Proceso

Centenario Marcel Proust: “En busca de Céleste Albaret

PARÍS, FRANCIA.- “A Céleste, a mi fiel amiga de ocho años, pero en realidad tan unida a mi pensamiento que me acercaré más a la verdad llamándola mi amiga de siempre por no poder imaginar que no la conocí desde siempre…”.

Así empieza la dedicatoria –una sola frase tan estirada como afectuosa y rebuscada– que Marcel Proust escribe en mayo de 1921 en la hoja de guarda de El mundo de Guermantes II y Sodoma y Gomorra II, ambas obras publicadas en una sola edición.

Su destinataria es Céleste Albaret, ama de llaves del escritor y también su confidente, cómplice, fuente de inspiración, improvisada colaboradora y atenta enfermera. Céleste guardó el libro con sus páginas nunca recortadas en un estuche de cuero carmesí, cuidándolo toda su vida como un talismán.

“Celeste amó a Marcel Proust en forma incondicional como sólo una madre puede amar a un hijo. A los 23 años se convirtió en la madre de ese niño de 45 años. Pero también fue su hija porque el Maestro le enseñó todo, le abrió las puertas de un mundo desconocido. En una de sus últimas entrevistas confió: ‘Siempre tuve un gran universo con Proust’”, enfatiza Laure Hillerin, autora de En busca de Celeste Albaret, la biografía más exhaustiva de la “sirvienta” de Proust publicada a mediados del año pasado.

Sirvienta se dice servante en francés, pero en la lengua de Moliére designa también una lámpara de pie que se coloca en escenarios de teatro, después de las representaciones, y se deja prendida toda la noche. Su luz tenue espanta a fantasmas malévolos que suelen rondar entre bambalinas y butacas. La servante –luz testigo en español, ghost lamp en inglés– simboliza el alma del teatro que nunca se apaga.

Después de la muerte del escritor, el 18 de noviembre de 1922, y hasta la propia acaecida el 25 de abril de 1984, Céleste Albaret fue la servante de Proust en el sentido teatral de la palabra. Mantuvo “prendida” la memoria del Maestro, y luminosa su presencia, mientras las 3 mil 124 páginas y los 2 mil 500 personajes de En busca del tiempo perdido iban revelando su genio literario.

Especialista de , Laure Hillerin arroja luz sobre lo que cuenta y no cuenta Céleste en sus memorias, publicadas en 1973 bajo el sobrio título.

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