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Sentado En Una Bita
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Libro electrónico411 páginas6 horas

Sentado En Una Bita

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Lejos del mar, Esteban se sienta con frecuencia en una bita, no para escuchar aquellos cuentos, ve desfilar a todos sus amigos en silencio, olvidados y tristes. Les tiende la mano para rescatarlos y los devuelve a la vida con su teclado. Sonríen y le regalan una larga pitada, arrían e izan sus pabellones como saludo, ellos continúan navegando.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento16 ago 2020
ISBN9781506533643
Sentado En Una Bita
Autor

Esteban Casañas Lostal

Esteban Casañas Lostal, ciudadano canadiense de origen cubano, nació el 6 de septiembre de 1949 y desde 1991 reside en la ciudad de Montreal. Marino de profesión, dedica los últimos años de su vida a la narración de historias comunes a muchos hombres de mar. Amor, sexo, contrabando y aventuras llenas de pasión, son la principal divisa utilizada en cada libro publicado.

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    Sentado En Una Bita - Esteban Casañas Lostal

    1

    PUERTO DE SZCZECIN,

    LA CONSPIRACIÓN

    Image36536.PNG

    Motonave Bahía de Cienfuegos, escenario de esta historia.

    -¿QUIÉN ES ESE que está cantando? Me preguntó una mañana el representante de los camiones Tatra por embarcar. Repetía su visita con relativa frecuencia, estaba obligado a esperar que finalizaran las operaciones de carga en las bodegas, sus equipos viajarían sobre las tapas y en la cubierta principal. Siempre le observé cierto grado de desesperación ante la lentitud de las operaciones en aquel puerto.

    -Es José José, un excelente cantante mexicano. Le contesté mientras lo invitaba a sentar y le ofrecía una taza de café. Solo aceptó beberlo la primera vez y lo comprendí, no sé cuál es el sabor del cianuro, debe ser parecido al del chícharo tostado y ofrecido como una infusión.

    -Tiene una voz maravillosa, no entiendo su idioma, pero me gustaría tener una copia de ese casete.

    -Yo te lo grabaría con gusto, solo que debes traerme un casete virgen porque no tengo ninguno disponible.

    -En un rato salgo a la calle para comprar uno y te lo traigo. Estuvo unos minutos más conversando sobre temas sin importancia y se despidió de mí. Lo acompañé hasta el portalón y realicé otro de mis habituales recorridos por las bodegas.

    Estábamos a punto de cumplir los nueve meses de un viaje agotador y conflictivo alrededor del mundo. El ambiente había sido envenenado desde poco antes de nuestra salida de La Habana, lo que fuera una tripulación tranquila y alegre el viaje anterior, se transformó en un infierno dominado por los chismes, envidias y traiciones. Solo fue necesaria la presencia de un nuevo individuo en la lista de enrolos, el Comisario Político. No voy a insistir en su personalidad, ya le he dedicado varios trabajos.

    Junto a nosotros se encontraba otro barco cubano atracado en el puerto de Szczecin, era un modelo SD-14. No me interesó visitarlos, conocía a varios de sus tripulantes que abordaron el nuestro en diferentes oportunidades. Su Capitán era Juan Carlos Martínez Llamos y como Comisario Político cargaba a Eurípides. Los conocía perfectamente, coincidí con Juan Carlos en el buque Camilo Cienfuegos cuando yo era Segundo Oficial. Luego volvimos a cruzarnos en el buque Moncada siendo yo Primer Oficial y en esa oportunidad fabriqué una crisis familiar estando en Santiago de Cuba para no salir a viaje con él, ya he escrito sobre esa situación. Eurípides navegó conmigo como cocinero a bordo del buque Jiguaní cuando yo era Tercer Oficial por el año 73. Gracias a las bondades del comunismo, ahora devengaba el mismo salario que yo con la única responsabilidad de poner una película semanal, atender la biblioteca del barco y evaluar a la gente, incluyendo a sus militantes.

    Uno de esos días de hastío y casi desesperación por ver el final de aquella patética aventura, me visitó uno de aquellos conocidos enrolados en el otro barco y me sorprendió con una información de alto calibre, preocupante.

    -Mi hermano, se está cocinando una conspiración contra ti en mi barco. Me dijo en unos instantes donde mi esposa se encerró a leer en el dormitorio.

    -¿De qué me hablas? Yo no tengo nada que ver con tu barco.

