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Mi No Inglish "If you guan to learn, yu can duit"
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Libro electrónico322 páginas4 horas

Mi No Inglish "If you guan to learn, yu can duit"

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En los medios de comunicación se difunden noticias sobre migrantes, a diario se sabe de personas tratando de llegar a los Estados Unidos, en búsqueda del famoso Sueño americano, un término que no es más que un simple eufemismo. Uno pensaría que al cruzar la frontera y eludir a quienes la resguardan, la vida de un migrante se transforma, que de forma casi automática resuelve sus problemas económicos. Nada más lejos de la realidad, pues el desierto y la frontera no son más que los primeros obstáculos en el camino del migrante, la meta de conseguir una mejor vida puede extenderse durante años, incluso  después de llegar al otro lado. En esta historia el autor nos narra la odisea de Ritzy y Magnolia, desde que dejan su pueblo en El Salvador hasta que logran cruzar la frontera, nos muestra por medio del drama y toques de comedia los innumerables problemas que enfrentan los afortunados que logran llegar al país de las oportunidades, entre los cuales destacan la barrera del idioma, la posición socioeconómica, el bajo nivel educativo y la competencia laboral. En resumen, el autor nos muestra la verdadera y cruda realidad de los indocumentados latinos en Estados Unidos de América.

IdiomaEspañol
EditorialAWABOOKS
Fecha de lanzamiento30 ene 2023
ISBN9798215191101
Mi No Inglish "If you guan to learn, yu can duit"
Autor

Wilian Arias

Wilian Antonio Arias nació en el municipio de El Sauce, en el salvadoreño departamento de La Unión, en 1987. Aunque en un principio se estableció en Washington, D.C., y Virginia, actualmente radica en el Estado de Los Ángeles, California. No hay duda que Arias añora el lugar donde tiene sus raíces: San Juan Galares; ya que todas sus novelas y cuentos giran alrededor de hechos —algunos reales y otros producto de la imaginación— que suceden en los sitios que fueron parte de su vida: ríos, haciendas, caballos, vacas y todo tipo de animales domésticos que son parte del quehacer diario en los hogares campesinos de los países latinoamericanos, en especial en el oriente su país. Arias solo logró finalizar sus estudios de secundaria (bachillerato) para emprender junto a su madre el viaje con rumbo Norte. Su travesía por Guatemala y México hasta llegar a Estados Unidos estuvo llena de todo tipo de obstáculos, como sucede con la mayoría de inmigrantes. Pero también ha sido un obstáculo su adaptación a una cultura diferente. Sin embargo, a pesar de la dureza de los cambios, Arias encontró el ambiente perfecto para desarrollar sus dotes de escritor autodidacta, que lo practica desde que era un niño. Hasta la fecha el joven autor ha escrito seis libros que han sido publicados por la editorial Palibrio, SHARED PEN Edition y FT Editores § Sherezade Martinez.

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    Mi No Inglish "If you guan to learn, yu can duit" - Wilian Arias

    A mi madre: Carmen Arias viuda de Reyes.

    La migración es reflejo de la desigualdad y falta de oportunidades.

    Cecilia Imaz Bayona

    "La migración; es el desplazamiento de población humana

    y/o animal que se produce desde un lugar de origen a otro destino".

    Vivir lejos de casa no es para todos...

    Debes tener un corazón grande, lo suficientemente grande como para empacar todo lo que dejas: Alegrías y dolores, amigos y amores.

    Este bagaje cardíaco late incluso cuando tocas un suelo que no te pertenece o cuando estás acostado en un colchón que no tiene tu forma y una almohada incómoda, y miras al techo preguntándote adónde vas

    Amigos que no son tuyos, una ciudad que no es tuya.

    Debes tener un corazón grande, tan grande para hacer cosas nuevas.

    Un corazón que a veces teme que otros se hayan olvidado de ti, porque el presente ha tomado el control de sus vidas.

