Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

El Concierto De Mi Vida
El Concierto De Mi Vida
El Concierto De Mi Vida
Libro electrónico390 páginas6 horas

El Concierto De Mi Vida

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

El concierto de mi vida nos regala las aventuras y desventuras de dos amores perdidos en el tiempo y la distancia, regresan de una muerte imaginada gracias a la magia del internet. Uno aparece en su vida treinta y cinco aos despus de la separacin y el otro a los veintids aos de total silencio. Vuela hasta Miami con el propsito de rescatar al primero y nada es igual, los tiempos han cambiado. Aunque el descubrimiento de ambos seres de aquel viejo amor los llena de esperanzas y cubren un doloroso vaco en sus vidas presente, mente, cuerpos, metas y familia, atentan contra los propsitos de regalarse un hilo de felicidad. En vas de desintegrarse aquella unin, aparece el segundo amor inconcluso y esta vez vuela hasta Madrid en ese incansable afn por ser feliz. Fracasa nuevamente por razones parecidas y esa negativa del ser humano a renunciar a su libertad una vez materializada. El amor exige ciertos sacrificios que no todos estn dispuestos a enfrentar y esta vez sus alas vuelan nuevamente a su Montreal querido muy defraudado. Aunque los nombres son ficticios, el contenido de esta obra est inspirado en hechos reales. Sin pretensiones literarias, el autor nos regala un constante paseo por la cotidianeidad de su gente. Es un libro ameno donde el sexo se descubre tal y como es en su tierra, el amor tambin.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento28 ene 2017
ISBN9781506518626
El Concierto De Mi Vida
Autor

Esteban Casañas Lostal

Esteban Casañas Lostal, ciudadano canadiense de origen cubano, nació el 6 de septiembre de 1949 y desde 1991 reside en la ciudad de Montreal. Marino de profesión, dedica los últimos años de su vida a la narración de historias comunes a muchos hombres de mar. Amor, sexo, contrabando y aventuras llenas de pasión, son la principal divisa utilizada en cada libro publicado.

Lee más de Esteban Casañas Lostal

Autores relacionados

Relacionado con El Concierto De Mi Vida

Libros electrónicos relacionados

Romance de suspenso para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para El Concierto De Mi Vida

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    El Concierto De Mi Vida - Esteban Casañas Lostal

    Copyright © 2017 por Esteban Casañas Lostal.

    Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.:   2017901266

    ISBN:   Tapa Dura                      978-1-5065-1864-0

                  Tapa Blanda                  978-1-5065-1863-3

                  Libro Electrónico         978-1-5065-1862-6

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Las opiniones expresadas en este trabajo son exclusivas del autor y no reflejan necesariamente las opiniones del editor. La editorial se exime de cualquier responsabilidad derivada de las mismas.

    Fecha de revisión: 25/01/2017

    Palibrio

    1663 Liberty Drive

    Suite 200

    Bloomington, IN 47403

    Contents

    Dedicatoria

    Prólogo

    Capítulo 1 Preludio

    Capítulo 2 Escapando Del Paraíso

    Capítulo 3 Un Salto Al Vacío

    Capítulo 4 Treinta Y Cinco Primaveras

    Capítulo 5 Final Y Principio De Otra Historia

    Capítulo 6 Reconciliación Y Partida

    Capítulo 7 ¡Ave María Purísima! Sin Pecado Concebido

    Capítulo 8 El Concierto De Mi Vida

    Glosario

    DEDICATORIA

    A mis nietos, prefiero contarles quien fue verdaderamente su abuelo y que sean ustedes quienes me juzguen. Comprobar á n que no fui un ser virtual y que viví orgulloso de mi paso por esta tierra. Ustedes son parte de mi obra y los quise como a nadie.

    Con mucho cariño a cada una de las intérpretes de esta obra, gracias por la felicidad y dolores que me regalaron.

    A Pilar Elena Alberti, mi infinito agradecimiento por ese prólogo tan bello.

