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Femdominia (Volumen I)
Femdominia (Volumen I)
Femdominia (Volumen I)
Libro electrónico77 páginas55 minutos

Femdominia (Volumen I)

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Información de este libro electrónico

La Maestra y multimillonaria escritora Natasha Kutuluschenko, indignada, porque Iñaki la ha desobedecido y humillado sus deseos, no acepta la afrenta y toma drásticas decisiones. Disciplinará a Iñaki para que aprenda ¿Qué es sentir la humillación y el insulto? y será herido en su amor propio de macho.
El conflicto se acrecienta, en el calabozo de la mansión de Natasha, pues él, siendo prisionero, se resiste a humillarse y nuevamente, la desafía, pese a estar en evidente desventaja.
¿Podrá Iñaki vencer a la Maestra y recuperar a Rocío y salir con vida del sótano o aceptará que debe obedecer, bajo todo tipo de circunstancias, lo que ordena Natasha?

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento16 jun 2022
ISBN9781005555313
Femdominia (Volumen I)
Autor

Edgardo Ovando

Edgardo Ovando es un escritor, compositor, mezclador, remezclador y productor musical. Se licenció en Literatura y a publicado más de cuarenta y cinco libros, ya sea: Novelas, relatos cortos, nouvelles, cuentos o textos de poesías como también 20 (EPs y LPs, distribuidos, tanto en trabajos individuales y como miembro de los grupos: Killantú y Mitote) producciones musicales las cuales suman en total 150 canciones.Como consecuencia de su trabajo literario a recibido el reconocimiento, mediante tres importantes premios otorgados en su país de origen.

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    Femdominia (Volumen I) - Edgardo Ovando

    1

    El Puente Pisuerga

    Acedia

    Grabación 5

    Iñaki Enkisuruaga

    30 de diciembre 2012

    *Play* (Apretando enter, voz de Iñaki)

    "Al salir, una vez más, del tedioso trabajo en la biblioteca del pueblo, todo apuntaba que sería lo mismo de siempre: Una aburrida y rutinaria tarde, en donde la sonrisa se borraría de mi rostro, apenas cruzara  la puerta de casa.

    Al igual que todas las últimas semanas, me encontraría, como de costumbre, de frente con mi tristeza, abatimiento y profundo desgano por la vida.

    Esas ganas de nada, cada vez, me consumían con mayor intensidad, devorando, las últimas fuerzas por querer cambiar la congoja que me enredaba en sus hilos de tristeza.

    Solitario, sin caricias, sin llamados en la contestadora telefónica. Nada de nada. Me sentía en una jaula, prisionero de mi decepción.

    Muy cansado, tomé unos de los últimos buses interurbano que pasan por las cercanías del Río Pisuerga, en dirección a una pequeña aldea rural en Zarzosa. Sin poder evitarlo, como de costumbre, me dediqué, tímidamente, a observar a la gente regresando a casa después de una larga jornada de trabajo…¡Qué distintos sus mundos, qué planas y achatadas lucían sus vidas! Demasiado corrientes y ordinarias; sin embargo, hubo una mujer que me llamó la atención demasiado parecida Rocío, mi última pareja.

    ¡Qué paradójico es a veces el mundo! Ella, precisamente, me había dejado por los mismos argumentos que les estaba dando a los pasajeros del bus:  Una sobre vivencia plana, rutinaria, carente de aventuras, emoción y proyección.

    Por qué no escoges un nuevo camino, una nueva actividad, en lugar de criticarlo todo y ver el mundo tan negro. La vida es amable si tú también lo eres con ella ¿Entiendes?. Comprendo que estés triste pero la alegría también parte de la vida. No te dejes amilanar por las pruebas y sale a flote decía Rocío, infructuosamente, para levantar mi alicaído ánimo.

    Sin embargo, sin saberlo, todo estaba a punto de cambiar: Esa noche todo podría girar en 180 grados. A lo mejor, aunque no lo deseaba, hasta podría olvidar para siempre a la propietaria del Salón de Belleza…sí, para siempre.

    Al bajar del bus, caminé, sin ánimo, por un camino de tierra, bastante descuidado. Estaba tal cual lo recordaba, como si fuera una foto desteñida y sin valor. Todo estaba quieto, silencioso, demasiado tal vez. En el silencio se oían, de vez en cuando, las suelas de mis zapatos triturando las hojas del otoño que marcaba mi presencia. Me concentré en la plena oscuridad, siguiendo el ruido del agua que se escuché tronando con más fuerzas que nunca. Saqué una botella con mi brebaje preparado y su magia se coló a través de mi organismo.

    Como les decía, señores policías, esa noche llegué muy triste, al puente de Pisuerga con la intención de terminar con mi vida. Saltaría al río violento y correntoso, pero antes, bebí el diluido polvo de sapo bufo que le pedí, por intermedio de Laura, al chamán mexicano durante su estadía por estos lados. Estaba todo fría y racionalmente, pensado.

    No existiría el dramatismo paranoico que resulta al arrojarse a las aguas porque la droga del sapo bufo, pondría la calma en mi decisión. Me dormiría en un sueño idílico. Alucinaría.

    Inhalé una profunda bocanada de aire quizá para calmar los nervios que me abrazaban. Intempestivamente, miré hacia la derecha porque me pareció oír un ruido inesperado en esa zona rural carente de vida humana, pero no le di importancia. Sólo sentí un escalofrío en los vellos de los brazos. Era una sensación distinta. Me sentía un gato montés en contacto con la naturaleza.

    No obstante, cuando me subí al pasamanos de la pasarela, para arrojarme a la exclusa, mi cuerpo comenzó a temblar. Una fuerza inexplicable me retenía y cuando empujaba, infructuosamente, mi cabeza hacia adelante, para lanzarme a las aguas, no podía. Algo me detenía.

    De pronto, apareció de la nada una limusina blanca, como si me hubiese estado espiando. Quedé atónito. Eso no estaba en ningún cálculo. ¿Estaré alucinando? pensé: ¡Obviamente que sí!

    — ¡Qué diablos es esto! —murmuré en silencio, una sensación de temor y curiosidad hicieron apretara mis labios y se erizaran, nuevamente los vellos helados de mis brazos.

    La chica conductora en uniforme impecable, bajó rápidamente, cruzó por la parte delantera de la limusina y le abrió la puerta trasera y no es que esté exagerando: Era la más hermosa mujer que hubiese visto en toda mi vida. Quedé estupefacto y lo atribuí, al polvo diluido de sapo bufo que es sabido, produce, intensas alucinaciones. Está haciendo efecto me dije a mí mismo.

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