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El arte de saber aburrirse
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El arte de saber aburrirse
Libro electrónico399 páginas6 horas

El arte de saber aburrirse

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En la actual era de la información estamos tan conectados con la tecnología, y tenemos tantas maneras de pasar nuestro tiempo libre que ni siquiera deberíamos saber a qué se parece el aburrimiento. Sin embargo, el aburrimiento parece ir en aumento, y cuanta más estimulación recibimos, más deseamos. Estamos perdiendo la habilidad de tolerar la repetición y la rutina de la vida cotidiana.

En este volumen, Sandi Mann lleva a cabo una innovadora investigación para explicar cómo actuamos, reaccionamos y superamos el aburrimiento. Sostiene que existe un lado positivo del aburrimiento, y que este puede ser un catalizador para el humor, la diversión, la reflexión, la creatividad y la inspiración, y que la solución al "problema del aburrimiento" es potenciarlo en lugar de evitarlo: concedernos a nosotros mismos periodos de tiempo alejados de la constante estimulación puede enriquecer nuestras vidas, así que deberíamos abrazar el aburrimiento y valorar positivamente el tiempo de inactividad.
IdiomaEspañol
EditorialPlataforma
Fecha de lanzamiento9 feb 2017
ISBN9788416820917
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    El arte de saber aburrirse - Sandi Mann

    camino.

    1.

    La búsqueda de compromiso:

    ¿qué es el aburrimiento?

    «Cuando estoy aburrido me siento frustrado, como que debería estar haciendo algo útil, pero simplemente no puedo motivarme a mí mismo.»

    «Cuando estoy aburrido, creo que no vale la pena hacer nada.»

    «Estoy más aburrido cuando estoy cansado… ¡y, sin embargo, estar aburrido hace que me sienta cansado!»

    «Cuando estoy aburrido mi mente vaga. No puedo concentrarme en nada, al menos en nada en lo que deba pensar. Simplemente es demasiado esfuerzo.»

    «Cuando estoy aburrido solo quiero irme a dormir.»

    «Me aburro cuando no tengo suficientes cosas para mantener la mente activa. Me aburro en las colas, o cuando leo a mis hijos el mismo libro una y otra vez. Tengo la sensación de que mis neuronas caen dormidas.»

    «Cuando estoy aburrido me deprimo.»

    «Cuando estoy aburrido pierdo el tiempo.»

    «El aburrimiento es la sensación de no tener nada que hacer.»

    Sabemos lo que es estar aburridos. ¿Quién de nosotros no se identifica con todos o al menos con algunos de los comentarios anteriores que han compartido conmigo los participantes de mi propia investigación? Algunos investigadores creen que más de la mitad de la población se aburre «a menudo»,1 mientras que un estudio afirma que normalmente pasamos una media de seis horas a la semana «completa y absolutamente aburridos de la vida»2 (un hallazgo que llevó a un comentarista a observar con sequedad: «¿Solo seis horas?»).3 Es evidente, entonces, que la mayoría tenemos un conocimiento muy íntimo del hastío, una condición que ha sido parte integral de la vida, probablemente desde el principio de los tiempos. Filósofos, científicos, periodistas y religiosos han observado el aburrimiento y sus efectos durante siglos, sobre todo viéndolo como una fuerza profundamente negativa. Los investigadores incluso han identificado el día más aburrido de la historia (el lunes 11 abril de 1954, cuando, al parecer, no pasó casi nada),4 el momento más aburrido del año (enero, de acuerdo tanto con una encuesta a estudiantes5 como con mi propia encuesta extraoficial a personas, de las cuales el 44 % afirmó que enero es, en efecto, el momento más tedioso del año) e incluso los museos más aburridos del mundo (véase el recuadro 1.1).

    Recuadro 1.1: Los museos más aburridos del mundo

    Museo Británico de la Cortadora de Césped, Southport, Merseyside, Reino Unido.

    Museo del Collar de Perro, castillo de Leeds, Maidstone, Kent, Reino Unido.

    Museo del Lápiz, Keswick, Cumbria, Reino Unido.

    La Casa del Cerrajero, Willenhall, West Midlands, Reino Unido.

