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Un despropósito ecuatorial: Volumen I
Un despropósito ecuatorial: Volumen I
Un despropósito ecuatorial: Volumen I
Libro electrónico761 páginas12 horas

Un despropósito ecuatorial: Volumen I

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Piezas que no encajan es un ensayo irreverente que nace de la perplejidad. Del estupor que provoca este tiempo en el que vivimos, próximos a inteligencias artificiales o quién sabe qué otra clase de distopías sofisticadas.

La vida real sin embargo no es virtual y en ella nos rodean muchas historias que de ninguna manera encajan en el cuento que nos han contado.

El propósito de estos libros es mostrar algunos ejemplos. Se trata de una tarea laboriosa, porque el rigor exige recorrer con el dedo sus aristas. Para hacerlo el texto baraja sin rubor materiales de registros muy diferentes; así, la prosa resplandeciente de Julio Cortázar o la ironía lúcida de Vázquez Montalbán juegan a mezclarse con naturalidad -entre periódicos, recuerdos y libros de historia- con notas de Carl Schmitt y versos de Javier Krahe.

El primero de los libros aborda un territorio con una historia absurda.

En Guinea Ecuatorial no hace falta esforzarse mucho para comprender que nada es sensato. Basta con detenerse y mirar alrededor. No es que desafíe la ortodoxia de un sentido común muy exigente, sino también el más laxo que uno sea capaz de imaginar. Se trata de un completo disparate.

Ese país diminuto -extrañamente español- es gobernado por una dictadura que tendría potencial para ser la mar de divertida, si no fuera por los horrores que encierra (en un sentido literal). Su lema es hacer el bien y evitar el mal

Hoy que tras 42 años en el poder estamos en vísperas de que se produzca la sucesión de Teodoro Obiang, Un despropósito ecuatorial revisa la codicia de la intervención española, el resultado calamitoso de su descolonización y la crueldad de lo que ha venido después.

Itinerarios particulares, como los del poeta León Felipe, el notario Antonio García-Trevijano o el mercenario Simon Mann acompañan la narración.

Entre 2017 y 2020 -los años en que fue escrito Piezas que no encajan- el autor residió en Malabo, donde trabajaba como cooperante. Hizo eso durante casi tres décadas en diversos países de América Latina y de África Subsahariana.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento20 dic 2021
ISBN9788468562810
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    Vista previa del libro

    Un despropósito ecuatorial - Alberto Quintana

    Preámbulo

    Si está usted leyendo estas líneas es que Piezas que no encajan ha llegado de algún modo hasta sus manos.

    Ocurrido eso, tal vez sea necesario ofrecer una explicación.

    Estos tres libros nacen del estupor; de la perplejidad que provoca el tiempo en el que vivimos. Una época impregnada de realidad virtual que se supone víspera de que aparezca la inteligencia artificial o quién sabe qué otra clase de distopía cada vez menos improbable.

    Ante un escenario tan sofisticado las páginas que siguen proponen algo mucho más primario. Detenernos un poco y volver la mirada a la vieja usanza. Alrededor y atrás.

    El rompecabezas

    Los textos que componen esta trilogía han sido concebidos como un collage; un revoltijo irreverente y de aluvión que mezcla sin rubor materiales de registros muy dispares. En ellos la lucidez irónica de Vázquez Montalbán juega a barajarse con naturalidad -entre periódicos, recuerdos y libros de historia- con notas de Carl Schmitt o versos de Javier Krahe.

    Cada uno de nosotros contamos con un repertorio de convicciones -y de prejuicios- que hemos ido acumulando desde la infancia. Algunos proceden de la experiencia personal, pero la mayoría proviene de lo que otros nos han contado (sea la familia, la escuela, la televisión, los libros o en los últimos años las redes sociales). Con esos ingredientes fabricamos un relato -el término está ahora tan de moda que parece que no puede hablarse de nada si no se lo utiliza-, un mapa que nos sirve de guía para orientarnos en la vida.

    Aunque mientras los construimos se convierten en ejercicios obsesivos, cualquier aficionado a los rompecabezas sabe que lo que reconforta en ellos es la certeza de que los fragmentos van a acabar encajando. Cuando adquirimos uno no estamos comprando una caja con trozos de cartón pintados, sino la fantasía de un orden. La garantía de que al final todo va a tener sentido porque habrá un lugar en el que ajuste cada una de las piezas.

    Menciono la metáfora del puzzle (a diferencia de la mayoría de anglicismos, puzzle es una palabra bastante bonita) porque las seguridades con las que ordenamos nuestra existencia -las cosas que nos creemos- se parecen mucho a esos montoncitos de pedazos de algo destinados a ser armados (en los dos sentidos) para construir una imagen.

    Piezas que no encajan pretende mostrar lo contrario; que en la vida real (sea eso lo que sea -pero no es virtual-) las cosas no suceden así y el único lugar ordenado es el cementerio.

    Piezas imposibles y piezas problemáticas

    A poco que uno se fije, se percata de que estamos cercados por historias incomprensibles vistas desde el cuento que nos hemos contado. Basta con tomar algo de distancia y mirarlas de cerca -qué paradoja-. Son piezas imposibles. Viven con nosotros, pero a menudo no las vemos. Y no encajan.

    La dificultad consiste en que mostrarlas con un poco de rigor obliga a revisarlas desde diferentes ángulos y a pasar -despacito- la yema del dedo índice por el borde de sus aristas. Es una tarea laboriosa.

    Los dos primeros libros de esta trilogía tratan de hacer precisamente eso: exponer sendos ejemplos de piezas imposibles.

    En el primer caso se trata de un lugar desquiciado con una historia absurda (Guinea Ecuatorial) y en el segundo del recuerdo de un personaje extravagante (Ernesto Giménez Caballero) incompatible con cualquiera de las lógicas que aceptamos como buenas.

    El tercer título, Desórdenes, es un poco diferente. Consiste en el repaso a una serie de asuntos esenciales (el lenguaje, la melancolía, el deseo, la locura, el poder, la muerte…) que son a todas luces problemáticos y por los que acostumbramos también a pasar cerca de ellos de puntillas.

    La forma. Citas e hipervínculos

    Piezas que no encajan intercala entre sus capítulos historias de personas concretas que complementan de manera arbitraria -pero ilustrativa- la narración principal.

    Me siento en la obligación de prevenir además al lector de que sus páginas están plagadas de citas. Una verdadera plaga.

    La razón es que -si uno revisa lo suficiente- resulta infrecuente encontrar algo que no haya sido ya escrito. Las notas a pie de página lo atestiguan. También mi falta de fantasía para inventar según qué cosas y la pretensión de que el texto pueda en algún momento recibir la legitimación de los legitimadores.

    Lo decía Cortázar (ahí va la primera):¹

    …citar es citarse. La diferencia es que los pedantes citan porque viste mucho y los cronopios porque son terriblemente egoístas y quieren acaparar a sus amigos.

