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Llegamos a Creer: Encontrando nuestra espiritualidad personal en Alcohólicos Anónimos
Llegamos a Creer: Encontrando nuestra espiritualidad personal en Alcohólicos Anónimos
Llegamos a Creer: Encontrando nuestra espiritualidad personal en Alcohólicos Anónimos
Libro electrónico182 páginas3 horas

Llegamos a Creer: Encontrando nuestra espiritualidad personal en Alcohólicos Anónimos

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Reunidas en este librillo aparecen las muy sentidas historias escritas por más de 75 miembros de A.A. de todas partes del mundo que nos cuentan cuál es el significado que las frases “Poder Superior” y “Dios como nosotros Lo concebimos” tienen para ellos. El título —las tres primeras palabras del segundo de los Doce Pasos de Alcohólicos Anónimos— prefigura el tema principal del libro: o sea, que la recuperación en Alcohólicos Anónimos no es un destino sino una odisea espiritual que se desenlaza con el tiempo al vivir la vida “tal como se presente”.
A veces cómicas, a veces conmovedoras y siempre sinceras, las historias publicadas en Llegamos a creer nos presentan una amplia variedad de perspectivas sobre el aspecto que la espiritualidad puede tomar en el contexto de Alcohólicos Anónimos, y demuestran que el programa de A.A. se describe más precisamente como “espiritual pero no religioso”. La rica diversidad de las voces que oímos representan las innumerables sendas por las que caminan quienes desean ser liberados del alcohol.
Desde los recién llegados que acaban de orientarse en el programa hasta los veteranos que buscan nuevas perspectivas, los miembros de A.A. de todo tipo pueden descubrir en Llegamos a creer nuevas percepciones e inspiración para enriquecer su viaje de recuperación.
Llegamos a creer ha sido aprobado por la Conferencia de Servicios Generales.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento14 oct 2015
ISBN9781940889955
Llegamos a Creer: Encontrando nuestra espiritualidad personal en Alcohólicos Anónimos
Autor

Alcoholics Anonymous World Services, Inc.

Alcoholics Anonymous World Services, Inc. (A.A.W.S.) is the corporate publishing arm of Alcoholics Anonymous, a worldwide fellowship that today numbers over two million individuals recovering from alcoholism. Best known as the publisher of the "Big Book," A.A.W.S.’s mission is to carry the message of recovery from alcoholism through print, ebooks, audio books, video, PSAs and more.

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    Llegamos a Creer - Alcoholics Anonymous World Services, Inc.

    LA ENTRADA EN EL MUNDO ESPIRITUAL

    A.A. es un programa espiritual y una forma de vida espiritual. Incluso la primera parte del Primer Paso, Admitimos que éramos impotentes ante el alcohol, es una experiencia espiritual. Al miembro de A.A. no le basta con tener capacidades físicas; tiene que valerse de todas sus facultades como ser humano para escuchar el mensaje, para pensar en el mensaje, para repasar las consecuencias del pasado, para darse cuenta, para admitir, y para aceptar. Estas son actividades de la mente, la cual es parte del espíritu.

    Sí, yo empecé con una fe ciega, pero los resultados son evidentes. Yo creía a aquellos que decían que habían sufrido del alcoholismo, y que ahora, gracias a A.A., estaban disfrutando de la sobriedad. Así que tenía la verdad delante de mis propios ojos. Al poco tiempo, mi propia experiencia me enseñó esta verdad. No solamente me vi liberado de la obsesión de beber; se me inculcó una auténtica pasión por vivir.

    Además, por repetición constante, A.A. me hizo darme cuenta de mi libertad de elección, y esta es la facultad humana de la fuerza de voluntad. Conforme ha pasado el tiempo en sobriedad, se me ha ofrecido y he aprovechado la oportunidad de conocer mejor a la humanidad al conocerme mejor a mí mismo. Ahora me doy cuenta de que cuando dije por primera vez en una reunión de A.A. me llamo Tom y soy alcohólico, estaba expresando la primera verdad que había descubierto acerca de mí mismo. Consideren lo espirituales que son estas declaraciones. Mi nombre me dice que soy un ser humano; el hecho de que puedo saberlo, meditarlo y comunicarlo, refuerza mi condición de ser humano y me hace ser consciente y sentirme entusiasmado de que existo.