    Esteban

    PRÓLOGO

    El No Prólogo.-

    Pero el Gato también ha cumplido su parte del trato. Ha matado Ratones y se ha portado bien con los Bebés mientras estaba en casa, siempre que no le tirasen del rabo con demasiada fuerza. Pero una vez cumplidas sus obligaciones y en sus ratos libres, es el Gato que camina solo y a quien no le importa estar aquí o allá, y si miras por la ventana de noche lo verás meneando su salvaje rabo y andando sin más compañía que su salvaje soledad… como siempre lo ha hecho

    El gato que caminaba solo

    Rudyard Kipling

    S e pueden escribir libros de muchas maneras. Se llega a escritor por diferentes caminos y a distintas edades. Se pueden escoger los variados géneros literarios para expresarnos: prosa, verso. Se puede escribir literatura de ficción, novela, teatro, testimonial, aventuras, romántica, romántica-erótica (según algunos), religiosa…etc., hay infinitas formas. Pero cada libro es único e irrepetible si el que lo escribe, lo hace desde la más absoluta honestidad, dejando salir en forma de palabras mágicas, todo aquello que su mente recrea. A veces, el escritor solo ejerce muy bien la función de imaginar y contar. Se combinan magistralmente frases, lugares, atmósferas. Se crean mundos mágicos, inexistentes, pero al que el buen escritor nos traslada, colmando quizás esa inconfesable necesidad que todos tenemos de evadirnos. Casi siempre, estos escritores ganan mucha fama, porque son buenos haciéndolo. Y ganan premios, méritos y hasta pasan a ese paraninfo de los sagrados iconos, que con esto de Internet y las redes sociales, nos saturan hasta el aburrimiento con el corta y pega de sus frases y párrafos famosos (aunque también es cierto que si no fuera por esto, muchas personas ni se hubieran enterado ni del nombre ni de las obras de algunos de ellos)

    ¿Cómo ha llegado Esteban Casañas a ser escritor? Esa pregunta solo podría responderla seguramente él. Aunque de diversas formas, para quien ha seguido su andadura por algún tiempo, él ha dado esta respuesta, a trozos quizás, en los diferentes escritos y post de aquel Blog: FARO DE RECALADA. De ese Blog nació mi enganche al Esteban Casañas escritor.

    Estoy escribiendo estas líneas a solicitud de él y me ha sido difícil. Me pidió un Prólogo. Y me asusté, ¿prólogo? No soy escritora, no puedo saber escribirlo, me dije mil veces. Es que estamos tan acostumbrados a los prólogos sesudos, enjundiosos, proféticos e irrebatibles, que esa palabra ha llegado a tener connotaciones demasiado académicas. Pero buscando la fecha en que me hice miembro del Blog de Esteban, de pronto comprendí algo tan simple como esto: No tengo que escribir un prólogo, tengo que sencillamente volver a hacer lo que hacía en aquel Blog; dejar que las palabras relaten lo que pienso y siento.

    Nada de complacencias, nada de palabras políticamente correctas, nada de beatitudes ni de… es bueno, pero… No voy a hacerme esas concesiones.

    Antes escribí entre comillas, refiriéndome a Esteban escritor. La razón, aunque a priori pueda parecer despreciativo, es que es la única faceta que conozco de este ser humano. Nunca nos hemos tomado un café juntos, no digo ya compartido una comida, nunca había oído hablar de él. Hemos hablado por teléfono, ¿cuántas veces? Cuatro quizás. No nos hemos visto en persona nunca. No hemos compartido lugares de trabajo, amigos, eventos sociales. Los mensajes cruzados no llegan a 15, creo. Y siempre por motivos muy puntuales concernientes al Blog. No vivo en Miami, así que las referencias de personas y amistades es casi nula. Entonces, ¿cómo y porqué comencé a leer, seguir y defender a este contador de historias

    (como él mismo se definió en algún momento).

    Fue un 28 de febrero del año 2009 cuando, después de haber visitado el Blog Faro de Recalada casi cada día, decidí hacerme miembro. Yo había llegado de Cuba el 31 de Diciembre de 1999. ¡Me tomó 9 años hacerme con Internet!, los ordenadores etc. En Cuba había dejado TODO, vine a España a reunirme con mis hijos, había quemado mis naves. Lo que por supuesto no había quemado, eran mis recuerdos más amados, mis estremecedoras vivencias, mis sufrimientos, pero sobre todo, el recuerdo de mi difunto esposo. Trabajó en Mambisa y en uno de sus barcos encontró la muerte, anticipada, injusta, inexplicable. Pero aquel hombre maravilloso me hizo descubrir el mundo mágico y casi surrealista de los marinos cubanos. No era marino de profesión. Lo suyo eran los motores de cualquier tamaño, marca o potencia. Pero, al propio tiempo, era igual que Esteban. Un agudo observador del mundo que lo rodeaba y un increíble descubridor de los detalles y fábulas que, convierten lo prosaico y común en lo real, maravilloso". Aquel mundo le atrapó y a mí con él.

