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¿Cuánto bebes?: El alcohol y tu salud
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Libro electrónico387 páginas6 horas

¿Cuánto bebes?: El alcohol y tu salud

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La industria de las bebidas tiene claro que el alcohol es una sustancia tóxica. Si se descubriera hoy, se ilegalizaría como alimento.
He escrito este libro para contribuir a que tomes decisiones bien fundamentadas e inteligentes en torno a la bebida. ¿Bebes para reducir tu ansiedad? ¿Cómo válvula para liberar estrés, al acabar la jornada laboral? ¿Para animarte antes de salir por ahí? ¿O para reunir el valor necesario con el que enfrentarte a algo?
No te culpo si bebes demasiado. La sociedad no solo nos inicia en el alcohol a una edad temprana diciéndonos que no hay nada más divertido, sino que, tal y como descubrirás en el capítulo siete, es muy fácil caer en una adicción psicológica o física al alcohol.
Al final, tal vez optes por unirte a ese creciente número de personas que deciden no seguir bebiendo. O tal vez concluyas que eres feliz bebiendo exactamente como hasta ahora, pero al menos habrás tomado esaº decisión tras haberte informado como es debido.
IdiomaEspañol
EditorialYonki Books
Fecha de lanzamiento9 mar 2022
ISBN9788412476750
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    ¿Cuánto bebes? - David Nutt

    Cómo afecta

    la bebida a tu

    organismo y

    tu cerebro 1

    DEL PRIMER SORBITO A LA MAÑANA DEL DÍA SIGUIENTE: EL PERIPLO DEL ALCOHOL

    Realicemos un breve recorrido por tu cerebro y tu organismo cuando están bajo los efectos del alcohol. Tu primera bebida comienza con un simple sorbo, adaptando una frase de Mao Tse Tung⁷.

    De hecho, te sorprendería lo complicado que resulta convencer a alguien para que beba alcohol por primera vez. El alcohol puro tiene un sabor repugnante, por lo que nadie (excepto, quizá, un alcohólico) lo bebería. Incluso en los diversos formatos en que lo compramos, a menudo es amargo y ácido, y muchas veces francamente desagradable, por lo que necesitamos mezclarlo con otra bebida. Algunos de los sabores bajo los que se presenta el alcohol (sabor a vino o a lúpulo, por ejemplo) son bastante extraños y, por lo tanto, acaban siendo un gusto adquirido.

    Uno de los trucos más efectivos para que las personas encuentren más apetecible el alcohol es agregarle edulcorantes, algo que también se hace en los laboratorios con las ratas. Cuando los científicos las usan en sus investigaciones sobre los efectos del alcohol, una práctica habitual es endulzarlo para asegurarse de que estas lo beben (un alcopop para ratas, como si dijéramos). De hecho, me atrevería a afirmar que la razón principal por la que se comercializan alcopops⁸ extradulces (y, a menudo, de vivos colores) es para atraer a los consumidores primerizos que aún no han adquirido el gusto por el alcohol, también conocidos como adolescentes.

    También te asombrará la rapidez con que adquirimos ese gusto. Muy poco después de los primeros sorbos, nuestro cerebro aprende que, a los pocos minutos de haber paladeado ese abrupto sabor, aparecen agradables sensaciones de calidez, relax y, tal vez, una mayor sociabilidad. Así, en cuanto estas agradables sensaciones quedan asociadas al sabor, el olor, el entorno, la rutina o el ritual, nos empieza a gustar ese sabor. A menudo, he escuchado afirmaciones como estas: «Me encanta el sabor del Vega Sicilia/Torres de la cosecha de 1984». Y yo respondo: «Si le dieras eso a tu hijo, lo escupiría. Ese sabor te encanta como resultado de un gusto adquirido, y este proviene de los efectos que tiene en ti el alcohol. Bueno, y de que sabes que es realmente caro, por supuesto».

    Este efecto del aprendizaje, una vez más, también puede extrapolarse a las ratas: cuando se consigue que una rata beba el alcohol suficiente, continuará bebiéndolo, incluso si no sabe a nada.

    Otra sensación que muchas personas aprenden a apreciar es la del calorcillo que notan cuando el alcohol baja por la garganta; algo que te resultará familiar si bebes licores y, sobre todo, si alguna vez has tomado chupitos. Puedes encontrarlo agradable porque tu cerebro anticipa que estás a punto de recibir el placentero impacto del alcohol. Dado que los licores vienen a ser alcohol en formato diluido, esa cálida sensación resulta menos intensa que si te pusieras alcohol puro en la lengua o en una herida. Eso te ardería (y dolería de verdad).

