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Recuperando Mi Alma: Programa De 12 Pasos Para Codependientes, Un Nuevo Proceso De Vida
Recuperando Mi Alma: Programa De 12 Pasos Para Codependientes, Un Nuevo Proceso De Vida
Recuperando Mi Alma: Programa De 12 Pasos Para Codependientes, Un Nuevo Proceso De Vida
Libro electrónico190 páginas4 horas

Recuperando Mi Alma: Programa De 12 Pasos Para Codependientes, Un Nuevo Proceso De Vida

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Información de este libro electrónico

En este libro comparto mi experiencia
como una mujer codependiente.
Comparto cmo viv
en el seno de una familia disfuncional.

Presento, desde mi propia vivencia,
algunos conceptos e ideas sobre
la personalidad de un codependiente
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento1 feb 2012
ISBN9781463310813
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    Recuperando Mi Alma - Angela María Reyes Barrera

    Recuperando

    mi alma

    Programa de 12 pasos

    para codependientes,

    un nuevo proceso de vida

    Angela María Reyes Barrera

    Copyright © 2012 por Angela María Reyes Barrera.

    Número de Control de la Biblioteca del Congreso

    de EE. UU.:    2011917094

    ISBN:       Tapa Blanda                978-1-4633-1082-0

                    Libro Electrónico          978-1-4633-1081-3

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Este Libro fue impreso en los Estados Unidos de América.

    Para pedidos de copias adicionales de este libro, por favor contacte con:

    Palibrio

    1663 Liberty Drive, Suite 200

    Bloomington, IN 47403

    Llamadas desde los EE.UU. 877.407.5847

    Llamadas internacionales +1.812.671.9757

    Fax: +1.812.355.1576

    ventas@palibrio.com

    364000

    DEDICATORIA

    A mi Papá. Hoy entiendo cómo te sentías y

    espero que dondequiera que te encuentres

    seas ahora un espíritu libre.

    Mamá, gracias a tu fortaleza,

    formaste en nosotros, hombres y mujeres de bien.

    A mis queridos hijos Ángela, Enrique, Roberto y Sofía,

    A mí amado nieto Mauricio.

    A mis sobrinos María ( CrossItalic.jpg ), Juan Carlos, María Fernanda, Guillermo,

    Adriana, Gabriela, Humberto,

    Alberto, Valentina y Paulina.

    Ustedes llegaron a iluminar mi vida.

    Agradecimentos

    A la fuente de inspiración de este libro; al GRUPO LLEGAMOS A CRECER, en donde encontré a mujeres bellas y valientes que se convirtieron en mi ejemplo. Les quiero decir a todas que las quiero mucho, las admiro y las respeto enormemente, les agradezco el apoyo, el cariño y la comprensión que me brindaron. En especial Verónica mi madrina, que me enseñó a que soy digna de lo mejor que me puede dar la vida, como el primer día que la conocí y yo hablé, hablé y hablé y ella permaneció callada escuchándome atentamente con una expresión de ternura.

    A Lupita Tolentino mi guía, por enseñarme este camino, por compartir su experiencia. Dios la bendiga por haber cristalizado su proyecto del Centro Terapéutico de Apoyo a la Mujer, A.C., sin ello, muchas mujeres no podríamos estar dando testimonio de vida. A mis amigas, fundadoras del grupo Camino a la Serenidad, ¡Las quiero, admiro y respeto!, por compartir sus vidas conmigo.

    A mis hijos, por el apoyo que me brindaron, ¡los quiero mucho, mucho!, gracias por lo que me han regalado estos años, que me aseguran que todo esto ha valido la pena. A Carlos, por ser alguien tan importante en mi vida; el espejo en donde un día se reflejó mi alma.

    Dios, concédeme serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar las que sí puedo y sabiduría para reconocer la diferencia… esta poderosa oración cambió mi vida. Gracias Dios por haberme escuchado.

    ¿Por qué escribí este libro?

    Decidí escribir este libro el primer día en que llegué a un grupo y conocí los 12 pasos. Sentí que algo maravilloso llegaba a mi vida y no quería perder detalle, me esperaba un camino largo pero que tuvo una recompensa inmensa: recuperar mi alma.