    Un gran corazón, pero no demasiado fuerte... y entonces ahí es donde se detiene.

    Está bajo arresto, te confunde y no sabe quién eres.

    Así que te acuestas en el colchón que ahora ha sufrido un poco tu peso, y la almohada es más suave por un lado y te preguntas en quién te estás convirtiendo más allá de preguntarte a dónde vas. Porque cuando te vas, más que moverte hacia un lugar, vas hacia un destino, el tuyo. Estamos hechos de otra pasta, quien no lo ha vivido no podrá entenderlo...

    Autor desconocido.

    EN LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN se difunden noticias sobre migrantes, a diario se sabe de personas tratando de llegar a los Estados Unidos, en búsqueda del famoso Sueño americano, un término que no es más que un simple eufemismo. Uno pensaría que al cruzar la frontera y eludir a quienes la resguardan, la vida de un migrante se transforma, que de forma casi automática resuelve sus problemas económicos. Nada más lejos de la realidad, pues el desierto y la frontera no son más que los primeros obstáculos en el camino del migrante, la meta de conseguir una mejor vida puede extenderse durante años, incluso  después de llegar al otro lado. En esta historia el autor nos narra la odisea de Ritzy y Magnolia, desde que dejan su pueblo en El Salvador hasta que logran cruzar la frontera, nos muestra por medio del drama y toques de comedia los innumerables problemas que enfrentan los afortunados que logran llegar al país de las oportunidades, entre los cuales destacan la barrera del idioma, la posición socioeconómica, el bajo nivel educativo y la competencia laboral. En resumen, el autor nos muestra la verdadera y cruda realidad de los indocumentados latinos en Estados Unidos de América.

    Capitulo uno

    El viaje de mojado de El Salvador a E.U.A.

    Los Ángeles, California . Noviembre 15 de 2017

    Reinaldo salía de su trabajo como lavaplatos en un restaurante de comida mexicana, vivía en el centro de la ciudad de Whittier, por la avenida Greenleaf. Al marcar tarjeta de salida, de su locker sacó sus pertenencias. Como todo joven adictivo al celular, fue lo primero en revisar, se encontró con una doce llamadas sin respuesta, se trataba de su vecina Ema, una mujer de origen salvadoreño, de cabellos teñidos de rubio, se creía una verdadera gringa desde que había conseguido legalizarse. Ella era conocida como la mayor chismosa del edificio.

    Reinaldo, preocupado por tantas llamadas y tratando de suponer lo que estuviese sucediendo, se dirigió a la cocina, se lo platicó a su supervisora, que era una mujer de unos cuarenta y cinco años de edad, mexicana y con apacible carácter.

    —Qué extraño —exteriorizaba Reinaldo, mirando las numerosas llamadas telefónicas sin corresponder. A la supervisora le dirigió una interrogativa—: ¿Por qué tantas llamadas? No creo que sea un chisme cualquiera, debe ser una emergencia. Le voy a marcar de regreso —devolvió respuesta a las insistentes llamadas, pero al parecer fue en balde—. No contesta. Me extraña de ella, si vive pegada al teléfono, ni atención le pone al marido y los hijos.

    Salió su jefa de cocina, Yolibeth, se acercó a él y también preguntó:

    —¿Qué sucederá?

    —La vecina me ha llamado un pijo de veces, doce veces.

    —¿Habrá sucedido algo con tus papás? —le preguntaba su jefa, ella era muy cordial y de esa forma lo solía tratar—. Ándale, mijo, llámale.

    Al momento entraba otra llamada de su vecina, rápido le contestó.

    —¿Bueno? ¿Qué pasó, señora? —Reinaldo permaneció impresionado, enmudecido, escuchándo el parlotear y la chillona voz de su vecina chismosa. Parecía que sus emociones se habían damnificado, tal vez con alguna mala noticia que lo hacia ir en declive—. ¿Cómo? ¿Mis papás? ¡No puede ser! ¿A qué horas pasó?