    De su mano conocí las vicisitudes, el hambre, los privilegios políticos, la cobardía de mediocres oficiales y tripulantes. Pero también conocí de la lealtad, el valor, la responsabilidad de muchos, de la gran mayoría de ellos. Largas conversaciones, enjundiosas, anécdotas, diarios de sus pocos viajes, (con claves que solo conocíamos él y yo, ¿ se podrán imaginar, no?). Mi hijo decidió seguir sus pasos. él sí curso la Academia y se graduó. Pero muy pronto, harto y desilusionado, optó por la libertad, teniéndose que labrar su futuro a golpe de mucho valor.

    Así fue como comencé a leer a Esteban Casañas Lostal. Me sumergí en sus escritos, en sus relatos, odios, frustraciones, amores y batallas. Me atraparon porque podía reconocer y reconocerme. Y yo también escribí, bueno al menos lo intenté. Casi siempre porque surgían los ataques, a veces era envidia y otras las persecuciones políticas que aún en el destierro persiguen a los que ya no tienen porque seguir callando. Faro de Recalada se convirtió en un campo de batalla. Pensado para que los marinos escribieran sus anécdotas y recuerdos, no fue posible concretarlo, aunque seguramente hubo muchas otras razones. Pero lo importante es que ese blog nos dio a conocer al escritor Esteban. Fue su válvula de escape, su manera de sacarse del alma esas cosas, amargas, dulces, prohibidas, íntimas, vulgares y sangrantes que le ahogaban y quería compartir. Quizás para que otros seres humanos tuvieran la oportunidad de saber que alguien había sentido todo eso…aunque para algunos resulte extravagante y excesivo. Y ya le fue imposible parar.

    No voy a extenderme en quien es Esteban Casañas Lostal. En su libro Después de la Galerna hay, este sí, un magnifico prólogo escrito por una autoridad reconocida en en el mundo marítimo: el Capitán Augusto Juarrero Gutiérrez. El da una versión tan apasionante y profesional del mundo de los marinos y su visión del propio Esteban, que leerlo es imprescindible para intentar armar este puzle.

    El Concierto de mi vida no es un libro fácil de leer. Ya no hay tantos temas marinos, más bien referencias. Hay amor, aventuras, sexo, ternura, desanimo pero sobre todo, hay el testimonio de una vida vivida con las reglas y normas que el mismo se trazó. Y al final la testarudez y el optimismo de quien no quiere darse por vencido.

    Entendí que aún estaba vivo y murmuré una palabra, descubrí que tenía voz, la tenía.

    El Concierto De Mi Vida,

    Esteban Casañas Lostal

    ¿Todo es verdad? Al menos de dos cosas estoy segura. El autor ha pecado de algunas locuras. Y yo me pregunto; ¿quien le reprocha hoy a Lope de Vega haber sido un mujeriego incurable? ¿Y por qué las damas se detienen a mirar los relieves del Kamasutra que decoran las ruinas de aquel lupanar romano a los pies del Vesubio. Y de lo otro que estoy segura, es que no ha hecho mal a nadie, al menos de ese mal que en España se define monda y lindoramente como hija putada. Los que venimos de Cuba sabemos mucho, pero mucho sobre ese tipo vileza. Seguramente, tantos amores y batallas habrán dejado su camino lleno de muertas clamando venganza, pero ese es el precio a pagar si se vive apasionadamente. Tengo constancia de caballeros viles, enredadores, traidores y hasta calumniadores que, han ido por la vida de santos varones. Esteban es descaradamente honesto, otros tendrán sus opiniones contrarias seguramente, este libro es constancia de ello. Hasta en valor de reconocer su ¿soledad y desencuentro con los hijos? Hay demasiadas historias como estas, de miles de padres y madres cubanos que han partido al exilio y hoy sienten, muchas veces carentes de economía propia, ese sentimiento de abandono, desolación y ausencia de ternura, de quienes les deben la vida, lo que tuvieron y lo que son.

    Insisto. Este libro va de humanidad y sentimientos. Borrascas del alma, búsqueda de amor, ternura y decepciones. Está engendrado y parido por alguien que se define así mismo como:

    …¿Quién soy? Ya lo dije al inicio, un aventurero, un soñador, un loco que nunca se ha tomado la vida en serio. El tipo que una vez robó como otros allí, donde ser honrado era pecaminoso. Un ferviente enamorado de las mujeres, la música, el trago, la lectura y el mar, eso es lo único que me han arrancado. No siento nostalgia por la tierra porque siempre me consideré una gaviota o golondrina, solo soy ave de paso y mi destino final será aquel de donde me arrancaron, el mar.

