El penúltimo director científico de la agencia espacial estadounidense se jubiló a principios de 2022 tras cuatro décadas en la NASA, un periodo en el que ha vivido y protagonizado una “segunda revolución de la ciencia planetaria”. MUY conversa vía Zoom con Green desde su residencia en Maryland. En su despacho está rodeado de “juguetes espaciales”: un reloj dual de arena con regolito de la Luna y de Marte (el primero es más fino y avanza más rápido), o un trozo del meteorito de Cheliábinsk, que impactó en febrero de 2013, con una parte negra y otra gris; la parte negra es la llamada “costra de la fusión”, la parte donde la roca se fundió al tocar la atmósfera. “Un amigo ruso me lo envió”, dice. Sus años en la NASA contienen gran parte de la historia de la agencia.
-Cuando se dio a conocer su jubilación en un comunicado, usted resumía así el trabajo de la NASA: “Siempre buscamos la manera de hacer lo imposible”. ¿Podría mencionar algún proyecto que a príori le pareciera imposible?
-¡Claro! Uno de los recientes más “imposibles” que hemos hecho fue el aterrizaje en Marte de un rover de una tonelada métrica. ¡La entrada del rover en el planeta y el aterrizaje fueron increíbles!
-El rover Curiosity en Marte es la joya que corona su carrera en la NASA, pero volvamos a los inicios. Allá por los años sesenta, cuando usted era un muchacho en Burlington, Iowa. ¿Fue una inspiración haber vivido los primeros éxitos de la NASA, como la carrera espacial o la llegada a la Luna en 1969?
-¡Absolutamente! He estado en el sector espacial más de cuarenta y tantos años… así que ¡yo vi en la televisión el alunizaje del Apolo! Estaba en la preparatoria y fue espectacular. Pero a mí ya me gustaba mucho la ciencia antes de eso porque mi instituto tenía un gran telescopio. Se llamaba el Observatorio Witte, por John Witte, una persona muy