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Horizonte Mayor Cenizas del Sur: Horizonte Mayor, #1
Horizonte Mayor Cenizas del Sur: Horizonte Mayor, #1
Horizonte Mayor Cenizas del Sur: Horizonte Mayor, #1
Libro electrónico236 páginas3 horas

Horizonte Mayor Cenizas del Sur: Horizonte Mayor, #1

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Información de este libro electrónico

Horizonte es un continente envejecido y agotado. Sus tierras ya vieron guerras, treguas, tratos y traiciones. Aún así la vida sigue su curso y no se ha detenido por nadie.

Los jovenes han crecido y tomado caminos distintos. Simón intenta subsistir en el bosque con su madre. Por otra parte la Oficial Kyndel se abre paso en una ciudad que ella jura conocer. Pero a la política no le importa ni el granjero ni la policia y estamos por ver a qué extremos se llega para que del pasado de Horizonte Sur, no queden ni las cenizas.

IdiomaEspañol
EditorialP. A. Raymond
Fecha de lanzamiento1 jul 2022
ISBN9798201874049
Horizonte Mayor Cenizas del Sur: Horizonte Mayor, #1
Autor

P. A. Raymond

Pedro Adalfredo Pérez Raymond was born in Aragua Venezuela in 1991. He was raised by his grandmother. Since he was a kid, he showed great interest in writing. In elementary school, he used to invent adventure to play with his cousins and when he was on 3rd year in high school, he started writing short stories and poems. Two weeks before he entered the university, his grandmother died. In order to occupy his head into something, he relied on literature and decided to write his first book. He married on March 2014. He worked as an English teacher during 2016 and 2017

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    Horizonte Mayor Cenizas del Sur - P. A. Raymond

    Horizonte Mayor

    Cenizas del Sur

    Capítulo 1: La caída del escuadrón Fénix

    El sol daba sus últimos rayos del día a las nubes y las pintaba de un tono naranja. Las sombras se cernían por cada rincón de las calles mientras los postes de luz comenzaban a iluminar las calles del barrio con su tono amarillento. Sobre los tejados, cuatro figuras humanas saltaban de edificio a edificio con prisa y desespero. Los tres corredores de atrás vestían chalecos antibalas ligeros, botas de combate y cascos de cobertura completa con visores inteligentes, que de día se oscurecían y se tornaban transparente en horas de la noche, con ellos también portaban rifles y armas de fuego a dos manos. Quien corría al frente tenía puestas rodilleras, coderas y hombreras negras. Una pistola se aferraba a la funda de su cinturón. Una espada corta estaba enfundada en el estuche de su espalda al lado opuesto de donde estaba la pistola, y en su mano sostenía un cuchillo de cazador que cortaba el viento cuando pasaba de adelante a atrás.

    Su chaleco antibalas tenía la palabra Fénix escrita en la espalda con letras mayúsculas color azul marino. El hombre de piel oscura sorteaba su atención entre quienes corrían tras él y la dirección en la que iba. Jadeaba, y sus ojos probaban que no sabía a dónde ir, hasta que repentinamente se detuvo, pues el próximo edificio estaba muy lejos para que este saltara. La distribución del barrio de la ciudad de Balor se compartía entre almacenes, fábricas abandonadas y casas de muy bajo estrato. El hombre en fuga le dio la espalda al precipicio y los otros tres que corrían ya estaban con él. Se volvió de nuevo a ver al edificio que no podía alcanzar y miró hacia la calle de abajo. —Maldición —dijo el hombre.

    Un sólido y fuerte disparo se escuchó en el barrio y el cuerpo del hombre malherido cayó dos pisos al suelo con el chaleco ensangrentado. Luego del impacto de espaldas contra el concreto, el hombre miró a la cornisa del edificio de donde acababa de caer, así que pudo ver a las tres siluetas acompañantes con el cielo nocturno de fondo. Sus ojos comenzaron a cerrarse conforme este cedía a sus heridas. Usó su último aliento para alzar su brazo izquierdo, una cadena de plata brilló en su muñeca antes de que el brazo regresase a su cuerpo sin vida.

