ASALTO AL PODER
El 30 de enero de 1933, al anochecer, Berlín se iluminó con el brillo de miles de antorchas. Multitudes de uniformados Camisas Pardas de las SA marcharon a través de la capital para celebrar la elección del nuevo canciller del Reich. Detrás venían veteranos de guerra apoyados por ciudadanos que daban muestras de júbilo. Un periódico pronazi informó de que habían participado al menos 700.000 personas y, aunque la cifra real probablemente fuera diez veces menor, los resplandecientes ríos de antorchas constituían una temible demostración de poder. La marcha no solo anunciaba una nueva era con Adolf Hitler al frente del Reich, sino también el inminente fin de la joven democracia alemana.
Después de presenciar el avance de las masas, el anciano general Erich Ludendorff le envió una severa admonición al presidente del Reich, Paul von Hindenburg, que había nombrado canciller a Hitler: “Le advierto solemnemente de que este hombre hundirá a nuestra patria en el abismo y traerá sufrimientos de toda clase a nuestro país. Las generaciones futuras le maldecirán a usted, cuando esté en la tumba, por sus acciones”. Hasta 1928, Ludendorff se había contado entre los firmes partidarios de Hitler, a cuyo lado había participado en el fallido Putsch de Múnich.
El sufrimiento llegaría antes
Estás leyendo una previsualización, suscríbete para leer más.
Comienza tus 30 días gratuitos