    Reinaldo cortó la comunicación con la señora y rápidamente le contó a su jefa lo que había sucedido.

    —Dime, Reinaldo, ¿qué sucede? —lo cuestionaba la señora Yolibeth. Entristecido, Reinaldo casi no podía articular respuesta—. Wtf! ¡Que diablos dice! ¿No es un error? Yolibeth, lo miraba agazapado, con lágrimas entre ojos, queriendo derrumbarse.

    —Hubo una redada en los edificios de la cuadra y se llevaron un chingo de gente, y entre ellos mis padres, ¡mis papayitos! Shit!

    Impactada se quedó su jefa, no sabía cómo consolarlo, porque el muchacho era de carácter fuerte cuando quería; pero como todo ser vivo, también tenía sus debilidades.

    —Eso pasa por no tener papeles —decía Yolibeth, sintiendo familiar esa misma congoja—, también tengo el mismo miedo a que un día me separen de mis hijos. No soportaría estar sin ellos, mi marido es un pend... Lo único que nos tiene unidos son mis hijos. Y, pensar que todavía las personas de nuestros países piensan en emigrar, creyéndose que aquí les será fácil.

    Después Yolibeth abrazó a Reinaldo. Y este caso de padres deportados, desunión de familias e hijos desamparados, era cosa de todos los días en los Estados Unidos.

    —Es muy triste, nuestra gente sigue luchando por llegar a este país, mas no se imaginan lo difícil que es vivir con el miedo a que migración te agarre, o cualquier agente del ICE, más con ese racista gobierno de Donald Trump —la miraba con profunda pena, adicionándo—: Por donde quiera están haciendo redadas, en el metro, en las tiendas, en los trabajos de las bodegas. Este gobierno es igual o peor que el Barack Obama.

    Reinaldo se encontraba bastante debatido, impotente al ser vulnerable en la nación estadounidense. Los gobiernos proponían amistias para las diásporas indocumentadas; pero no pasaban de ser promesas que se hacían durante las campañas políticas.

    —Sí, mijo, pero la gente tiene la ilusión de una vida mejor, empeñan lo poquito que tienen con tal de llegar a esta pinche tierra, con más oportunidades que la nuestra. Ellos desconocen nuestra realidad, se guían por lo que ven en redes sociales y noticias, pero en ambos casos la gente solo presenta el lado bonito del país, jamás te muestran la cantidad de gente sin hogar viviendo en las calles, bajo y sobre los puentes, la gente en drogas, alcohol, recogiendo basura reciclable para vender, agarrando ayuda del gobierno, desalojos porque la renta, en vez de acomodarse, sube de precio. Y tanta cosa que podría decirte, pero ya tú sabes la realidad de aquí.

    La vida es un vaivén, unos deportados y otros soñando con llegar a esta tierra por una y mil razones. Unos vienen por necesidad, otros por turismo, placer, curiosidad o hasta huyendo de la realidad, de crímenes y pecados, obligados a separarse de sus amores prohibidos. Pero todos tienen una razón para ir a suelo estadounidense o a cualquier otro. Donde sobrevives por agua, tierra o por aire, pero de alguna forma llegas a tu destino, el que esperas con ansias que sea mejor, pero no es tan bueno como lo idealizaste y no todos lo logran.

    El Sauce, La Unión, el pintoresco pueblo de El Salvador dónde nacieron Magnolia y Ritzy, dos apasionadas jóvenes que darían todo por llegar a la fama. Y una noche la arriesgada e infame jovencita pagaba con intereses el haberse ganado un título, había ido a las instalaciones de la alcaldía municipal de El Sauce, en dónde había acordado reunirse con el alcalde. Cuando los empleados municipales dejaron las instalaciones, ella salió de los sanitarios, en donde permaneció oculta por media hora, aguardando el momento para cumplir con la parte del trato.