    Luego de unos pocos minutos dos hombres con el mismo tipo de uniforme del occiso y máscaras de gas se acercaron al cuerpo. Uno de ellos utilizó el radio incorporado a la máscara para llamar y decir —Capitán Godfright, lo encontramos—.

    Una voz del otro lado de la radio contestó —¿Está...? —.

    — Muerto, señor. —Respondió quien llamaba, pero no hubo respuesta inmediata.

    Luego de una pausa, la voz dijo —Enviaré un equipo forense para recoger el cuerpo, regresen a la estación, no hay más que puedan hacer—.

    —Entendido, señor—. El del radio se volvió a su compañero, ambos asintieron y se retiraron mientras un grupo de oficiales comenzó a acordonar el lugar para mantener a los ciudadanos lejos del cuerpo. Para ese momento, las tres siluetas en el techo ya se habían esfumado en medio de la oscura noche.

    Al día siguiente, todos los periódicos de Horizonte Sur señalaban el evento. ¡Tragedia en barrio Baloriano! Estaba escrito en letras grandes y gruesas como encabezado. La fotografía de un hombre de piel oscura también adornaba la página. Se trataba del capitán del escuadrón asesinado; el capitán Alex Silver. Un respetado miembro de las fuerzas Balorianas y líder del escuadrón élite Fénix. Su muerte representa una gran pérdida para todo Horizonte Sur. Reseñó el capitán Godfright, cuyas palabras aparecían entre los párrafos de la noticia. Los papeles también mencionaban que los tres asesinos seguían en fuga, pero Godfright prometía justicia para la familia de Silver.

    Simón Labor ya estaba en la chatarrería de su casa, usaba un gran par de tijeras de jardinería para cortar las llantas de una bicicleta oxidada. Cuando terminó, llevó la bicicleta a un cobertizo grande. Luego de dejar la pieza oxidada sobre una pila de más chatarra en el centro de la edificación, caminó a una mesa de madera. Se quitó los guantes gruesos que tenía puestos. Los usaba para evitar cortarse con los metales que trabajaba cada mañana. —¡Buenos días!  —saludó en voz alta mientras miraba a una gran jaula de madera. Toda la estructura estaba hecha de madera, las barras no estaban clavadas, estaban pegadas y el cerrojo no era más que una cuerda atada con fuerza.

    Adentro de la jaula, había cinco insectos. Del tamaño de la cabeza de Simón, sus exoesqueletos brillaban por su color de cobre, Simón los bautizó chatarrabajos. Parecían escarabajos, tenían seis patas, ojos color ocre, algo pequeños con relación al resto del cuerpo, y un par de grandes mandíbulas que se cerraban como tijeras horizontales que llevaban la comida a una boca más pequeña entre estas fuertes fauces.

    Cuando Simón abrió la jaula, los cinco insectos se abrieron paso a la pila de chatarra que el joven había dispuesto para ellos y comenzaron a engullir las piezas de metal oxidado con tal facilidad que los trozos de metal desgastado parecían las suaves hojas de un árbol sano. Estos animales llamados chatarrabajos eran ferrófagos, capaces de comer cualquier tipo de metal siempre que estuviese oxidado, su mandíbula tenía fuerza de sobra para consumir hierro y otros metales. Se veían amenazantes devorando chatarra, pero siempre y cuando nadie intentase echarle un vistazo más de cerca a esa mordida, los insectos eran inofensivos.

    Mientras los chatarrabajos comían, Simón entró en la jaula con un balde en una mano y un grueso guante de cuero en la otra. Estaba buscando las heces de los insectos, las cuales eran una aleación de metal purificado. Con el guante, levantaba del suelo las bolitas metálicas de un kilo una por una. Simón era un herrero, y su negocio estaba mejorando al fin luego de encontrar a los cinco insectos comedores de metal en el bosque.

