ESTAMOS SOLOS EN EL UNIVERSO
En 1950, mientras trabajaba en el Laboratorio Nacional de Los Álamos, el nobel de Física Enrico Fermi (1901-1954) preguntó a sus colegas: “Si existen los extraterrestres, ¿dónde están?”. Desde entonces, esta cuestión, conocida como la paradoja de Fermi, refleja el conflicto que aparece entre la convicción de quienes creen que hay una gran probabilidad de que en el cosmos haya civilizaciones alienígenas con su clamorosa ausencia, pese a que desde hace décadas rastreamos el cielo en su búsqueda. Ahí tenemos el caso, por ejemplo, de una de las iniciativas más relevantes en este sentido, el cienmillonario proyecto de búsqueda de inteligencia extraterrestre Breakthrough Listen. Se puso en marcha en 2016 y se espera que tenga una duración de diez años. Pues bien, a día de hoy, solo una de las señales captadas por uno de los observatorios que participan en él ha suscitado un cierto interés entre los investigadores. Se conoce como BLC1 –Breakthrough Listen Candidate 1– y podría provenir de Próxima Centauri, la estrella más cercana al Sol, a 4,2 años luz. No obstante, los científicos admiten que es muy poco probable que se trate de una señal artificial.
La creencia en la existencia de vida extraterrestre más allá de las bacterias y otros organismos unicelulares se encuentra bien implantada en nuestro inconsciente. Ya sea gracias a las películas de ciencia ficción como a la infatigable propaganda realizada por numerosos científicos, lo cierto es que se trata de un dogma casi inamovible. “Si estuviéramos solos… ¡menuda pérdida de espacio!”, decía Jodie Fos-ter en la película (Robert Zemeckis, 1997), basada en la novela homónima del conocido Carl Sagan. Dejando a un lado la pueril teleología que oculta semejante afirmación –como si al cosmos le importase algo que solo.
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