    …y la segunda. Ésta es una concesión sentimental, porque se trata de una página póstuma que fue impresa en Bruselas el 15 de febrero de 1984, exactamente al día siguiente del entierro de Julio.

    …más de una vez la memoria iba trayendo cosas todavía no dichas, pedacitos ajustables a los otros pedacitos …yo iba viendo nacer los puntos de sutura, la unión de tanta cosa suelta o presumida …rompecabezas del insomnio de la hora del mate delante del cuaderno …necesitábamos que aquello se completara, que el último agujero recibiera al fin la pieza, el color, el final de una línea viniendo de una pierna o de una palabra o de una escalera.²

    Entre las notas va a encontrar también, mezcladas, un puñado de cosas que escribí hace años y que he decidido reciclar.

    Ahora que veo perplejo

    asomar manchas de viejo

    -todavía diminutas-

    en el dorso de mis manos,

    ahora entiendo (confundido)

    que bajo de tanto ruido

    no hay verdades absolutas

    de tirios ni de troyanos.³

    Además, de vez en cuando se topará con la palabra hipervínculo. Soy consciente de que su uso no es muy preciso -en esta ocasión lo mismo me da, si sirve para entendernos-. Me refiero con ella a un atajo que relaciona dos menciones al mismo asunto o personaje abordado en diferentes capítulos. Una especie de costura interna que refuerza la unidad y pelea con las limitaciones inherentes al formato libro (páginas secuenciadas y numeradas -otra vez la fantasía de orden-). Y es que las conexiones están a muchos niveles. Tantos, que más que del rompecabezas a lo mejor hubiera sido preferible utilizar la metáfora de un sudoku. O del cubo de Rubik.

    Los hipervínculos sirven además de homenaje a Rayuela y como invitación a saltar dentro del texto sin necesidad de seguirlo de principio a fin, como un lector aplicado.

    El fondo. Para qué escribir

    Yo creo que uno escribe por vanidad. O para ordenarse. En mi caso -tengo 54 años- lo hago sobre todo por mis hijos.

    Confío en que algún día descubran con interés estas líneas, y que les puedan ser útiles para aclarar el inmenso malentendido que supone confundir nuevo con mejor. También que les ayude a comprender más a su abuela.

    Confieso que en cuestión de saltos generacionales me siento más próximo a los que me preceden que de los que me siguen. Más despistado frente al futuro que respecto al pasado.

    Escribir requiere de mucho esfuerzo. A menudo cuesta amarrar un sujeto y un escuálido predicado. Tengo sin embargo la convicción⁵ de que a la hora del balance ese empeño va a quedar apuntado en la columna del haber, y no en la otra. Porque a base de insistir -erre que erre- uno consigue acercarse un poquito a. Aunque nunca llegue.

    …porque escribir es viento fugitivo

    y publicar, columna arrinconada,

    digo vivir, vivir como si nada

    hubiese de quedar de lo que escribo.

    Lo decía Blas de Otero. Tal vez porque el juego de las palabras es lo único de que disponemos para desarmar (también en los dos sentidos) el desorden inabarcable que nos amenaza.

    En Malabo, a 16 de julio de 2019

    1 La vuelta al día en ochenta mundos. Julio Cortázar. 1967.

    2 El tango de la vuelta. Julio Cortázar. Editions Elisabeth Franck. Bruselas, 1984.

    3 Décimas escolares. Décimas febriles. Alberto Quintana. Ed. Arandurá. Asunción, 2014.

    4 Lo hago también por ella. Quisiera acabarlo para que pueda leerlo antes de morir, pero es un trabajo lento y temo no disponer de mucho tiempo.

    5 En realidad, la sospecha.

    6 Digo vivir. Blas de Otero. Redoble de conciencia. 1951.

    Introducción al primer cuaderno

    Un despropósito ecuatorial

    Este libro pretende ser uno y trino. Remita eso a lo que remita.

    Las razones por las que he elegido Guinea Ecuatorial como primer ejemplo de pieza que no encaja son fáciles de entender.

    Los cuadernos fueron escritos entre 2017 y 2020, y durante esos años viví en Malabo. Trabajaba allí como cooperante (hice eso durante casi tres décadas, una buena parte del tiempo en África).

    Guinea Ecuatorial es muy particular. Estando allá no hace falta estirarse ni otear hacia atrás. Basta con detenerse y mirar alrededor para comprender que nada en el entorno es sensato. No es que desafíe la ortodoxia de un sentido común muy exigente, sino también el más laxo que uno sea capaz de imaginar. Se trata de un completo disparate.

    Ese país diminuto -extrañamente español- es gobernado por una dictadura que tendría potencial para ser la mar de divertida (su lema es hacer el bien y evitar el mal) si no fuera por los horrores que encierra. En un sentido literal.

    No hace mucho el telediario español emitió el fragmento de una entrevista en la que su presidente aseguraba …en Guinea prácticamente no se tortura.⁷ Lo escandaloso es que no fue ningún lapsus, sino un arrogante ejercicio de sinceridad. Se trata de una tierra con una historia y un régimen absurdo que nadie sabe bien dónde colocar (pero que tiene petróleo).

    Para intentar ponerlo negro sobre blanco -en ese orden- es necesario hacer primero dos comentarios.

    El primero es a una inmensa falta de reciprocidad. Los ecuatoguineanos manejan muchísima información sobre España. El ciudadano medio sigue en televisión las noticias de nuestro país, tiene familiares en la península y está al día de los vaivenes de nuestra coyuntura política. De la liga de fútbol, ya ni hablemos.

    En España en cambio la ignorancia acerca de Guinea Ecuatorial (¿dónde está?) resulta escandalosa. Ni se conoce ni importa no conocerla.

    España ofrece a los naturales de Guinea el ser españoles, que como dijo José Antonio es una de las pocas cosas serias que se puede ser en este mundo, aseguró una vez Carrero Blanco.

    Ignoro por qué José Antonio (Primo de Rivera) diría tal cosa, pero en sí mismo ´español´ (…yo soy español, español, español hay quien grita entusiasmado) me parece una afirmación de identidad bastante extraña. De todas maneras prefiero, por el momento, no meterme en ese jardín.

    El otro apunte consiste en una disculpa anticipada. Cada vez que me acerco a un libro soy consciente de que cuanto mejor conozco el asunto de que trata más probabilidades hay que me decepcione. Conozco a bastantes personas -aquí y allá- que saben mucho sobre Guinea Ecuatorial. A ellas me da un poco de miedo defraudarlas. Que sean indulgentes.

    Hace unos meses participé en un homenaje que le hicieron en Malabo a Gloria Fuertes. Por motivo del centenario de su nacimiento. Pensaba haber aprovechado esa circunstancia para finalizar esta introducción con el verso nos están meando y dicen que llueve, que creía provenía de uno de sus poemas. Sin embargo internet no me lo confirma y ya no estoy seguro.

