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La paciencia
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Libro electrónico86 páginas1 hora

La paciencia

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"Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo, a las doce tribus que están dispersas, saluda. Hermanos míos, tened por cierto que es una alegría cuando caéis en diversas tentaciones, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Pero dejad que la paciencia tenga su obra perfecta, para que seáis perfectos y completos, sin que os falte nada. Si a alguno de vosotros le falta sabiduría, pídala a Dios, que da a todos con liberalidad y sin reproche, y le será dada" -James 1:1-5

La paciencia y su obra perfecta, que incluye cuatro sermones sobre Santiago 1:1-5, fue escrito después de la gran plaga y de un gran incendio. 
En 1665 estalló la gran plaga de Londres en la que murieron más de 68000 personas. El rey y su corte huyeron de la ciudad en junio y no regresaron hasta el mes de febrero siguiente, pero Goodwin siguió trabajando. La peste aún no había remitido cuando se produjo el Gran Incendio de 1666. Este incendio comenzó la madrugada del domingo 2 de septiembre en una panadería cerca del Puente de Londres y la ciudad ardió hasta el miércoles siguiente bajo un viento que quemó 13.200 casas y 87 iglesias. La casa de Goodwin se vio amenazada por las voraces llamas. Preocupado por salvar su valiosa biblioteca, trasladó más de la mitad de sus libros a la casa de un amigo, a salvo de la propagación de la conflagración. Pero un cambio en el viento salvó su vivienda y los libros que contenía y los que había trasladado se quemaron con la casa de su amigo. Llorando por su gran pérdida, valorada en más de 500 libras, escribió un libro basado en Santiago 1:1-5 y publicado como "La paciencia y su perfecta obra bajo pruebas repentinas y dolorosas". Goodwin murió el 23 de febrero de 1679 y fue enterrado en Bunhill Fields.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento6 jun 2022
ISBN9798201856717
La paciencia

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    La paciencia - Thomas Goodwin

    LA PACIENCIA Y SU OBRA PERFECTA

    SECCIÓN I: Introducción

    Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo, a las doce tribus que están dispersas, saluda. Hermanos míos, tened por buena la caída en diversas tentaciones, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Pero dejad que la paciencia tenga su obra perfecta, para que seáis perfectos y completos, sin que os falte nada. Si a alguno de vosotros le falta sabiduría, pídala a Dios, que da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada.-Santiago 1:1-5.

    La paciencia CRISTIANA es mi tema, y la obra perfecta de la paciencia, ver. 4; pero como una introducción al mismo, primero debo abrir algunas cosas de las palabras en ver. 1, 2.

    1. En cuanto a las personas a las que escribe, eran las doce tribus dispersas, que habían sido y eran despojadas de su herencia en su país natal, y abandonando éste, se habían desterrado; multitudes de ellas, no digo todas, como aparece en Hechos 8:1, En aquel tiempo hubo una gran persecución contra la iglesia que estaba en Jerusalén; y todos fueron dispersados por las regiones de Judea y Samaria, excepto los apóstoles. Y, en Hechos 11:19, los encontramos viajando hasta Fenicia, Chipre y Antioquía; y de allí pasaron a otros países. El otro Apóstol que escribió a las mismas personas, los consuela con esto-1ª Epístola 1:4-que fueron engendrados de nuevo para una herencia mejor que la de Canaán, de la que ahora estaban privados.

    2. 2. Observo que aunque ya habían sido destituidos y desolados, y expulsados de sus casas y hogares para buscar su sustento, con sus familias, en países extranjeros, todavía les seguían grandes y apremiantes problemas y miserias, como una ola tras otra: continuamente caían en diversas y variadas tentaciones de todo tipo. Dios nos pone a prueba cada momento, como en Job 7:18; somos castigados cada mañana, Sal. 37:13; y muertos -es decir, en peligro de muerte- todo el día, como en Rom. 8. Dios aún no había terminado con éstos.

    3. 3. En esta ocasión, el Señor pronuncia la paradoja más extraña que jamás se haya pronunciado o pueda pronunciarse; y comienza con ella, ver. 2: Hermanos míos, tened por dichosos cuando caigáis en diversas tentaciones. Así, sin rodeos y de forma abrupta, sin ningún prefacio tranquilizador o introducción edulcorante, a no ser el de hermanos míos, para dar paso a ello. La primera parte, tenedlo todo por dichoso, parece llevar una contradicción moral frente a la segunda parte, cuando caigáis en diversas tentaciones; y esta última parece poner una imposibilidad sobre la primera, que es el deber exhortado.