    Mientras escribía, me di cuenta de que hay mucha gente sufriendo, pero sólo algunas decidimos iniciar una terapia o ingresar a un grupo y muchas otras están sintiéndose inadecuadas, locas, víctimas, incapaces, relacionándose de una manera no sana, angustiadas por el porvenir.

    Por eso lo escribí, primero para mí y después decidiría si podría ser compartido con otros. Hace poco menos de 10 años lo inicié y hoy doy gracias a Dios por terminarlo.

    Tal vez al leer este libro, pienses que no tiene nada que ver contigo, que yo soy uno de esos seres a los que les tocó sufrir, que tuve mala suerte. Por eso me gustaría contar mi historia, cómo llegué al grupo, cómo me sentía en aquellos momentos y tal vez te sientas identificado.

    Quiero aclarar que no soy escritora, ni pretendo hacer un tratado de codependencia, simplemente contaré mi historia con el único fin de transmitir un mensaje de esperanza para muchos que sufren como lo hice yo.

    Te invito a leer este libro como si nos conociéramos y estuviéramos amigablemente tomándonos un café, me encantaría conocer tus comentarios, para lo cual me pongo a tus órdenes en mi correo electrónico angelarb80@hotmail.com o en facebook.

    CAPÍTULO I

    No estoy loca,

    soy codependiente

    1. Cómo empezó esta historia

    Soy la tercera de una familia de cinco hijos, la hermana sándwich, tengo una hermana y un hermano mayor y una hermana y un hermano menor. Mi papá fue alcohólico y mi mamá (una típica norteña): fuerte, sana, leal, honesta, inteligente y bella (aunque ella lo niegue), es como se conforma mi familia de origen y se puede considerar disfuncional.

    Deseo plasmar las definiciones como las comprendí a través de mi proceso. Se cree que disfuncional es la familia en donde falta papá o mamá. Sin embargo, estoy segura que conoces familias integradas por papá, mamá e hijos y existen entre ellos infinidad de problemas y situaciones disfuncionales.

    Más bien, se trata de la forma en que los miembros de la familia se comunican, conviven, se relacionan y manejan sus emociones de una manera no sana, no funcional, para negar lo que en verdad sucede. Las familias en donde existe una adicción (drogas, alcohol, trabajo, comida, orden, reglas rígidas), donde hay agresiones o descalificaciones, se guardan secretos o no se comparte abiertamente lo que se piensa, se siente o sucede, son disfuncionales.

    Un ejemplo de esto, eran aquellas mañanas en que nos levantábamos como si no pasara nada, después de un episodio en la madrugada entre papá y mamá. Un día escuché que era como tener un cocodrilo en la sala; pasamos muertos de miedo, le sacamos la vuelta, pero nunca preguntamos, ni decimos que lo vemos, ni hacemos un plan de escape, "¿qué tal si sólo me lo estoy imaginando?"

    El ambiente era inestable, agresivo y caótico. No hablaba abiertamente de lo que sentía porque pensaba que molestaba con mis pequeñeces. Así aprendí conductas y creencias sobre la vida, sobre mí misma, sobre las relaciones, los problemas que son indispensables para la supervivencia, que en mi adolescencia y mi vida adulta se perfeccionaron.

    Salí a hacer frente a la vida sin saber quién era, ni qué necesitaba, con la creencia de que nada era suficiente, sin saber cómo manejar mis emociones, avergonzada de mí misma y con un vacío que nada, ni nadie llenaba, deseando al final del día morir. Creí que requería hacer un esfuerzo adicional para que alguien me quisiera, ser perfecta como se esperaba, lo que me llevó a severas depresiones, siempre exigiéndome más.

    En ese momento, no sabía que estaba vacía emocionalmente y aún así, trabajé, apoyé económicamente a mamá, me pagué mis estudios y terminé una carrera universitaria con buenas calificaciones. Obtuve trabajos remunerativos, una carrera profesional estable, me casé, tuve 4 hijos y por supuesto que el divorcio fue inminente dadas mis condiciones emocionales. A los 35 años dejé mi ciudad natal por una excelente oportunidad de trabajo. Mi padre falleció dos semanas después de mudarme e inicié una relación que me llevó a tocar las fronteras del sufrimiento y el dolor.