    Esto, entonces, se convirtió en la entrada al mundo espiritual. Con la orientación del programa y el estímulo y los ejemplos de mis compañeros de la Comunidad, pude empezar a conocerme a mí mismo y estar preparado para aceptar lo que encontrara. En la Comunidad, llegué a ver que si otra gente podía aceptarme y amarme tal como yo era, yo debía amarme a mí mismo tal como era — no por lo que había sido sino por lo que podría llegar a ser. Así que he aprendido un poco acerca de mi mente y mi voluntad y acerca de mis emociones y pasiones. He llegado a saber que puedo ser un buen —aunque imperfecto— ser humano; que cuando vivo conscientemente en el mundo real (cordura), cada día bueno contribuye a compensar mis días pasados.

    Mi religión no me llevó a Alcohólicos Anónimos. A.A. fortaleció mis creencias religiosas. El simple contraste entre el alcoholismo activo y la sobriedad activa me ha ayudado a buscar, escuchar y a aplicar los principios del buen vivir, y tengo como recompensa mucho más entusiasmo y alegría que tenía antes de lograr mi sobriedad en A.A. Al aceptar agradecidamente esta sobriedad, como un regalo, y al utilizarla gustosamente, he llegado a ser consciente de otros dones que, como ser humano, tengo a mi alcance. Para obtener los beneficios, sólo tengo que pedirlos y luego utilizarlos.

    Esto es lo esencial del programa y de la vida: aceptación y acción.

    El don de la comprensión ha hecho posible que los simples consejos de mis padres, de mis maestros y de mi iglesia cobren un nuevo significado y una nueva solidez. Con el don de la serenidad, estoy listo y dispuesto a aceptar lo que Dios disponga que me suceda; con el don del valor, estoy listo y dispuesto a ponerme en acción para cambiar las cosas que puedo, por mi propio bien y el bien de los demás. Se me ha concedido el don de la sabiduría para que en las relaciones personales me pueda comportar de manera inteligente y con amor o, como también se ha expresado, con competencia y compasión.

    Ahora estoy tratando de captar la idea de vivir de dentro a afuera. El Libro Grande, Como lo ve Bill, 24 horas al día, las reuniones, las experiencias, el ser consciente del cambio en mí mismo, en mi forma de pensar, mis decisiones, mis costumbres — todo esto es espiritual. Tenemos la espiritualidad de la forma de vivir de A.A., la cual nos hace conscientes de nuestros propios recursos internos. En A.A. no hay materialismo, sólo espiritualidad. Si cuidamos de nuestras necesidades internas, veremos satisfechas nuestras otras necesidades.

    He llegado a creer que el don de la sobriedad es lo que da valor y dignidad a mi vida. Esto es lo que tengo para compartir, y crece a medida que lo comparto.

    El Cerrito, California

    QUÉ AFORTUNADOS SOMOS

    A Kinlochard lo llamo mi hogar espiritual. Es una pequeña aldea enclavada en un valle entre las colinas, a orillas del Lago Ard. Nunca me canso de contemplar el bosque que hay en la otra orilla con sus cientos de diferentes tonos de verde reflejados en la superficie del lago. Los halcones peregrinos anidan en los altos peñascos, y la garza pasa volando majestuosamente hacia su nido en los enormes árboles de una pequeña isla. Los cisnes y los patos silvestres comparten las orillas con los ánades y las aves zancudas, y con algunos pescadores que tiran sus anzuelos a las truchas. A veces puedo ver a un ciervo y una cierva cruzar un claro en la ladera de la colina y, si tengo suerte, un par de nutrias jugando entre las rocas a orillas del lago. Reina la paz.