    Para mí, Esteban Casañas Lostal siempre será EL GATO QUE CAMINABA SOLO

    Pilar Alberti Mederos

    Las Palmas de Gran Canaria,

    29 de marzo 2015

    CAPÍTULO 1

    Preludio

    -D ice el padrino que sí, vas a lograr desertar sin problemas, me dijo también que ella podía salir contigo. Eugenio la escuchaba con mucha atención, casi no comprendía nada y le resultaban ridículas aquellas conclusiones. La acompañó por complacerla, hacía mucho tiempo que había dejado de creer en algo que no fuera él mismo. La parada de la guagua de Infanta y O era un hervidero de gente amargada que trataban de luchar por llegar a su destino. Las Ikarus pasaban inclinadas y con gente colgada como piojos de sus estribos, una densa cortina de humo negro las perseguía hasta el semáforo de San Lázaro, arrastraban a su paso miles de maldiciones criollas.

    -Me confirmó que llegarán y todo les irá de maravillas, pueden escapar. Él no hablaba, trataba de comprenderla y adivinar la fuente de aquella ingenuidad. No porque un huevón malviviente y sentado al lado de un radio Siboney oyendo el programa Nocturno se lo asegurara por una simple inspección visual, Eugenio le otorgaría poderes sobrenaturales distintos a los de cualquier humano. Ella sí, se comportaba de una manera estúpida a pesar de su nivel de escolaridad, ¿cómo podrá confiar en las palabras de cualquier individuo con facha de pícaro?, pensó mientras andaba. Él no creyó una sola de aquellas palabras, el tipo no se molestó en preguntarle nada, aceptó complacido unas cajetillas de Populares y le dijo a su mujer que colara un poco de café con el sobrecito entregado por Clarita.

    -Recomendó que llevara un ramo de rosas rojas y las colocara en tu camarote, también me dijo que ella debe hacerte una limpieza con un huevo la noche antes de desembarcar y lanzarlo al mar, tienes que pararte de espaldas a él. ¿Rosas rojas, dónde carajo las voy a conseguir?, pensó otra vez mientras continuaba marcando sus huellas por aquellas sucias aceras de las que se despedía, sin conciencia del tiempo que transcurriría hasta un nuevo encuentro. La escuchaba atentamente y cruzaron San Lázaro, la cola de la pizzería se extendía más allá del alcance de su vista en esos instantes, probablemente doblará en Concordia. Giró el rostro a la derecha en busca de la tabernita checa, otra cola de borrachos se extendía mansamente en dirección a la universidad. ¡No pueden mantener nada! Exclamó mentalmente, quizás atrapado por los recuerdos de los primeros años de vida de aquel rincón. Olvidó la fecha de la última vez que entró, era muy joven aún y se sentó en la misma mesa ocupada por una pareja de medios tiempos. -¡Olvídala! Le dijo aquella mujer desconocida con los ojos hundidos en el alcohol. Ella no te conviene, esas relaciones pueden resultar peligrosas y tú eres muy joven aún. Recordó el susto reflejado en su cara ante las palabras de aquella bruja, su pareja se mantenía callada como él en esos instantes. ¡Adivinó aquella vieja de mierda!, pensó, ¿cómo pudo hacerlo? Es probable que el dolor viajara fuera de su alma y hay gente que capta la señal. -¡Eres casi un niño! Dijo la vieja y su aliento etílico saltó el ancho de la mesa para chocar violentamente contra su rostro. -¡El marido te puede matar! Pudo ser un truco viejo utilizado para impresionar, pero la muy cabrona había dado en el clavo y él los invitó a otra perga de cerveza para continuar escuchando.

    Giró la cara nuevamente y se fijó en la tienda que hacía esquina, se encontraba en penumbras y le vino a la memoria otros tiempos, se esforzó por recordar un apellido, ¡Quesada!, casi gritó en sus pensamientos, lámparas, luces, brillo ausente.