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    CUADRO 1

    ¿EL ALCOHOL CARO ES MEJOR PARA TU ORGANISMO?

    No puedes pagar con dinero la prevención de los efectos nocivos en tu organismo. Tal vez se argumente que el vino tinto y la cerveza incluyen determinados componentes beneficiosos para la salud (puedes consultar el capítulo 2 para ahondar en esto), sin embargo, no los incluyen en la cantidad suficiente como para compensar los efectos nocivos del etanol, la sustancia química más tóxica del alcohol. Por otro lado, si no sufres tanta resaca cuando tomas bebidas de mejor calidad, es posible que se deba a que las estás saboreando más y, por lo tanto, bebiendo menos (lo cual no tiene nada de malo). Pero me temo que la respuesta a la pregunta de antes es, sencillamente, que no.

    Estos dos elementos (el sabor y la sensación en boca), unidos al aspecto de tu bebida favorita y el lugar y hora en que sueles consumirla, hacen que tu cerebro se prepare para experimentar los efectos del alcohol.

    Conforme el líquido fluye hacia el estómago, comienza su absorción a través de las paredes del estómago y luego a través del intestino delgado. El alcohol se desplaza por el torrente sanguíneo hasta el hígado, donde comienza a metabolizarse; el principal subproducto resultante es el acetaldehído. A continuación, esta mezcla de alcohol y acetaldehído fluye por el torrente sanguíneo hasta el corazón y, posteriormente, también atraviesa la barrera hematoencefálica para penetrar en el cerebro.

    El alcohol es una molécula t an minúscula que su absorción se produce con bastante rapidez: a los cinco o diez minutos del primer sorbo, comenzarás a notar los primeros efectos en tu organismo. Puede que empieces a sentir más calor y un cierto rubor, ya que el alcohol permite que los vasos sanguíneos de la piel se dilaten, en un proceso denominado «vasodilatación».

    EN EL INTERIOR DE TU CEREBRO

    Cuando esa combinación de alcohol alcanza el cerebro, comienza a provocar todas esas cosas que hacen que nos guste. Se podría equiparar el funcionamiento del cerebro con el de una máquina electroquímica. Esta máquina consta de una red con unos doscientos mil millones de neuronas; los mensajes entre estas llevan todos nuestros pensamientos y procesos. Todo el rendimiento que produce tu máquina (los actos de estar despierto o dormido, almacenar recuerdos, tragar, etc.) es el resultado de estos millones de mensajes que revolotean por la red neuronal.

    Cada mensaje viaja a lo largo de la neurona gracias a impulsos eléctricos, pero la conexión que salva la distancia entre neuronas, llamada «sinapsis», es de tipo químico. Por otro lado, las sustancias químicas que salvan esa distancia se denominan «neurotransmisores».

    Lo que es importante conocer para entender el funcionamiento del alcohol es que, al igual que otras drogas, funciona en el nivel de esta conexión química.

    Existen en torno a ochenta tipos distintos de neurotransmisores (mensajeros químicos), e incluso más modelos aún de receptores en los que se insertan. Cada receptor lo activa un neurotransmisor diferente.

    Los dos neurotransmisores más habituales y potentes (porque, en efecto, son los interruptores que encienden y apagan el cerebro) son el GABA y el glutamato. En esencia, ambos conforman el núcleo del cerebro. Se encargan de todas las tareas básicas: desde dormir hasta asentar recuerdos y pensar.

    El glutamato activa el cerebro y el GABA lo desactiva. Cuando el glutamato liberado atraviesa la sinapsis, activa la siguiente neurona, lo cual incrementa la actividad del cerebro. En cambio, el GABA hace lo opuesto.

    Ambos trabajan codo con codo, como el yin y el yang. Necesitamos el GABA para controlar el glutamato, porque, si se produce un exceso de glutamato, el sistema se sobrecarga, lo cual conduce a un grave aumento de la ansiedad o incluso a sufrir un ataque y un posible daño cerebral.

    Por lo tanto, nuestro cerebro ha evolucionado de tal modo que, cada vez que se libera glutamato, también se libera GABA. Se trata de un sistema maravillosamente equilibrado.