    Museo del Edredón, York, Reino Unido.

    Museo de la Baquelita, Williton, Somerset, Reino Unido.

    Museo de la Asociación Óptica Británica, Londres, Reino Unido.

    Museo del Correo Basura, Austin, Minnesota, Estados Unidos.

    Museo del Corcho, Palafrugell, Girona, España.

    Museum Cemento Rezola, San Sebastián, España.

    Museo del Salero y del Pimentero, Gatlinburg, Tennessee, Estados Unidos.

    Museo del Papel Pintado, Rixheim, Francia.

    Museo del Pelo de Avanos, Capadocia, Turquía.

    Museo de las Alcantarillas de París, Quai d’Orsay, París, Francia.

    Museo del Jabón, Sidón, Líbano.

    Museo de la Catana, Tokio, Japón.

    Museo de Etnografía, Ankara, Turquía.

    Museo de las Conchas de la India, Tamil Nadu, India.

    Para muchas personas, el trabajo es totalmente aburrido, mientras que para otras solo hay algunos elementos de su trabajo que les aburren, tales como el papeleo o asistir a reuniones. Muchas personas también pasan una gran parte no laboral del día en un estado de aburrimiento: en el tren durante el viaje a la oficina, en casa escuchando a su cónyuge hablar de cómo le ha ido el día o en aburridas fiestas durante el fin de semana. Nuestros hijos se quejan regularmente de que se aburren: la escuela es aburrida, los días en familia son aburridos (si son adolescentes), los deberes son aburridos…, la lista es interminable. Hombres y mujeres tienen aventuras extramatrimoniales porque se aburren con sus parejas, la gente se engancha a las webs de póquer en Internet o al canal de compras de la televisión con el fin de combatir el aburrimiento y los adolescentes roban coches, destrozan paradas de autobús, toman drogas y tal vez incluso participan en disturbios organizados –como ocurrió en el Reino Unido en el verano de 2011– para aliviar el tedio que se ha apoderado de sus vidas. Pero, aunque podemos saber exactamente qué es el aburrimiento, cuando se trata de explicar ese estado, nadie llega a una descripción definitiva.

    En mi investigación,6 en la que entrevisté a cientos de personas del noroeste del Reino Unido, los sujetos de estudio informaron que cuando están aburridos se sienten «apáticos», «desmotivados», «cansados», como si no pudieran «concentrarse», o dicen que su «mente vaga». Muchos respondieron a mi encuesta afirmando que cuando se aburrían, «no tenían nada que hacer» o, quizá más pertinente, que lo que tenían que hacer no les llamaba la atención, y ni mucho menos la mantenía. Las personas no tienen claro si están aburridas porque no tienen nada que hacer, o porque están cansadas, distraídas, desmotivadas, o si, de hecho, todos estos estados son parte de la experiencia del aburrimiento. En pocas palabras, el aburrimiento ¿depende de la tarea en cuestión (es decir, estamos aburridos porque la tarea en sí es aburrida) o depende de la persona (estamos aburridos porque somos personas aburridas)? Y, si se trata de que la tarea es aburrida, ¿qué hace que esa tarea sea tan tediosa? Si somos nosotros los que somos aburridos, ¿qué aspectos de nuestra personalidad contribuyen a hacernos más propensos a experimentar el aburrimiento? Estas cuestiones se abordarán con más detalle en los siguientes capítulos.

    Recuadro 1.2: ¿A qué se parece el aburrimiento?

    Harald G. Wallbott, profesor de psicología de la Universidad de Salzburgo, Austria, mostró que es fácil reconocer cuándo una persona parece estar aburrida. En su estudio de 1988 aquellos actores que tenían el torso colapsado (es decir, hundido), que inclinaban la cabeza hacia atrás y que compartían una serie de movimientos corporales fueron reconocidos por los participantes como personas que estaban aburridas.7

    Una breve historia del aburrimiento

    Según el Oxford English Dictionary, la palabra «aburrimiento» (boredom) apareció por primera vez en inglés en 1750, pero no fue hasta 1852 cuando apareció en la literatura el primer registro escrito de la palabra: en la novela Casa desolada, Charles Dickens se refiere al estado de lady Dedlock como a «una enfermedad crónica». La expresión «ser un fastidio», sin embargo, ya se usaba en el sentido de «ser tedioso o aburrido» desde 1768. Sin embargo, incluso antes de usarse el término actual, el concepto ya había sido bien documentado a partir de la palabra «acedia» (tedio), que domina las descripciones antiguas sobre la monotonía.