    Para sentirme mejor intenté de todo; terapias, talleres, tomaba medicamentos para dormir, para controlar la angustia y la ansiedad. Me hospitalizaron dos veces por depresiones incapacitantes y me diagnosticaron LIPOTIMÍA (si no sabes qué es, menos yo). Me ha tomado años comprender el impacto tan profundo que tiene en nuestra vida y nuestra personalidad vivir en un sistema familiar disfuncional, como lo describe John Bradshaw en su libro "La Familia".

    Las familias disfuncionales se originan inicialmente por altos niveles de ansiedad relacionados con una situación estresante. Cuando dos personas con altos niveles de pérdida del yo y bajos niveles de autoestima se casan, su matrimonio generalmente se caracterizará por la ineptitud de hacer frente al estrés y a las tensiones del matrimonio y de la vida en general.

    El esposo y la esposa son los arquitectos de una familia y cuando se relacionan de maneras disfuncionales, transmiten la disfunción de su pareja al resto del sistema familiar.

    Cada individuo lleva consigo a toda su familia y tiende a buscar exclusivamente relaciones en las que tiene esa experiencia. Las relaciones más impactantes que una persona establece a lo largo de toda su vida, son las que involucran a su familia de origen.

    Muchos años después entendí la complejidad de mi matrimonio y el dolor que me causó comprender que el divorcio tuvo que ver con nuestro pasado, más que por lo que sucedía día a día en nuestra vida.

    También quiero presentar a Ángela, la que ve el resto de la gente. Soy una mujer inteligente, fuerte, hábil, preparada, luchadora, honesta, atractiva, buena madre, amiga, e hija. Yo deseaba con toda mi alma reconocerme así, pero dentro de mí sólo había un gran vacío.

    Al recordar este pasado, me pregunto cómo salí adelante a pesar de mi precaria condición emocional y mi única respuesta es que Dios me acompañó, a pesar de mí, de mi codependencia, de sentirme un error de la naturaleza, una mujer fea, tonta, inadecuada, loca y agresiva.

    Un día cualquiera, en una noche oscura de esas que solía experimentar, lloré, me hinqué y pedí ayuda a Dios. Me pongo en tus manos le grité. Así inicié la recuperación de mi alma, a partir de ese día dejé de luchar, me derroté y llegué al grupo.

    2. El primer día que asistí a un grupo

    Me brindaron una cálida bienvenida y me felicitaron por la decisión de buscar ayuda, lo que me avergonzó porque yo llegué derrotada, cansada, deprimida, no soportaba el vacío en mi pecho, sentía una profunda tristeza y desesperanza.

    Escuché una clara definición de cómo se trabaja en el grupo, basado en los 12 pasos de Alcohólicos Anónimos (AA). En la mayoría de los grupos, alguien comparte al recién llegado cómo ha cambiado su vida a través del proceso. En mi caso, me impactó cómo describió (con sus manos y sus palabras) ese hueco en el pecho que yo sentía e inmediatamente me identifiqué y pensé que estaba en el lugar adecuado.

    Escuché los testimonios de las personas que se encontraban en el grupo esa noche, con quienes me identifiqué completamente y yo quería gritarles que necesitaba ayuda urgente, que no podía con mis emociones, que quería morir y que ellas eran mi última esperanza. Se mencionó la palabra ingobernabilidad y me cuestioné si mi vida realmente lo era.

    Que tenía un problema era evidente, que no podía controlar mis emociones, también; toda la descripción que hicieron de las personas encajaba perfectamente conmigo, pero tanto como decir ingobernable, me pareció exagerado. Al finalizar la sesión quería irme con alguien a su casa hasta que mi dolor pasara.

    En el grupo se trabaja con los 12 pasos de AA adaptados a la codependencia y comprendí que necesitaba entenderlos con el alma, no con el pensamiento, como lo experimenté tiempo después; la maravillosa sensación de ser guiada a través de ellos. Así mismo, los grupos cuentan con una serie de instrumentos que se pueden utilizar desde el primer día para sentirnos mejor.

    La tribuna, es un espacio en donde se puede hablar con total libertad. Se comparten emociones, secretos, se reviven pasados dolorosos, ideas, creencias. Pronto comprobé que nadie me juzgaba y surgió una gran libertad que me motivó a continuar hablando de quién era yo realmente.