    Existe otro tipo de neurotransmisor: el «neuromodulador», llamado así porque modifica la respuesta del cerebro en lugar de afectarlo de manera directa. Así pues, si sufres un accidente de coche, el glutamato asentará ese recuerdo (por ejemplo, que conducías a noventa y seis kilómetros por hora y que ibas por la A3), pero la emoción quedará codificada por un neuromodulador llamado noradrenalina. Esto aporta información adicional a ese recuerdo, pero no conforma su componente principal.

    Los neuromoduladores funcionan como una copia de seguridad del GABA y el glutamato, ya que casi todas las respuestas de salida cerebrales utilizan más de un neurotransmisor.

    Veámoslo con un ejemplo. Creemos que, al menos, cuatro neurotransmisores nos mantienen despiertos (acetilcolina, orexina, histamina y noradrenalina), mientras que, como mínimo, cuatro nos provocan somnolencia (GABA, adenosina, serotonina y endocannabinoides). Esto significa que, si uno falla, los demás pueden servir de respaldo. Así, por ejemplo, alguien con narcolepsia tendrá una deficiencia en el neuromodulador denominado orexina, y le costará mantenerse despierto porque las copias de seguridad no siempre son lo bastante potentes.

    Los nombres de algunos neuromoduladores te resultarán muy familiares. Al igual que la noradrenalina, también la serotonina y la dopamina participan en muchos procesos, sobre todo de carácter emocional. Luego están las endorfinas, que en realidad son un tipo diferente de molécula llamada «péptido», diminutos fragmentos de proteína.

    Todas las diversas drogas y sustancias alterantes de la consciencia que consumen los seres humanos actúan sobre múltiples combinaciones de sistemas neurotransmisores y neuromoduladores. El alcohol se perfila como una de las que tienen mayor influencia en ese aspecto, ya que afecta a una enorme variedad de receptores y, por lo tanto, a la mayoría de las neuronas (si no a todas). Por eso puede provocarnos tantas variedades de efectos y experiencias.

    TU CEREBRO BAJO LOS EFECTOS DEL ALCOHOL

    Como puedes ver, el cerebro es una máquina increíblemente evolucionada y muy bien equilibrada. Pero si le agregamos alcohol, ese equilibrio se disuelve como un terrón de azúcar en una taza de té caliente (o, más bien, de ponche caliente).

    Lo primero que hace el alcohol es activar el sistema calmante GABA, para que empieces a sentirte relajado (es lo mismo que hace el Valium). Por eso bebemos, sobre todo en las fiestas.

    Casi todos sufrimos ansiedad social en mayor o menor medida, pero el alcohol elimina nuestros miedos e inhibiciones. Sus efectos tranquilizantes son también el motivo por el que, en cuanto en un avión se apaga la señal del cinturón de seguridad, el carrito de bebidas comienza a desplazarse por el pasillo, ya que volar produce ansiedad a mucha gente.

    No obstante, si activas en exceso el sistema GABA, corres el riesgo de desactivar partes de tu cerebro que preferirías mantener activadas (por ejemplo, tu juicio o incluso tu consciencia). Y si bebes muchísimo alcohol y el sistema GABA se potencia al máximo, acabas desactivando tu cerebro, al igual que ocurriría con un anestésico, por lo que dejas de respirar. Una forma de morir debido al alcohol es esa: la llamada «intoxicación etílica».

    Volviendo a lo de nublar el juicio, ¿alguna vez te ha pasado que tenías intención de beber solo un par de copas, pero luego has perdido el control y has acabado poniéndote fino? ¿A qué se debe eso? Una de las principales razones es que la parte del cerebro que te ordena que mantengas el control (llamada «corteza frontal») es la primera que el alcohol desactiva.

    De hecho, las partes del cerebro que se encargan de preservar tus capacidades de discernimiento y control son muy sensibles al alcohol. Quizá ocurra que también se te nuble el juicio respecto a otros asuntos, como tu atractivo o tus habilidades como bailarín o conversador.

    Si sigues bebiendo, acabarás superando la tasa máxima de alcoholemia permitida al volante⁹ y los efectos se duplicarán: además de estimular el GABA, el alcohol comenzará a bloquear tus receptores de glutamato (no olvides que este es el neurotransmisor que te mantiene despierto). A medida que tu nivel aumente, comenzarás a emborracharte seriamente. Si llegas a alcanzar los 0,9 g, empezarás a perder, además, la capacidad de asentar recuerdos. A esto lo llamamos «laguna mental».

