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Rosa a (Des) Crédito . historia de amor y lujuria
Rosa a (Des) Crédito . historia de amor y lujuria
Rosa a (Des) Crédito . historia de amor y lujuria
Libro electrónico497 páginas7 horas

Rosa a (Des) Crédito . historia de amor y lujuria

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Ya hace más de sesenta años  la escritora ruso-francesa Elsa Triolet publicó su novela  Rosas a crédito, la historia de una muchacha que es consumida ―y valga la redundancia― por la sociedad de consumo donde todo puede obtenerse a créditos, la ambición de Martin la hará cruzar todos los límites y su fin será verdaderamente aterrador. Hoy el escritor salvadoreño Wilian A. Arias, nos demuestra con esta novela que la sociedad no ha cambiado mucho y que  su protagonista Ana Rosa, será capaz de todo para  enriquecerse.

Podrá acercarse a estas páginas  usted lector(a) como cuando mira o escucha una  tele-o radio-novela. Algunos, tal vez, encasillen esta obra como la novela rosa que es. Pero su autor sabe que este es el mejor medio para llegar a miles de personas a través del más universal de los idiomas: el amor. 

Cada pasaje lo dejará sediento, al punto de no poder dejar la lectura siempre pensando qué pasará con sus personajes favoritos. ¿Triunfará el bien sobre el mal? La Venganza es un plato que se sirve frío según dicen los más viejos. Sin embargo puede volverse contra aquellos que solo viven para este propósito. El pasado regresa una y otra vez y cobra nuevas víctimas.

Verdes eran los campos, boyantes colores habían entre las flores, donde sobresalía el rojo. Ella confundió el verde  con el verde de los billetes y el rojo, con la sangre de sus víctimas. Conoce más de nuestra; Ana Rosa, la mujer que nació pobre de alma y rica de ambición.

Así piensa   la protagonista de esta historia, Ana Rosa:

[…]

              y mi cabeza dirige al corazón y no sé quien irá a vencerme, ¿el amor o el dinero?

[…]

            yo tenía que hacer lo que fuere por un poco o mucho dinero y para ello activé mi credi  cuerpo, o sea, mi cuerpo sirvió para complacerme en todo lo que yo quería

[…]

 esta es mi historia, la historia de la Credi Cuerpo.

IdiomaEspañol
EditorialAWABOOKS
Fecha de lanzamiento24 nov 2022
ISBN9798201018955
Rosa a (Des) Crédito . historia de amor y lujuria
Autor

Wilian Arias

Wilian Antonio Arias nació en el municipio de El Sauce, en el salvadoreño departamento de La Unión, en 1987. Aunque en un principio se estableció en Washington, D.C., y Virginia, actualmente radica en el Estado de Los Ángeles, California. No hay duda que Arias añora el lugar donde tiene sus raíces: San Juan Galares; ya que todas sus novelas y cuentos giran alrededor de hechos —algunos reales y otros producto de la imaginación— que suceden en los sitios que fueron parte de su vida: ríos, haciendas, caballos, vacas y todo tipo de animales domésticos que son parte del quehacer diario en los hogares campesinos de los países latinoamericanos, en especial en el oriente su país. Arias solo logró finalizar sus estudios de secundaria (bachillerato) para emprender junto a su madre el viaje con rumbo Norte. Su travesía por Guatemala y México hasta llegar a Estados Unidos estuvo llena de todo tipo de obstáculos, como sucede con la mayoría de inmigrantes. Pero también ha sido un obstáculo su adaptación a una cultura diferente. Sin embargo, a pesar de la dureza de los cambios, Arias encontró el ambiente perfecto para desarrollar sus dotes de escritor autodidacta, que lo practica desde que era un niño. Hasta la fecha el joven autor ha escrito seis libros que han sido publicados por la editorial Palibrio, SHARED PEN Edition y FT Editores § Sherezade Martinez.

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    Rosa a (Des) Crédito . historia de amor y lujuria - Wilian Arias

    PALABRAS AL LECTOR

    Hay seres humanos que no se resignan con su destino y en su intento por cambiarlo terminan torciéndolo aun más. La belleza de una mujer la lleva a creer que la sacará de su mundo de miseria. Pasará por encima de quien sea con tal de conseguir sus fines. ¿Pero es realmente tan mala esta muchacha o es una víctima más de la sociedad y su época?

    Ya hace más de sesenta años  la escritora ruso-francesa Elsa Triolet publicó su novela  Rosas a crédito, la historia de una muchacha que es consumida ―y valga la redundancia― por la sociedad de consumo donde todo puede obtenerse a créditos, la ambición de Martin la hará cruzar todos los límites y su fin será verdaderamente aterrador. Hoy el escritor salvadoreño Wilian A. Arias, nos demuestra con esta novela que la sociedad no ha cambiado mucho y que  su protagonista Ana Rosa, será capaz de todo para  enriquecerse.

    Podrá acercarse a estas páginas  usted lector(a) como cuando mira o escucha una  tele-o radio-novela. Algunos, tal vez, encasillen esta obra como la novela rosa que es. Pero su autor sabe que este es el mejor medio para llegar a miles de personas a través del más universal de los idiomas: el amor. 