    De este otro en cambio sí:

    Es malo que te corten las alas con un palo.

    Qué mal sienta la angustia si estás desentrenado.

    Cómo te quema el pelo la gente que te grita.

    Afortunadamente esto durará poco.

    7 Entrevista a Teodoro Obiang. Luis Pérez. TVE, 18 de octubre 2018.

    8 Lo dijo en las Cortes, con ocasión de la aprobación de la Ley de Bases del Régimen Autónomo de Guinea Ecuatorial. El 28 de noviembre de 1963.

    9 Miedo da a veces coger la pluma. Todo asusta. Gloria Fuertes, 1958. Obras incompletas. Ed. Cátedra. Madrid. 1977.

    La previa

    Antes del siglo XX

    Me pregunto si Cristóbal Colón llegó a conocerlo. Habría oído hablar de él, claro, pero Fernando Póo era de una generación anterior.

    Dicen que fue en 1472 cuando Póo escuchó ¡Terra! (lo gritarían en portugués) en la cubierta del barco costeado por otro Fernando -Fernando Gomes, un comerciante rico al que Alfonso V había entregado el monopolio del comercio en el golfo de Guinea-. Entonces Colón debía aún de tener 21 ó 22 años.

    Alfonso reinaba desde el castillo de San Jorge, a cuyos pies se desparraman las calles empinadas de la Alfama. Si usted ha hecho turismo en Lisboa seguro que las habrá recorrido: un barrio encantador que evoca a pousadas, manteles de cuadros y fados; a Zeca Afonso -Grandola Vila Morena-, azulejos, rieles de tranvías¹⁰ y licor de almendra amarga.

    Alfonso V había heredado la corona de Portugal muy temprano, con seis años. En 1475 fue rey también de Castilla. Lo hubiera seguido siendo, a través de Juana La Beltraneja, si a sus tropas les hubiera ido mejor frente a su primo Fernando (futuro Fernando el Católico) en la batalla de Toro. Televisión Española ha producido una serie que narra aquellos hechos. Se titula Isabel y los cuenta de una manera muy dulzona.¹¹

    Va de Fernandos.

    Póo debía de ser modesto y bautizó la isla con la que había topado como Flor Formosa. Y es verdad que era realmente hermosa. Todo selva y el pico Basilé imponente entre las nubes. Más de 3.000 metros. Hasta entonces se había llamado Etulá.

    Siglos más tarde ese territorio llevará sin embargo su nombre. Y adquirirá con él estatus provinciano. De provincia hispana. Sí, siendo yo pequeño Fernando Poo era una provincia tan española como podían serlo Tarragona o Guadalajara. Hoy suena raro. Más tarde -García Trevijano mediante- tuvo también el nombre de Isla Macías Nguema Biyogo (y es que Macías, además de un psicótico y un genocida,¹² fue también un vanidoso).

    El nombre de Macías no duró mucho. Apenas diez años. Después de que lo hubo fusilado, su sobrino cambió el nombre de nuevo y pasó a llamarla Bioko, en honor al rey bubi que en 1899 -a la muerte de Moka- apoyó el golpe de mano de Sas Ebuera para sacar del trono a su hermano Malabo. Los reyes bubis no tendrían castillos, barcos grandes ni licor de almendra amarga, pero sí tantas conspiraciones familiares como los otros.

    Casi todos los descubridores tienen la arrogancia de creer que las cosas comienzan con ellos, y que por ende pueden darles nombre. Como si no estuvieran ya siendo llamadas antes de su aparición. Esa soberbia los lleva a establecer hitos y fechas.

    El nombre de Guinea proviene de ganuya, un vocablo bereber que significa tierra de negros -por algo ha de ser-. Hoy es una denominación poco precisa, que lo mismo remite a Guinea Bissau que a Guinea Conakri o a Guinea Ecuatorial (por no hablar de Nueva Guinea); todas ellas eran tierras de negros. Y lo fueron de negreros.

    Sin excepción, todos los textos sobre Guinea organizan su historia conforme al calendario político que dictan los que organizan la historia, valga la anáfora: 1472, aparece Fernando Póo; 1777, la entregan a España; 1885, Conferencia de Berlín; 1900, Tratado de París; 1936, guerra civil; 1968, independencia; 1979, golpe de Estado; 2022 -o a lo más tardar, 2023 ó 2024-, probablemente, el porvenir.

    A saber cómo hubiera sido una periodización bubi. U otra definida por un habitante de a pie -antes todos lo eran- de la isla, uno cualquiera de los que vivían allí antes de que en el horizonte apareciera, acercándose, la manchita blanca de las velas del barco propiedad de Fernando Gomes.

    Seguro que tendría poco que ver.

    Obviamos que hasta la cronología que utilizamos es arbitraria. ¿No nos damos cuenta, siendo tan obvio? Atribuimos el rigor a decisiones dadas por buenas, pero que son caprichosas. ¿Por qué asumir que hay que nombrar desde la mirada de los reyes europeos, en lugar de cualquier otra mirada -de las muchas posibles-? ¿por qué no utilizar la de las mujeres? ¿la de los brujos? ¿quizá la de los esclavos?

    En fin, dejémoslo. Para poder avanzar no disponemos de materiales que estén clasificados y ordenados de otra manera.

    Aun así, evitemos engañarnos: el relato oficial es solo uno de los muchos posibles que podrían haber sido construidos.

    Tres años después de Póo, otros dos portugueses -Juan de Santarem y Pedro de Escobar- vivieron una escena muy similar 670 kilómetros más al sur. Es probable que el barco en el que viajaban fuera también propiedad del mismo comerciante (es lo que tienen los monopolios). Otra isla igualmente selvática, montañosa y también con un clima de mierda para vivir en ella. Más pequeña.

    Como el grito fue lanzado -eso dicen las crónicas- el 1º de enero del buen año 1475, en un alarde de originalidad la llamaron Annobón (do anno bom). Más tarde Macías la renombraría como Pigalu (a mis hijos les parecerá el nombre de un pokemon). Aún faltaban 17 años para que Cristóbal Colón desembarcara en Bohío, una isla a la que él sin embargo llamó La Española y en la que hoy se encuentran República Dominicana y Haití. Es un lío eso de quién es el que puede ponerle nombre a las cosas. Acordémonos de que era dios, según el Génesis, quien creaba todo según lo iba nombrando. Será que a los poderosos les gusta jugar a eso.

    Entre Bioko y Annobón se encuentran las islas de Santo Tomé y Príncipe, también colonizadas por Portugal y convertidas primero en ingenios de azúcar trabajados por esclavos -los llevaban desde Angola-¹³ y más tarde en un país independiente. Si no fuera por una arista puntiaguda y bastante rara de la historia lo normal habría sido que Annobón con el tiempo hubiera formado parte de este último país.