    —¡Hola, corazón! —saludó Ritzy al señor Alcalde, seduciéndolo con su pronunciado escote y haciendo alarde de sensuales movimientos. No era posible que la reconocieran, porque había tenido tiempo para caracterizarse como una prostituta callejera, sabía que no podía darse el lujo de que vieran a la famosa actriz sauceña vendiéndose al mejor postor, era de las que prefería adelantarse a las consecuencias, en tal caso, evitarlas. Nadie podría decir que la prostituta era ella, era una de las ventajas de ser una buena actriz, independiente, porque sabía de maquillaje, peinado y vestuario—. Descuida, querido Ovidio, nadie nos vera, aquí estoy para cumplir con mi trato, porque soy una mujer de palabra, y valga la redundancia, lo diré, siempre me salgo con la mía —lo miraba con leve desprecio la joven, ataviada con atuendo de colegialas—. Y si me la hacen, me la pagan.

    —No lo digas de tal forma —respondía el hombre, mientras ella se aproximaba más y más a él, quien en poco tiempo estaba de rodillas junto a la silla del escritorio, introduciendo sus manos llenas de morbosas intenciones—, debes pensar que es la mejor inversión de tu vida, para ser famosa, debes darte a conocer, y ser la reina de este pueblo te dará prestigio y te abrirá nuevas y mejores puertas. Qué importa si lo haces abriéndote para mí.

    Ella lo escuchaba, le desagradaba la sola idea de ser la reina de un pueblo.

    —Para lo que me importa ser la reina de los jocotes y mangos, eso le queda a mi amiguita Magnolia, ella es muy conformista. La insulsa dice que no importa qué tan pequeña es la oportunidad, sino el valor que yo le dé. Como si me importaran las pequeñeces, eso es para mediocres.

    Ovidio sabía manipular a Ritzy, conocía su punto débil, el hambre de figurar, de las ganas de ser famosa por encima de cualquier medio. Ella se puso en pie, comenzó a desabrocharle la camisa mientras le besaba el velloso torso, cosa que aumentaba la adrenalina en Ovidio, en cuanto pudo limpió el escritorio y dieron rienda suelta a ese lujurioso momento. Por su parte, Ritzy solo pensaba en el día de la coronación, se imaginaba ser loada y ovacionada por los habitantes Sauceños.

    «Todo sea por mi popularidad. Después de esta noche seré portada de periódicos y revistas, los grandes productores me buscarán para ser protagonista de sus filmes de pantalla grande. Mientras, Magnolia seguirá siendo la misma campestre, y para humillarla le ayudaré a conseguir papelitos de extra en series, películas, teatro o telenovelas», decía ella en sus pensamientos, y era muy obvio que disfrutaba del sexo, pues Ovidio era un hombre de buen ver, pese a su cargo, no era el típico señor de avanzada edad, era bastante fresco, no pasaba de los cuarenta y cuatro años, era viudo y sin hijos.

    —¿No has pensando en lo que te propuse? —le preguntó Ovidio.

    —¿Sobre qué? —se dispararon los sentidos de Ritzy.

    —La propuesta de ser la primera dama.

    —Cariño, no me lo tomes a mal, pero yo no aspiro a un cargo de tres años, porque es lo que durarás como alcalde. La gente de El Sauce no es estúpida, te dan la oportunidad de tres estúpidos años, y si no haces nada por la comunidad, te mandan al infierno. Porque no me lo vas a negar, eres como todos los políticos, ¡corrupto! Ladrones. No conozco uno que sea leal.

    —No, yo no soy de esa calaña —la besó violentamente—, no nos generalices.

    —Engañarás a la más senil de tu casa, no a mí, papito delicioso. Yo sé quién eres, ¿o me vas a decir que las preciosas joyas y los tratamientos de belleza que me has costeado salieron de tu bolsillo?, obvio no, tú te lo sacaste de la cuenta municipal.

    —Bueno, ¿eso qué importa ahora?, cuando salga de este puesto tendremos una descomunal mansión, autos y dinero. Muy bien protegidos estaremos.