    Cada pasaje lo dejará sediento, al punto de no poder dejar la lectura siempre pensando qué pasará con sus personajes favoritos. ¿Triunfará el bien sobre el mal? La Venganza es un plato que se sirve frío según dicen los más viejos. Sin embargo puede volverse contra aquellos que solo viven para este propósito. El pasado regresa una y otra vez y cobra nuevas víctimas.

    Verdes eran los campos, boyantes colores habían entre las flores, donde sobresalía el rojo. Ella confundió el verde  con el verde de los billetes y el rojo, con la sangre de sus víctimas. Conoce más de nuestra; Ana Rosa, la mujer que nació pobre de alma y rica de ambición.

    Así piensa  la protagonista de esta historia, Ana Rosa:

    [...]

    ymi cabeza dirige al corazón y no sé quien irá a vencerme, ¿el amor o el dinero?

    [...]

    yo tenía que hacer lo que fuere por un poco o mucho dinero y para ello activé mi credi  cuerpo, o sea, mi cuerpo sirvió para complacerme en todo lo que yo quería

    [...]

    esta es mi historia, la historia de la Credi Cuerpo.

    PREFACIO

    Dicen que el pasado es el centinela del futuro y se ignora en el presente; pues nadie existe sin un pasado. Todo se paga en esta vida y como seas con los demás; así mismo serán contigo. Ana Ruth no escuchó consejos de su madre, quien se desvivía por ella, a pesar de ser una señora de avanzada edad, aun muy enferma, trataba de consentirla lo más que podía; pero cuando trató de encarrilarla ya no lo pudo hacer, pues; su hija estaba irremediablemente perdida.

    La señalaban como mujer alegre, se acostaba con uno y con otro. La señora Verónica había ido al médico, tras volver a casa, al llegar a su cuarto, se encontró a su hija en la cama con dos hombres a la vez, un ataque a su corazón le alcanzó y de ello murió no sin antes decirle.

    — ¡Ingrata, Hija mía! — doña Verónica, respiraba como si la vida no le fuese alcanzar para reprenderla―. Ana Ruth la veía sin cargos de conciencia, creyendo que su madre solo montaba una de sus escenas de teatro.

    — Todo lo que me has provocado, de seguro la vida te lo cobrará  con una hija de tus entrañas, y entonces entenderás a tu madre. 

    —Te daré cinco minutos con tu show, y luego volveré, así que sigue disfrutando tus talentos para el drama. ―Le dijo a su madre.

    — ¡No tendré hijos!

    — Entonces sabrás lo que sufre una madre al querer educar bien a sus hijos.

    Verónica murió, tarde trató de educar a quien desde muy pequeña con rigidez debió instruir. Si vas hacer algo, hazlo bien y a tiempo.

    I

    Ana Ruth era mucho de ir de fiestas, sobre todo después de que su madre murió, en el fondo se sentía culpable y se auto castigaba, destruyéndose a sí misma; a veces quería cambiar su vida encontrando al millonario ideal.

    Iván Orozco, era un chico de discotecas, traficaba a lo tonto drogas, amante de práctica con diferentes parejas sin importar el género del individuo que le pagara, era dado a los placeres caros, que solo sus vicios le permitían, era un muchacho bien parecido y por ello sacaba provecho de venderse, más con los chicos que, eran bondadosos con lo que le retribuían en dinero por su buena faena pasional. También alcanzaba a satisfacer sus bolsillos robando descaradamente.

    Ana Ruth se casó muy joven con Iván Orozco; ambos liberales, podía disfrutar de orgías y drogas  pero enviudó al poco tiempo, pues en uno de los tantos robos de pandillas, su esposo fue traspasado por una lluvia de balas, se fue de este mundo dejando  solas a su esposa y la hija que venía en camino. Durante aquellos nueve meses de embarazo Ana Ruth trabajó  arduamente; pero por desgracia los tiempos no eran los mejores, el extracto económico de aquellos ricos de la época decaía y los salarios a los empleados eran exageradamente inusuales;  era eso o nada. Así era como ella vivía renegando, hasta del bocado de comida que se llevaba a la boca, por lo que pensaba que en un futuro su hija sería el arma que la sacaría de ser pobre.

    Las aves cantan como si le hicieren coro a la señorita que corre por los campos rivalizando  con las  flores, tan inocentemente parece jugar con los requiebros. Mientras el sol brilla, un rebaño de mariposa parece pasar volando y revestir su cuerpo de pies a cabeza, la damisela se levanta, corre, toma un hermoso plateado palafrén y recorre aquellos hermosísimos verdes linderos, desde donde puede apreciar la mansa agua del río y disfrutar de un escenario maravilloso y natural. Canta libremente: "soy una mariposa traicionera que vuela y se posa de boca en boca, fácil y ligera de producir dolor", es Ana Rosa, la que es pobre alma y rica de ambición.

    Veinte Años después. En la ciudad El Sauce, cantón San Juan, hacienda El Cantor. En  una de sus casas donde vivían los empleados, residían Ana Ruth y su hija Ana Rosa, tanto la madre como la hija la odiaban por ser de barro.