    Desde luego a los annoboneses les hubiese ido mejor.

    Aunque eso de descubrir y ´tomar posesión´ de islas pueda parecer un poco extravagante, responde a una lógica. Y tiene que ver con que 15 años antes el Papa de Roma había regalado a los portugueses la bula Romanus Pontifex que les autorizaba a hacer esclavos sin ni siquiera pecar. Un chollo espiritual. Y económico.

    Por ir ubicando un poco mejor cada pieza: antes de que una persona a la que los portugueses llamaban majestad y que no estuvo nunca en Guinea le dijera a un comerciante que tampoco pisó jamás esta tierra que a cambio de otros favores le regalaba una cosa tan abstracta como es un monopolio, Bioko -por llamarlo de algún modo- estaba ya poblado por los bubis.¹⁴ Annobón también tenía su propia población. En cuanto a los fang (o pamues) -que a veces tendrán un protagonismo un tanto antipático en esta historia- habitaban los bosques de un territorio muy amplio que hoy está repartido entre Camerún, Guinea Ecuatorial y Gabón. Comenzaban entonces su particular conquista del oeste -como los vaqueros de las películas- desplazándose hacia las tierras bajas, en cuya costa vivían otros pueblos como combes, balengues, bengas o ndowés. Los playeros.

    El tráfico

    Los portugueses habían sido pioneros. Fueron los primeros europeos en traficar con esclavos negros (ya en 1441 hay constancia de los tejemanejes de un tal Antāo Gonçalves). En cuanto a los españoles, fueron los últimos en prohibirlo. En un museo de Asunción vi una vez un documento que certificaba la compra de un negro en una fecha muy posterior a la abolición. Aquel papel tenía en su margen una anotación que lo calificaba como no importante (¿quién será quien define lo que es importante y lo que no?) No sé si la esclavitud lo habrá sido -seguramente para los esclavos sí-, pero lo que está claro es que fueron cuatrocientos años de un negocio estupendo.

    No hay que olvidar que autores como John Locke, el apóstol del liberalismo que escribía que todos los hombres somos iguales, simultaneaba sus escritos con la compra de acciones de la esclavista Royal African Company.

    Los españoles también se avivaron. Pronto. Un año después de que Cristóbal Colón desembarcase en La Española aprovecharon que en el Vaticano reinaba un Papa valenciano (Alejandro VI, en realidad Roderic de Borja) para obtener de él otra bula -la Inter Caetera- que concedía:

    …a los Reyes de Castilla y Aragón en sus nuevos territorios los mismos privilegios otorgados a los Reyes de Portugal.

    …eso ayuda un poco a entender el católicos de los Reyes Católicos.

    Aquella bula imponía además la obligación de ´enviar misioneros para convertir a las poblaciones descubiertas a la fe católica´. Propaganda Fide.¹⁵ Esa parte España se la tomó en serio. Lo hablaron con los jesuitas y doscientos años más tarde la cosa acabó como el rosario de la aurora¹⁶ (si ha visto despeñarse por una catarata a Jeremy Irons en la película La misión se hace idea de a qué me refiero).

    Por cierto, lo de los Papas en Valencia funcionaba como una empresa familiar varios siglos antes de que en 2006 la gürtel organizara la visita de Benedicto XVI.¹⁷ El espíritu santo, en una casualidad milagrosa, forzó que también fuera Papa el sobrino carnal -va sin segundas- de Roderic. Otro valenciano. Y como vimos que son los dioses quienes ponen los nombres, se bautizó a sí mismo Calixto III.

    A fin de ajustarnos a la cronología que utilizan todos los libros vamos a dar un salto hacia adelante de 300 años. Durante ese periodo la falta de poderío efectivo para poder esclavizar al mismo tiempo en varias regiones alejadas del planeta permitió que en la isla llamada Etulá-Formosa-Fernando Poo-Macías Nguema Biyogo-Bioko cada quien viviera a su manera sin ser demasiado molestado por los otros.

    Aparte de ahorrarme la descripción de tres siglos, quiero hacer aquí un inciso y subrayar el extraño vínculo invisible que -quién sabe la razón- ha unido a Guinea Ecuatorial con Paraguay desde hace mucho. Un itinerario recorrido un sorprendente número de veces (en ese sentido o a la inversa) por exploradores, empresarios, cooperantes, diplomáticos, religiosos, opositores y dicen que mujeres víctimas de redes de trata.

    Vayamos al principio. Saltemos del golfo de Guinea (un accidente geográfico, no me refiero todavía a Teodorín)¹⁸ de nuevo a la película La misión y a un conflicto a tres bandas entre españoles, portugueses y jesuitas acerca de las fronteras y el estatus de los guaraníes.¹⁹

    Establecer las fronteras ultramarinas entre España y Portugal era un asunto complejo. Mantener a raya a los jesuitas, también.

    Se había intentado ya en 1750 a través de un Tratado (el de Madrid) por el que España cedía a Portugal algunos de los pueblos jesuitas a cambio de quedarse con Colonia del Sacramento (un punto estratégico para controlar la entrada del Río de la Plata y así poder ejercer como porteros no solo respecto a los portugueses, sino también con los ingleses que pretendían colarse).

    La cosa concernía a los guaraníes. Y de qué manera. Los que quedaran del lado portugués podrían ser esclavizados sin obstáculos por los bandeirantes, mientras que a los del lado español se los consideraría súbditos del rey, y por tanto estarían protegidos (si la dicotomía hoy es entre súbdito o ciudadano entonces lo era entre súbdito o esclavo -en algo hemos mejorado-).

    Aquello no se arregló bien y acabó provocando las guerras guaraníticas, que aunque en la película duran veinte minutos en realidad fueron cuatro largos años.

    Para entonces los jesuitas, que dominaban el comercio de la yerbamate y enredaban en opinión de algunos demasiado, habían sido ya expulsados de Portugal. En 1758. España tardó aún nueve años en hacer lo mismo, y en pedirle además al Papa de turno -Clemente XIV- que disolviera de una vez La Compañía.

    A las 4 de la mañana del 29 de marzo de 1767 se presentaron -por las malas- unos cien soldados en el Colegio Jesuita de Asunción. Hay que decir que en aquel momento los jesuitas contaban con cerca de mil esclavos y que el Colegio se había convertido en una potencia económica donde, aparte de enseñar, realizaban las funciones propias de un banco (hacían de intermediarios, de almacén, prestaban a crédito…)²⁰

    Entre altercado y altercado, en 1763 España se había visto obligada a devolver -otra vez- a Portugal Colonia del Sacramento.

    Sobre la dichosa Colonia -de ida y vuelta- yo escribí, después de un viaje:

    La historia es interesante

    -de interés- en este enclave.

    Y aquí el hablar de intereses

    remite a los portugueses,

    para quienes el control

    del fortín era importante

    para vigilar las naves

    e implicaba un desafío

    al viejo imperio español

    en su pugna por el río.