    -Cuando ella te haga la limpieza con el huevo trata de darte un baño y frótate por el cuerpo las rosas que tendrás en el camarote, eso es bueno. ¿Será un aporte de ella o una recomendación del babalao?, pensó y escuchaba. ¿Y las flores dentro del camarote?, pueden despertar las sospechas de los tripulantes o los guarda fronteras a la hora del sondeo. ¿Quién ha visto a un marino con flores en su camarote?, mejor no las tengo, pensó nuevamente, el tiempo transcurría entre divagaciones. ¿Y si me trae mala suerte no tenerlas como recomendó el tipo del radio?, nace la duda. Tal vez no pasa nada y los soldados del sondeo no se percatan de la presencia de aquellas flores. Quizás sí y prefieran mantener silencio, pueden ser creyentes también, ya veremos si las tengo o no las tengo. Su voz lo extrajo del mundo que lo rodeaba o lo trajo nuevamente a él, su vista descansaba en la enorme iglesia por la que había pasado tantas veces con miedo a entrar, algunos ciclistas se persignaban a su paso. Hoy todo el mundo quiere creer en Dios, qué ironía del destino, ayer creían en Lenin.

    -Tengo agua de Florida en la casa, debes rociar todo el camarote con ella. Escuchó el canto de algunas aves mezcladas con el agotador trinar de un mar de bicicletas que corrían desesperadas en ambas direcciones de la avenida y buscó por todos lados. Una cerca alta mantenía prisionera a varias jaulas donde diminutos pajaritos desafiaban la hora y cantaban celebrando nuestras desgracias. Algunos árboles les servían de refugio o estaban allí para decir que no todo había muerto. Reconoció el lugar, cuando niño allí radicaba un teatro bufo, como un flash le llegaron dos nombres, Carlos Pous y Sanabria. ¿Agua de Florida, la habrán traído de Miami? No le dio mucha importancia, tampoco le prometería inundar su camarote con el olor de aquella esencia barata que, le recordara los centros espiritistas a los que fue llevado durante su infancia.

    -No te preocupes por las rosas, yo tengo contactos para conseguirlas. Dijo ella mientras tiraba de su mano para evitar que cayera dentro de un charco de aguas negras. ¿Contactos para conseguir unas putas flores? Se limitó a continuar en silencio. ¡El coño de tu madreeee! Fue el grito infinito de un grupo de ciudadanos a un chofer que no se detuvo en la parada de Zanja. En el portal, una larga y disciplinada cola esperaba junto a la puerta de un estudio fotográfico, regresó otra vez montando en la bicicleta del tiempo. La voz quebrada de Eduardo le proponía a su pareja casual que se acostara con él, cambiar de pareja, así de sencillo, ella lo observaba de arriba hasta la suela de los zapatos mientras sonreía y tomaba tiempo para decidir. -¡Pero él no me gusta! Respondió después de su minucioso examen. -¡Eso no importa!, el asunto es vacilar y variar un poco. Le respondió en el mismo tono de voz y las personas que se mantenían en la cola prestaron atención al inusual diálogo. La pareja de Eugenio escuchaba y sonreía con algo de malicia, como si no le desagradara la idea. Fueron pasando uno a uno para tomarse la foto del carné de identidad que se establecería en fecha próxima. Aquellos tiempos no fueron mejores, la moral comenzaba a derrumbarse como fichas de dominó, hoy se ataca a los jóvenes.

    -Te voy a dar también algunas velitas para que enciendas una cada noche después de la partida. ¿Velas, dónde carajo las conseguirá? No puede negarse que esta mujer tiene buenos contactos. Eugenio estuvo a punto de pedirle doblar a la derecha cuando llegaron a la esquina de Jesús Peregrino, deseaba despedirse de su amigo Eduardo. ¿Y si se emborracha y suelta que pienso largarme a la mierda? Él no puede mantener un secreto bajo los efectos del alcohol, y luego, con ese vozarrón que tiene no puede hablar bajito. Mejor no corro el riesgo, pensó y dirigió la vista hasta la entrada del solar, mejor sigo. -¡Eugenioooooooo! La jeva dice que sí, va el cambio. Gritaba Eduardo mientras se acercaba corriendo como un loco por aquellos portales que hoy lo sepultaban en sus memorias.

