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Ya, ya, ya, yo habito tres máquinas
Ya, ya, ya, yo habito tres máquinas
Ya, ya, ya, yo habito tres máquinas
Libro electrónico96 páginas1 hora

Ya, ya, ya, yo habito tres máquinas

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El presente libro es una bomba que empezó c
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento10 mar 2022
ISBN9781952171710
Ya, ya, ya, yo habito tres máquinas
Autor

David Jesús Flores Heredia

David Jesús Flores Heredia, limeño, peruano, nacido en el 82, escritor, periodista, poeta, músico e investigador, autor del libro Ya, ya, ya, Yo habilito tres máquinas (Editorial Fondo Cultural del Perú, Sept. 2019), y de publicaciones de poesía, relato y artículos en diversas revistas, con gusto por la música y las artes. Además de un ser sorprendido ante la miseria espiritual y el desprecio con que nos aislamos ciegos, poderosos y desfavorecidos, sin buscar, en muchos casos, un mejor futuro. Y, sin embargo, convencido que las personas buenas de corazón existen y son más que los villanos.

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    Ya, ya, ya, yo habito tres máquinas - David Jesús Flores Heredia

    PRIMERA EDICIÓN

    _________________________________________

    COLECCIÓN Hijos de la Ficción

    _________________________________________

    Ya, ya, ya, yo habito tres máquinas

    © 2022, David Jesús Flores Heredia

    D.R. © 2022, Lapicero Rojo Editorial

    Tijuana, Baja California.

    www.lapicerorojo.com

    comentarios: servicios@lapicerorojo.com

    Dirección Editorial: Miguel Alberto Ochoa García.

    Diseño de interiores: Jazmín Lozada Ángel.

    ISBN: 978-1-952171-71-0

    Este libro no puede ser reproducido total o parcialmente por ningún medio impreso, mecánico o electrónico sin el consentimiento por escrito de la editorial. Las acciones de reproducción que violen los derechos intelectuales y autorales de esta obra serán denunciadas ante las autoridades.

    Prólogo

    Inicio

    Joaquín

    La Malena

    La Navidad del niño Melgar

    El Hijo de Aziel

    Akira Frío

    Final

    Glosario de términos

    A mi hermosa Madre,

    a mi Tío Alberto y a Chafi Schiaffino,

    quienes me enseñaron a transformar

    la tristeza en una sonora carcajada.

    Solo donde Dios está nace un lugar

    Rainer M. Rilke

    No hay ninguna ley que prohíba embrutecer a la gente

    Marco Aurelio Denegri

    Y muerdo las palabras, pero no insulto

    Héctor Lavoe

    Prólogo

    El presente libro es una bomba llena de fuego que ha vuelto loco mi corazón. Empezó como una investigación sobre la marginalidad y la delincuencia en los barrios peligrosos de Lima (Perú), trabajada durante cinco años (2007-2012).

    Sopesar la gran cantidad de estudios académicos que quedan encarpetados o no llegan al gran público, así como mi amor por leer, difundir y hacer literatura, me llevaron a que utilizara el material y lo vertiera en la presente obra satírica. El humor es un eje cultural que describe al ser humano. Burlarse de las tragedias es para miserables y malditos que usualmente crean este caos, y en la novela son el público que asiste y disfruta de esta reunión en clave teatral: Inicio, Intermedio y Final.

    El título del libro se puede traducir como: Perfecto, yo te doy tres armas de fuego. El lenguaje utilizado para los diálogos es el que se habla en el mundo del hampa y de los barrios marginales. Dentro podrán apreciar poemas y coros, una multiplicidad de seres y la lucha entre la justicia y la espiritualidad contra la decadencia y la maldad. Pero, esencialmente, podrán ver un espejo de lo que va realizando la desunión, el egoísmo y la perfidia gubernamental, empresarial y civil. Este es un grito humano y, como tal, está lleno de amor.

    Agradezco a la Editorial Lapicero Rojo que, comandada por Miguel Alberto Ochoa García y su maravilloso equipo, ha confiado en mí para publicar esta segunda edición. Dios —o la Vida para los no creyentes— ha permitido que desde las orillas, aunque distantes, siempre hermanadas, de México y el Perú, logremos compartir este canto escrito.

    A los lectores: mi mayor respeto y agradecimiento.

