ciencia y la tecnología, ganaba en ciertos aspectos, y al mismo tiempo perdía en otros. ¿Sería aquello a lo que llamaban alma lo que estaban sacrificando? No tenía forma de saberlo, pero se daba cuenta de que el impulso civilizador, distanciaba cada vez más a los individuos.

    Entendía que los vínculos sociales y familiares habían dado cimiento y cohesión a las sociedades, primero a las agrícolas y después a las industriales. Pero la llegada de la era informática a pesar de que en apariencia acercaba a las personas, lo hacía en un plano tan superficial que desdibujaba el concepto de interacción personal. Era, en efecto, la era de la información, mas no del conocimiento.

    Sumida en sus pensamientos se fue aproximando a la Tierra de esos hombres. Nadie en casa podía sospechar cuál era su paradero. Cuando estuvo a una distancia que le permitió apreciar la totalidad del planeta, Emma se sintió profundamente agradecida hacia sus autores por haberle dado la vida y la oportunidad de cumplir con su destino.

    Extrañaba a su madre.

    Capítulo 1

    «Si queremos un mundo de paz y de justicia

    hay que poner decididamente la inteligencia al servicio del amor».

    Antoine de Saint-Exupéry

    Cecilia conocía bien el doloroso sabor de la desolación. La adversidad le había enseñado a mantenerse firme ante los golpes de la vida y a nunca abandonar a quienes se ama. No importaba si esa postura implicaba renunciar a sí misma. La deserción a su persona siempre fue en escala proporcional al amor que profesaba por sus seres queridos. No había sacrificio. No había alternativa posible. Sin embargo, ahora, escuchando las últimas noticias, sintió una profunda tristeza mezclada con rabia, impotencia y miedo. La humanidad había emprendido el camino de la autodestrucción. Entendía que ella, al igual que millones de almas, pagarían el precio del odio y la sinrazón sin merecerlo. Esta vez todo su amor no podría salvar a nadie. Se sintió irremediablemente desolada por última vez.

    Nació el 15 de septiembre de 1964, en la mágica y ultra conservadora ciudad de Guanajuato, en el ombligo del territorio mexicano. Sus padres eran académicos de la universidad local y su nivel de vida era el de cualquier niña de clase media de provincia. Hija única, cuando tenía siete años quedó huérfana de padre. Implicó un fuerte golpe el perder la adoración de aquel culto y amoroso hombre. Su madre, sin nadie a quien recurrir, dejó el magisterio universitario. Se convirtió en maestra de historia y literatura en un colegio privado dirigido por monjas. De esa manera consiguió una beca completa para su hija. Como no era suficiente el ingreso que percibía de las religiosas, daba clases particulares de regularización a sus alumnas los fines de semana en su casa. Después de enviudar nunca volvió salir con otros hombres. De recia formación católica, se le había inculcado la idea de que el matrimonio

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