    —Cariño mío, nunca confíes en las actrices, somos tan buenas para todo, es por ello que nos galardonan.

    —No me harías daño —una vez que el hombre dijera todo eso, ella pensó:

    «Maldito ladrón, por eso nunca practico el sufragio del voto, para no sentirme miserable y culpable de poner en mi nación a un corrupto como tú, preocupado por el placer y satisfacción de tus necesidades, mientras las calles de este pueblo y sus alrededores siguen hechas trizas. Eres igual que todos los que han gobernado El Sauce, solo les interesa cuidar su bolsillo, e invertir en ese parque inmundo, lleno de vagos».

    Mientras, aquel seguía besándole el cuello, y la audaz continuaban concibiendo obscurecidos pensamientos. «Si tan solo supieras que te estoy grabando, y que antes de irme a Estados Unidos voy a publicar esto en mis redes. Me haré viral, o mejor se lo daré a alguien del partido contrario, mi imagen jamás la ensuciaré, y no quiero sospechas sobre mí. No ahora que estoy a pasos de consagrarme como la gran actriz, el orgullo de estos mugrosos pueblerinos, que adorarán mi imagen.

    Y él, mirándola pensativa, la interrogó:

    —¿En qué piensa mi futura esposa?

    —No inventes bayunco, busca a cualquier cipota tonta, menos a mí, yo te disfruté, no suelo repetir platillo común cuando el mundo me tiene manjares preparados. No estoy para amarrarme a ti, además, me voy a los Estados Unidos, antes muerta que ser solo famosa en un pueblito equis, olvidado por el mundo y despojado por cada político que lo rige. Yo hasta aquí, ya cumplí contigo, querido. Mañana yo seré la reina, y espero que no gane la gata que tengo por rival.

    —Magnolia —respondió el alcalde.

    —Sí, esa mustia infeliz. Aunque, si gana ella no me importa, total, le van a poner una corona de granos de maíz y macicillo, un cetro que de seguro debe ser una mazorca, y su fabuloso carruaje debe ser una carreta arreada por bueyes, como todos los políticos que gobiernan esta nación. No es que me importe ser la reina de las tuluncas —despreciaba eincuso hablar de Magnolia—. La pobre arrimada tiene el afecto de mi madre y de todo este maldito pueblo, es amiga de los mercaderes, adorada en la iglesia, la apoyan ricos y pobres, hasta los indigentes respetan a esa olvidada por su madre. Y a mí, siendo una belleza total, nadie me ovaciona, en nuestros show de teatro los medios la siguen. Todo lo odio en este inmundo pueblo, pero allá en Estados Unidos yo seré una diva, una súper estrella, y la pobre de Magnolia Turcios solo será una friega pisos, limpia baños, porque la muy ridícula no sabe inglés. Lo único que tendrá es el recuerdo de haber sido la reina del maíz picado por los gorgojos.

    Ovidio reaccionó a las toxicas palabras de Ritzy.

    —Magnolia cuenta con una excelente reputación, un carisma que derriba belleza, y no es que carezca de ella, solo con decir que fue nieta de la difunta Blanca Turcios hace que todo el mundo la adore, porque Mamá Blanca fue una mujer altruista, humilde y sencilla, eso heredó Magnolia, pues, al morir las personas, la mejor herencia que dejan es su legado, y tu envidias hasta sus ojos zarcos, porque los tuyos son tan negros como tu malvado corazón. Ojalá fueran tan rojos como lo ardoroso de la pasión que me provocas.

    —Parece que prefieres a la infeliz esa como tu primera dama, pues decláratele, cásate con ella.

    —No, no se trata de eso, pero sí le tienes envidia —le dijo Ovidio, después la besó a la fuerza—. Pero no se enoje, mi cuajadita tierna. Escúchame bien, tú eres mía, y a Estados Unidos no te vas, yo te he dado todo cuanto has querido.

