Acaso recuerdes la fábula, la historia de aquel niño que lanzaba piedras a la Luna y todos se reían de él. ¡Nunca podrás alcanzarla!, le decían. El niño, cuando se hizo mayor, se convirtió en pastor, maestro de la honda y el guijarro. Y de tanto practicar con la Luna, terminó siendo el mejor lanzador del lugar…
Pero nuestra historia salta aquí unos pocos milenios después. Salta de la fábula a la ciencia, de un mundo pastoril al espacio exterior. Ahora sigue con tu imaginación el recorrido de esa piedra…
La piedra del nuevo pastor navega por el espacio exterior. Si esto fuera una space opera, o un wéstern espacial –que lo es- estos serían los protagonistas: Júpiter, el gigantesco planeta gaseoso (en su interior caben unas mil trescientas Tierras), una estrella frustrada. Le siguen Ganímedes, Europa y Calisto, tres lunas fantasmagóricas que orbitan a su alrededor y que quizás esconden el secreto mejor guardado de esta galaxia; y tenemos también al nuevo pastor llamado ESA, y su honda celeste, el artefacto o satélite, sonda, o piedra rara, lleno de aparatos de alta tecnología, que ha lanzado desde la Guayana francesa, y que cruza ahora mismo, mientras lees esto, por las praderas del cosmos…
El satélite, nuestro jinete en esta saga de pioneros galácticos, se llama Juice, acrónimo en inglés de «Explorador de Lunas Heladas de Júpiter», y va lejos, muy lejos. Se dirige al planeta más psicodélico, al más grande del sistema solar. El pastor es aquí metafórico, claro, pero pronto comprenderás su sentido. Tú, yo, la humanidad entera, somos en el fondo ese pastor.
El final del viaje es el sistema joviano (Júpiter y sus lunas próximas), y la técnica usada para llegar hasta allí es, en esencia, la misma que utilizó el primer pastor terrestre con su honda tiempo atrás, solo que ahora a escala planetaria, usando las faldas gravitatorias de los dioses que un día adoró en el firmamento.
«Es ambiciosa por los objetivos y recursos que hemos puesto en ella y por los desafíos que nos plantea, pues es una misión que