    Un tradicional espejo del tamaño de la puerta,  refleja el aspecto de una seductora, su hermosa espalda,  vestía como una verdadera diva. Su boca desprendía una gracia y sensualidad que deleitaban, mientras el borde de su bermellón labial recorría esas perfectas curvas de sus befos.

    Ana Rosa bebía un gaseosa, la cual dejó sobre la rendija de la continua ventanilla del viejo cuarto, se aproximó las manos a su colgante con un fino efigie de un medallón en forma de flor que se podía abrir y dentro tenía un solo boceto, con profunda congoja se sentó sobre el arco de la ventana, allí se le podía mirar nostálgica, casi con una aire de penumbra. Muchos le habían preguntado por la criatura del dije.

    — Tú y yo nacimos para ser reinas de las flores, nada ni nadie nos podrá arrancar los pétalos, ay de aquel qué se atreva tan solo pretenderlo —miraba la imagen de la bebé, la cual precisamente no era una fotografía, era un retrato a mano—. Ana Rosa, tú eres la espina de esta rosa codiciada, juntas seremos reinas sobre las riquezas de este pueblo.

    Ana Rosa, era el nombre la exuberante mujer y así como se veía, tan fría y superficial, de la misma cualidad era para expresarse, había cerrado el dije, se aproximó al espejo, mirándose fijamente vociferaba:

    — ¡Odio esta ratonera inmunda! —despectiva se mostraba—. ¡Ay, control Ana Rosa, control! ... que si te enfadas te saldrán horribles pliegas —rozaba su propio rostro, como quien consiente al niño llorando— un día superaré los lujos de mis estúpidos compañeros de colegio, vestiré y calzaré lo mejor de lo mejor, porque yo no nací para andar con chancletas y sandalias usadas por otras mujeres menos lindas que yo, no; yo no nací para ser de segunda en todo, yo nací para ser de primera, ese día lograré callar la boca de mi propia madre. Su principal obstáculo era su propia progenitora, entretanto, seduciendo los encantos del espejo continuaban aderezándose con joyas de fantasía—.  Soy bella, una mujer bella lo puede todo, los hombres llenarán mis bolsillos con  lo que yo ambiciono, tendré tantos billetes, como un bosque lleno de verdes hojas, seré la rosa con el matiz más rojo. Mi tarjeta de crédito será mi cuerpo y mi banco serán los hombres, así que yo usaré mi credi cuerpo para comprar lo que se me dé la gana, ¿Quién paga? Mi belleza, total, quieres hacer feliz a una mujer, dale tu tarjeta, si me quieres feliz, concédeme tu tarjeta o el cash, efectivo. Qué importa si la gente dice que soy inmoral, ¿Quién vive de moral hoy en día? —Se sentó a una vieja silla de acero con hule, de esas típicas que han sido manufacturadas para un costo accesible a su estrato económico—. ¡Nadie!  En la vida todo es como en una deliciosa sopa, llevas suculentos ingredientes: la belleza, que es como la sal que  pone sabor al juego (la sopa), una mente espectacular, un poco de astucia combinada con malicia, sí, basta una pizca de malicia dependiendo el número de obstáculos que debes quitar del camino y si llega a ser necesario para darle más sabor al triunfo, ¿por qué no un par de maldades?  En la vida... todo tiene coste, los triunfos son para los decididos, los retadores y luchadores, no para aquellos que se quedan esperando a que todo les llegue a la boca, y no hay nada más delicioso que una pizca de picante en la comida. Lo que digan las chismosas, me vale un tuétano, total, siempre he dicho, no ha nacido la cebolla que me haga llorar, ni el limón que me amargue el día.

    II

    Entre los montes de la hacienda, en una vieja choza vive Pancha, la que llaman; parchera , o dicho de otra forma la espiritista, que muchos buscan para conocer el futuro que la cartomancia y la sabiduría de los del mas allá le dan. Una mesa, dos sillas, un manto blanco cubre el tablero, sobre la mesa una vela encendida, un vaso con agua limpia y una flor multicolor, una fantástica bola de cristal, dos mujeres adentrándose a un momento de rituales. Ana Ruth, no había perdido sus mañas de avariciosa, y pensaba que lo que no consiguió ella, lo debía conseguir su hija, para sufragar el haberla criado, y eso era lo que la hubiere llevado a consultar el ocultismo; pero escuchar la verdad no a cualquiera le gustaba.

    — Tu hija es bella; pero mala.

    Decía la mamá Pancha, mientras la anhelosa madre de Ana Rosa, manifestaba recelosamente un solo pensar.

    — ¡Ella me hará rica! Seré tan rica como lo merezco.

    Había dicho  poniéndose de pie, mientras la mamá Pancha le decía en petición.

    — Toma asiento.

    Con una sonrisa contestó Ana Ruth:

    — ¡Gracias!

    Y Mamá Pancha hizo unos cuantos aspavientos y rituales, a medida decía reveladoras predicciones:

    — Vamos a empezar, tu lectura, nombre completo, edad, estado civil y cómo anda tu salud.

    Confiadamente Ana Ruth contestaba a cada cosa diciendo:

    —  Ana Ruth Venturas viuda de Orozco, tengo treinta y nueve años de edad, bueno, no está demás decirlo, soy viuda y, mi salud es perfecta.