    -Vamos a cruzar a San Francisco en la esquina de la funeraria, es más fácil atravesar Carlos III por aquí y no por Ayestarán. Él se abstuvo de contestarle y dejó que avanzara unos pasos, gustaba mirarle las piernas, solo eso le encontraba atractiva de espalda. No era culona ni planchada, término medio, pero las piernas las tenía bonitas y su caminar era refinado, como el de una dama distinguida de aquellas novelas de Carrión. Su vestir era diferente, muy elegante y señorial. Anacrónico para esa época de baja y chupas escandalosos y alardosos que, retaban la mirada del más sereno y cauteloso de los hombres. Tampoco poseía unas caderas pronunciadas, muy discretas, las necesarias para demostrar que tenía cintura y no era tubular. Observó el estado ruinoso de aquel Mar Init que se aferraba a la vida, el cine había cerrado sus puertas hacía muchos años, sintió deseos de que el tiempo regresara a su infancia.

    -Voy a ver si tengo escoba amarga en la casa, hace falta darte unos chuchazos para romper ese silencio que te abruma. Yo sé que no es fácil, pero alguien debe dar el primer paso, después me reclamas. Se dirigieron hasta Xifré y a unos pasos de Carlos III él abrió la puerta del apartamento con su llave. -No creas que me resultó fácil adquirir esta casa. Dijo ella y él esperó pacientemente aquella historia repetida como ritual antes de quitarse toda la ropa. ¡Ahí, en ese sofá!, aquí mismo encontré a mi marido desnudo con su marido. Todo tiene un precio en la vida y su culo pagó por el carné y apariencias ante la sociedad. Yo cobré mi parte por la pérdida de un marido, ¿no es justo? ¡Claro que sí! Siempre le respondía asintiendo con la cabeza y comenzaba a desnudarla tratando de encuerar también el trauma sufrido en busca de un cómodo orgasmo.

    El agua estaba muy fría, siempre estuvo así y nunca protestó, después del primer jarro arrojado sobre el cuerpo podía resultar agradable. Él se inclinaba para llenarlo con el agua acumulada en la bañadera y la rociaba despacio sobre ella, no dejaba de protestar por aquella dulce tortura. Después la enjabonaba con Lux comprado en el extranjero, siempre creyeron que era el mejor, al menos era perfumado. Se detenía más del tiempo necesario sobre su escandaloso y negro Monte de Venus, una verdadera montaña de vellos que producían una espuma extravagante. Una tierna línea negruzca se extendía hasta el ombligo y continuaba hasta los senos, sus bien pronunciadas tetas capaces de amamantar a varios hijos al mismo tiempo. Permanecía caprichosamente frotando su clítoris, no dejaba de insistir en ese enfermizo movimiento hasta que lo sentía verdaderamente alborotado. Ella repetía cada uno de sus movimientos convirtiendo cada célula en una ecuación perfecta, clítoris es al pene como el ano al pene y los resultados son equis. Cada jarro de agua iba destruyendo aquel monte nevado y dejaba al descubierto la verdadera personalidad oscura y atrayente de esa parte de su cuerpo. Contrastes excitantes se producían en esa batalla constante entre el blanco de ambos cuerpos y los parches de azabache ocultos por telas. El secado era una ceremonia que solo interrumpió durante su primera visita, debía realizarse frente al enorme espejo de la puerta de su escaparate, lentamente, dándole tiempo a ella para que observara el reflejo de ambos cuerpos en el cristal. Trataba siempre mantenerse de perfil e iba bajando lentamente con la toalla hasta el pene, se lo introducía en la boca y giraba su cara al espejo. Se retiraba y se detenía en el glande, lo manoseaba con la lengua sin dejar de observarse de perfil, sus ojos adquirían la imagen de aquellas viejas pinturas egipcias. Repetía los movimientos donde desaparecía con magia todo el rígido músculo dentro de su boca, él podía sentir ese contacto con sus amígdalas sin rencores o sufrimientos, los pasaba quizás sin aquellos síntomas que provocan esos gestos que anteceden al vómito. Varias veces se tragó todo el esperma de Eugenio con la misma tranquilidad que se bebe un vaso de leche o se consume un helado, siempre mirando hacia el espejo, chupando con insistencia, con el firme propósito de no dejar absolutamente nada dentro de sus depósitos, eso no ocurría siempre. Su plato preferido era traer una butaca que tenía dentro del cuarto, lo colocaba frente al espejo y ordenaba a Eugenio que se sentara. Luego, se paraba de espaldas a él con las piernas abiertas durante varios prolongados segundos y se detenía a mirar el espejo. Sus ojos viajaban del pene a su montaña repetidamente, insistentemente, enfermizamente. Abría un poco más las piernas y se iba agachando despacio sin dejar de mirarse, como tomando fotografías. Por detrás de su nalga derecha agarraba el pene y lo acomodaba, una vez enfilado, ella no se sentaba inmediatamente, realizaba varios movimientos lentos y giratorios muy provocadores sin despegar la vista del espejo. Eugenio retiraba las manos de sus nalgas y las dirigía a los pezones, ella lo sustituía con las suyas. Frente al espejo, la imagen de una enorme araña que devoraba sin remordimientos un trozo de carne humana. Un rato después de aquella escena repetida con demasiada frecuencia, ambos se lanzaban sobre el escenario testigo de sus locuras y tal vez de las de su marido con el otro marido. La cama tenía dos colchones en los que podías hundirte como cualquier nave que cae en el seno de dos olas, debías acercarte bastante a proa o popa y evitar encontrarte a mitad del camino por lo profunda de su curva y las incomodidades que puede presentar a la hora de una batalla como las que exigía Clarita por sus traumas. La eyaculación precoz es criminalmente penada en Cuba, un verdadero macho debe responder a todas las exigencias que antes eran mudas, pero convertidas en peligrosas en una sociedad cuya promiscuidad no se detuvo entre abuelos y nietos. -¡Qué!, ¿te gusta la vieja, se menea bien en la cama? Le preguntó una vez un muchachón y no supo cómo rayos contestarle, nunca había escuchado a un muchacho expresar algo así relacionado con su madre.