    Simón Labor no era un joven tan fornido, pero era lo suficientemente fuerte para trabajar un yunque. El metal refinado de chatarrabajo se vendía bien por su rareza en el sur del continente Horizonte. Y todo lo que necesitaba era chatarra y sus cinco amiguitos. Simón vivía con su madre en las tierras de su padre. La familia Labor siempre estuvo en el negocio de reciclar chatarra. Pero fue idea de Simón añadir un trabajo extra a toda la chatarra que recibían para poder defenderse de la decadente economía que azotaba a quienes vivían por el bosque de Uphelia, lejos de la ciudad en Horizonte Sur.

    —¡Simón! —gritó su madre desde la casa, pues el ruido producido por los vigorosos insectos al comer le dificultaba a Simón escuchar el llamado. La madre llamó de nuevo —¡Simón! ¡El desayuno! —.

    Con la palabra mágica desayuno en la oración, Simón salió de la jaula con un balde lleno. —¡Ya voy! —Dejó a los insectos comiendo, ya que no irían lejos. Además, a pesar de tener la fuerza de romper madera sin problemas, odiaban el sabor de la madera. Simón les salvó de morir de hambre en el bosque pues estos insectos son naturales de las regiones desérticas del noroeste donde los depósitos de hierro abundan bajo tierra.

    De vuelta en casa, Simón disfrutaba su modesto desayuno. Su madre ya había terminado de comer antes de que este llegara, así que estaba leyendo el periódico. Adivina cuán cara está la harina de trigo. Comentó la madre mientras paseaba los ojos por las páginas. —Déjame ver, ¿5.000 Balors? —Supuso Simón.

    La madre exclamó —¡Ja! Eso era la semana pasada Simón, ¡Ahora cuesta el doble! —.

    Los ojos de Simón se abrieron por completo y su boca abierta se cerró para comentar —¡Esos bastardos! —exclamó.

    —Pues, dicen que el Trium subió de nuevo, así que todo sube —comentó la madre. Simón alzó la vista, cansado de la misma excusa sobre el aumento de la moneda de Horizonte Norte, luego dijo —Sabes que eso es basura, ¡Sube el Trium! ¡Suben los precios! ¡Baja el Trium, suben los precios! —.

    La madre asintió y estaba por decir algo que concordara con su hijo cuando sus ojos se detuvieron en un titular —Por los Grandes...—balbuceó.

    —¿Qué pasa? —preguntó Simón.

    —Mataron a Alex Silver la noche de ayer. —respondió la madre entregándole el periódico a su hijo.

    —¿Qué? —El joven tomó el periódico y leyó el artículo con la foto del capitán Silver.

    —¿Ese no era el papá de Kyndel? —preguntó la mamá, Simón asintió y dijo —Hace tanto no sé de ella. —

    —¿Y si le haces una visita? —Sugirió la madre.

    Simón dejó el periódico en la mesa y dijo —Vive en la ciudad mamá. Son tres días por Uphelia. ¿Y aparecerme ahora? —.

    — Sabes que el doctor Sumoz dijo que tenías su caballo a la orden. Y ahora sería un bonito gesto. —Insistió la madre.

    — Nunca me ha gustado cabalgar. Pero tienes razón. —Se quejó Simón.

    —Bueno, depende de ti Simón, pero también nos vendrían bien algunas cosas de la ciudad. —Concluyó la madre mientras tomaba el periódico de nuevo.

    El joven Labor regresó al cobertizo, los chatarrabajos ya casi terminaban el desayuno, así que se quedó cerca mientras comían. Pensaba en el padre de Kyndel, ¿Quién sería tan estúpido para matar a un capitán Baloriano? se preguntó. Pensó en Kyndel, su amiga de la infancia. Recordaba cómo a los 14 solían jugar por la chatarrería, pretendiendo que eran ninjas. El tiempo siguió su curso, a Alex lo promovieron a capitán y se mudó a la ciudad con su hija.

    Simón nunca conoció a su padre, y el capitán Silver era lo más cercano a una figura paterna durante aquel tiempo. Alex solía alentar a Simón para que se volviera miembro del ejército Baloriano, pero le faltaban los recursos.