    Un roce en las cartas y ya empezaba la mamá Pancha a decir cosas que tal vez no querían ser escuchadas por la madre de Ana Rosa.

    — Ana Ruth, mucho llanto, dolor, sufrimiento multiplicado es lo que te deparará la vida, llegará el momento donde desearás poder cambiar el ayer; pero ya no será posible, vas a darte cuenta que el ayer y los hubiera, son como los pero, no existen, los pude ya no servirán de nada, porque árbol que nace torcido, jamás su tronco endereza, mas si no le ayudas, porque tú eres y serás como aquella que empuja al renco para que se caiga, debes darte cuenta que el mundo es de los vivos, de los astutos, de aquellos que en lugar de querer decir pude, actúan, dicen; lo hice y en efecto, te voy a poner un ejemplo, digamos que tú no sabes pasar el hilo sobre el ojo de la aguja , y yo sí pude, ¿Qué crees que diría la gente, si tú ni si quiera lo intentas?

    Entonces respondió aquella mujer:

    — Dirían que tú eres ágil y que yo no pude.

    Así de fácil contestaba, a lo que replicaba la mamá Pancha:

    — Pero no lo hiciste, porque ni tan siquiera quisiste intentar, por muy sencillo que sea, no lo haces, ni lo tanteaste, solo dijiste no puedo, ni modo, a que voy con todo esto, a que si crees en el fondo de tu ser que no fuiste buena madre, entonces si crees eso, puedes cambiar, intentar corregir a tu hija, nunca es tarde para cambiar el destino.

    Mientras la médium le decía las predicciones, Ana Ruth insistentemente quería escuchar solo lo conveniente, lo que halagar a sus oídos, aunque fueran mentiras.

    — Pero; ¿Qué hay en el destino de mi hija? ¿Tan malo es?

    La mamá Pancha intentaba disfrazar el oscuro porvenir, y  contestaba:

    — Entre  la belleza y los espejismos, entre los caprichos y la maldad,  ella es una rosa maléfica. La pobreza de la mente sumada con la pobreza del alma y del dinero podrían hacer que una persona como ella  sea capaz de hacerlo todo con tal de tener lo que nunca ha tenido.

    — ¡Son puras estupideces!

    Impugnaba Ana Ruth, y místicamente Pancha le respondía:

    — ¡Sabes que no lo son! La mariposa volará; pero te has preguntado, ¿Dónde será su último vuelo? Cárcel, prófuga de la justicia, demencia o cementerio...

    Poco o bastante ofendida; pero a la vez disgustada con lo que escuchaba Ana Ruth objetaba:

    — ¿Qué es eso? ¿Es un ridículo presagio?

    La mamá Pancha no se preocupó  siguió diciéndole:

    —  ¡Ah! Te advierto, tu hija no tarda en casarse, su  vida se convertirá en un infierno.

    Tras escuchar tal cosa Ana Ruth, sin vacilaciones cuestionó a la mujer dejando ver un solo interés.

    — ¿El hombre es rico?

    La mamá Pancha dijo algo que desvaneció los planes de la perversa madre:

    — ¡Mujer! El dinero no lo es todo, puede convertirse en lágrimas y la sangre no se detiene con los billetes.

    Ana Ruth  replicó, oponiéndose:

    — Sí lo es todo, tú no sabes el mar de necesidades que pasé criando a mi hija, y la eduqué para que sea única y exclusivamente la mujer de un millonario.

    Se expresaba hundiendo los ojos y dejando notar sus arrugas, producidas por la edad, a lo que contra su voluntad, mamá Pancha le refutó:

    — Pero por ello tu hija no te debe nada, ella no pidió venir a este mundo, fuiste tú quien escogió traerla, tú abriste las patas al más estúpido de los hombres, solo porque era galancito, te preñaste y la pariste por decisión propia; así que no  la uses  como tabla para llegar a la riqueza, porque la destruirás a ella y te destruirás tú.

    Levantándose soberbiamente sacudió su cabello, le dio la espalda a la médium, repentinamente le dijo:

    — En esta vida  el dinero es un maldito mal que remedia todos los demás, el dinero lo es todo, hasta para tener que ir al baño necesitamos dinero. Mi hija lo vale eso y más.

    La mamá Pancha le decía:

    —  Un monstruo es lo que tú estás creando y te devorara sin clemencia. Ese negocio que por nueve meses cargaste en tu vientre,  es la rosa más mefítica, cualquiera que desee cultivarla  terminará trágicamente.

    La verdad no peca; pero bien que incomoda, y eso era precisamente lo que notaba la mamá Pancha al consultarla.

    III

    Verdes eran los campos , muy boyantes colores ofrecían aquel millón de flores, donde sobre salía el color rojo de una rosa, ella fue la que confundió el verde de sus campos con el verde de los billetes y confundió la sangre de sus víctimas con el rojo de la única rosa entre las flores, ella es; Ana Rosa . La que nació y creció entre los más pobres de un pueblo, era la hija única de una mujer que vivía renegando por ser pobre, y laboraba como empleada doméstica.

    En una chica ciudad, poco poblada, llena de costumbres y hermosas  tradiciones como; fiestas patronales, fiestas de independencia y otras festividades, allí es donde toma origen y esta historia.