    Cuando descubrí Kinlochard yo estaba en una de mis prolongadas borracheras. Aun entonces, la belleza y la tranquilidad del sitio lograron penetrar la neblina alcohólica. Ahora que estoy sobrio, trato de visitar este lugar de reposo dos veces al año para admirar la majestad de nuestro Creador. No veo belleza en el arte. La escultura y la arquitectura son cosas hechas por el hombre y no pueden rivalizar con las obras del Creador. ¿Cómo podemos esperar ser mejores que el Maestro que nos enseñó? ¡Qué afortunados somos los alcohólicos por tener una enfermedad que nos obliga a buscar la recuperación por medio de lo espiritual!

    Egremont, Inglaterra

    A.A. ES UNA FILOSOFÍA

    Una religión, propiamente dicho, es de origen divino; gobierna la relación que tiene la persona con su Poder Superior; y le promete recompensas y castigos después de la muerte. Una filosofía es de origen humano; gobierna la relación que la persona tiene con sus semejantes; y le promete recompensas y castigos en esta vida. En mi opinión, A.A. es una filosofía. Si los alcohólicos seguimos la filosofía de A.A. podemos volver a comprender nuestras diversas religiones.

    Maryland

    POR SU PROPIO DERECHO INDIVIDUAL

    La espiritualidad es un despertar — o, ¿es tener todos los cabos sueltos entretejidos para formar una suave tela? Es una comprensión — o, ¿son todos los conocimientos que se necesitan tener? Es libertad — si el miedo se considera como una esclavitud. Es seguridad en uno mismo — o, ¿es la creencia de que un poder superior te ayudará a superar cualquier tormenta o tempestad? Es aferrarte a los dictados de tu conciencia — o, ¿es interesarte profunda, sincera y genuinamente por la gente y el planeta? Es tranquilidad de espíritu ante la adversidad. Es un vivo y agudo deseo de sobrevivir.

    Es un hombre o una mujer. Es gratitud por todas las circunstancias del pasado que te hayan llevado a un momento de justicia. Es la alegría de ser joven en un mundo joven. Es ser consciente — o, ¿es darte cuenta de tus propias capacidades y limitaciones? Es concentración — o, ¿es una fácil percepción del universo? Es ver una fuerza mística benigna en todos y cada uno de los seres humanos. Es paciencia ante la estupidez. Es tener ganas de romperle la cara a alguien — y alejarse en lugar de hacerlo. Es estar sin un centavo y saber que todavía tienes algo que no se puede comprar con dinero. Es ponerte pantalones vaqueros y sentirte como si te vistieras de gala. Es querer volver a casa y siempre estar en casa. Es viajar en un cohete mucho más allá del mundo al alcance de tu vista. Es mirar a algo que es feo superficialmente pero que irradia belleza. Es el majestuoso perfil de una ciudad o un solemne desierto del oeste. Es un niño. Es ver a una oruga transformarse en una mariposa. Es reconocer que la supervivencia es una lucha salvaje entre tú y tú mismo. Es una atracción magnética hacia quienes están sin recursos ni esperanzas. Es saber que incluso las malas épocas son buenas.

    No mires atrás — aún te queda mucho por ver.

    Cuando la gente te mira y se pregunta qué le pasa a éste, la expresión de tus ojos les responderá: Es que tengo lo que hay que tener.

    Esta cosa única que es la espiritualidad no se puede dar de palabra a un compañero. Si toda persona ha de tenerla, cada una tendrá que ganarla, de su propia manera, con su propia mano, con su propio sello, por su propio derecho individual.

    New York, New York

    LA OTRA PARTE

    Un día en una reunión, comenté que me sentía encantado con el programa de A.A. — con todo, menos con la parte espiritual.

    Después de la reunión, un miembro se me acercó y me dijo, Me gustó el comentario que hiciste —acerca de lo encantado que estás con el programa— con todo menos con la parte espiritual. Tenemos algún tiempo para charlar. ¿Por qué no hablamos de la otra parte del programa?