    Mientras soñaba despierto, uno de los chatarrabajos salió del cobertizo y se dirigió a las pilas más grandes de chatarra que estaban en el patio. Simón no se percató de esto de inmediato cuando notó que los insectos habían terminado. Tomó sus guantes de tela gruesa y los llevó de uno en uno a la jaula. Ahí se dio cuenta que faltaba uno.

    Se apresuró al patio y comenzó a buscar por la chatarra. Los chatarrabajos eran lentos para excavar, pero con suficiente tiempo, podía escaparse cavando. —¡Amiguito! ¡Aquí amiguito! —decía Simón levantando pedazos de varios metales mientras buscaba por doquier, ¿Por qué no les puse nombre? Se preguntó al no tener una forma en particular de llamar a su insecto perdido, pero ¿cómo darle nombre? Todos eran idénticos.

    Permaneció en silencio, intentando escuchar cualquier crujido que lo guiara al paradero del chatarrabajo. De repente, escuchó cómo una pila de fierros se desmoronó a unos pocos metros de este. Caminó en dirección al ruido y encontró al chatarrabajo. Tenía una pieza de metal atorada en las mandíbulas, luchando por comerla. Simón estaba a punto de gritarle al insecto cuando notó que la pobre criatura estaba atragantada. Retirando la chatarra que estaba en el camino, Simón llegó al insecto y le sacó el extraño trozo de metal de sus mandíbulas, nunca había visto a un chatarrabajo atragantarse con ninguna pieza de nada, sus mandíbulas pueden romper los metales más duros.

    Simón vio la extraña pieza que ahora tenía en su mano, era considerablemente grande, pero el peso no concordaba con el tamaño, debía estar hueca. Parecía compuesta de dos partes de una cascara soldadas entre sí. La mordida del insecto la había abierto como un huevo eclosionado. Entre las dos placas había una pieza más pequeña del tamaño de su mano. El objeto estaba cubierto de tierra, pero Simón pudo ver brillo y oro luego de limpiar la pieza un poco con sus guantes. La pieza le daba curiosidad, quizá tenía algún valor. Sin embargo, estaba más preocupado por lo que el trozo le había causado a las mandíbulas del chatarrabajo. Una estaba doblada, ¿Qué tan duro debe ser un metal para doblar la mandíbula de un insecto que come metal?

    —Pobre amiguito, mira lo que le pasó a tu mandíbula. —dijo Simón alzando al insecto con una mano. Luego, caminó de vuelta al cobertizo con el insecto y el misterioso artefacto de metal.

    Horizonte, el único continente del que se sabe está habitado por humanos. Los historiadores dicen que el planeta solía ser diferente, pero varios cataclismos y otros fenómenos llevaron al mundo a lo que se le conoce hoy. El continente está dividido en cinco naciones: Una de ellas es Horizonte Sur, una enorme nación que no tiene fronteras terrestres con otros países. Es por mucho, la más grande de las cinco naciones y una amplia pradera sin dueño la separa de su vecino más cercano. Ahora, varios bosques han emergido en algunas partes de Horizonte Sur, alojando tribus declaradas independientes del estado Baloriano. El bosque de Uphelia es el más grande de ellos,  su crecimiento rápido y casi mágico aún es un misterio para la ciencia.

    La capital de Horizonte Sur es Balor, la gran metrópolis del país. Los ciudadanos de ciudad Balor cuentan con todo lo que Horizonte Sur puede ofrecer, mercados, tiendas de ropa, electrónicos, comida, calles iluminadas de noche, bibliotecas, escuelas, hospitales y la célebre, pero temida, Policía Nacional Baloriana. El bosque de Uphelia rodeaba la ciudad, cubriéndola por el oeste, sur y sureste. Era una especia de barrera natural que protegía la capital. Uphelia estaba plagada de criaturas de todas razas y tamaños, lo que hacía el viaje a Balor desde el sur una tarea difícil.

    Como la cabeza del Estado de Horizonte Sur reposaba en Balor, la seguridad era alta, y las fuerzas del PNB, la Policía Nacional Baloriana, hacían constante patrulla. Sin embargo, esto no evitaba que el crimen en alza aterrorizara a cualquier desafortunado ciudadano o dueño de negocio de vez en cuando. Esto pasaba más a menudo en el área limítrofe de la ciudad, donde habitantes de clase media y los más empobrecidos compartían espacio.