    -Entre el Político de aquí y el secretario del Partido, han estado manejando con el Capitán y sus homólogos de allá la posibilidad de cambiarte para mi barco y regresarte a Cuba en él. Cuando lo escuchaba la sangre comenzó a hervirme y estuve a punto de estallar como una olla de presión. Contuve mis impulsos y me vi obligado contar hasta cien varias veces antes de subir al camarote del miserable que comandaba nuestro buque. Debía mantener el anonimato de la fuente para protegerlo y eso es casi imposible de lograrlo en un ataque de ira. Una hora más tarde y cuando aquel tripulante abandonó nuestra nave, toqué en la puerta del Capitán. Ya en el interior de su oficina, tiré la puerta con violencia y le puse el seguro, el notó mi enojo y se puso muy nervioso, las manos le temblaban.

    -¿Te acuerdas de mis palabras cuando observé que te estaban quitando el mando del buque? Se tomó infinitos segundos en responder, como si no comprendiera o deseara haber olvidado.

    -No sé a qué te refieres. La voz le temblaba como las manos y trataba de esquivar mi mirada.

    -Te voy a refrescar la mente, pedazo de pendejo. Cuando ese hijoputa del Político se te montó encima, te dije claramente que podías contar con mi apoyo y que yo solo reconocía a una persona a la que debía total subordinación y ese, eras tú. ¿Te lo dije o no te lo dije, maricón? Te advertí que el viaje sería un desastre sin un mando que impusiera orden como establece el Reglamento y no me escuchaste.

    -¡Mira, Primero! Tú no comprendes mucho al Partido.

    -¿Así que yo no comprendo al Partido? Puedes que tengas razón, nunca comprenderé a una organización que agrupa a tantos maricones, traidores, oportunistas, hipócritas, contrabandistas y chivatos, porque eso es sencillamente ese Partido de mierda donde militas.

    -¡Pero, mira! El Partido…

    -¡El Partido, pinga! Pedazo de maricón, ¿así que estaban planificando enviarme para el otro barco? Que poco me conoces, puta de mierda. Se hubieran enterado hasta las Naciones Unidas, tú no me conoces bien.

    -¡Déjame explicarte!…

    -Conmigo no hay explicación que valga, han transcurrido nueve meses aguantando hijaputadas y hasta aquí llegué. ¿Sabes una cosa? Si tu Partido y tú intentan algo contra mí, te prometo que vas a cagar pelos por pendejo. Si eso ocurriera, vas a salir por el techo junto al maricón con quien dormiste en tu camarote en Santander. Te prometo que va a ser así y nunca serás Capitán de ningún barco, para mandar hay que tener cojones y tú estás castrado. Tiré la puerta con la misma violencia que hice a la entrada y lo dejé todo cagado. Preferí salir a la cubierta de botes para refrescar un poco la carga de ira que llevaba dentro, después de fumarme un cigarro hice un recorrido por las bodegas.

    -Aquí tienes el casete que me pediste. Me dijo el checo cuando me entregaba uno de marca ORWO fabricado en la Alemania del Este y único comercializado entonces en el campo socialista. De exagerada pésima calidad como sus rollos fotográficos, sabía que por los cabezales de mi grabadora pasaría algo similar a papel de lija.

    -¿Quieres que te lo grabe ahora o vas a recogerlo en otro momento?

    -Ahora ando apurado, regresaré en estos días. Por cierto, ¿te interesaría pasar el fin de semana con tu esposa en Praga?

    -Me encantaría, pero no tengo un centavo para cubrir ese viaje, solo nos pagan dos dólares diarios y ya los he gastado.

    -Es una invitación mía, no necesitas dinero.

    -¿Cómo sería posible hacerlo?

    -Solo necesitas que el consulado cubano te extienda una carta de autorización y yo me encargaré del resto de los trámites. El viaje es corto y lo haremos en mi auto.

    -Dudo lograrlo, de todas formas, haré lo posible, me interesa conocer tu país. Gracias por el ofrecimiento, es muy gentil de tu parte.

    -Ya me dirás, regreso pasado mañana. Después del estrechón de manos lo vi descender por la escala real y fui hasta el camarote para poner al corriente a mi esposa.

    Yo sabía con anticipación que la respuesta del desdichado cónsul seria negativa, aquel cargo era ocupado por un negro que visitaba el barco con una periodicidad casi diaria. Siempre bajaba con algún paquete que suponía fueran alimentos sustraídos de la gambuza por el Político. Desde hacía varios años era una práctica muy común recibir a estos funcionarios, quienes sin ningún tipo de vergüenza nos pedían víveres. Alegaban que los envíos realizados por el MINREX a sus embajadas y consulados llegaban tardíos y con pobres ofertas. Muchos de ellos se movían en autos deplorables de peores condiciones que los transporteichon usados en Hialeah por los recién llegados a La Florida. Acá en Montreal era muy común los encuentros con ellos en las tiendas que vendían artículos de segunda mano. Absolutamente todos, eran cuando menos colaboradores de la inteligencia cubana. Solo que, por sus bajas categorías, sus familiares y ellos mismos sufrían los desmanes y austeridad de la mayor parte de la población. No porque fuera negro como el Político me caía mal aquel individuo, es que fueron una yunta perfecta desde que el barco arribó a ese puerto y me miraba con desprecio, es de suponer que fuera pagado con la misma moneda. Yo no me rebajaría a pedirle ningún papel a ese individuo por mucho que me gustara conocer Praga.

