EXTRATERRESTRES EN NUESTRO SISTEMA SOLAR
Si bien es cierto que los antiguos griegos creyeron que la Luna estaba habitada por una raza de seres inteligentes que denominaron selenitas, y que durante los siglos XVII, XVIII y XIX numerosos autores desplegaron su imaginación para enumerar las supuestas características que poseyeron los moradores tanto de nuestro satélite como del planeta rojo, es importante aclarar que cuando hablamos de vida extraterrestre no nos estamos refiriendo necesariamente a una civilización más avanzada que la nuestra, la cual podría estar o no visitándonos en sus naves espaciales, sino también a seres unicelulares, biomoléculas, esporas e incluso microorganismos capaces de sobrevivir en entornos distintos al terrestre.
A LA BÚSQUEDA DE CLIMAS PROPICIOS
Como refiero en mi libro Los viajeros del cosmos (Almuzara, 2020), según estudios recientes, la vida en nuestro planeta habría comenzado hace unos 3.800 millones de años, cuando de alguna manera se sintetizaron las primeras moléculas orgánicas para desarrollar un metabolismo básico que empezó a intercambiar materia y energía con el entorno, adquiriendo la capacidad de salvaguardarse, dando lugar así al desarrollo y posterior reproducción de información genética, en lo que habría sido nuestro primer ancestro común universal, del cual surgiría toda la diversidad de los seres vivos de la Tierra.
Contrariamente a la labor del instituto SETI, cuya misión se ha centrado en la búsqueda de vida inteligente en el universo mediante telescopios ópticos y sistemas de detección de ondas de radio, la NASA ha preferido aplicar la mayor parte de sus recursos a la exploración del espacio mediante programas tripulados o misiones robóticas avanzadas destinadas al estudio de la orografía de los diferentes cuerpos celestes de nuestro sistema solar, a la recogida de muestras de su
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