Con los días contados
En la semana de su homicidio Regina Martínez tenía una herida en una mano que no dejaba de sangrar; el constante estrés le causaba dolores de cabeza… Tenía días sin dormir.
A finales de abril de 2012, sin saberlo, ella se despidió de sus padres en una comida. Sin embargo, ellos no pudieron darle el adiós ni en su funeral.
“Sé que me van a matar”, soltó Regina al familiar de un amigo después de pasar la noche en su casa, como le contaron a la periodista francesa y corresponsal de este semanario en París, Anne Marie Mergier.
A sus cercanos, preocupados por 13 homicidios de periodistas, Martínez les decía que “no les tengo miedo” y seguía una retahíla de groserías.
La valentía de Regina contrastaba con sus 148 centímetros enfundados en unos lentes estilo Harry Potter, playera, chaleco café, pantalones de mezclilla y botas de montaña. Siempre traía su inconfundible bolsa de cuero cruzada sobre su pecho moreno. Su voz era fuerte.
Sin embargo, tenía años que no salía de noche y después dejó de hablar de los trabajos que hacía; siempre cerraba la puerta de su casa con el manojo de llaves que
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