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Galatea: TÚ puedes crear tu VIDA
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Libro electrónico183 páginas6 horas

Galatea: TÚ puedes crear tu VIDA

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Información de este libro electrónico

¿Quieres transformar tu vida en tan solo 4 pasos?

A través de la experiencia personal y tras más de diez años de investigación, trabajo y estudio de diferentes técnicas de desbloqueo, capacitación y entrenamiento emocional y transformacional, el sistema Galatea se ha convertido en un compendio de lo que a través de ellas se puede conseguir.

Basado en el método CRUD, creado por la autora, a través de sus cuatro sencillos pasos, el lector encontrará las claves que le ayuden a descubrir la información guardada en su subconsciente, destrabarla, modificarla y transformar así su vida en una nueva realidad.

IdiomaEspañol
EditorialCaligrama
Fecha de lanzamiento2 abr 2018
ISBN9788417426590
Galatea: TÚ puedes crear tu VIDA
Autor

Rocío Cruz

Nacida en Cáceres en 1980, se licenció en Veterinaria con tan solo veintiún años. Pero fue después de una década de trabajo y experiencia en el campo del crecimiento y desarrollo personal, cuando descubrió su verdadera vocación y decidió mostrar al mundo lo aprendido. Así comenzó su andadura como escritora en 2015 con la publicación solidaria de su obra Memento Vivere, destinada a la ayuda de niños con patologías cardíacas congénitas. A esta le seguiría en 2017, la primera edición de su libro Pigmalión, donde relata en primera persona su propio proceso de transformación emocional.

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    Galatea - Rocío Cruz

    Galatea

    TÚ puedes crear tu VIDA

    Primera edición: abril 2018

    ISBN: 9788417382445

    ISBN eBook: 9788417426590

    © del texto:

    Rocío Cruz

    © de esta edición:

    , 2018

    www.caligramaeditorial.com

    info@caligramaeditorial.com

    Impreso en España – Printed in Spain

    Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a info@caligramaeditorial.com si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

    A mis hijos, Sergio, Carlos y Alma

    A mi niña interior

    Dedicado a todas las personas que han perdido una vida física o emocional en su lucha por romper patrones buscando la libertad

    Agradecimientos

    GRACIAS con mayúsculas a mis hijos por hacerme ver lo que significa ser libre, por permitirme crecer, concederme el espacio y por cada nueva oportunidad.

    A José Fernando, por ser la primera persona que me demostró lo que era la amistad; por su apoyo, sus críticas y su ayuda inestimable.

    A Yolanda porque, con su gran corazón, muchas veces incomprendido y tantas otras maltratado, es capaz de empatizar como nadie.

    A mis guías, por acompañarme en cada paso.

    A Juan Manuel y Enrique, por reservarme un lugar en su casa y en sus corazones.

    A todos ellos, gracias por confiar en mí cuando ni siquiera yo lo hacía.

    Y gracias a todas esas personas que, aun con dolor, se convirtieron en grandes espejos en los que mirar las heridas que quedaban por sanar.

    Nota de la autora

    Antes de nada quiero, como escritora y, sobre todo, como mujer, aclarar algo que presumiblemente puede herir ciertas sensibilidades: me refiero a la utilización del lenguaje a lo largo de todo el libro.

    Puesto que uno de los puntos en los que se basa es precisamente la programación neurolingüística, quiero explicar que utilizo como neutro el género masculino, simplemente porque así lo designa como tal la Real Academia de la Lengua Española.

    Por supuesto, no pretendo entrar a valorar ni debatir la corrección o no de dicha norma. Es una decisión basada en que, como lectora, asumo la incomodidad que puede llegar a suponer el desdoblamiento en cada palabra que pueda hacer distinción por sexo.

    Y a colación de esto, quiero señalar también que, en este texto, el lector encontrará múltiples referencias a la violencia contra las mujeres. En primer lugar porque es un hecho más que constatable a nivel mundial, pero ante todo por mi experiencia personal, porque precisamente haberla sufrido es lo que me llevó a aprender mucho de lo que en él describo.

    Es importante para mí destacar que este no es un libro escrito solo para mujeres y, por supuesto, no solo para mujeres afectadas por cualquier tipo de violencia, ya que no somos las únicas afectadas por esta opresión, y mucho menos por la tiranía de los que creen ostentar la potestad de condicionar la vida de otros desde el abuso del poder que consideran que les otorga el hecho de tener un color de piel, un cargo, su posición en cualquier jerarquía, un determinado sexo o una opción religiosa.

