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El águila de la muerte
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El águila de la muerte
Libro electrónico243 páginas3 horas

El águila de la muerte

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Imagina que no tienes nada en la vida, que vives solo en la calle viendo como los demás a tu alrededor son felices, menos tú. Ahora imagina que un extraño te ofrece la oportunidad de ser feliz. ¿tomarías esa oportunidad? Es así como un chico comienza su viaje hacia una vida desconocida con la ilusión de ser feliz, pero ¿qué harías si un asesino te arrebata a esa persona?
Esta es una historia por la búsqueda de la venganza, una búsqueda que te hará conocer a los mejores amigos y al amor de tu vida. ¿Y si ese amor fuera la hija del asesino del hombre que te dio un propósito?
Ahora el amor de tu vida está en peligro porque su padre, un magnate dedicado al desarrollo y creación de armas de uso militar esta dispuesto a matarla antes que verla contigo, así que tienes un tiempo limite para invadir al complejo armamentístico más grande del país, el TECMIL para rescatarla con la ayuda de tus amigos.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento10 abr 2023
ISBN9788411448734
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    Excelente lectura, es una obra que narra las peripecias de un protagonista que se enfrenta a situaciones de riesgo, violencia y suspenso.

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El águila de la muerte - Pedro García Martínez

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© Derechos de edición reservados.

Letrame Editorial.

www.Letrame.com

info@Letrame.com

© Pedro García Martínez

Diseño de edición: Letrame Editorial.

Maquetación: Juan Muñoz Céspedes

Diseño de portada: Rubén García

Supervisión de corrección: Ana Castañeda

ISBN: 978-84-1144-873-4

Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.

«Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)».

.

Dicen que cuando estás a punto de morir puedes ver toda tu vida pasar ante tus ojos, pero en realidad eso no sucede, al menos no para mí. ¿Qué es aquello que pasa ante tus ojos? Quizá solo sean imágenes de aquello que es realmente importante para ti, en ese momento solo pensaba en lo patético que había sido yo al pensar que podría salir ileso de un enfrentamiento infantil. La gente que dice ver pasar su vida ante sus ojos, ante la inminente amenaza de muerte, quizá sean las personas que poseen valiosos recuerdos agradables y llenos de alegría, pero lo único que yo veía pasar frente a mis ojos eran los momentos felices que pasé junto a ella, las aventuras que viví junto a mis amigos y el rostro de aquel despreciable personaje, aquel hombre que ha desmoronado todos mis sueños y esperanzas, quien me orilló a tomar tan desagradable decisión, y quien me convirtió en lo que ahora soy, aquel hombre que tenía su pie sobre mi pecho y me apuntaba al rostro con una espada, es irónico que la espada que me apuntaba era mi propia espada.

Bajo la lluvia

*

La felicidad no es para todos, algunos podrán alcanzarla sin esfuerzos ni sacrificios, y otros tendrán que derramar lágrimas y sufrir grandes tormentos, sacrificarán todo lo que tienen y lo que no tienen solo para poder apreciar por unos instantes eso a lo que muchos llaman, «felicidad».

Todo comenzó en el momento en el que él sentía que su vida no valía nada, que no era más que un huérfano, un callejero más en un mundo en el que no tenía un futuro, qué más se podía esperar de él, las únicas opciones que tenía eran convertirse en un parásito de la sociedad, un delincuente más, alguien que para escapar de su realidad tendría que hundirse en un mundo lleno de penas y sufrimiento, donde se alimentara con sustancias que le transportaran a un mundo mágico donde no existe el dolor ni la soledad ni la tristeza.

Todo su mundo era oscuridad y vacío, no era más que un muerto esperando resucitar día tras día, soñando con la ilusión de llegar al cielo, extender sus alas y volar con dirección al sol, pero eso no era más que un sueño, una ilusión, hasta que llegó esa persona que le dio un motivo para vivir, que le transmitió todos sus conocimientos y le dio algo tan valioso que no puede ser comprado. Kurosawa Kenji le había entregado una vida.

**

Kurosawa Kenji era un japonés que había llegado a este país hace 35 años con la esperanza de escapar de sus problemas, pero, con el paso de los años, descubrió que los problemas no desaparecen, solo se quedan inmóviles esperando el momento de hacerse tan grandes y poderosos que se nos escapan de las manos creando destrucción y sufrimiento a su paso.