    1. 1. Si simplemente se les pide que se alegren, ¡qué descortés es esto para los hombres en esa postura y circunstancia en la que se supone que han caído! Pues bien, pero tened alegría, dice: no sólo moderad, guardad y sofocad vuestras pasiones contrarias, que era la más alta lección que la filosofía y los estoicos, los mejores filósofos, habían enseñado, sino que el evangelio nos llama por tanto, etc., o para y sobre estas tentaciones, a alegrarnos. 1. Considera que es una alegría, esto es lo primero.

    2. 2. Todo gozo; el más alto gozo, pues así debe suponerse que es todo gozo.

    3. 3. Y esto, no cuando vean por experiencia el glorioso resultado y acontecimiento que estas tentaciones producen; sino que lo consideren todo gozo de antemano, como si estuvieran en posesión de lo que Dios promete que será el fin asegurado y esperado, Jeremías 29:11; y que estén de antemano tan seguros de ello como si ya lo tuvieran.

    4. No es cuando son asaltados con problemas, sino cuando las tentaciones irrumpen realmente en ellos, y se encuentran bajo ellas.

    5. Tampoco cuando son conducidos a ellas por pasos, o se han encontrado con ellas como en su camino; sino cuando caen en ellas. Es una caída de la que habla, y que es repentina, inmediata y totalmente inesperada para ellos.

    6. No cuando caen en una o dos, sino en muchas tentaciones; como, en otra parte, la palabra 'diversas' aquí se traduce, 1 Pedro 1:6, 'múltiples': y muchas se importa en múltiples.

    7. Y las que no son de una sola clase o tipo, sino 'diversas', y por lo tanto de varias clases, como en el buen nombre, el reproche, la injuria: diversas también en cuanto a sus cuerpos, sus almas; sus relaciones y familias, amigos, esposas, hijos; el hombre interior, el exterior.

    8. Cuando caes (περιπέσητε) en ellos, como en un pozo y en una trampa, y así ellos cayendo a tu alrededor; de modo que no tienes nada en que apoyarte o sostenerte, sino que todo lo que te rodea cae contigo y debajo de ti, de modo que en toda apariencia exterior estás hundido y abrumado con las ruinas.

    En este caso, considerarlo todo alegría, gritar como los hombres en la cosecha, o que han obtenido grandes despojos; cuando sus miserias son tan grandes que no pueden ser soportadas, que sin embargo su alegría debe ser tan grande que no se puede expresar más; este es el deber más duro que jamás se requirió de los corazones angustiados de los hombres. Y, sin embargo, Dios no lo exigiría si no fuera alcanzable; y no es alcanzable por ningún otro principio que el del cristianismo. Y argumenta que nuestra religión cristiana, que es la única sabiduría verdadera, ver. 5, tiene una virtud tan espiritual y soberana que es capaz de elevar los espíritus a un nivel tan alto y glorioso y a la perfección en esta vida.

    Pero podrían decir: Nos has propuesto este duro y extraño deber; ¿qué fundamento hay que pueda persuadir y llevar racional y eficazmente nuestros corazones a él? ¿Qué consideraciones pueden procurarnos este gozo, y cómo podemos ser forzados a ello? Porque Dios nunca dio ningún mandamiento sin que hubiera un motivo y una razón plena y suficiente para cumplirlo.

    Les da dos motivos: uno en los versículos 3 y 4, 'Sabiendo esto, que la prueba de vuestra fe obra la paciencia. Pero dejad que la paciencia haga su obra perfecta, para que seáis perfectos y completos, sin que os falte nada". Esta es una base de lo que sigue en esta vida. El otro está en el versículo 12, 'Bienaventurado el hombre que soporta la tentación; porque cuando sea probado, recibirá la corona de la vida.' Esta es la recompensa que sigue en la vida venidera, con la esperanza y la expectativa de que puedes considerar todo el gozo de que ahora seas probado; porque el fin y el resultado de ellos es una corona de gloria, que estos obran, como en 2 Cor. 4:17, 'Porque nuestra ligera aflicción, que es momentánea, nos obra un peso de gloria mucho más grande y eterno'.

    Empiezo con la primera, qué fundamento hay en esta vida para que nos regocijemos en tales tentaciones. Esto, en los versículos 3 y 4, 'Sabiendo' -es decir, considerando y sopesando profundamente este principio de nuestra profesión cristiana- 'que la prueba de vuestra fe produce paciencia'. Esta es una y la primera, en la que el Apóstol tácitamente supone esta máxima, y construye sobre la suposición de la misma; se encuentra en el fondo, y sin embargo está suficientemente implícita. Es esto: Que el tener nuestras gracias, especialmente el tener nuestra fe y paciencia probadas y ejercitadas en nosotros, para

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