    Con Clarita era imprescindible lucir la franela y cada aterrizaje en su cama, no podía ser inferior a una hora de placer o sufrimientos. Uno de esos días donde se vencieron todos los ritos exigidos, la puerta de su cuarto quedó abierta, quedaba justo al lado de una ventana colindante con el patio de un Círculo Infantil vecino. Esa ventana era el lugar por donde se comunicaban y pasaban parte de las mercancías robadas a los niños para ser vendidas en la bolsa negra. Eugenio se encontraba encima y pudo ver el rostro de una de aquellas amigas, no hizo nada por esquivar los ojos morbosos de aquella mujer. Insistió más bien en movimientos y posiciones que dejaran mayor ángulo de visibilidad a la extraña visitante que él conocía perfectamente, ella se mantuvo inmóvil hasta el final de sus actos.

    -¿Te vas a mantener toda la noche sin hablar? Le dijo mientras permanecía sentada encima de su cuerpo y con las piernas abiertas. Eugenio la observaba, sentía bajar por sus costados el fruto de aquello que siempre se demanda en esos instantes de lujuria podrida. Corría lentamente, como la lava de un volcán, espesa, tibia, incolora, olorosa. Mojaba toda su pelvis y formaba una masa pastosa con sus vellos, sentía viajar aquella maldita y ansiada leche hasta el mismo culo.

    -Mañana voy a quitarme el anillo para ver si me preñas antes de que partas, así habrán sólidas razones para la reclamación, ¿no crees? También voy a visitar al dentista, dicen que allá es muy caro. Los muelles de ambos colchones crujieron cuando ella cambió de posición y apoyó sobre ellos las plantas de sus pies. Eugenio la observaba mientras recordaba aquellos dolorosos castigos impuestos en su vida de recluta, ella elevó su cuerpo hasta la altura del glande e inclinó su cabeza para observar. Su larga y densa cabellera le interrumpía una visión que lo excitaba tanto como aquellas revistas pornográficas con las que contrajo matrimonio durante su vida de marino.

    -El precio de los Popis anda por los trescientos cincuenta pesos, se ha disparado, lástima que no regreses, podíamos hacer el pan. Eugenio nunca pudo comprender cómo rayos se podía templar y hablar de negocios al mismo tiempo. Tal vez lo hacía de cabrona para demorar el coito y su orgasmo, pensó. Ella se dejó caer suavemente y sintió todo el calor de sus entrañas concentrada en aquella vagina que comenzaba a quemarlo y le producía cierta ardentía.

    -Vamos a tener que bañarnos nuevamente, después te prepararé unas langosticas que compré en el mercado negro. En el frío tengo varias cervezas de latica que me consiguieron en la Diplo, son las cómicas que tanto te gustan, pero solo las tomarás después del baño. Subió y bajó con rapidez violenta tres o cuatro veces ante la continua protesta de los muelles, se agotó e insinuó adoptar la posición del sesenta y nueve, Eugenio desechó la idea de realizarlo encontrándose debajo.