Cuando dejó su tierra natal solo contaba con 20 años, era muy joven, pero, aun así, el miedo de enfrentar esos problemas fue más grande que el miedo de abandonar a su familia y a las personas que amaba, pero todo eso lo hizo con la esperanza de poder protegerlos de sus errores.

Ahora, a sus 55 años, se dio cuenta de que nunca debió abandonar su tierra, que debió enfrentar sus problemas, aunque le costara su propia vida. Era un error que no cometería de nuevo, pero no sabía si tendría una segunda oportunidad para enmendar sus errores, hasta que aquella tarde de junio lo vio, sentado en el césped, con la lluvia cayendo sobre su cabeza, temblando de frío, tan indefenso, tan débil, tan desafortunado.

***

Cuando dos personas están destinadas a estar juntas sus líneas del destino se cruzan, alguien me dijo una vez que siempre hay un roto para un descosido, y tenía razón, una desafortunada siempre se encontrará con un desafortunado, o al menos eso creía Alexandra de la Rosa, mientras lloraba en la tumba de su madre, reclamándole por qué se había ido dejándola sola en este mundo. A pesar de tener a su padre con ella, sus negocios le tenían tan ocupado que parecía no existir.

Pero todo era diferente cuando su madre aún vivía, en casa siempre había sopa caliente en los días lluviosos, toda la familia se sentaba frente a las ventanas a tomar chocolate caliente y galletas que ella misma preparaba mientras veían la lluvia caer y esperaban impacientes la salida del sol.

Su madre era muy joven y hermosa cuando murió, era el sol que iluminaba sus vidas, la de ella y la de su padre, pero todo cambió cuando, por un ajuste de cuentas, un problema entre empresarios y mafiosos, se cobraron la vida de ese rayo de sol. En la memoria de Alexandra quedaron marcados esos momentos dolorosos, cuando escuchó el rechinar de los neumáticos de un auto y el sonido de unos disparos, recuerda cómo su madre se arrojó sobre ella contra el suelo para protegerla de los agresores y los cristales que caían al suelo y se hacían añicos, recuerda que gritaba y lloraba mientras pasaban por su mente las imágenes de su papá llegando como un superhéroe a rescatarlas, pero no fue así, una vez que los disparos cesaron, hubo mucha calma, veía a su alrededor, pero su casa no le parecía igual y el calor de su madre comenzaba a desaparecer, sentía en su abdomen algo húmedo y caliente que se enfriaba rápidamente. Llamó a su madre, pero ella nunca le contestó. Lo siguiente que recuerda es a su padre perdiendo la calma en el hospital y un nauseabundo olor a medicamentos que no podía tolerar.

A partir de ese día, su familia se destruyó, lo que una vez fue no lo será de nuevo jamás, después de la tragedia su padre se enfocó más en sus negocios para evitar el dolor, para huir de sus problemas, y solo se ocupó de que su hija aprendiera a defenderse, por lo que en los 10 años siguientes la llevó con distintos maestros de las artes del combate para que aprendiera de ellos, sus estilos de pelea y asesinatos, pero a ella nunca le gustó pelear, pensaba que si algún día tendría que pelear sería solo para proteger a un ser amado, de la misma manera que su madre la protegió a ella, aun a costa de su propia vida.

La lluvia seguía cayendo en el cementerio, sus lágrimas se fundían con las gotas heladas de lluvia que caían del cielo, fue entonces cuando llego ese hombre vestido de gris con una enorme sombrilla negra a protegerla de la lluvia, había llegado su chófer para llevarla a casa, una casa que ha estado vacía durante trece años.

Pensaba que en algún lugar debía de haber alguien que comprendiera su dolor y que estaba sufriendo al igual que ella bajo esa lluvia.

No sabía que tenía toda la razón.

****

Kurosawa Kenji vio a ese pobre chico sin esperanzas y le recordó a sí mismo, recordó que hace 35 años él se veía igual, y también recordó los errores que cometió mientras pensaba que la vida al fin le había dado esa segunda oportunidad que tanto había anhelado. Se acercó al chico sigilosamente.

—¿Qué es lo que haces aquí, muchacho? No deberías de estar en casa ——dijo mientras lo cubría con su sombrilla y le obsequiaba una sonrisa.

—No tengo casa, ni familia con quien ir señor —dijo el muchacho con una voz que reflejaba la soledad y sufrimiento que agobiaban su vida.