    Ana Rosa, parecía noble y era educada, se creyó superior a los demás y comenzó a tener envidia.

    En la ciudad de El Sauce, siempre solía bajar del cantón San Juan, al pueblo,  soñaba con vivir allí, había más turismos, más modernización que en su campo.  En un pequeño cuarto un hombre se dedicaba a arreglar zapatos.

    — ¡Listos! Tómelos —le entregó un par de zapatos a la muchacha que se miraba al viejo y pequeño espejo de la pared— revíselos, quedaron como nuevos, es más, nadie pensaría que son de tercera mano.

    Decía la voz de un viejo hombre, con  barba blanca, y  aspecto de sencillez; mientras Ana Rosa sujetaba los zapatos, al momento que con gran ternura respondía:

    — ¿Cuánto debo? ¡Papi!

    Tal vez el viejo estaba dispuesto a cobrar; pero al escuchar la expresión ¡Papi!,  optó por no cobrarle a la damita, pues se le notó el brillo en sus ojos, entonces  embobado con ella, le dijo:

    — Para rositas bellas como tú, todo es gratis en el taller de don Luisito pollito, no tengo  mejor placer, que el de calzar a la más bella de las rosas del mundo.

    Zalamera le dijo:

    — ¡Control papi! En el fondo soy una rosita delicada y bella, tú eres un caballero en toda la palabra.

    El zapatero era un viejo de edad adelantada; pero bien que le gustaba la carne fresca, y le halagaba tener de visita a la  damisela que siempre se pavoneaba frente al espejo de su pared, y a sabiendas de que el la espiaba,  bastaba con seducirlo para saber que no le iba a cobrar por nada de lo que quisiera, viéndolo casi calenturiento al senil, ella le decía cualquier cosa para que él estuviera complacido, y así él se lo hacía notar:

    — Cobrarle a una rosa, sería pecado.

    Ruborizada Ana Rosa le cuchicheaba:

    — ¡Ay papi chulo! ¡Gracias ternura! ¡Ay,  tú sí que sabes reconocer las verdaderas rosas! Eres todo un bebecito rico.

    Contento con aquellas palabras el hombre añadió:

    — Cuando gustes vuelve, a ti te arreglo hasta los zapatos más descocidos.

    Guiñándole un ojo y regalando una picaresca sonrisa, Ana Rosa aludió:

    — ¿Y todo gratis?

    Manifestaba con su seductora voz, provocando el despertar de los sucios deseos del zapatero, quien le repetía:

    — ¡Para ti, todo gratis!

    Mientras se acomodaba las sandalias, Ana Rosa prosiguió.

    — ¡Ay cariñito! Se me olvidó mi tarjeta, o sea, una como yo siempre debe andar su credi card; pero la olvidé papi, solo traje mi credi cuerpo.

    Había una sonrisa muy picaresca en don Luisito, conocía a la mujer, sabía que cuando ella iba, no había ganancia económica, solo alegría para sus libidinosas intenciones, verla a ella, era el pago que le satisfacía.

    — No tienes que pagarme mi niña, te lo he dicho y te lo repito, no me debes nada, absolutamente nada.

    Ella aduló con estas frases al zapatero.

    — Lo he dicho,  eres un verdadero caballero, como tú, no hay más hombres en este pueblo, el último eres tú, la mejor raza de El Sauce.

    Luego se puso las sandalias, se arregló el cabello, salió de aquel lugar sin que nadie la viera. Pareciese que el viento hiciera honor a su belleza, su pelo se agitaba con elegancia, iba sintiéndose la reina de las calles, se sacudía el cabello como un pavo real, regalaba miradas de seducción y recibía miradas de lujuria por parte de los hombres y antipatías por parte de las  mujeres.

    IV

    En una lujosa mansión; ubicada en una zona céntrica de millonarios sauceños,  un grupo de chismosas salían a circundar los alrededores, se reunían con el pretexto de tomar el té, y se comían al primero que  les viniera a la mente; pero esta tarde,  prefirieron caminar, disque para quemar calorías, querían estar a la moda como todo el mundo, preocupándose por el buen físico, haciéndoselo saber al mundo a través de sus  redes sociales. En sus  tertulias  no hacían otra cosa que utilizar la lengua para destrozar al prójimo y en esta vez hablaban de una amiga en común. En varias ocasiones habían visto  salir policías de la mansión de una de las mujeres más poderosas de ese lugar, en diferentes momentos del día,  su curiosidad era enfermiza, padecían de un cáncer en la lengua, llamado; chisme:

    — ¿Qué habrá pasado en casa de nuestra amiga Yita? ―Todas se persignan al mismo tiempo.

    En la propiedad, en la segunda planta de la mansión, una mujer madura, sumamente fina y elegante, aristócrata que con solo mirarla, denotaba odio y maldad,  sentada en su mecedora, expresaba sus pensamientos al viento.