    —Ovidio, pedazo de estúpido, tú y yo acordamos que no era amor, era solo sexo sin compromiso, y si piensas que me vas a manipular, te aviso que no hay hombre que pueda hacerlo, tú lo intentas y te dejo sin tu puesto de alcalde.

    Las amenazas de Ritzy contra Ovidio lo hicieron reaccionar burlándose.

    —¿Ah, sí? ¿Y cómo lo vas a lograr?, pequeña zorrita de cerro.

    Ritzy se liberó de los brazos del hombre y le respondió:

    —Nada más te pongo sobre la mesa que si me tientas sacarás el diablo que llevo dentro de mí. Mejor quedémonos con la satisfacción de habernos gozado mutuamente, odiaría que me vuelvas la mala del pueblo. Me tengo que ir, debo reposar, mañana luciré espectacular para mi coronación, los medios me deben ver reluciente, como lo que soy: una reina.

    Ritzy se vistió, lo mismo hizo el señor Alcalde, cuando la aviesa muchacha se despidió de él, lo hizo con gran cinismo, lo besó en la frente y él la nalgueó. Ella se fue, de inmediato él realizó una llamada telefónica desde su móvil.

    —Necesitamos hablar de la reina del maíz.

    Así fue como transcurrió el nuevo día en casa de Aminta, la señora preparaba el desayuno para las dos jovencitas. En la sala del comedor de aquella humilde vivienda, se disponían a tomar los alimentos.

    —La oración le toca a Ritzy —dijo Aminta.

    —Ay, mamá, yo no sé hacer eso de rezar, es más, no soy católica, ni cristiana evangélica, soy atea, respeten mi derecho de fe o no.

    —Lo hago yo —se ofreció Magnolia e hizo la oración.

    —¿Lo ves?, la santa Magnolia lo hizo muy bien —dijo su madre.

    —Santa Magnolia, te ruego por mi memoria —bromeaba Ritzy—, ella si es de esas santurronas purificadas —luego miró lo que la madre estaba sirviendo—. ¿Huevos? Más colesterol, mami, ese desayuno no es para mí, quiero una ensalada, jugo de manzana o de naranja natural. ¿De qué me sirve ir al gimnasio, hacerme tratamientos de belleza, si me vas a joder con tus comiditas llenas de grasa?, eso es para ustedes, gordas sin disciplina.

    Ritzy renegaba por todo.

    —Ritzy, aquí está tu ensalada, tu jugo verde y tus vitaminas, pero trágatelas, no las dejes tiradas por allí, que a mí me cuestan mucho pisto comprarlas —decía Aminta, sumisa complacía a su pérfida hija, y a su vez se desahogaba—. Mija, tiene que aprender a ser humilde, ¿qué son esas bayuncadas de andar con tanto disparate para verse bonita? ¡No sea lépera! No ande enojándose tanto, que se va a ver feya cuando le pongan esa corona.

    —Mamá, te he dicho que no digas feya, me avergüenza cuando hablas así, pareces india.

    —No seas así de grosera —le respondió Magnolia.

    —Es la verdad, me da vergüenza oírla hablando tan india, ¿qué es eso de dunda, bayunca, feya? Me pone en vergüenza, yo tan fina, con clase, y teniendo una madre que no sabe ni decir «fea».

    —Bueno, mijita, así soy, no te debe dar vergüenza que tu madre no haya podido letrearse, naiden se ha muerto por no saber hablar bien. Malaya la hora en que te viniste avergonzar de tu madre, perdóname por ser tan burra, pero oyime bien, siempre vas a ser mi orgullo, mi corazón siempre va a hacer pum-pum sabiéndote triunfadora, y si no quieres decir que tienes una madre bruta, no lo tienes que hacer.

    —Dramas no, debo estar regia y no enojada por tu culpa, ¿entendiste mami? —no cabía duda, Ritzy era de las peores mujeres.