    Recuadro 1.3: ¿Cuántas palabras?

    Hay varias palabras que se pueden utilizar para describir el aburrimiento: tedio, hastío, monotonía, insipidez y posiblemente incluso apatía.

    Expresiones comunes que hacen hincapié en un estado de aburrimiento agudo pueden ser: aburrirse como una ostra, morirse de aburrimiento, aburrido hasta la saciedad, aburrido a más no poder y mortalmente aburrido.

    No fue hasta la década de 1920, sin embargo, cuando los investigadores, por lo general psicólogos, comenzaron a estudiar el aburrimiento, concentrándose inicialmente en los aburridos trabajadores de las fábricas. Uno de los primeros estudios sobre el aburrimiento en un entorno de laboratorio se realizó a finales de la década de 1930, cuando Joseph Barmack, del City College de Nueva York, propuso que el aburrimiento era un «una sensación de sueño».8 El estudio de Barmack era fascinante, no solo por lo que revelaba sobre el aburrimiento, sino también por lo que desenmascaró acerca de la falta de ética en la investigación en aquella época: dio a los participantes drogas como las anfetaminas para ver si así podía reducir el aburrimiento (que sí, por supuesto). Una investigación como esa nunca pasaría el examen de los comités de investigación ética de hoy en día.

    Desde aquellos primeros días muchos investigadores han llegado a la conclusión de que el aburrimiento es una emoción diferenciada. Cynthia Fisher, psicóloga laboral norteamericana, que fue una de las primeras investigadoras modernas sobre el aburrimiento (y alguien que me encuentro a menudo en el circuito de las conferencias internacionales sobre el aburrimiento), señala que «el aburrimiento es un estado afectivo desagradable y transitorio en el cual el individuo siente una falta generalizada de interés y dificultad para concentrarse en la actividad actual [de modo que] necesita un esfuerzo consciente para mantener o dirigir la atención a esa actividad».9 Por lo tanto, dice, el aburrimiento es una emoción, aunque muy desagradable, quizá similar a la ansiedad o a la tristeza. Al tratar de comprender el aburrimiento, entonces, debemos primero entender qué son las emociones y qué funciones desempeñan en nuestras vidas.

    ¿Qué es una emoción?

    Según Abraham Maslow, el psicólogo responsable de gran parte de nuestra comprensión acerca de la motivación, la emoción es la «medida de la humanidad».10 Es decir, la experiencia de las emociones de los seres humanos es lo que nos distingue de otros animales de orden inferior. Mientras que en los tiempos modernos es discutible hasta qué punto los demás animales experimentan emociones (algo que no nos compete dilucidar en este libro), es muy poco probable que experimenten la misma gama de emociones que los seres humanos.

    Muchos investigadores creen que existen una serie de emociones universales y diferenciadas que todas las personas, sea cual sea su cultura, exhiben y reconocen; estas incluyen la ira, el miedo, la tristeza, la alegría, el disgusto y la sorpresa (pero no el aburrimiento). A veces se denominan «emociones primarias» y se cree que son innatas; en otras palabras, no es necesario aprender a expresar o a reconocer dichas emociones, ya que de alguna manera nacemos con la capacidad de tener estas experiencias emocionales. Si necesitas alguna prueba de ello, trata de alimentar a un bebé con un nuevo grupo de alimentos no dulces por primera vez; mi propio bebé mostraba a los seis meses de edad una expresión que era claramente distinguible como de disgusto, e incluso su hermana, de seis años, era capaz de reconocer la emoción en su rostro (que le divertía enormemente). La razón de estas emociones primarias innatas y universales es evolutiva, es decir, sirven a nuestra propia supervivencia, un punto al que volveremos en breve.