    Todos hemos podido o podremos vernos afectados (no me gusta utilizar la palabra víctima) por esto de una forma u otra, ya sea por machismo, homofobia, racismo, una violación, bullying, una guerra, un secuestro, una dictadura o cualquier tipo de privación de la libertad; incluidos algunos de los que terminan siendo verdugos, que, en muchos casos, proceden de una experiencia anterior de este tipo que, como veremos, les hace creerse con derecho a repetir la escena. Por no hablar de los niños y niñas que, habiéndolo sufrido, ya sea directa o indirectamente, terminarán por imitar estos mismos patrones de comportamiento mientras quienes les educamos no les demos un modelo diferente.

    Por esto digo que no es un libro destinado a mujeres, sino sencillamente escrito desde la experiencia de haber sido una que sintió la falta de libertad durante muchos años, incluso para poder expresar que la vivía, y que, lamentablemente, ha tenido que presenciar la misma en muchos otros que ni siquiera se atrevieron a asumir que la padecían.

    Este libro es tan solo mi manera de mostrar lo que yo he aprendido sobre lo que significa la palabra libertad, cómo alcanzarla y para qué; y, sin pretender ser ejemplo de nada, aportar la prueba para todas esas mujeres, hombres y niños que así lo sientan, de que es posible recuperarla sean cuales sean las condiciones en que la perdimos.

    Y, por haberlo vivido en primera persona, puedo decir que quizás encuentres cosas que no te gustará leer porque te resulten dolorosamente sinceras. Pero lamentablemente es así, porque romper duele. La buena noticia es que siempre tendrás la opción de elegir cómo afrontar el cambio: desde el sufrimiento o fuera de él.

    Después de años trabajando con diferentes técnicas y terapias de desarrollo personal, yo misma comprendí que todo era más simple de lo que en principio puede parecer, porque el dolor que toda ruptura o muerte (sea física o emocional) conlleva, quizás sea inevitable, pero el sufrimiento es opcional.

    O tal vez lo opcional es elegir qué hacer con ese sufrimiento. Puedes aprovecharlo al máximo para aprender, o puedes instalarte en el papel de víctima. Por eso no tienes que avergonzarte de haberlo padecido y haber llorado, porque ser capaz de sobreponerte a las lágrimas es el verdadero signo de valentía, no el hacer como si nada pasara.

    Esto es lo que refleja la idea de Nietzsche: «Lo que no te mata, te hace más fuerte». Ante el dolor y la desesperación, tú decides si utilizarlo para empoderarte o dejar que te destruya. Siempre tienes la oportunidad de hacer que, como decía, ese sufrimiento haya valido para algo.

    Las cosas no son fáciles ni difíciles, solo depende de nuestra visión. Por eso, solo necesitas sentirte capaz de llevar a cabo tu propia revolución personal; de nada vale que nos muestren que se puede pescar para no morir de hambre si no nos dan la caña y nos dicen cómo utilizarla, aunque en estos casos no es el cuerpo el que se muere de hambre, sino el alma.

    Claro que muchas vivencias pueden ser parecidas en distintas personas, pero desde la teoría de la unicidad, lo que es aplicable para mí, puede no resultar útil ni válido para ti. Y, por supuesto, cualquier ayuda puede ser válida, ya sea de un amigo, de un psicólogo, un coach, un maestro del tipo que sea, un libro, tu pareja o tu hijo; pero, finalmente, tu vida solo depende de ti y, por tanto, no consiste en seguir a pies juntillas las enseñanzas de los demás, porque, como veremos, sean de un tipo u otro, supondrán limitaciones. Solo se trata de que te conviertas en tu mejor aliado, en el guía que te lleve a encontrar tu propio camino. Y para eso solo tienes que descubrir las maravillosas herramientas que ya posees para transformar tu vida.

    Te invito a que lo hagas tú mismo, a que utilices los medios que sientas necesarios o más se adecuen a ti para tomar conciencia de lo que ya no te sirve, de saber hasta dónde quieres y puedes llegar. Te invito a que te hagas responsable de ti mismo. A descubrir lo que realmente sostiene tu caminar y qué es lo que te hace un ser irrepetible, y a que así seas capaz de decidir libremente, sin dependencias ni apegos, a qué estás dispuesto a renunciar, y para qué y cómo quieres crear el castillo de los sueños donde realmente deseas vivir.

    Como parte de lo que yo puedo aportar, en cada capítulo del libro te invito a realizar un ejercicio de autoconocimiento para que obtengas tus propias conclusiones. Por supuesto, el ritmo de lectura lo marcas tú, pero yo te recomiendo que dejes pasar al menos dos semanas entre los ejercicios para que integres lo máximo posible cada sensación que descubras.

    Rocío C.

