Aún a pesar de su aspecto ruinoso, el Cortijo del Fraile se resiste a abandonar el lienzo que sirviera de telón de fondo para películas como “La muerte tenía un precio” (1965) o “El bueno, el feo y el malo” (1966), de Sergio Leone (1929-1989), máximo exponente de ese mal llamado “subgénero” cinematográfico que alguien bautizó como spaguetti wes tern. Su silueta se extiende de manera ostentosa, como si fuera un espejismo que quisiera ensancharse eclipsando el amplio y árido horizonte de una inmensa llanura, salpicada de ágaves, donde convergen las pedanías de Los Albaricoques y Rodalquilar, en el Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar, en el sureste del litoral mediterráneo almeriense.
Lo que ha dado FAMA DE MALDITO al cortijo del Fraile es haber servido de escenario para uno de los crímenes más inmortalizado a través de romances de la España profunda.
Su nombre, Cortijo del Fraile–o también de los Frailes–da cuenta de su origen, ya que fue construido hacia el siglo XVIII por los frailes del Convento de Santo Domingo de Almería, aunque en aquel entonces se le conocía como el Cortijo del Hornillo, por su gran horno para hacer pan. El cortijo, que abarca unos tres mil metros cuadrados, es epicentro para una finca de 730 hectáreas, dedicada a la explotación agrícola principalmente de vides y olivos. Con la desamortización de iniciada en 1836 el latifundio sería expropiado para repartirla entre varios propietarios que, finalmente, optaron por venderlo todo a una misma familia terrateniente de Almería, que integraría en el recinto una ermita y un panteón familiar. Aunque lo que ha dado fama de “maldito” al cortijo del Fraile