    La mayoría de los investigadores opinan que las emociones están formadas por cuatro componentes distintos, y algunos opinan que, para experimentar verdaderamente una emoción, deben darse esos cuatro componentes. Estos son:

    Nuestros conocimientos: es decir, lo que pensamos y nuestra interpretación de los acontecimientos que producen la emoción. Por ejemplo, pensar en un acontecimiento triste como el duelo provoca emociones tristes.

    Nuestros sentimientos: etiquetamos lo que sentimos como enfado, tristeza, etcétera.

    Nuestras reacciones fisiológicas: cómo reaccionan nuestros cuerpos; por ejemplo, sudando, acelerando el ritmo cardíaco, etcétera. Estos incluyen los cambios corporales que no podemos percibir, tales como la secreción de sustancias químicas por diversas glándulas durante la experiencia de una emoción.

    Nuestro comportamiento: como huir, golpear a alguien o algo, abrazar a alguien, etcétera.

    Por lo tanto, para experimentar el fenómeno de una emoción con la que todos estamos tan familiarizados, el catalizador emocional o estímulo debe penetrar en nuestra conciencia, debe darse algún tipo de reacción en nuestro cuerpo, debe producir algún tipo de cambio de comportamiento, y entonces lo etiquetamos todo como una «emoción».

    Es importante recordar que todas las emociones, sin duda, son experimentadas por una razón, incluso el aburrimiento. Es decir, son parte de nuestra respuesta evolutiva, diseñada para ayudarnos a adaptarnos y a sobrevivir en el mundo. Así, por ejemplo, la función de la ira es prepararnos para una respuesta (como la lucha) contra la persona que nos ha provocado el enfado. Además, nuestros rostros enfadados indican la intensidad de nuestros sentimientos a nuestro enemigo y, con un poco de suerte, este huirá antes de tener que ensuciarnos las manos. El aburrimiento, aunque no se reconoce como una emoción «primaria» (en otras palabras, es una emoción más compleja), también, posiblemente, tiene fines adaptativos similares, y esto se expondrá con más detalle en el capítulo 11.

    ¿Qué da lugar a una emoción?

    No hay una respuesta clara a esto, y psicólogos e investigadores llevan estudiándolo desde hace años. ¿Qué es lo que nos hace experimentar una emoción? ¿Cómo podemos distinguir una emoción de otra? ¿Cómo sabemos que sentimos miedo y no ira? ¿O aburrimiento y no solo cansancio?

    Los primeros investigadores sobre la emoción en el siglo XIX, James y Lange,11 pensaban que las emociones se desencadenan porque nos damos cuenta de nuestras respuestas fisiológicas y las identificamos como emociones. Por ejemplo, imagina que vas caminando por un callejón oscuro por la noche. Oyes pasos detrás de ti y empiezas a temblar, el corazón te late más rápido y tu respiración se acelera. Notas los siguientes cambios fisiológicos (que son diferentes de los cambios fisiológicos derivados de, por ejemplo, la felicidad o el disgusto) y los reconoces como la preparación de tu cuerpo para una situación de miedo. A continuación, experimentas miedo. Por lo tanto, es la retroalimentación de nuestras reacciones corporales lo que nos permite experimentar una emoción, y emociones diferentes producen diferentes reacciones físicas en el cuerpo.

    Explicaciones más recientes se centran en el papel desempeñado por nuestro cerebro en la interpretación de las sensaciones físicas como las emociones. No es suficiente experimentar las reacciones físicas de nuestro cuerpo, también hay que tener razones para interpretar y etiquetar estos cambios como una emoción particular. Ahora se reconoce que los cambios físicos reales que experimentamos pueden ser los mismos para todas las emociones; es nuestra interpretación del medioambiente, etcétera, la que nos lleva a etiquetar estas sensaciones como una emoción en particular.

    Imagina qué podría suceder si te dieras cuenta de que tienes calor y estás sudoroso. La forma de interpretar estas sensaciones físicas dependerá de lo que haya ocurrido antes de que te fijaras en ellas:

    Escenario 1: antes de la sensación de calor y de ponerte a sudar, acababas de correr 400 metros para subirte a un autobús. Inmediatamente asumes que las sensaciones físicas se deben a tu ejercicio no habitual (¡y resuelves ponerte en forma!).