    -Mañana te llevo las rosas, el agua de Florida y las velitas al barco. ¿No podrá callarse un solo instante? Pensó nuevamente mientras la llevaba de la mano hasta la butaca situada frente al espejo del escaparate, ella no protestó.

    -¡Dámela, cojones! Dijo envuelta en epilépticas convulsiones y sepultando de una vez todo el lirismo de Avellaneda.

    -¡Dame una parte del dinero que tenemos guardado! Le dijo Eugenio después que terminaron de comer. Ella sacó una gaveta de la cómoda que se encontraba frente al pedestal de la cama, extrajo todo el contenido y la viró al revés. Pegada a su fondo con cintas adhesivas había un fajo de billetes que resultaron pesetas españolas, dólares y libras de esterlinas, dividió y le ofreció la mitad de aquel tesoro.

    Esa mañana fue algo complicada en el puerto pesquero, Clarita entró con la libertad que le permitía su carné de miembro de la flota. Él la siguió durante su trayecto por el muelle sin apartarse de la portilla, cuando calculó que se encontraba junto a la escala real bajó para recibirla.

    -Las flores van aquí. Dijo mientras las colocaba en el librero. -El huevo lo puedes conseguir con el cocinero. ¡Esta es el agua de Florida! Sacó un frasquito de la cartera y lo guardó en una de las gavetas del buró. El viaje es de unos nueve días máximo, ¡aquí tienes las nueve velitas! Las metió en la gaveta de la taquilla destinada a la ropa y como ésta se encontraba junto a la puerta de entrada al camarote, le pasó el seguro y comenzó a desnudarse. Eugenio corrió las cortinas que daban a la cubierta de botes y la del frontón. Todo tiene un precio en la vida, pensó y se desnudó. La pierna izquierda de Clarita descansaba sobre los cierres de la portilla que daba a la cubierta de botes.

    Una larga pitada recorrió cada hueso de su cuerpo, siempre era así, entrando o saliendo. Eran pitadas cargadas de tristezas o alegrías, partías con los huevos flacos, regresabas con ellos inflamados de aventuras y penas, aquella pitada estremecía. El Morro a babor, una vagina caliente y ansiosa, el grito de niños corriendo por el malecón, malas y buenas noticias, lujuria, fiestas alcohol, putas. El Morro por estribor, la incertidumbre, duda, traición, hambre, silencio, sepultura que se sella con el último destello del faro, tristeza, ausencia de niños gritando. ¡Todo a estribor, rumbo 000! ¡Contramaestre, ponga el buque a son de mar! Silencio.

    CAPÍTULO 2

    Escapando del paraíso

    -A tención a toda la tripulación, deben reunirse en el salón de tripulantes para comenzar el sondeo.

    Estas órdenes, recibidas por el sistema de comunicación interior del buque, anunciaban el inicio de un proceso de tortura psicológica seguido durante las partidas y llegadas de los buques de travesía cuando se dirigían o arribaban del extranjero. Situación que de pasarse una sola vez en el supuesto caso de que fueras pasajero, no te llamaría la atención y lo verías como algo normal, pero repetida durante decenas y decenas de ocasiones en más de 24 años navegados, constituyen un verdadero tormento, más aún, cuando sabías que esta inusual práctica solo era llevada a cabo en el recién fenecido campo socialista, pero con menos rigor que en Cuba y Corea.

    El barco, la motonave Viñales, era refrigerado y de pequeño porte. Automatizado y propiedad de la naviera española Castellana S.A., arrendado a Cuba con opción de compra. Había terminado sus operaciones de carga a las 10:25 am y se encontraba listo para partir con su preciada mercancía de langostas, camarones y pescado. Su próximo destino sería Canadá, España, Francia e Italia, luego permanecería fletado durante un año en Marruecos.

    El personal que efectuara el sondeo, está integrado por guardias del Ministerio del Interior y por lo general proceden de las provincias orientales del país, embarcan acompañados de sus perros pastores alemanes. Esta comparsa llegó al buque aproximadamente a las 20:30 pm, aquí no importa de qué valor es el flete ni el precio de la mercancía. En este país por encima de todos los intereses económicos están las normas, las reglas, disposiciones, reglamentos, orientaciones, decretos, y toda cuanta estupidez se les ocurra a los compañeros militares que gobiernan y tristemente lo han arruinado.

    Somos llamados uno a uno, el oficial de Inmigración observa el pasaporte, luego, con extremada pastosidad mira tu rostro, voltea las hojas detenidamente tratando de encontrar algún error

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1