    — ¡Maldita semilla del mal! ¿Quién se atrevió a plantar tan asquerosa rosa? Eres el peor capullo de un jardín, la mala hierba entre las flores. ― Yita, con una larga vista miraba a Ana Rosa, que paseaba por el parque José María Peña, sentía un odio endémico—. Ana Rosa, ¿cuántos años he esperado por ti? ¡Cuídate podrida rosa! Ya me verás cortando de raíz tu maldad, la pobre rosa se va a secar, ¡jajaja! Te vas a secar de dolor, tal cual como lo he hecho yo en todos estos años, separada de mi familia, pagando injustamente algo que no hice, ¡maldita miserable muerta de hambre! ¡Apestosa a vacas! Tal como destruiste a mi familia, de la misma forma te destruiré pétalo a pétalo, espina por espina de tus defensas, vas a odiarme eternamente, querida Ana Rosa ¡lo juro! Te voy hacer pedacitos y estrujaré tu asquerosa vida de flor.

    En el Parque José María Peña Ana se dirigió hacia el quiosco, donde se encontró con una de sus amigas, y ella, por cierto, la única que conocía todos los secretos.

    — ¡De verdad que eres bella!

    Adulaba tremendamente Mariela, a Ana Rosa, mientras esta le respondía mustiamente:

    — ¿Y lo habías puesto en duda?

    Mariela tal vez se hacía la ingenua o fingía  ―le contestó:

    — No, mi amiga.

    Caminaba por el parque  una de las tantas mujeres que no congeniaban con  Ana Rosa, esta  se puso en pie, con presunción y  dijo:

    — Claro, aunque a algunas idiotas les desagrade, como esa mosca muerta que va por ahí. ¡Me odia! En el fondo, no sabe aceptar que soy  la única estrella.

    Sorprendida por como Ana Rosa dirigía léxicos indirectos a la mujer que caminaba en el parque, Mariela exclamó:

    — ¡Ana Rosa!

    Y esta refunfuñó:

    — Es la verdad,  estoy ciento por ciento segura de que ganaré el título de la reina de las fiestas navideñas sauceñas, aunque sea una bicoca esa coronita.

    Entonces Mariela volteó su mirada hacia el parque, observando a la otra mujer a quien se había atacado con deletéreas indirectas, y con la misma volvió su atención hacia su amiga comentándole:

    — ¿Y el vestido de reina?

    Ana Rosa, le refutó:

    — Mi amor, ¿Qué no consigo yo?

    Irónico tono usó la aviesa, para lo que Mariela añadió:

    — ¿Otra vez?

    Y muy activamente Ana Rosa replicó:

    — Las veces que sean necesarias.

    Mariela insistía:

    — ¡Por Dios, no lo repitas!

    Ana Rosa no quería oír más que lo conveniente, por lo que dijo:

    — Amiga, en esta vida o eres astuta o estúpida. Es mejor ser puta cinco minutos, a ser muerta de hambre toda la vida, qué culpa tengo yo si mi credi cuerpo tiene suficientes fondos para pagar mis gustos y esta vez mi credi cuerpo deberá pagar mi vestido de reina.

    — ¡Ana Rosa!

    — Mi vida, me gustaría ser pobre solo por un día, porque esto de serlo toda la vida, es como que muy fatídico.

    Y Mariela con dudas, sin ganas y con ganas de saber más de su disque amiga, le preguntó:

    — ¿Con quiénes te acostaste?

    Ana Rosa le respondió, sin pelos en la lengua.

    — Con hombres de poder, para eso sirven, para sacarles provecho, yo no voy a dar nada por amor, lo doy todo por interés, así si me dejan al menos sabré que les saqué más que su secreción. —Mariela la miraba con nauseas, y desfachatadamente Ana Rosa seguía contándole de sus fines—; mi vida, te cuento, uno me dio el vestido, otro los lujos como las alhajas de alto costo, también hubo otro que me regaló los zapatos... ¡Jajaja! Los hombres solo son un juego estúpido, que rebasan en dinero mi tarjeta rosa, la credi cuerpo, no pensabas tú que una reina con tal belleza como la mía ameritaría usar unas sandalias como éstas, no mi amor, estas sandalias han sido remendadas más de quince veces y claro, no podía lograr mi triunfo sin sacarle otro poco de dinero a otros estúpidos.

    Mariela no le creía, pese a ello Ana Rosa, sí era una mujer alegre.

    — Ay Ana Rosa, sino te conociera diría que es verdad.

    — Sí, tengo el material con que hacerme rica, lo cuidaré y le sacaré todo el provecho posible. Aunque muchas mugrosas me llamen Placer en venta, prefiero ser placer que tristeza y amargura en venta.

    Anonadada estaba Mariela, ante las confesiones de su amiga, a quien por cierto no le creía, y dubitativamente le dirigió una interrogante:

    — ¿Te ganaste la corona de mala manera?

    Ana Rosa sacudida por la interrogante le respondía hábilmente.

    — Te lo confesaré todo, querida, en este mundo nadie es tan bueno como parece. Y no, no me la he ganado; pero la tengo asegurada, aun no sea realizado el escrutinio, donde elegirán a la soberana, y esa voy hacer yo, ¡te lo juro!

    Mariela sorprendida le dijo:

    — ¡Me asustas!

    Y audazmente ella le respondió:

    — No te asustes darling, yo compré la corona.

    Y Mariela dudosa la cuestionó otra vez:

    — ¿Con qué dinero?

    Ana Rosa explicaba sus tácticas en pos de víctima, casi ofendida por la interrogante escuchada.