    David Jesús Flores Heredia

    9 de enero de 2022

    Lima, Perú.

    Inicio

    El Programa de actividades de una gran reunión de mentirosos malignos estipulaba que el gran David Reyes subiría al estrado para contar una de sus historias fantásticas, la que sería interrumpida por un breve intermedio para almorzar y, luego, cerraría con un asombroso desenlace para deleite de los congregados, quienes, en mesas bien decoradas, disfrutarían con toda su familia del espectáculo.

    ***

    David Reyes, apodado Ya, ya, ya, Yo habilito tres máquinas, facilitador de armas, estafador, proxeneta, nefasto político y exaniquilador de poblaciones a sueldo, siempre de saco claro, lentes oscuros y fina copa en mano, fue recibido entre aplausos por el público mientras subía al estrado.

    Sonriente, bebió un trago, acomodó el micrófono colgado en el atril e inició:

    "Saludos, mis queridos animales. Los humanos están preocupados porque pronto su recesión alimentaria va a ser insostenible y uyuyuy. Pero a nosotros, los inmortales, qué nos importa la supervivencia insignificante de unos seres que solo sirven como diversión, para pasar el rato en este estúpido planetucho.

    Esta tarde vengo a contarles la historia de un demonio riquísimo. Un ejemplo de actuar. Pero, antes de llegar a su biografía, iniciaré narrando parte de la vida de algunos personajes involucrados, de forma directa e indirecta, en su acalorada memoria. Seres que irán preparando las papilas gustativas para nuestro plato de fondo. Iniciamos con el relato de su tío, el viejo sidoso, abandonado en un hospital mugriento, una joyita".

    Joaquín

    Una mañana de verano, el tío, anciano y sidoso, abandonado en una cama del Hospital La Salud, fue interrogado por la Policía respecto a su sobrino. Con absoluta sinceridad les indicó que nada sabía. Cuando los doctores le preguntaron si tenía familia, también franco, respondió que no contaba con nadie en el mundo.

    A pesar de su gravedad, estaba aislado en el pabellón común San Pedro, donde, a cada hora de visita, ansioso, buscaba con la mirada algún rostro amigo, porque los otros pacientes lo repudiaban, los residentes lo trataban con asco, algunas enfermeras lo insultaban y muchos administrativos sin pudor le decían: Usted debería colaborar y morirse ya: hay mucha gente que necesita su cama.

    Desafortunadamente, no podía estar en otro pabellón porque no había espacio, el hospital era una locura, infierno donde mototaxis, motos, patrulleros y ambulancias vomitaban enfermos y heridos de gravedad sin cesar. El desorden y la corrupción general eran insoportables, pero aun así los médicos batallaban y Joaquín, mal que bien, pasaba sus días.

    Dándole los santos óleos en cinco oportunidades, en las que se presagiaba su fin y de las que salió inexplicablemente vivo, la joven y caritativa monja, María Piedad, lo conoció y algo en él la atrajo. Deseando saber su caso, preguntó a uno y otro enfermero y fue informada: Vinieron unos maleantes, lo dejaron en emergencia, luego la policía fue a interrogarlo por su supuesto sobrino y jamás alguien volvió, ni siquiera a preguntar por él.

    Conmovida, le tomó mucho cariño y se prometió visitarlo todos los días, lo cual cumplió al pie de la letra. Al inicio, el hosco Joaquín la repelía diciéndole: Hermana, por favor, váyase, no me interesa su dios, yo amo al demonio. Pero la fe mueve montañas y la perseverancia de la monjita hizo mella en el enfermo.

    Poco a poco, permitió que la religiosa le diera de comer, lo ayudara a cambiarse de posición o incluso de pañal. Así, comenzó a intercambiar una que otra palabra, luego a compartir una charla. Se hicieron amigos.

    El anciano cada día esperaba su visita con emoción. La religiosa le enseñaba la importancia y la gloria de Dios, él le narraba algunos pasajes de su antigua buena vida con productos extranjeros que su familia, radicada en Estados Unidos, le enviaba, las fiestas donde se divertía y las parejas de su mismo género que había amado con pasión. Cuando ella consultaba acerca de sus familiares, él le decía que en Perú solo tenía un sobrino, buenmozo, que era un importante empresario textil y que, debido a sus múltiples obligaciones, no podía ir a verlo; sin

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