    Escenario 2: hace unos minutos, evitaste por poco ser atropellado por un autobús. Ibas caminando, ocupado en tus asuntos, cuando el autobús pasó muy cerca de la acera, a pocos centímetros de ti. Interpretas la sudoración y la sensación de calor como el miedo al apreciar el peligro en que te has encontrado.

    Escenario 3: esta vez estabas en la parada de autobús en el momento oportuno, pero el autobús no se detuvo y pasó a toda velocidad. ¡Ni siquiera iba lleno! En este caso interpretas tus sensaciones físicas como ira.

    Por lo tanto, nuestras experiencias emocionales dependen de que notemos cambios físicos en nuestros cuerpos y les atribuyamos una etiqueta emocional apropiada. Para algunos estudios interesantes que ilustran esto, véase el recuadro 1.4.

    Recuadro 1.4:

    1. El estudio del puente tambaleante

    Los psicólogos Dutton y Aron12 visitaron el cañón de Capilano de Canadá, cruzado por una serie de puentes. Uno en especial es un puente colgante endeble y aparentemente inestable que tiende a balancearse, inclinarse y oscilar, dando a los usuarios la impresión de que podrían caer desde los 70 metros de altura que hay hasta el fondo del cañón. Hay otro puente, de madera sólida, que se encuentra aguas arriba y a solo tres metros por encima de la parte menos profunda del cañón. Las personas que cruzan por el puente endeble tienden a estar bastante excitadas por el miedo, sudan y se les acelera la frecuencia del pulso. De hecho, esa puede ser la causa de que elijan ese puente. No sienten tal excitación cruzando por el puente más sólido que está corriente arriba.

    Los experimentadores entrevistaron a un grupo de hombres que cruzaron ambos puentes y comprobaron qué atracción experimentaron por la mujer que estaba al otro lado del cañón. Lo que encontraron fue que los hombres que pasaron por el puente colgante endeble se sintieron más atraídos por la mujer que los que cruzaron por el puente robusto. La razón dada por los psicólogos fue que los hombres del puente endeble experimentaron un estado de excitación que, en presencia de una mujer, interpretaron como atracción por ella. Sin embargo, los hombres del puente robusto no tuvieron esas sensaciones físicas y, por tanto, no las malinterpretaron.

    El estudio muestra por qué los compañeros de trabajo que han pasado juntos por alguna experiencia emocional intensa (como cumplir con un plazo límite prácticamente imposible, o conseguir un gran contrato, etcétera.) pueden acabar teniendo un romance: ¡malinterpretan las emociones que sienten, creyendo que es amor!

    2. El estudio de la adrenalina

    Los psicólogos Schacter y Singer13 llevaron a cabo un interesante estudio (aunque éticamente dudoso para los estándares de hoy en día) para demostrar que nuestras experiencias emocionales pueden ser manipuladas mediante la alteración de la manera en que se etiquetan los cambios físicos que acompañan a las emociones.

    Les dijeron a los sujetos del estudio que estaban estudiando los efectos de las vitaminas en el rendimiento. A la mitad de los participantes se les administró una inyección, no de una vitamina, sino de una sustancia similar a la adrenalina. La adrenalina provoca calor y sudoración y acelera el ritmo cardíaco. La otra mitad recibió una inyección de solución salina (placebo).

    A los participantes se les dijo entonces que la inyección podría hacer que se sintieran de tres maneras diferentes: a un grupo se le dijo que experimentaría una aceleración del ritmo cardíaco y sudoración en las palmas de las manos (el grupo correctamente informado), a un segundo grupo se le dijo que empezaría a sentir picazón (el grupo incorrectamente informado) y a un tercer grupo no se le dijo nada en absoluto (el grupo no informado). A continuación, un sujeto cómplice de los investigadores actuó de un modo agresivo e irritante, con el objetivo de inducir cólera en los participantes experimentales. Así que… ¿qué grupo reportaría sentirse más irritado?

