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Siete escalones de mierda
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Libro electrónico79 páginas1 hora

Siete escalones de mierda

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Información de este libro electrónico

Nunca es demasiado pronto ni demasiado tarde para abrir los ojos.
De la mano de la protagonista de Siete escalones de mierda, Ana, descubriremos que, en ocasiones, una vida ordenada y aparentemente normal esconde otra realidad bien diferente.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento4 mar 2022
ISBN9788419139146
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    Siete escalones de mierda - Tiscar Valero Martínez

    Tíscar Valero

    SIETE ESCALONES DE MIERDA

    A todas esas mujeres que están subiendo su propia escalera.

    Escrito por Tíscar Valero Martínez, nacida en mayo del 72, persona de profesión.

    La vida es una mierda:

    Esa es la conclusión a la que llego cada vez que me quedo a solas en mi cama, justo antes de dormir. Nadie me explicó que, conforme vas creciendo, los días se endurecen como el bocadillo del almuerzo del lunes que se olvidó en la mochila y lo sacaste el domingo, como el disco de un PC. Duro como la mirada de mi madre o como los pechos que, por mi edad, debería tener. Eso es una mierda.

    Si intento ordenar mi vida como si de un horario escolar se tratase solo obtengo un caos ingobernable donde se atascan miles de sueños perdidos, varios deseos inconfesables, muchos miedos, demasiadas cosas, quizá no tenga tiempo suficiente para solucionarlas todas.

    Esta es mi realidad y así me encuentra Morfeo –y no precisamente el de Matrix– todas las noches cuando viene a buscarme mientras estoy repasando mi horario lectivo semanal. Con tantos nubarrones entre las cejas me levanto cada mañana cansada, como si me pusiesen dos pesas del gimnasio entre los hombros nada más poner un pie en el suelo, posiblemente por eso nunca tengo ganas de ir a ninguno. Esta pesadez me deja el cuerpo atrofiado, arrastrándome con dificultad hasta un nuevo día, como en el despertar de los muertos vivientes. Así me siento, como un zombi, sin reconocerme ante el espejo, con un cuerpo cambiante y unos ojos inyectados en tristeza, con un corazón que no encuentra nada interesante por lo que latir y un cerebro vaciado por otros zombis que lo devoran a pedacitos, despacito como Luis Fonsi, poco a poco, como en esa tortura china de la gota de agua. Este es mi mundo ahora, lleno de incertidumbre. ¿Qué se supone que puedo hacer en él?

    Me levanto, un bol de cereales. Me los como mientras miro cualquier chorrada en la televisión. Me visto a desgana. Meto los libros en la mochila. Me pongo en marcha a toda pastilla para llegar puntual al instituto. ¡Mierda, otra vez! Se me ha olvidado el pen que me pidió el profe de Historia y ahora no me da tiempo de volver a buscarlo y llegar a primera hora de Física. Además, ayer con tanta autocompasión no pude lavarme el pelo, este desastre de pelo que nunca consigo poner de forma ordenada sobre mi cabeza. ¡Mejor!, así no se me ve la cara, ni la hinchazón de los ojos, ni los mofletes que me dejó en herencia mi abuela y que no le gustan a nadie. Espero que él no esté hoy. Y espero no tener que esquivar sus hermosos ojos verdes. A ver si tengo suerte, hoy no estoy de humor para verlo tan temprano, ni para el dolor de saber que ya no hay un nosotros.

    Si no tuviera que venir a este instituto de mierda me quedaría en mi cama, con mi almohada, con una tonelada de Pringles y otra de Tigretones y un poco de agua para reponer lágrimas. Bueno, vamos allá… Pongo mi cara de cheerleader al entrar a clase como si estuviese en una final universitaria. Aquí estoy otra vez, me toca Física, qué me importa a mí la Ley de Snell. Hoy solo me interesa la Ley del Talión; ojo por ojo, corazón por corazón, dolor por dolor. Voy pasando de clase en clase como un cumulonimbus y me doy cuenta de que el tiempo se detiene cuando él cierra la puerta del laboratorio de ciencias ¡Mierda otra vez! como si fuese una gacela salto sobre mis patas de atrás entrando de un brinco en el W.C. ¡Puff!, esta vez he tenido suerte y no me ha visto.

    Respiro muy hondo hasta que se me pasa el temblor en los dedos y el hormigueo de las mejillas, que es como una legión de chicatanas que avanzan furiosas a la boca del hervidero cuando se sienten atacadas por el enemigo. Mientras se recupera mi ritmo cardíaco se abre la puerta. Será una de esas estúpidas que creen que tendrán una historia de amor con el príncipe de la camisa azul y los ojos verdes. ¡Ignorantes! No saben el precio a pagar por el calor en los labios, por la ilusión del corazón, por la fiebre en el cuerpo… Antes también yo era así. Mientras pienso, voy buscando un tampón en mi mochila porque además del alma rota tengo un cuerpo rebelde y cada vez que estoy muy nerviosa me viene la regla.

    –¡Mierda otra vez! ¿A qué no tengo ninguno?–espeto en voz alta mientras vuelco el contenido de la mochila en el suelo dudosamente limpio.

    –Ja, ja, ja –se escucha una carcajada de fondo, y no teniendo el cuerpo para tonterías grito indignada.

    –Pues no sé qué tiene tanta gracia, ¿no llevarás un tampón de sobras?– Para más inri la carcajada se hace virulenta y resuena por todo el váter como en una caja de música. Todos mis sofocos y mis calambres se hacen uno y me empujan como un resorte, hacia arriba, y con la misma rapidez, se me van helando las venas cuando al levantarme veo una camisa azul con ojos verdes, esos que me dejan en muerte cerebral cuando los tengo cerca.– ¿Qué haces, qué quieres?

    –Mear.

    –Y, ¿para eso tienes que venir aquí?– Y él sigue riendo divertido.

    –Pues claro, este es el W.C. de los chicos…– continúa carcajeándose con mucha gana.

    –¡No puede ser!– Salgo toda sofocada a comprobarlo por mí misma –¡Mierda!– Entro otra vez y recojo todo el contenido disperso de la mochila y tan rápido como puedo, salgo disparada por la puerta. Encima, le he pedido un tampón, definitivamente hoy no es mal día para morir de

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