—Entonces ven conmigo —dijo Kurosawa mientras le tendía la mano.

El chico dudó por un momento, no sabía si el gesto de amabilidad que le otorgaba aquel desconocido era real o solamente era un sueño, ya le había ocurrido en otras ocasiones, soñaba que una persona se apiadaba de su dolor y le tendía la mano para ayudarlo, de la misma manera que lo hacía ese perfecto extraño que estaba enfrente de él. Kurosawa nunca tuvo hijos y vivía solo en una casa enorme donde le sobraba espacio de más, así que alojar a ese chico en su casa no representaba ningún gasto adicional ni una privación a su independiente y solitaria vida, al contrario, significaría llenar su casa de alegría, de satisfacción, ya no tendría que hacer sus comidas del día él solo, ahora tendría a alguien con quien hablar, la pregunta era si el muchacho aceptaría ir con él a un lugar que no conoce, con alguien a quien nunca había visto y, sobre todo, no sabía por qué lo ayudaría.

Kurosawa mantuvo su mano extendida unos breves momentos sin saber si aquel chico la tomaría, pero no había respuesta, y justo cuando Kurosawa estaba a punto de retirar su mano, sucedió, aquel chico triste y solitario la tomó y con una sonrisa ambos caminaron bajo la lluvia, fue tal vez el momento más tierno de sus vidas.

*****

La casa de Kurosawa era de una fachada colonial, pero en su interior estaba adornada al estilo oriental, con armaduras y utensilios de guerra samurái, era un lugar que a pesar de lo solo que parecía estar, era muy tranquilo e inspiraba confianza y paz interna, aquel chico desafortunado sentía que, por primera vez en su vida, había algo por lo que vivir.

Después de cenar un arroz al vapor y tallarines blancos Kurosawa, guio al chico a lo que serían sus aposentos, no podía creer que, por primera vez en su vida, dormiría en una cama caliente, bajo un techo que lo resguardaría de la lluvia, con una persona que nunca había visto y que, hoy, le tendía la mano y le ofrecía su ayuda y protección.

—Y bien, ¿qué te parece? —le preguntó Kurosawa mientras entraban en la habitación.

Al chico le parecía todo un sueño, no podía creer que la fortuna al fin, después de tanto tiempo, le comenzaba a sonreír.

—Me encanta, nunca en mi vida había tenido algo así, pero ¿por qué me ayuda? ¿Por qué hace esto? Yo ni siquiera lo conozco ni usted a mí y aun así me aloja en su casa.

—Bueno, digamos que hace mucho tiempo yo también sufrí mucho y, cuando te vi ahí sentado, me recordaste a mí mismo, hiciste que llegaran hasta mí los recuerdos que con tanto esmero deseé olvidar, pero, que no importa cuánto me esfuerce, no pude hacer, así que decidí enmendar mis errores y comenzar de nuevo y quiero que tú lo hagas también.

Tanto Kurosawa como aquel chico no eran del tipo de personas sentimentales que en momentos emotivos se abrazan y lloraban, solo se quedaron viéndose el uno al otro, y con una sonrisa se fueron a dormir.

******

En el último piso del edificio empresarial más prestigiado del país, el Centro de Desarrollo e Investigación Tecnológica y Militar, mejor conocido como el TECMIL, por el hecho de que su tecnología era del nuevo milenio, se encontraba sentado en su despacho Alberto de la Rosa con un puro cubano en su mano derecha y una copa de vino escoses en la izquierda, mirando por la ventana hacia el horizonte, con la mirada perdida y su mente hundida entre sus pensamientos, de pronto un sonido lo regresa a la realidad, se voltea y descuelga el teléfono sin soltar su habano:

—Diga.

—Señor, su hija ha llegado.

—Háganla pasar.

—Sí, señor.

La puerta se abrió bruscamente.

—¿Qué deseas, hija mía?

—¿Sabes qué día es hoy?

—17 de junio, ¿por qué lo preguntas? —contestó despreocupado.

—Porque no fuiste conmigo a ver a mamá —dijo con lágrimas en sus ojos.

—Ya hemos hablado sobre esto, debes dejarla ir y…

—¡No, papá! —interrumpió abruptamente con un golpe en el escritorio de su padre—. Yo no la dejare ir así de fácil, tal vez tú ya la olvidaste, pero yo no lo he hecho y nunca lo haré.