    Conforme aumenta la concentración de alcohol en sangre, diversos neuromoduladores nuevos también se ven afectados. Y cada uno influirá de un modo específico en diferentes partes del cerebro.

    Los más importantes son tres:

    1. En primer lugar, un incremento del nivel de alcohol en sangre aumenta los efectos de la serotonina, un potenciador del estado de ánimo que también te vuelve más empático. Su acción proserotonina es también la que hace que otras personas nos resulten más atractivas (el llamado «efecto embellecedor del alcohol»). En ese sentido, tiene un efecto similar al del MDMA o el éxtasis.

    Por otro lado, la estimulación de otro receptor de serotonina, esta vez ubicado en los nervios del estómago, es lo que te provoca náuseas. Hablamos bastante a la ligera de vomitar a causa del alcohol, pero, de hecho, el vómito resulta crucial, ya que evita nuestra muerte. Este mecanismo de supervivencia es una de las razones por las que el alcohol ha pervivido en nuestra cultura durante siglos. El vómito elimina la cantidad suficiente de alcohol para que puedas seguir con vida.

    2. En segundo lugar, beber libera dopamina, la cual interviene en el ánimo, la motivación y la energía. Este factor influye en el efecto estimulante del alcohol, ya que te hace sentir más eufórico y activo, y te genera sentimientos de energía y entusiasmo. Te vuelve más escandaloso (un efecto que la cocaína también produce).

    La dopamina es uno de los transmisores que establece patrones de conducta, por lo que tiene importancia en la adicción. La liberación de dopamina puede explicar por qué algunas personas quedan atrapadas en hábitos que comienzan resultándoles divertidos (o, al menos, no perjudiciales), pero que acaban siendo muy dañinos, como retorcerse el cabello o morderse las uñas. La dopamina también es el motivo por el que, cuando te emborrachas, no puedes evitar enzarzarte en discusiones absurdas sobre temas irrelevantes.

    3. En tercer lugar, el subidón que te provoca el alcohol proviene de las endorfinas, que son los opioides naturales de tu organismo, el sistema cerebral de reducción natural del dolor y también lo que genera euforia en los corredores. Este sistema de recompensas te brinda una especie de placer muy relajado y, en algunas personas, también puede conformar un factor clave en su adicción. Diversos estudios han demostrado que, cuando los efectos de las endorfinas se bloquean con nalmefeno (un medicamento para tratar el alcoholismo), algunos adictos pueden dejar de beber [5]. Mediante sofisticadas imágenes cerebrales, hemos podido observar que este efecto guarda relación con las interacciones cerebrales entre endorfinas y dopamina.

    Esta enorme variedad de efectos es lo que hace que el alcohol resulte tan apetecible. Además, como todos somos diferentes, se insertará en tu química cerebral específica de un modo distinto a como lo hará en la de un amigo tuyo. ¿Quizá bebes para reducir tu ansiedad? ¿O como válvula para liberar estrés, al acabar la jornada laboral? ¿O para animarte antes de salir por ahí? ¿O para reunir el valor necesario con el que enfrentarte a algo? En gran parte, el atractivo del alcohol para muchas personas reside en que logran suplir sus carencias de personalidad, y se convierten en el tipo de persona que les gustaría ser.

    Y SIGUES BEBIENDO...

    Continúas bebiendo y, llegados a este punto, es probable que ya estés balbuceando. Tu memoria se atranca debido al efecto del glutamato, así que te estás repitiendo como el ajo.

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    CUADRO 2

    ESAS BEBIDAS QUE TE ALTERAN LA MENTE

    Aquello que bebes está tan repleto de sustancias psicoactivas (sustancias químicas que modifican la química de tu cerebro) como cualquier otra droga. El tipo de alcohol que más abunda en las botellas de los estantes de las bodegas es, con diferencia, el etanol (fórmula química: C2H5OH). Durante la fermentación, la glucosa de las materias primas se descompone principalmente en etanol, aunque siempre producirá también otros tipos de alcohol, que difieren en proporciones y estructura química en diversas bebidas. Incluso lo que se nos vende como alcohol con máximo grado de pureza (por ejemplo, el vodka) es una combinación de varios tipos de alcohol. El único puro es el etanol producido de forma sintética.