    Deambulando por sus ruinas,

    sus murallas… los cañones

    que miran a la bahía

    y los restos del convento,

    enseguida te imaginas

    cómo debió ser el cuento:

    colonos, indios, misiones,

    soldados y bayonetas.

    Hoy en cambio hay pizzerías

    y alquiler de bicicletas.²¹

    El haber expulsado a los curas anticipaba un nuevo acuerdo con los portugueses. Y es que Floridablanca, que ejercía como ministro de exteriores de Carlos III, en su particular partida de ajedrez pensó que le era más útil acercarse al rey de Portugal que pelear contra él, habida cuenta de que al mismo tiempo necesitaba mantener a raya a los ingleses. Por eso fue que empujó a España para que participara en la guerra de independencia de los Estados Unidos.

    Aquel nuevo intento de poner límites al imperio y al conflicto portugués concluyó con la firma del Tratado de San Ildefonso (que remite a niños huérfanos, a navidad, a bombos y a gordos). España recuperó Colonia del Sacramento, abandonó Santa Catarina y en compensación recibió además unas lejanas islas en la costa africana. Se llamaban Fernando Poo y Annobón. Claro, bubis y annoboneses, de todo esto, ni idea.

    Lo ratificaron un año más tarde en el Tratado de El Pardo (un comentario ahistórico: el relato preludia un desenlace a todas luces franquista).

    Una de las mejores consecuencias -desde luego no prevista- que tuvo el Tratado fue que la corona española envió a Asunción a un militar oscense llamado Félix de Azara. Iba con el encargo de esperar a los delegados portugueses para establecer juntos sobre el terreno las fronteras en Paraguay. Y como los portugueses no aparecieron, los veinte años que el bueno de Azara pasó esperándolos se dedicó a viajar y a convertirse en uno de los más brillantes exploradores, cartógrafos, antropólogos y naturalistas que en España ha habido. Un sabio maño. Todo gracias a las dichosas fronteras.

    En cuanto a la realeza, si algún interés tenía en las islas africanas fue algo que en los dos siglos siguientes no se ocupó mucho de demostrar.

    Y eso que en aquel momento valor estratégico sí que tenían, puesto que además de permitir poner una pica -no en Flandes, sino en la retaguardia de los imperios rivales- las islas constituían una estupenda base de aprovisionamiento para los barcos que iban a Filipinas -ojo a ese viaje, que tiene mérito- y sobre todo le permitían a España fantasear con montar su propia factoría negrera. Una que proporcionara esclavos suficientes para impulsar la agricultura en el Río de la Plata, donde la mano de obra indígena no alcanzaba. Eso haría posible dejar de depender de compañías ligadas a las potencias enemigas, como ocurría con la casa Baker & Dawson de Liverpool.

    Hay que recordar que España -aunque Adam Smith lo considerase ´antieconómico´-²² se abastecía de esclavos mediante intermediarios a través de los llamados asientos; que poco antes había quebrado un intento patrio de constituir una empresa esclavista (la gaditana de negros) y que había que proteger el comercio exterior. Lo que hace ahora el ICEX.²³

    El propio texto del Tratado es transparente al respecto:

    …compra y venta de negros sin ligarse a contratas y asientos perjudiciales, como los que en otro tiempo se hicieron con las compañías portuguesa, francesa e inglesa.

    La verdad es que la relación de España con la trata de negros está invisibilizada incluso en la Leyenda Negra, lo que no deja de ser una paradoja.²⁴

    Hay un libro titulado Negreros y esclavos. Barcelona y la esclavitud atlántica (XVI-XIX) que revela la importancia que ese comercio tuvo en el despegue económico de Barcelona.²⁵ En él se mencionan familias célebres de la burguesía catalana que contribuyeron a desarrollar el Eixample, como fueron los Güell -el del parque, supongo-, los Vidal, los Xifré o los Mas Roig. Tal vez Joan Mas Roig no suene mucho, pero su tataranieto directo es bastante conocido. Se llama Artur Mas.

    Gustau Nerín se ha ocupado de estos asuntos. Una vez apareció en la prensa posando junto a un cuadro titulado El abordaje del Conchita, y resulta que El Conchita era un barco negrero de los catalanes Vidal y Ribas. Quién lo iba a decir.²⁶

    Justamente en 2018 el ayuntamiento de Barcelona ha retirado (iba a escribir precisamente, pero en este caso me parece más correcto justamente) la estatua de un negrero.²⁷ Se llamaba Antonio López.²⁸ En su lugar Ada Colau ha propuesto bautizar la plaza con el nombre Idrissa Diallo, un inmigrante muerto en el 2012 en el CIE de Zona Franca. La subversión de los nombres.

    Pero todo esto va a venir después. Me estoy adelantando.

    Argelejo

    Regresemos al Cono Sur -a Paraguay- y a las consecuencias del Tratado de El Pardo. Y recordemos que hablamos de la víspera de la revolución francesa.²⁹

    Felipe de Santos era un conde catalán. Conde de Argelejo, para más señas. Y Brigadier de los Reales Ejércitos. Había participado en las campañas contra los portugueses y vivido de cerca la expulsión de los jesuitas. Poco después de que a su jefe, Pedro de Cevallos, le nombraran virrey del Río de la Plata a él también le llegaron de Madrid buenas noticias. Le ofrecían ser gobernador y jefe militar de unas islas africanas, pero antes -claro- tenía que tomar en nombre de España posesión de ellas. El día que recibió el encargo comenzó una aventura que iba a terminar en tragedia (primero para él y luego para los isleños), pero entonces nada de eso aún se sabía.

    Floridablanca se había asegurado de que la cláusula del Tratado referida a aquellas islas permaneciera secreta. Nadie supo nada. Las órdenes concretas se encontraban en un sobre lacrado que Argelejo no pudo abrir y comunicar a la tripulación hasta después de cuarenta días de navegación -no era cosa de que se filtrara a los ingleses-.

    Y es que el conflicto de fondo era con ellos: consistía en el control del Atlántico. Lo recuerda Liliana Crespi, una historiadora argentina.³⁰ España acababa de colocar una comandancia militar contra posibles invasiones en las islas Malvinas ...quién iba entonces a adivinar lo lejos que acabaría llegando el pleito con Inglaterra por la posesión de esas islas, o los muertos del 2 de mayo (no me refiero a 1808, sino a 1982: a los 323 tripulantes del buque General Belgrano, hundido por un submarino nuclear inglés en el marco de esa disputa).

    En cuanto a Argelejo, zarpó de Montevideo el 17 de abril de 1778 con dos fragatas y un bergantín. A lo Espronceda:

    …viento en popa, a toda vela,

    no corta el mar, sino vuela,

    un velero bergantín.³¹

    El bergantín se llamaba Santiago y las fragatas Santa Catalina y Nuestra Señora de la Soledad. Me encantan los nombres de los barcos antiguos.