    Hoy, los ciudadanos sin suerte eran una pareja que salió por un helado. Dos jóvenes ladrones robaron su dinero y pertenencias a punta de pistola y salieron corriendo. Fue rápido y sin resistencia, un golpe fácil para los criminales.

    Los dos criminales no sabían esto, pero su suerte era peor que la de sus víctimas. Y no fue hasta que doblaron en una esquina que lo notaron. Aterrizando justo frente a ellos, cuatro poderosas patas, dos delanteras de águila y dos traseras de león, las cuatro con garras afiladas que produjeron un sonido seco al tocar el suelo. Un par de alas grandes y fuertes de color café alzaron el polvo cuando se agitaron cerniendo una sombra sobre el par criminal; dos ojos de águila permanecían fijos en el bolso que le pertenecía a la chica asaltada y un pico les apuntaba, listo para atacar. Era un grifo, la bestia insignia de persecución de la PNB.

    Montando el grifo, vestida con una camisa y pantalón azul marino, chaleco antibalas, coderas y rodilleras negras y un par de botas de combate, la oficial Kyndel Silver veía de reojo a los dos infractores con seriedad. —Acaban de arruinar una linda cita ¿no? —dijo Kyndel mientras sacaba su arma de la funda en su cintura. Uno de los ladrones intentó moverse y el grifo giró su cabeza a un lado para poder ver al hombre con su enorme y amenazante ojo.

    — Tranquila chica. —dijo Kyndel bajando del grifo. —Estoy segura de que estos caballeros no quieren perder sus extremidades peleando con un bello grifo que es tres veces más grande que ellos. —Sonrió a ambos criminales—. ¿O si se atreven? —Los retó. Los dos hombres se miraron entre sí y de nuevo a la oficial sacudiendo sus cabezas.

    —¡Perfecto! —Tomando su radio con la mano libre, la oficial Silver llamó a la estación—. Control, Aquí S13. Tengo a dos sospechosos... —pero antes de que pudiera indicar el lugar del arresto, uno de los criminales vio su oportunidad para huir. —Genial. —se quejó Kyndel mientras corría tras el sujeto en fuga.

    —¡Encárgate de ese, Tux! —Ordenó Kyndel, el grifo derribó al maleante que se había quedado antes de que este pudiera correr, luego lo contuvo contra el suelo con una de sus patas de águila. La oficial procedió a perseguir al fugitivo. —¡S13! ¡En persecución! ¡Mi grifo tiene a un sospechoso! —dijo esta por radio mientras entraba al callejón que el criminal usó para intentar perderla.

    El corredor cruzó el callejón y estaba por cruzar la calle, entonces un vehículo se detuvo cuando el conductor vio al criminal salir de improviso del callejón. El sospechoso logró saltar, rodar sobre el capó del carro y continuar su escape, perseguido de cerca por Kyndel.

    El callejón contiguo en el que el hombre entró era una calle ciega. Cuando notó esto, se atrincheró tras un contenedor de basura metálico y sacó su arma, disparando una vez en dirección de la oficial que le perseguía. Kyndel reaccionó rápido y se puso a cubierto en la entrada del callejón. —¡Ven y atrápame ahora, PNB pedazo de...! —.

    —¡Sin lenguaje ofensivo amigo! ¡Solo por eso es un año más! —Interrumpiendo el lenguaje soez del maleante. La oficial tomó una granada aturdidora de su cinturón y liberó el seguro.

    —¡Solo es un bolso! ¡Déjame ir! —gritó el criminal antes de que escuchara el sonido metálico de la granada rodando en su dirección, a centímetros de sus pies. Miró al explosivo plateado y tubular en el suelo cuando se detuvo muy cerca y luego un fuerte estallido invadió sus oídos, dejando nada más que un profundo silbido y ojos cegados por el flash.

    Cuando la visión y audición del criminal regresaban, Kyndel estaba pateando el arma de la mano de este

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