    Cuando escuchaba a esas mujeres sufriendo en la tribuna, dudaba de su recuperación, Se la pasan sufriendo, entonces, ¿en dónde está el cambio en sus vidas?.

    Un día lo entendí por mi propia vivencia, la tribuna sirve para trabajar emociones y ahí deposité mis frustraciones, resentimientos y tristezas que guardé porque me hacían daño o aquéllas del presente tan intensas y confusas que podían salirse de control.

    Ahí me sentía segura, hablaba, me escuchaba y ordenaba mis ideas. Descubrí emociones que estaban enterradas, empecé a salir al mundo tranquila, fortalecida, con mayor conciencia de lo que estaba pasando en mi interior. En la tribuna empecé a conocerme, a saber quién era, qué necesitaba. Aprendí que SE VALÍA SENTIR, LO QUE NO SE VALÍA ERA HACER DAÑO CON ESAS EMOCIONES y comprobé que la tribuna tiene una energía curativa, tiene algo que hace fluir las emociones de forma protegida.

    Escuchar las tribunas de mis compañeras me permitió desactivar mi mecanismo de negación. Al principio decía: Nada pasó, realmente no todo estuvo tan mal, yo no estoy tan mal como las otras. Sin embargo, a medida que acudía a las juntas, detecté similitudes de sus historias con la mía, hasta que terminé por aceptar mi realidad. A esto se le llama terapia de reflejo y en mi corazón tengo el recuerdo de las historias de las compañeras, que sin saberlo, fueron vitales en mi proceso de recuperación.

    La madrina, es una compañera con más tiempo en el proceso, cuyo ejemplo me regala experiencia, fortaleza y esperanza. No da consejos, ni controla, lo que me ayudó a practicar una nueva forma de relacionarme con otras personas. Muchas veces le llamé cuando la necesité y recibí ternura, cariño y comprensión. Lo maravilloso de esto es la libertad de esta relación (madrina-ahijada), sin esperar nada a cambio, ya que ella recibió también de su madrina y se crea una cadena de buena voluntad, ahora yo comparto con mis ahijadas en reciprocidad.

    A través de ella aprendí lo que es contención, apoyar a alguien que sufre, sin hacer juicios, ni dar consejos o resolver su vida, sin hacerme responsable de ella, ni esperar algo a cambio, lo cual es un gran reto para el codependiente que hace exactamente lo contrario: interrumpe, cree tener la respuesta a todos los problemas (menos los de su propia vida).

    El codependiente piensa que debe hacer algo para resolver el problema de otro (aún cuando nadie se lo ha pedido), se ofrece y espera algo a cambio de este gran favor. Es capaz de dejar su propia vida en aras de conseguir que la persona a quien ayuda esté mejor, pero cuando no hay un agradecimiento de la misma proporción, se resiente y se pregunta por qué si es tan buena persona nadie la valora.

    La literatura, me permitió conocer y aceptar mi realidad. Temas como codependencia, familias disfuncionales (roles y reglas), adicciones, relaciones destructivas, conductas obsesivas, autoestima, depresión, etc. Todo esto fue dándome la oportunidad de entender que no estaba loca ni era un error de Dios, simplemente era el producto de una infancia compleja con carencias en los elementos mínimos para ser un adulto funcional. Eso abrió la esperanza de que mi alma herida podría sanar para acceder a una nueva forma de vida.

    Los servicios que se hacen en el grupo, como limpiar la sala y el baño después de la junta, servir café, recolectar las contribuciones, pasar el mensaje, entre otros, me dieron la oportunidad de aprender una nueva forma de dar sin esperar un gracias, un Qué bien Ángela, al contrario, fue una forma de regresar lo mucho que me habían dado. En el grupo experimenté respeto, amor y agradecimiento por ese maravilloso lugar en donde sané muchas de mis heridas, me liberé de mis secretos, lloré, grité con ira y a cambio recibí esperanza, fortaleza y amor. Me cargué del divino combustible que me permitió continuar mi jornada con serenidad, tolerancia y humildad.

    Una nueva sensación de serenidad fue creciendo en mí, decidí creer en las promesas, aquellas que ofrecen lo que ni en sueños había experimentado. Sólo tuve que tener "la firme voluntad de querer cambiar"; y digo querer porque ni siquiera se me pidió que lo hiciera, sólo que quisiera

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