    Esto puso fin a la conversación.

    Modesto, California

    Es cierto que todos

    los que han tenido experiencias

    espirituales las consideran reales.

    La evidencia más contundente

    de su realidad se encuentra

    en los frutos que dan.

    Los que reciben estas dádivas

    de la gracia son gente transformada,

    casi siempre en gente mejor.

    Bill W.

    Charla, 1960

    ÉL HABÍA ESTADO ESCUCHANDO

    En mi juventud, me vi enfrentado a una disyuntiva: lo que parecía ser una vida moral aburrida o lo que parecía ser una vida apasionante y aventurera — después de unos tragos de alcohol. Se me había inculcado el concepto tradicional de un Dios despiadado y vengativo, que vigilaba cada paso que yo daba. Me resultaba bastante difícil tenerle mucho cariño a un Dios de ese tipo, y a causa de eso, me sentía culpable. Pero después de tomarme un par de tragos, desaparecía mi culpabilidad. Esto es vida, me dije.

    Empezó siendo bastante placentera, fomentando sueños de resplandeciente fama y fortuna. Pero poco a poco esta vida se fue transformando en una constante pesadilla de miedo y remordimiento por mi condición, e ira y resentimiento por la forma de vida común y corriente que se desenvolvía a mi alrededor, y en la que aparentemente yo no podía participar. La verdad era que mi forma de beber me había apartado de la sociedad, y llegué poco a poco a vivir en un estado mental que me aislaba de todo contacto social o moral. Pero en aquel entonces no podía ver que la causa era mi forma excesiva de beber. Estaba convencido de que Dios y la sociedad me tenían excluido, y me habían privado de las buenas oportunidades de la vida. La vida no tenía para mí ningún sentido. Me faltaba el valor para suicidarme, pero creo que la desesperación habría roto esta barrera de cobardía si no hubiera sido por una experiencia que cambió totalmente mi concepto de la vida.

    Tuve esta experiencia como consecuencia de la muerte de mi padre en Escocia. Él había vivido una buena vida en su comunidad, y cuando falleció, todos los que le habían conocido fueron a rendirle homenaje. Yo había recibido los periódicos en que aparecían las crónicas de su funeral. Esa tarde, yo estaba sentado en una mesa de una taberna llena de gente, borracho y dándole vueltas a lo que había leído. No sentía ninguna tristeza por la muerte de mi padre. El odio y la envidia saturaban mi mente, y me lamentaba diciendo, ¿Por qué él y otros tienen toda la suerte en la vida, mientras que los buenos hombres como yo no tenemos ninguna oportunidad? ¡Qué mala suerte tengo! La gente me tendría cariño y respeto a mí también si hubiera tenido las mismas oportunidades que él.

    En la taberna, el ruido de las conversaciones era ensordecedor. Pero de pronto oí una voz en mi mente decir con toda claridad: ¿Qué cuentas le vas a rendir a Dios de tu vida? Miré a mi alrededor, asombrado, porque era la voz de mi abuela. Ella se había muerto hacía más de 20 años y desde entonces yo no había vuelto a pensar en ella. Este era su dicho favorito. Yo se lo había oído decir muy a menudo en mi juventud y ahora lo volví a escuchar aquí en la taberna.

    En cuanto oí esa voz mi mente se aclaró, y supe, fuera de toda duda, que el estado en que me encontraba no lo había causado nadie ni ninguna circunstancia. Yo era el único responsable.

    Tuvo un efecto arrollador. Primero, había oído aquella voz y luego, la excusa por mi fracaso en la vida —la de que nunca había tenido buena suerte— se borró para siempre de mi mente. Se me ocurrió que si me suicidara, como quería hacer, había la posibilidad de que me encontrara ante Dios obligado a rendirle cuentas de mi vida, sin tener a nadie a quien culpar. No tenía el menor deseo de hacerlo

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