    —No le haga caso, mamita Aminta, ya se le pasará, es el estrés del viaje y de la coronación de esta noche. Ya mañana nos vamos a Estados Unidos, ay, no llore —decia con cuidado la joven Magnolia. Ritzy se había levantado del comedor, Aminta entristeció de saber que sus niñas se irían a Estados Unidos.

    —Ay, mijita, que bueno que verás a tu mamá, pero qué triste que se me va mi niña, ojalá aprienda lecciones de humildad, porque eso de ser fantasiosa no me la va a llevar a nada bueno.

    Magnolia abrazó a la señora, a quien con su ternura reconfortaba. Ritzy se asomó y le gritó a su madre:

    —No se dice aprienda, se dice aprenda. De nada me ha servido darte clases de etiqueta, si solo sabes hablar disparates. Contigo es desperdiciar la distinción.

    Su madre no era tan noble como lo mostraba, en su seño dibujaba el mismo rencor que su hija, mientras Magnolia habló con ternura:

    —Ay, mamita, es por su bien, Ritzy es buena, inteligente, le sabe al celular, a las cosas de computadoras, peinados, maquillaje, ama eso de los vestidos y joyas bonitas, desde chiquita estudió normas de etiqueta, a escondidas pedía libros en la biblioteca del pueblo, siempre ha sido autodidacta. Ella va a ser exitosa, usted la va a mirar, porque vamos a llevarla a Estados Unidos, será poco tiempo que estará sin su hija, créamelo, no me importa trabajar como mula cansada con tal de reunirla con su hija.

    Mientras Magnolia hablaba con ternura, madre e hija hacían gestos de malicia y complicidad.

    —Ay, mijita, eres tan linda, verte a ti es ver a tu abuela Blanca, siempre tan tierna, tenías que ser su nieta para parecerte tanto, hasta sus ojos zarcos heredaste. Cómo extraño a la comadre Juana, tu mamá, esa si es mujer de orgullo, ha luchado por darte lo mejor.

    Las palabras de Aminta tocaron el corazón de Magnolia, quien gesticuló emociones negativas.

    —Pero no me ha dado lo mejor, su cariño, sus abrazos, sus palabras bonitas, siempre que me llama es para regañarme, o decirme el número de la clave para ir a traer el pisto a Santa Rosa de Lima. Si me hablara para decirme «¿Cómo estas hijita?, te extraño mucho», «¿cómo te va en los estudios?» «¿Cuál es la carrera que te gustaría estudiar?» «¿Tienes novio?» «¿Cómo la pasaste en navidad?» Pero no es así, solo pisto y cosas materiales, ya que mi madre no se percibe afectuosa como usted, mamita.

    La vida de Magnolia y su madre Juana serían un poco perturbadas debido a los tantos años sin verse.

    —No digas eso, ella sufrió mucho, algún día escucharás de sus labios su historia, y no hagas caso a los rumores de la gente, bien sabes que aquí la gente no es feliz sino andan de metiches, juzgando vidas ajenas. Tú madre es lumbo de mujer.

    Cayó la noche y se presentó el Festival del maíz, por vez primera en tempranas horas de la noche. La furia se apoderó de Ritzy cuando otra que no era ella recibió la corona de la Reina del maíz. Después del evento se encargó de que opositores al partido político de Ovidio difundieran una grabación del hombre declarándose un ratero más, hecho que causó que los habitantes sacaran del poder a Ovidio, nombrando un alcalde interino. Ovidio raptó a Ritzy, la llevó a una de sus secretas propiedades.

    —Eres una maldita, estúpida, jodiste mi reputación, por tu culpa estoy siendo escarnecido, buscado por toda esa gente para ser linchado —le gritaba el hombre, y ella, sosegada, le contestaba:

    —Jugaste con fuego, te dije que nadie manipula a Ritzy Marfil Cisneros, nadie, ¿entendido? Por eso te hice mier...

    —Pero qué pena de aquí no vas a salir viva.

    —¡Esa corona era mía!, y se la diste a una estúpida fea, porque nadie era más bella que yo. Magnolia era, es y seguirá siendo solo

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