    Así, por ejemplo, algunos análisis de whisky han llegado a detectar en su contenido unos cuatrocientos tipos diferentes de alcohol. Esto se debe a que, cuanto más tiempo se almacena o «se añeja» un whisky, más se fusionan algunos tipos de alcohol para formar otros más complejos llamados «congéneres». Estos se encuentran en todas las bebidas alcohólicas (aunque el whisky los contiene en mayor cantidad que ninguna), y se cree que su funcionamiento en el cerebro se asemeja al del alcohol etílico sencillo (etanol), aunque quizá pueden embriagar todavía más. Cada whisky tendrá su propia combinación de alcoholes y congéneres, y es esta mezcla la que crea todos los matices de su «aroma» y, por lo tanto, su sabor.

    Curiosamente, de conformidad con la Ley de Sustancias Psicoactivas de 2016, todas las sustancias psicoactivas recreativas se prohibieron, excepto el etanol, la cafeína, la nicotina y el tabaco. Por aquel entonces, afirmé que me parecía algo absurdo. No en vano, se acababa ilegalizando todo tipo de alcohol, pues no hay un solo producto alcohólico en el mercado que no incluya congéneres. La cerveza contiene unos ciento cincuenta y el vino, doscientos. No bebemos etanol puro.

    Aparte de su propia combinación de cientos de alcoholes diferentes, el vino, la cerveza y la sidra también incluyen compuestos vegetales aromáticos llamados «terpenos», que provienen de las uvas, el lúpulo o las manzanas. Puede que hayas oído hablar de los terpenos, ya que también aportan al cannabis su peculiar olor. Hasta no hace mucho, se creía que los terpenos contribuían exclusivamente al sabor, pero ya se baraja la posibilidad (aún no investigada en profundidad) de que también sean psicoactivos.

    Quizá también te parecen hilarantes muchas cosas, incluidas las que estás repitiendo sin parar, posiblemente debido a tus sistemas de GABA y serotonina. Además, el alcohol bloquea los centros neuronales que controlan la coordinación, de ahí que digamos coloquialmente que una persona muy borracha «no se tiene en pie».

    Con ese aumento en los niveles de dopamina y ese descenso en tu autocontrol, es posible que te dé por discutir. También puede que, debido a la merma en tu capacidad de discernir, acabes haciendo cosas poco inteligentes (fumar cuando ya lo habías dejado, conducir, hacer carreras subido en un carrito de la compra…).

    Un caso realmente triste fue el de una joven de dieciséis años, Natalie Dursley, a quien una ambulancia recogió tras haberse desplomado en una discoteca. Estaba tan desorientada que abrió las puertas del vehículo en plena carretera, cayó fuera y murió. Este ejemplo ilustra a la perfección la pérdida total de discernimiento que puede producirse cuando estás borracho. En esencia, le has puesto las cosas muy difíciles a tu cerebro (un efecto que me gusta equiparar con el de un virus informático).

    Si sigues bebiendo, vas derecho a la anestesia, a un cierre del sistema. De hecho, la anestesia médica también afecta a los sistemas de GABA y glutamato: una que te suministren en una intervención quirúrgica sencilla activa el GABA para dormirte, mientras que la que se utiliza para una intervención más compleja desactiva el glutamato, que es lo que te mantiene despierto y activo. Por eso, necesitas ventilación asistida, porque ya no puedes respirar de forma autónoma.

    Antes de que apareciera la anestesia moderna, cuando a un marinero debían amputarle una extremidad lesionada, primero le hacían coger una buena cogorza. Esto tiene una explicación muy sólida: el alcohol amortigua el dolor, así como la memoria.

    El hecho de que el alcohol afecte tanto al GABA como al glutamato (doble impacto) es lo que lo vuelve tan peligroso. Ambos regulan no solo nuestra capacidad de mantenernos despiertos, sino también la de mantenernos con vida. Por eso, algunas personas mueren de intoxicación etílica. Si bebes lo suficiente, puedes dejar de respirar. A continuación, incluyo una breve guía por etapas sobre cómo evoluciona la embriaguez [6].

    TODO DEPENDE DEL CONTEXTO

    Hay tantas experiencias bajo el influjo del alcohol como personas. En cada caso, las peculiaridades dependen más del entorno y las expectativas que de cualquier singularidad que presente la propia bebida. El subidón que provoque una lata caliente de gin-tonic en un tren de cercanías abarrotado no tendrá nada que ver con el de la misma cantidad de martini en un elegante bar de hotel, por ejemplo. Y tomar unas copas antes de salir de discotecas dista un mundo entero de saborear una copa de jerez con tus padres en Navidad. Hay quien bebe antes de ir a dormir para relajarse y hay quien bebe antes de ir a una reunión de negocios para ganar confianza (aunque esta segunda práctica es bastante desaconsejable).