    — ¡Ay, ya! Yo sé que soy pobre, que no tengo cash, y menos tengo de esas tarjetitas plásticas que las pasas por un cajero automático y te dan dinero cuando les pones una clave, no mi amor, la mía no es visa, mucho menos master card, yo uso una que es color rosa y se llama credi cuerpo, la mía tiene larga fecha para su caducidad.

    Mariela sonriendo le dijo:

    — Tú y tu credi cuerpo.

    Con una impostora sonrisa Ana Rosa manifestó su opinión, sabiendo que su amiga era tan ingenua que no le creía nada por muy real que fuere.

    — ¡Así es amiguita!

    Mariela ciertamente no le creía a la joven, por lo que le siguió la corriente y le dijo.

    — Pero conseguiste tanto de tantos hombres y me pregunto, ¿cómo le pudiste hacer?

    Se puso de pie la hermosa mujer, se tocó de pies a cabeza diciendo:

    — Con esto que Diosito me dio, esto me hace tener dinero de sobra en mi credi cuerpo, soy inteligente, me aseguré de llevarme a la cama al Señor Alcalde, si él no me hace ganar o empieza a chantajearme, destruiré su reputación, y su vida de familia feliz, le haré perderlo todo ¡Jajaja!

    Era el colmo que Mariela creyera que solo soñaba despierta, le daba detalles tan claros, quizás su fe por Ana Rosa, le podría hacer muchísimo daño más tarde que temprano.

    — Eres espectacular, hablas con tanta imaginación.

    Ana Rosa pensaba que tal vez era mejor que su amiga no le creyera, por lo menos le servía de desahogo personal, y le dijo entonces:

    — En verdad me acosté con el alcalde, aunque no me lo creas.

    Mariela ahondó tal vez disimuladamente.

    — A veces hablas con tanta seguridad que me preocupas, como también a veces pienso que imaginas tanto, que pareces una gran escritora, una digna soñadora despierta.

    Y sintiéndolo en el alma, Ana Rosa, tomó asiento, y se expresó:

    — Lo sé, mi amiga, a veces es mejor ponerle un alto a los sueños, vivir de realidades, si vives de sueños no comes, si vives de realidades comerás, aunque sea estiércol. No me veas así, no soy resentida social, soy divina, soy espectacular, lo que no me puedo costear con mi dinero, me lo costea mi credi cuerpo, el sexo a lo vulgar, total, soy placer en venta.  Mira esto que haré ahorita mismo, un claro ejemplo de lo que soy capaz.

    Mariela se admiró y preguntó:

    — ¿Qué?

    Dos jóvenes caminaban con rumbo a la feria del pueblo, eran dos mozos caballeros, parecían ser de mucho dinero, tal cual como ella lo pensaba, ya que estos eran nada más y nada menos que hijos de los hombres a los cuales ella acostumbraba seducir, Ella era como una serpiente que miraba a sus presas, luego se arrastran para poder devorárselos, y así era como observándolos seducía sus mentes y los atraía, luego se levantó del banco en el que se encontraba sentada junto a su amiga y decidió a bajar por ir tras sus objetivos. Una mirada cazadora les dirigió, con un manejable y sensorial saludo obtuvo la atención que quería.

    — ¡Hola papacitos ricos!

    Uno de ellos parecía ser presumido, y escuchar un halago lo detuvo rápidamente, la miró y le dijo:

    — ¡Mamacita! ¡Feliz día de las mamacitas!

    Se acercó el otro añadiendo:

    — ¡Mamasota! La sota de oro al lado tuyo se queda ciega de la envidia. —Trataba de ser agradable a los ojos de Ana Rosa, que cualquier disparate le parecía forma correcta de engatusarla—. Sí, estoy seguro que diría, me tapo un ojo, me tapo el otro y nada que ver, eres más bella que las flores, eres la belleza hecha mujer.

    Y Ana Rosa se dejó condescender, miraba a su amiga, una vez le demostraba cuan irresistible era, acto seguido tan inficionadas intenciones les dijo:

    — Con flores como esas, una rosa como yo se siente en competencia con el sol brillando.

    Entonces el primero de los jóvenes retomó la palabra diciendo:

    — Privarse de ti, sería como un día sin sol y una noche sin lunas y estrellas. ¿Quieres tomar algo delicioso aparte de mí?

    Ana Rosa había conseguido lo que deseaba y añadió:

    — ¿Me invitas?

    Nuevamente el coqueto chico le respondió:

    — Desde luego mi sol.

    Pero Ana Rosa no se encontraba sola, así que amplificó su petición.

    — Venimos juntas, y no, nos despegamos.

    Dándoselas de galán de feria, el otro joven murmuraba diciendo:

    — Son dos mujerotas y una y otra hermosísimas.

    Girando su  mirada, su cuerpo de perfección se viró y guiñó el ojo a su amiga diciéndole:

    — ¡Ven cariño!

    Se marcharon las dos mujeres con aquellos mozos jóvenes que les acompañaban envueltos en risas, fueron a divertirse en las fiestas navideñas de todos los sauceños. Y mientras disfrutaba de las vueltas en una de las ruedas de la feria, ella mascullaba pensamientos insanos.