    Aprendiendo

    Todos decimos querer ser felices. Pero, después de tener en cuenta que para cada individuo, el camino de la felicidad será diferente, ¿de verdad lo deseamos? ¿De verdad estamos dispuestos a todo lo que conlleva crearlo y recorrerlo?

    ¿A cuántas personas has oído quejarse en el último mes de que las cosas no le van como les gustaría?

    ¿A cuántas has escuchado decir que quieren esto o aquello pero «tal y como están las cosas» es imposible?

    ¿A cuántas has visto tratar de cambiar lo que les rodea para mejorar su vida?

    ¿A cuántas has visto realmente cambiar SU vida?

    La mayoría consideramos que ser feliz es tener un buen trabajo, el cuerpo perfecto, una casa grande, una familia que nos quiera, una pareja que nos ame, abundancia económica, etcétera.

    Y para eso nos pasamos la vida queriendo algo más y esperando. Esperando a que nuestra pareja se transforme —o transformarla nosotros—, esperando que, si esta no funciona, la siguiente sea mejor; esperando un trabajo más satisfactorio, a tener hijos o que estos se hagan mayores, esperando a tener más dinero, a que las condiciones sean las supuestamente idóneas o a que todo esté presuntamente perfecto. En definitiva, esperando a que algo o alguien a nuestro alrededor cambie para que se solucione lo que no nos gusta.

    Existen estudios realizados con datos de más de cien países que indican que solo el 13% de los trabajadores se sienten satisfechos y comprometidos con su trabajo, y que más del 50% de las parejas se terminan separando (las razones se van modificando a medida que lo hace la sociedad).

    Sin embargo, el número de personas que dicen ser infelices parece haber disminuido, lo cual podría deberse al curioso hecho de que el porcentaje de individuos que declaran «sentirse» felices aumenta a medida que lo hace la renta per cápita del país en cuestión, y es aún mayor entre los países considerados ricos.

    A pesar de esto, la carga mundial de depresión y otros trastornos mentales va en aumento. Según los últimos datos de la Organización Mundial de la Salud, más de trescientos millones de personas en todo el mundo sufren depresión, y de estas, cerca de ochocientas mil se suicidan cada año, lo cual termina siendo la segunda causa de muerte entre los quince y los veintinueve años.

    ¿Dónde está el problema entonces?

    Cada día decimos sentirnos más insatisfechos con nuestra vida personal, pero, al parecer, la cuestión de acumular lo que podemos creer que nos hace ricos se convierte en un factor determinante para considerarnos o no felices. De hecho, en los últimos datos vertidos por el Instituto Nacional de Estadística español, se pone de manifiesto que los tres primeros factores que determinan la satisfacción o no de los españoles son la crisis, la economía y el paro. A partir de ahí, parece ser que lo que te lleve hasta ello o si te hace sentir bien o mal pasa a ser secundario.

    El problema es que, cuando creemos que lo que tenemos es lo que nos hace felices y lo perdemos, no encontramos sentido a nuestra vida. De hecho, sin ir a situaciones extremas, es lo mismo que les ocurre a muchas personas durante sus vacaciones o cuando se jubilan, que no saben qué hacer con su tiempo si no tienen un trabajo o una necesidad económica que les marque el ritmo.

    Quizás es simplemente que no hemos aprendido a gestionar nuestra propia libertad individual.

    ¿A qué nos lleva no encontrar una razón por la que merezca la pena seguir más allá de la supervivencia básica? A la apatía y al conformismo. A la muerte en vida.

    En ese momento, a quien tienes que vencer ya no es el que pudo ser el carcelero, sino a ti mismo, que te habrás convertido en tu peor enemigo eligiendo la actitud del que ha sido vencido.

    ¿Cómo hemos llegado a esto?

    Vivimos desde hace tiempo en la era de la titulitis y la inteligencia racional, en la que si no obtienes ciertas calificaciones ya desde el jardín de infancia, un título universitario —o más—, cierto coeficiente intelectual, cuya cuantía oportuna determinan los mismos, diez másteres carísimos acreditados por otras tantas asociaciones de renombre y ochenta cursos formativos de diversas especialidades debidamente demostrables, parece ser que te cierras las puertas del triunfo a cal y canto.

    Desde niños nos dicen que tenemos que querer para que nos quieran, que tenemos que hacer las cosas como marca esa misma mayoría para ser aceptados. Se nos enseña a tener miedo para que no nos salgamos de lo política y socialmente determinado como correcto; a obedecer sin rechistar, a aprender sin cuestionarnos nada más, a ascender sin esforzarnos si podemos hacerlo pisando a otros, porque así no seremos nosotros los pisados. Nos incitan a no salirnos de la norma para no ofender, mostrándonos el éxito o la libertad como algo

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