    Buckfast Tonic Wine resulta interesante como (involuntario) experimento social y ejemplifica de maravilla cómo los efectos del alcohol interactúan con los propósitos individuales. Aunque, al principio, los monjes de la abadía de Buckfast en Devon lo elaboraban como tonificante, «Buckie» (como se lo conoce popularmente) es un vino potente y fortificado (15% de alcohol) con abundante cafeína añadida. Una botella contiene el equivalente a casi cinco expresos dobles.

    Primero se comercializó como un tónico para personas que sufrían carencias de energía, ya que la cafeína combate los efectos sedantes del alcohol. Quizá estés al tanto de que Buckie se ha convertido en la bebida de culto entre los hinchas de fútbol escoceses (quienes la conocen como wreck the hoose juice¹⁰), pues estos beben una botella (o incluso más de una) antes de salir a buscar gresca. Una encuesta escocesa realizada entre delincuentes juveniles determinó que el 43% de quienes habían bebido alcohol antes de cometer alguna infracción admitieron que su bebida predilecta era Buckfast.

    Sigue siendo el mismo vino que cuando se comercializaba como tónico, pero ahora se utiliza para un propósito completamente distinto. En 2014, el Gobierno escocés debatió sobre si Buckie debería dejar de venderse en botellas de vidrio, ya que algunos informes advertían de que se usaban como armas, según el periódico Scotsman [7]. Si bien esta ley no llegó a aprobarse y Buckie sigue vendiéndose en botellas, ahora también está disponible en latas (tal vez para reducir el riesgo que suponen las botellas rotas).

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    CUADRO 3

    ¿QUÉ VA OCURRIENDO CONFORME MÁS BEBES?

    LAS ETAPAS DE LA EMBRIAGUEZ

    El aumento de tu contenido de alcohol en sangre influye en cómo te sientes y te comportas, así como en los diferentes neurotransmisores de tu organismo.

    Por supuesto, la violencia y el alcohol son viejos aliados. Es una de las razones por las que la mayoría de los recintos deportivos y festivales ya no permiten la entrada de recipientes de vidrio (la otra es que los borrachos son muy torpes).

    TODO DEPENDE DEL MOMENTO

    Otro factor adicional es en qué momento bebes a lo largo del día. Lógicamente, cuanto más somnoliento estés, más probabilidades hay de que te venza el sueño debido al alcohol. Por eso, algunas personas mezclan estimulantes y alcohol, como en el Buckie: los primeros para mantenerte despierto y el segundo para quitarte la ansiedad. De hecho, «estimulantes con tranquilizantes» es la combinación más popular en la historia del consumo de drogas.

    Otro ejemplo de esto lo conforman la cocaína y el alcohol. Si nos remontamos a la década de 1890, cuando la cocaína era legal, existía un vino italiano llamado Mariani que contenía ambas sustancias. Y lo avaló el papa, nada menos. Puede que hayas escuchado ciertos rumores acerca de que David Cameron, Boris Johnson y otros miembros del Bullingdon Club consumían, presuntamente, cocaína y alcohol en fiestas [8]. La razón por la que alguien haría esto es, quizá, para lograr beber más durante más tiempo. Curiosamente, cuando, en la década de 1990, el Gobierno islandés aprobó una ley que permitía beber alcohol durante las veinticuatro horas, acabó produciéndose un aumento en el consumo de anfetaminas [9].

    Uno de los problemas de la cocaína y el alcohol es que actúan de forma conjunta en el organismo para producir una nueva sustancia química: el cocaetileno (CE). El CE viene a ser una variación de la cocaína, con una acción más prolongada, que permanece en el organismo durante horas en lugar de minutos, por lo que resulta más tóxico para el corazón. Esto explica la estrecha relación que hay entre consumir cocaína, beber alcohol y sufrir ataques cardíacos.

    El efecto estimulante/tranquilizante también justifica la popularidad del Red Bull con vodka, también conocido como «Vodka Rush»¹¹. Algunos estudios realizados en animales han demostrado que los efectos que produce esta mezcla alteran el cerebro [10]. Tal vez un Vodka Rush te parezca muy poco sofisticado para tu gusto y prefieras un expreso martini, pero no te engañes: lo que le estarías haciendo a tu cerebro no sería tan

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