    — «Esta soy yo, Ana Rosa, solo una chica bella, a quien la vida le quitó el derecho de nacer con un padre al lado, quien tuvo que crecer en la más mísera de las verdaderas pobrezas, no teniendo una casa propia, viviendo de sirvienta y de arrimada; pero con el tiempo he aprendido que si la vida algo no me dio, mucho si he de quitarle a quienes tanto tienen, sin importarme cuál sea el medio, sé que de pobre pronto saldré, no importa de lo que tenga que valerme, así sea con Dios o con el diablo, por hoy estoy haciendo mi parte, dando libídines por dinero, todo aquel hombre que toca una sola vibra de mi cuerpo, sabe que tiene que darme dinero, porque yo cobró con mi credi cuerpo, sí, sé que ahora me toca darle sexo solo a viejos asquerosos, más adelante tal vez  la vida premie mi sacrificio, al tener que decir que amo a uno y a otro de esos viejos zánganos, mil mentiras valen una vida rodeada de todo lo que he soñado, tal vez algún día conozca al hijo de mi patrón, a ese imbécil que está en el extranjero, de pobre saldré con él».—Y nuevamente viendo  feliz a la gente pobre, ella decía en su mente—;  «Dicen que soy una zorra, me quito la sombrilla y les acepto lo que dicen, soy eso y más, soy perra; pero soy una perra salvaje, una perra que no se mete con perros desnutridos, pulgosos e inútiles, soy una gata salvaje, porque saco las uñas de pronto, y les advierto que si alguien se atraviesa en mis planes,  ¡uy! Es mejor ni decirlo, ¡qué pena! No quisieran hacerme ver mal, si porque si me enojo, si pruebo maldad, desaparezco los estorbos de mi camino, así que si piensan meterse conmigo, mejor desaparezcan esas ideas antes de que les vaya muy mal, porque soy una mala, muy mala niña, ven, te invito a explorarme, soy hermosa y si me pruebas, me desearás, eso sí, que no se te ocurra venir a mí sin dinero, porque jamás debes olvidar que soy pobre de alma, rica en ambición; así dicen de mí, nadie toca un solo cabello mío, sin pagarme un alto precio, esa soy yo, la que las chismosas del pueblo llaman; la mariposa traicionera, la que no sabe donde terminara su vuelo ¿Y quién sabe dónde y cuándo será el final de su vida? ¡Nadie! Soy la historia de fantasías favorita de los hombres y el cuento de terror para las mujeres».

    Los jóvenes se divertían en la feria, después fueron al jaripeo, disfrutaron de una sensacional corrida de toros, por la noche disfrutaron al son del baile con un bailable carnaval a sabor guanaco, en medio de aquel baile se veían las luces de la encantadora alborada nocturna en la quema de pólvora, la joven Ana Rosa como era una de las próximas reinas entrantes en ser coronada,  podía disfrutar gratuitamente los bailes, cosa que no era oficial de que ella fuese la reina elegida; pero que por influencias podía conseguir lo que se propusiera. La bonita inoculada no dejaba de hacerle ojitos al Señor Alcalde, hecho que Mariela había notado, quizás eso le abriera la vista a la verdad.

    V

    Al otro día. Cabalga como las amazonas, es campesina; pero con sangre inmensamente salvaje, se ve el bello elogio de las flores del campo, es el requiebro que cualquiera desearía tener en su jardín, es la princesa que cualquier príncipe desease esposar; pero en el fondo es la peor bruja que alguien desearía conocer. De regreso a la ciudad El Sauce, la amazona cabalgaba por la ciudad y dejaba entre ver la envidia de las pocas y muy agraciadas también, bajaba de su caballo, a un árbol del corral ató el animal, ubicado en la casona de su patrón, tomó rumbo por las calles, mientras su patrón desde lo alto de su habitación la observaba, veía como le piropeaban, le silbaban, la miraban con deseos de poseerla, y era también la envidia de muchos, esa envidia era la que él disfrutaba, y obviamente, ella adoraba ser el goce de los hombres que no podían disfrutarla.

    Mientras en San Juan, en la hacienda El Cantor. Ismael Arcos, es un viejo viudo, su único hijo vive en la capital; para este hacendado trabajaban Ana Ruth. La mujer se paseaba por los corredores de aquella grande hacienda, pensando en que todo esto podría ser de ella y de su  hija, sabía que esas paredes ocultaban grandes secretos.

    — El Cantor —mascullaba entre pensamientos, la señora continuaba bosquejando sus deseos entre pensamientos— que hacienda más grande, si la lépera de mi hija sedujera a este hombre, sería la dueña y señora de todo esto; pero mi hija es tan bruta como su estúpido difunto padre.

    Telma, quien venía de camino a la cocina, sosteniendo un canasto con tortillas, se quedó viendo a Ana Ruth, con la misma intención se acercó y matándoles las ilusiones le dijo:

    — ¿Nunca dejarás de soñar despierta verdad?

    Girando su pecaminosa mirada la señora Ana Ruth manifestó:

    — El que sueña vive, lucha y logra lo que quiere, las que no sueñan son idiotas... como tú.

    Y Telma con mucho intrepidez, sin maldad, le responde a la señora

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