Esa expresión de dolor que tenía en el rostro, esa pena y tristeza que le oprimían el corazón podría doblegar incluso al hombre más fuerte, pero no a don Alberto de la Rosa, quien, a pesar de ver a su hija llorar de esa manera, no cambió ni un solo gesto de su rostro, seguía viéndola fríamente.

—Lo siento, será en otra ocasión.

—¿Otra ocasión? —contestó con un quejido de indignación—. Llevas diciendo lo mismo seis largos años, cuántos más seguirás negando que ella murió por tu culpa.

—¡CALLA EN ESTE MISMO MOMENTO! —dijo con un grito colérico que hizo que toda la sangre se le subiera al rostro y rompiera la copa que llevaba en su mano izquierda—, lo que le pasó a tu madre fue solo un acto de criminalidad, pudo haberle pasado a cualquiera.

—Sí, pero no cualquiera les vende armas a grupos paramilitares —contestó ella sarcásticamente sin retirar la mirada retadora hacia su padre.

Al decir esto, don Alberto volvió a perderse en sus pensamientos, ella era como su madre, no se rendía hasta llegar al fondo del asunto, pero esa actitud le costó la vida, cuando ella se enteró de los verdaderos negocios de su marido insistió para que los dejara, pero una vez que entras en esta clase de negocios solo hay una manera de salir, eso es lo que tenía en mente.

Alexandra dio media vuelta y salió de la oficina, mientras que en la oscuridad su padre seguía pensando.

—Si tan solo supieras lo que en realidad está sucediendo, si tan solo pudiera alejarte lo más lejos posible de ellos, solo hay una manera de la que puedo hacerlo, pero no es la mejor de todas, hay fuerzas en este mundo con las que seres tan buenos y nobles como tú no deberían de involucrarse. El infierno no es para todos.

*******

Por la mente de Alexandra solo pasaba el hecho de que a su padre no le importaba nada en esta vida, ni siquiera su hija, fue por eso por lo que al llegar a su casa corrió llorando hacia su habitación, se tumbó en la cama a desahogar sus penas, un ser tan noble, cariñosa y tierna como ella no debería de llevar un dolor y una pena como esa.

Dicen que todos tenemos lo que merecemos, pero, en realidad solo tenemos lo que queremos; a pesar de su bondad, el sufrimiento de Alexandra lo seguía alimentando ella misma, mortificándose por cosas que pasaron hace mucho tiempo y abriendo las heridas de su corazón, pero, cuando te sientes tan solo, haces lo que sea con tal de llamar la atención de alguien, alguien que se fije en ti y te dé al menos una sola palabra de aliento, que haga que tu día se ilumine, de la misma manera que se iluminaba su día solo con ver la sonrisa de su madre. A veces se preguntaba cómo fue que alguien como su madre pudiera enamorarse de un hombre como su padre, claramente eso quería decir que en un tiempo su padre no fue lo que ahora es, debió haber algo que lo hizo cambiar, pero ¿cuándo? ¿Cuándo su padre dejó de ser el hombre del que se enamoró su madre? Pero, sobre todo, ¿qué fue lo que lo hizo cambiar de esa manera? ¿Qué fue lo su madre descubrió que le costó la vida? Estas y otras preguntas pasaban por la mente de Alexandra.

Cuando se tranquilizó un poco, se sentó en la cama y vio por la ventana a esa blanca y brillante luna que se asomaba entre las nubes de tormenta, pensó que, si la luna puede vencer a un cielo de nubes negras para iluminarnos con su luz, así mismo podría vencer la barrera que había entre ella y su padre.

Un pasado que regresa

*

No existe el bien ni el mal, solo la lucha de intereses, estas palabras pasaban por la mente de Hiroshi Yamamoto solo con el fin de poder justificar sus acciones.

—Todo está listo, señor.

—Bien, contacten al Escorpión, ya es momento de comenzar nuestra labor.

—Sí, señor.

Una terrible guerra está a punto de comenzar, pero no será una guerra de hombres únicamente, sino que también estarán involucradas fuerzas que van más allá de la comprensión humana.

**

Kurosawa Kenji sabía que sus problemas estaban a punto de alcanzarlo, tal vez por eso decidió enseñarle todo lo que sabía a su nuevo hijo, o al menos así lo veía, como un hijo. Le enseñó desde los valores de un guerrero y el código de ética que debían seguir con honor.

—Escúchame muy bien.

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