    Encontraron que aquellos sujetos a los que se les había administrado adrenalina, pero se les había dado la información incorrecta fueron los que más se enfadaron. Esto se debe a que experimentaron sensaciones físicas en su cuerpo que no podían atribuir a la inyección (a diferencia del grupo correctamente informado). En lugar de ello, concluyeron que sus reacciones físicas debían de estar causadas por su experiencia iracunda. Los otros grupos dieron otras explicaciones (o no experimentaron cambios corporales físicos en absoluto, en el caso del grupo de placebo), así que no etiquetaron su excitación como ira.

    Estos mismos errores de interpretación pueden ocurrir con la experiencia del aburrimiento. Imagínate que estás haciendo algo que no es particularmente atractivo, tal vez algo repetitivo como la entrada datos o de documentos. Echas un vistazo al reloj de vez en cuando, tal vez esperando que pronto sea la hora de irte a casa y puedas hacer algo más divertido. Pero el tiempo parece que se mueve muy lentamente, y cada vez que miras el reloj te da la impresión de que las manecillas apenas se han movido. Piensas: «¡Cielos, este trabajo es tan aburrido!».

    Ahora, imagina que estás en la misma situación, pero esta vez, cuando te fijas en el reloj, el tiempo parece volar. Ahora piensas: «¡Uau, esto de introducir datos parece mucho más entretenido de lo que pensaba!».

    Esto es lo que realmente ocurrió en un estudio realizado en la década de 197014 que mostraba cómo el hecho de cambiar el entorno puede influir en la sensación de aburrimiento de las personas. Los investigadores demostraron que si el reloj de pared se manipulaba de manera que se moviera más lentamente de lo que debería, los participantes del experimento reportaban que sus tareas eran muy aburridas, mientras que los participantes cuyo reloj de pared se movía a un ritmo normal reportaban niveles de aburrimiento normales o inexistentes. Los primeros malinterpretaron el paso del tiempo aparentemente lento como aburrimiento.

    En otro estudio se dio a los participantes tareas repetitivas cuya realización era muy aburrida. Algunos participantes tuvieron que realizarlas en condiciones ruidosas y otros en una habitación tranquila. Los que las llevaron a cabo en condiciones ruidosas interpretaron que su incapacidad para concentrarse se debía al efecto de distracción del ruido, pero los de la habitación tranquila atribuyeron su dificultad de concentración a la naturaleza aburrida de la tarea.15

    Estos estudios muestran cómo nuestra experiencia en cuanto a emociones como el aburrimiento depende en gran medida de nuestra interpretación de los hechos y de las señales ambientales. En los capítulos 4 y 5 examinaremos una serie de factores que contribuyen a nuestra experiencia del aburrimiento (así como a las causas de que algunos de nosotros seamos más propensos al aburrimiento que otros).

    Recuadro 1.5: Los calendarios más aburridos del mundo

    ¿Por qué tener un calendario emocionante cuando podrías tener colgado de la pared uno de estos?

    Buzones de Gales, 2015.

    Las rápidamente desaparecidas cabinas telefónicas rojas de Gales, 2014.

    Cabras en árboles, 2012.

    Rotondas de Redditch, 2003 (que vendió 100.000 copias en todo el mundo).

    Ganado de montaña, 2015.

    Lavabos de todo el mundo, 2015.

    Silos de grano de América del Norte, 2015.

    Pollos de ciudad y sus gallineros, 2014.

    Hombres sosos de Gran Bretaña, 2015.

    Entonces, ¿qué es la emoción llamada aburrimiento?

    El aburrimiento, descrito como una «plaga de la sociedad moderna»,16 solo es uno de una serie de estados emocionales que podríamos experimentar. Contrariamente a la opinión popular, el aburrimiento no es el resultado de no tener nada que hacer, sino más bien de no tener nada que hacer que nos atraiga en ese momento. En realidad, es muy difícil pensar en situaciones en que las opciones de una persona sean tan limitadas como para que, literalmente, no tenga nada que hacer (con la probable excepción del régimen de aislamiento de una prisión), aunque todos podemos pensar en situaciones en las que la gama de actividades disponibles no incluye nada de lo que en realidad nos gustaría hacer.