    Argelejo llegó sin problemas hasta la isla de Príncipe, pero luego las cosas se le fueron complicando: los portugueses de la isla no lo esperaban y recelaron -eran tiempos en que las comunicaciones jugaban malas pasadas-, el comisario real luso que tenía que hacer la cesión se retrasó tres meses y el secreto se fue al carajo. Por allí pasaban barcos negreros de todas las nacionalidades.

    Hay que decir que a los negros que viajaban en aquellos barcos les esperaba una travesía a Pernambuco o a Bahía -en muchos de los casos- de más de 30 días. Encadenados en las bodegas. Un porcentaje (calculado) no sobrevivía. No lo sé con certeza, pero es probable que los negreros de Príncipe hicieran como los de Futungo, que en el punto de embarque tenían una capilla para bautizar a los esclavos en serie -o en cadena, si uno prefiere ser más riguroso- según se iban subiendo al barco.³² Se ve que les preocupaba que los que morían durante el viaje fueran al cielo. Tal vez el caritativo procedimiento haya estado ya previsto en la bula papal.

    A su derecha, una península chiquitísima. Apenas un promontorio en cuya cima se alzaba una edificación de dos plantas. Las paredes encaladas, las puertas y las ventanas pintadas de azul. Tenía la cubierta a cuatro aguas de tejas de barro. Una escalera -que desde su posición no podían ver- unía la puerta trasera de la casa directamente con el mar. El edificio había sido construido por los portugueses para el embarque clandestino de esclavos en una época en la que el tráfico estaba prohibido y con el paso de los siglos había adquirido -quién lo hubiera predicho- el estatus de museo. El museo de los esclavos. Un museo que apenas mostraba nada, pero que hacía fácil imaginar los embarques, las cadenas, el miedo a lo desconocido, la rabia, las anotaciones contables de las vísperas escritas con la letra esforzada de algún escribiente. A su alrededor tres o cuatro baobabs pequeños se esforzaban por desmentir la apariencia mediterránea del paisaje.³³

    Pronto se hizo evidente que los portugueses iban de farol, y que en el Tratado con España habían exagerado tanto su presencia en las dos islas como las bondades de éstas. Es lo que tiene negociar a ciegas.

    Argelejo arribó finalmente a Fernando Poo el 21 de octubre, seis meses después de haber dejado el Río de la Plata. Bautizó el lugar en el que desembarcó como San Carlos, en honor a Carlos III. Hoy es Luba. O Lubá, dependiendo que lo diga un bubi o un fang. Aún se conserva un monolito conmemorativo en el punto supuestamente exacto al que llegaron, junto a la desembocadura del río Tiburones. No me explico cómo el monumento -bastante feo, por cierto- pudo sobrevivir a la fiebre destructora de Macías hacia cualquier vestigio de la época colonial.

    No es difícil imaginar el ritual del acto fundador porque lo hemos visto en las películas: tomo posesión de estas tierras en nombre de Cristo y de su majestad y bla, bla, bla ...los bubis debieron de observarlo alucinados desde lejos.

    Muy pronto Argelejo envió un informe a Madrid. Bastante pesimista. Las islas estaban efectivamente bien situadas, pero necesitaban de muchísima inversión. Annobón no iba a ser muy útil; había que descartar la inicial idea española de establecerse allí, porque era tan pequeña que apenas podía abastecer a su propia población. Su recomendación respecto a los negros también fue muy clara:

    …atraerlos con dulzura y maña a la religión. Sin que adviertan demasiado conato o empeño en arrastrarlos y sujetarlos a ella, para precaver que lo atribuyan a un particular interés nuestro.³⁴

    Claro; uno lee esto y no puede menos que acordarse de cómo de pequeño lo introdujeron con dulzura y maña en la religión católica sin contar aún con los mecanismos racionales mínimos con que poder defenderse.

    Tras la toma de posesión en Fernando Poo quedaba pendiente repetir la ceremonia en Annobón. Argelejo estaba enfermo y ya no llegó. Murió, se cree que de malaria, a bordo de la Santa Catalina el 14 de noviembre.³⁵

    En su informe había adelantado que para someter a los bubis iba a ser necesario construir una fortaleza, algo que tras su muerte comenzó a hacer -donde hoy se encuentra Riaba- su sucesor, Joaquín Primo de Rivera. Ignoro si era antepasado del dictador y del falangista, pero resulta en cualquier caso curioso cómo algunos apellidos copan con persistencia la historia de España.

    En 1968 Carrero Blanco dijo en las Cortes:

    ...la retirada de Primo de Rivera fue por causa de la insalubridad de esos territorios, debido a la malaria, la fiebre amarilla, la lepra, la enfermedad del sueño y la tuberculosis.

    Era verdad; pero también lo era que España estaba entonces en guerra con Inglaterra, que las prioridades habían sido otras, que los aprovisionamientos llegaban mal y tarde, que se produjo un motín, y que -bajo el mando de un sargento- los sobrevivientes abandonaron la isla y se trasladaron en bloque a Santo Tomé, desde donde en diciembre de 1781 serían finalmente repatriados.

    Jover y Tovar, un diplomático suicida al que después nos referiremos, escribió a su hermano una carta el 29 de junio de 1901 en la que le narraba estos hechos:

    …la traidora sublevación del sargento Jerónimo Martín, que apresando al jefe lo reembarcó y volvióse a España con todos los restos de la expedición. En cualquier país del mundo, aquel hombre, que faltó a todos sus deberes, hubiera sido fusilado al tocar tierras españolas, pero fue indultado atendiendo a que no quedaban más que 204 de los 547 soldados que componían la expedición.³⁶

    En resumen, el primer intento de colonización había sido un fracaso. En cuanto a los bubis, quemaron -claro- la fortaleza en cuanto tuvieron oportunidad.

    Iban a pasar más de 70 años antes de que España volviera a intentarlo. En la siguiente ocasión el encargo recayó en un marino de Cádiz, Juan José Lerena y Barry.

    Lerena zarpó de Ferrol y llegó a Fernando Poo el 23-F. De 1843. Los reyes habían cambiado y cuando habló de soberanía lo hizo ya en nombre de Isabel II (ésa es la razón por la que a la ciudad que hoy es Malabo se la llamó Santa Isabel).

    Segundo round

    Dice el dicho popular el que se fue a Sevilla perdió su silla. En Guinea Ecuatorial se cumplió. En cuanto España se retiró a Sevilla, Inglaterra -con quien, ya vimos, andaba a bofetadas por el control de los mares- ocupó lógicamente la isla. Un capitán llamado Owen fundó en 1827 Clarence City -o Port Clarence, dependiendo dónde uno lo mire- en el lugar que Lerena iba a llamar Santa Isabel (y Macías, Malabo). La lucha por los nombres es siempre una constante. Y muy anterior en cualquier caso al intento de Manuela Carmena por suprimir del callejero de Madrid las reminiscencias fascistas.

