Tres días completos y nueve horas. Ese es el tiempo que habremos invertido en ver la serie Juego de Tronos si la hemos disfrutado. House of Cards no le va a la zaga: 2 días, 6 horas y 10 minutos destinados a verla, de principio a fin. Si nos remontamos a un clásico de la pequeña pantalla, Friends, visionar sus 10 temporadas nos habría supuesto 3 días, con sus 24 horas cada uno, 17 horas y 6 minutos.
El fenómeno de las series es global. Miles de personas en todo el planeta invierten una parte muy considerable de su tiempo de ocio en disfrutar de estas producciones audiovisuales. ¿Por qué? ¿A qué distintos ingredientes obedece la receta mágica de las series para cautivar a tanta gente, y tan diversa? Y, sobre todo, ¿es una afición con consecuencias?
La psicología, la bioquímica y los avances tecnológicos responderían a las dos primeras preguntas; una afirmación, con matices, a la última.
En primer término, las series, al igual que la literatura o el cine, construyen personajes y relatan historias que nos atraen porque experimentan vivencias, los unos, o cuentan acontecimientos, las otras, con los que podemos sentirnos identificados, que anhelamos, que nos gustaría vivir o que nos aterran. Sentimos empatía con ciertos personajes y hechos; generamos una