    Es muy posible que te encuentres con la misma tarea o situación, y que en algunas ocasiones te aburras y en otras no. Es decir, la misma tarea, situación o persona, incluso, puede resultarnos atractiva un día, pero aburrida al siguiente. Claramente, el aburrimiento no es un concepto unidimensional que hace que esa tarea X sea aburrida o no; los elementos de la tarea interactúan de alguna manera con las características del individuo (por lo tanto, lo que es aburrido para una persona es el epítome de la emoción para otra) y con las características de la situación (por lo tanto, yo podría disfrutar escribiendo este libro el lunes, pero una mala noche combinada con la distracción de la soleada tarde del martes conspirarían para relegar la tarea a un nivel plúmbeo). Todos estos elementos serán explorados en capítulos posteriores de este libro.

    Entonces, el aburrimiento es, en parte, independiente de la tarea, situación o individuo. Se describe como un estado emocional en «que el nivel de estimulación se percibe como insatisfactoriamente bajo».17 Esta falta de estimulación externa es lo que conduce al aumento de la excitación neuronal en busca de variedad, y si eso no se cumple, conduce a la experiencia del aburrimiento. En otras palabras, por la razón que sea, la tarea no nos estimula. Tanto si esta falta de estimulación se debe a otras distracciones en competencia como si se debe a la naturaleza de la tarea en sí (tal vez es repetitiva y requiere poco esfuerzo mental; hablaremos más sobre esto en capítulos posteriores), lo que está claro es que, de alguna manera, es poco estimulante. Así que a continuación realizamos un esfuerzo para buscar la estimulación que nos falta, y si la encontramos, todo va bien. Pero si buscamos y no encontramos la estimulación, eso nos conduce a la experiencia de la emoción que hemos denominado «aburrimiento». Cuanto más esfuerzo dediquemos a tratar de mantener nuestra atención en algo que no nos proporciona una estimulación adecuada, más probable es que nos sintamos aburridos.

    Por lo tanto, la emoción del aburrimiento se siente cuando:

    No hay suficiente excitación neural o estimulación y, o bien…

    se requiere nuestro esfuerzo para mantener la atención en algo que no es intrínsecamente cautivador o…

    hacemos esfuerzos para alcanzar los niveles óptimos de excitación a partir de otras fuentes.

    Somos conscientes de lo anterior e identificamos la experiencia negativa resultante como aburrimiento.

    Por lo tanto, el aburrimiento es un estado de baja excitación: no puedes estar excitado al mismo tiempo que aburrido. La gente prefiere estar en su nivel óptimo de excitación y ese nivel preferido será diferente para cada persona: algunos prefieren un nivel de excitación bajo, sin mucho que los estimule, mientras que a otros les gusta una atmósfera mucho más entretenida (esto se relaciona con los rasgos de personalidad de extroversión / introversión, sobre los que se profundizará más en el capítulo 5). Si la excitación supera la comodidad (por ejemplo, mediante la sobrecarga de información), la persona estará motivada para hacer algo que reduzca dicha excitación (huir, etcétera). Del mismo modo, si la excitación es demasiado baja, entonces la persona tomará medidas para aumentar su nivel de excitación mediante la búsqueda de una situación menos aburrida. De esta manera, el aburrimiento es a menudo visto como una emoción evasiva, ya que motiva a la huida. Desafortunadamente, en muchas situaciones (reuniones, tareas aburridas, trabajo tedioso, etcétera), no podemos aumentar nuestros niveles de excitación con facilidad, aunque usemos técnicas como hacer garabatos, dibujar, escribir la lista de la compra, etcétera. En otras circunstancias, los intentos de aumentar nuestros niveles de excitación pueden conducir a comportamientos de riesgo o a respuestas no saludables (como el uso de drogas, la conducción temeraria, los juegos de azar, etcétera). Para más información sobre esto véanse los capítulos 2 y 3.

    El aburrimiento es, pues, un estado negativo o incómodo. Como dicen los eminentes investigadores del aburrimiento William L. Mikulas y Stephen J. Vodanovich, «para que sea aburrimiento, a la persona no tiene que gustarle».18 Puedes estar en un estado de baja excitación, pero sentirte cómodo, relajado y satisfecho, no aburrido. Del mismo modo, a algunas personas les gusta estar «aburridas», saboreando el placer de no tener nada que hacer: según un informe publicado en The Guardian en 2007,

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