    A Rebola los ingleses la llamaron New Batete. Y con la bahía de San Carlos no se complicaron: West Bay. Por razones obvias.

    En honor a la verdad hay que decir que antes de enviar a Lerena hubo una tentativa de llegar a un acuerdo a través de dinero.

    Si nos fiamos del libro oficial de bachillerato que se estudia en Guinea Ecuatorial:

    …en 1841 Inglaterra propuso a España comprarle sus territorios del golfo de Guinea ofreciendo 60.000 libras esterlinas por Fernando Poo y Annobón, pero la oposición de la prensa y del Congreso de los Diputados de España impidieron que la compra se llevara a cabo.³⁷

    En cambio, si atendemos a Juan María Calvo:

    …el regente Espartero -sí, Baldomero Espartero, el de otro dicho popular: ´tienes más huevos que el caballo de Espartero´-³⁸ piensa que puede ser un negocio vender las islas a los ingleses por 60.000 libras.³⁹

    Fuera de quien fuese la idea, el caso es que no se concretó.

    Dada la falta de mano de obra en la isla -un problema permanente que será un continuo dolor de cabeza para todos sus gobernantes- para levantar Clarence los ingleses tuvieron que traer braceros Krú desde Liberia. Por extensión, quedó desde entonces el nombre krumanes aplicado a cualquier trabajador africano -negro- extranjero.

    Este hecho dio origen a un fleco curioso en la historia de Guinea Ecuatorial. Trinidad Morgades, la fundadora de la Universidad Nacional,⁴⁰ lo conoce bien y le habló de ello en una entrevista a Juan Valbuena.⁴¹

    El caso es que cuando los españoles llegaron por segunda vez encontraron ya instalados en la isla a un grupo de familias negras protestantes con cultura y apellidos ingleses -los Jones, los Dougan, los King…-, algunas de ellas con poder y con mucho dinero. Eran los krio (más tarde llamados fernandinos).

    En general, las relaciones que se establecieron entre los fernandinos y la nueva élite española fue de mutuo desprecio (una isla dentro de la isla, describió Morgades): los primeros no aprendieron castellano -y por supuesto los españoles jamás hablaron inglés-. A la larga eso no benefició a ninguna de las partes.

    Esta vez España puso un poco más de empeño en proporcionar las tres patas que cualquier colonización necesita: militares, colonos y misioneros.

    A fin de asegurar los primeros, nombró gobernador al capitán de navío Carlos de Chacón y Michelena -que se encargaría entre otras cosas de echar a los anabaptistas-; y para lo segundo en 1845 llevó desde la península a un centenar de artesanos y labradores.

    Los primeros curas

    En cuanto a los misioneros, el primer intento se hizo a través de un capellán de Chamberí.⁴² Fue infructuoso. Después se probó con las órdenes religiosas presentes en Filipinas, que declinaron de manera gentil (en su acepción de pagana) el católico ofrecimiento de abrir sucursales en territorios tan apartados y malsanos.⁴³ El gobierno acabó recurriendo -como era previsible- de nuevo a los jesuitas, que en ese momento acababan de ser autorizados a reestablecerse en España por tercera vez. Sin resentimientos.

    Esto vale la pena explicarlo. Tras la expulsión que ya mencionamos dictada en 1767 por Carlos III dejaron regresar a los jesuitas a España en 1815 (durante el sexenio absolutista) para echarlos de nuevo en 1820 (durante el trienio liberal); los invitaron nuevamente a volver en 1823 (durante la década ominosa -los nombres con que catalogan los historiadores no tienen desperdicio-) para expulsarlos otra vez en 1835, hasta que Bravo Murillo firmó el Concordato con Roma y pudieron regresar. En 1851.⁴⁴ A continuación se embarcaron hacia Fernando Poo.

    Aun volverán a ser expulsados dos veces más: en 1868, con el triunfo de La Gloriosa⁴⁵ y más tarde con Azaña en 1932, al comienzo de la Segunda República. Eso sí que es una puerta giratoria.

    De todos modos el encargo de Guinea no consiguieron sostenerlo; y no fue tanto por los avatares políticos como por la enorme mortandad. Los dos últimos misioneros jesuitas abandonaron la isla el 4 de abril de 1872. Apenas habían estado catorce años.

    La misión estuvo bajo la responsabilidad de José Irisarri, que se dejó -como otros muchos- la vida en el intento. Fue una época dura. Irisarri falleció en marzo de 1868. Le dio tiempo sin embargo en esos años a levantar una iglesia, una casa y un colegio en la Plaza de España de Santa Isabel. También a preparar un vocabulario español-bubi⁴⁶ que le permitió traducir a esa lengua el catecismo del padre Astete (un libro jesuita de gran difusión del que yo recuerdo haber oído hablar a mi madre), así como a rebajar un poco el recelo de los bubis -a quienes los ingleses habían convencido de que los misioneros tratarían de hacerlos esclavos-. Sobre ellos escribiría en una de sus cartas: …es de esperar de la misericordia del Señor que se domestique a esta gente tan fría y tan apática...⁴⁷ Se refiere a los bubis, no a los ingleses.

    También afirmó Irisarri que los negros africanos eran los descendientes desgraciados de Cam, haciendo referencia a un pasaje de la Biblia en el que algunos han querido interpretar un incesto.⁴⁸

    Tras el fracaso de los jesuitas el gobierno contactó con una orden que recién había fundado en Vic un confesor de Isabel II: los Misioneros del Corazón de María o claretianos. En 1882 su superior general, el padré Xifré, confirmaba:

    …habiendo sabido, no sin amargura de corazón, que las islas de Fernando Poo, pertenecientes al dominio de España, están sin misioneros y hasta sin sacerdote alguno …deseosos de cooperar a la instrucción, moralidad y salvación de aquellos habitantes …esperando que S.M. y el gobierno facilitará a la Congregación los medios…⁴⁹

    El padre Xifré da hoy su nombre a una pequeña calle en Madrid, enfrente del edificio Torres Blancas.⁵⁰ Dicha calle alcanzó cierta notoriedad en los años 80 porque en su número 5 se encontraba la sala Rock-Ola, uno de los iconos de la movida madrileña.

    A partir de aquel momento la historia de Guinea Ecuatorial quedó estrechamente vinculada a los claretianos.

    Alrededores

    Antes de proseguir es conveniente revisar en dos pinceladas qué es lo que estaba sucediendo mientras tanto en el resto del continente; algo que en las escuelas españolas inexplicablemente se estudia poco y de puntillas.

    Tengo conmigo un libro que recoge los textos escritos por Richard Burton mientras fue cónsul británico en Guinea Ecuatorial.⁵¹ No me refiero al actor inglés que rodó con Elizabeth Tylor Cleopatra para casarse después con ella y divorciarse varias veces -no de otras mujeres, como es lo usual; sino varias veces de la misma Tylor).

    Burton llegó a Fernando Poo en 1861 y desde allí viajó a territorios que hoy pertenecen a Camerún, a Nigeria, al Congo o a Angola. Como señala Arnalte -el fulano que ha recopilado y ordenado sus textos- éstos reflejan la actitud terriblemente racista y su desdén por la vida y el sufrimiento de los africanos.

    Probablemente es lógico. Es lo que tiene releer páginas antiguas con la mentalidad actual.

    Antes de llegar a Fernando Poo Burton era ya un explorador famoso. De los que más. Unos años antes, buscando las fuentes del Nilo, había descubierto junto con Speke los lagos Tanganica y Victoria. Después de eso se pelearon y dedicaron unos cuantos años a descalificarse el uno al otro.

    Lo cierto es que desde el punto de vista aventurero -desde los ojos de un europeo varón y rico, claro- la segunda mitad del siglo XIX fue trepidante.

    En 1847 Estados Unidos había comprado tierras para instalar en ellas a los esclavos liberados. Fundó Liberia y llamó a su capital Monrovia, en honor al presidente Monroe.

    Unos años más tarde, en 1855, Livingstone remontó el río Zambeze (pasaría por dónde está ahora Tete -qué calor- y la presa Cahora Bassa) y descubrió las cataratas Victoria. Se habla de nuevo de descubrir y nombrar como si las cataratas no hubieran estado siempre ahí, con su población alrededor. Después de eso transcurrieron varios años en los que nadie -en occidente- volvió a tener noticias suyas.

    El periódico The New York Herald decidió entonces organizar una expedición de rescate (Livingstone ni había pedido ser socorrido ni quiso nunca regresar a Inglaterra -solo lo llevaron de vuelta a Londres después de muerto para enterrarlo en la abadía de Westminster-). En 1871 Stanley lo encontró en una aldea llamada Ujiji y pronunció la famosa frase Dr. Livingstone, supongo que ha sido repetida hasta la saciedad con mucha gracia en las viñetas de Forges.

    Hay otra cita menos famosa del mismo explorador dedicada a la isla de Fernando Poo. Constituye un excelente diagnóstico, sintetizado en una sola frase:

    …es la joya del océano, pero una joya en bruto que España no se toma el trabajo de pulimentar.⁵²

    Más tarde Stanley marchará al Congo para ponerse al servicio del rey belga Leopoldo II, un personaje siniestro que administró con crueldad un territorio noventa veces más grande de lo que es Bélgica. Se dice que su régimen provocó la muerte de millones de personas. El muy cabrón. Joseph Conrad trabajaría un tiempo en el río Congo como capitán de un barco de vapor y con esa experiencia publicaría en 1899 El corazón de las tinieblas, el libro que inspiró a Coppola la película Apocalypse Now. Ya sabe, Charlie no hace surf y Me gusta el olor a napalm por la mañana.⁵³

    Antes de que eso sucediera Verney Cameron había conseguido atravesar el continente por primera vez transversalmente, de este a oeste.⁵⁴ Llegó al Atlántico desde el Índico arribando a playa morena en lo que hoy es la ciudad de Benguela, en Angola.

    Todo aquel esfuerzo de los europeos por financiar exploraciones para descubrir y cartografiar el territorio estaba -naturalmente- encaminado a poder repartírselo. Lo hicieron sin demorarse mucho. En la Conferencia de Berlín.

    En esa época los ingleses estaban empeñados en construir un ´imperio vertical´ que uniera El Cairo con Ciudad del Cabo. Esa pretensión, liderada sobre todo por Rhodes (de ahí el nombre de la antigua Rhodesia -después dividida y transformada en Zimbabue y Zambia-) chocó con el eje horizontal que pretendían a su vez los portugueses, impidiéndoles unir Mozambique con Angola.

    Entre otras cosas Rhodes fundo De Beers, la empresa que aún hoy comercializa más de la mitad de los diamantes del mundo. Un auténtico entrepreneur.

    En 2008 -parece mentira que haya pasado ya una década- tuve ocasión de entrar en una mina de De Beers en Oranjemund con un grupo de funcionarios del gobierno namibio y de la Unesco para ver los restos de un naufragio que habían encontrado removiendo las dunas de la costa a la búsqueda de diamantes. El pecio era magnífico. Fue portada de National Geographic. Eran los restos del Bom Jesus, un navío portugués hundido a mediados del siglo XVI cuando se dirigía a la India transportando una gran cantidad de monedas de oro de los reyes católicos (se recuperaron casi 2.500). Además, tropecientos colmillos de elefante, muchísimos lingotes de cobre en forma de media esfera y tres astrolabios.

    Como se trataba de diamantes había un estricto control para salir de la mina. Nos escanearon hasta el polvo de los zapatos (previamente habían sellado de manera minuciosa todas las aberturas de las cámaras de fotos) e hicimos cola para ser revisados en un pasillo decorado con fotografías de empleados -como los del mes en Mc Donalds- que estaban presos por haber intentado llevarse algo para ellos. Me llamó la atención que como utilizan maquinaria pesada y nada sale de allí la mina tenía el aspecto de una inmensa chatarrería. Eso sí, hablamos de Namibia y entre los montones de hierros viejos recuerdo haber visto chacales y orix. Preciosos.

    El origen de África del Sudoeste -lo que los cubanos y la SWAPO⁵⁵ ayudaron más tarde a convertir en Namibia- se remonta a la compra de terrenos a un jefe nama por el comerciante alemán Adolf Lüderitz. En 1883. Luego los alemanes exterminarían no solo a los nama, sino también a los herero. Culminaron la tarea en la batalla de Waterberg. En el año 2009 me tocó participar en Swakopmund como testigo, junto a la representante de la Unión Europea, de la negociación entre Alemania y Namibia sobre las compensaciones por el genocidio.

    La colonización proseguía: en 1895 Italia invade Abisinia desde Eritrea, en el 97 se sublevan en Angola los cuanhamas contra los portugueses, en el 99 se inaugura el tren que desde Rhodesia del Norte llega hasta Beira, la ciudad portuaria en la que conocí a mi mujer.

    …pero me he ido demasiado adelante y demasiado lejos. Hay que retroceder y regresar a Guinea Ecuatorial.

    Iradier

    Mientras los exploradores europeos más famosos recorrían el continente en varias direcciones, el vasco -y también masón- Manuel Iradier fue lo más parecido a ellos que tuvimos en España. Llegó a Santa Isabel el 16 de mayo de 1875. Las crónicas indican que fue el propio Stanley -a quien habría conocido en una conferencia en Vitoria- quien le sugirió que explorara el estuario del Río Muni. Hizo dos expediciones pagadas con fondos privados. Durante la primera estuvo casi tres años recopilando información sobre habitantes,

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