    -Atiendan acá por si no se han enterado, cuando el Capitán se encuentre ausente del barco y como establece el Reglamento de la Marina Mercante de Cuba, el Primer Oficial asume su cargo por sustitución reglamentaria, no existe otra persona autorizada para ello. Con esto quiero decirles que si se espera por el Capitán para sentarse en el comedor como establece el propio Reglamento, mañana tienen que esperar por mí, yo soy el Capitán del buque mientras dure su ausencia. Hubo un rotundo silencio y el Político se metió la lengua en el culo, luego me enteré de que había sido él quien diera la orden de sentarse.

    Increíblemente se habían llevado al Capitán para un hospital, al parecer, había sufrido una taquicardia o preinfarto luego de mi visita a su camarote. Sin embargo, no se me comunicó nada sobre su repentina partida y hospitalización, o sea, aquel Comisario Político se sintió con derechos para asumir un cargo que no le correspondía. Todo esto sucedía con la complicidad de la militancia del partido a bordo, entre los que se encontraban individuos que, supuestamente, mantenían buenas relaciones conmigo. Los cálculos les salieron muy mal a esta manga de pendejos e hipócritas, nunca imaginaron que se enfrentarían a una persona con suficientes cojones y conocimientos. Para empeorarles la situación, yo viajaba siempre con ese Reglamento que me salvó de muchas situaciones complicadas. Es de suponer que todos aquellos cobardes me esperaron parados en las comidas siguientes hasta que regresó el Capitán, yo sabía de la pata que cojeaban todos.

    El cónsul continuó visitando al barco y se llevó a varios de sus perros al hospital para visitar al Capitán en diferentes oportunidades. En ningún momento despachó conmigo para informarme sobre su estado de salud o para preguntarme si necesitaba algún tipo de asesoramiento en las complicadísimas operaciones de carga en ese puerto tan conflictivo. ¡Por supuesto! Yo no tenía interés alguno en compartir una sola palabra con él. Yo desearía haberle visto la cara cuando se enteró posteriormente que su amigo, el Comisario Político, había sido expulsado de la marina mercante por los alegatos escritos en mi defensa.

    -Lamentablemente no puedo ir a Praga, el cónsul no quiso extenderme su autorización. Le dije al checo aquella mañana que regresó por su casete.

    -¡Cuánto lo lamento! Hubieras conocido una ciudad encantadora, no lo digo porque yo viva allí, es que tiene mucha fama y una arquitectura especial.

    -Yo lo sé, siento una gran pasión por visitar países y lugares históricos, pero ya sabes cómo funcionan estos regímenes comunistas. Además, no creo que el pasaporte que nos dan sirva para cruzar frontera alguna. Nosotros no somos ciudadanos, somos simplemente marinos y ese documento sirve exclusivamente para movernos hacia o desde el barco.

    -Yo te comprendo perfectamente, no hace falta que profundices en tu explicación. A la semana siguiente comenzamos a embarcar los camiones Tatra y lo pude ver con más frecuencia. Fue testigo de mi disputa con un surveyor cuando le reclamaba por puntos adicionales de trincaje para asegurar aquellos enormes camiones e intentó tratarme como a un indio.

    Uno de aquellos días próximos a la terminación de la carga, observé una mañana como los tripulantes esquivaban mirarme a los ojos. La experiencia adquirida en la universidad de la vida me decía que algo importante había sucedido en mi contra durante la reunión que sostuvieron la noche anterior. Lo más triste de aquella situación es que varios imaginarios amigos, quienes nunca superaron la fase de ser unos simples socios, no me alertaron en nada. Es que la palabra amigo se había mudado a otras dimensiones y resultaba dificilísimo encontrarlos en la vida diaria de la isla. El instinto de conservación me sentó frente a la máquina de escribir y comencé a redactar un informe de viaje como alegato a utilizar en una acusación por venir. Fueron muchos días y horas redactando aquel informe donde no quería dejar escapar ninguna de las fechorías cometidas durante ese viaje y alimentadas por el Comisario Político. Razones sobraban para que fuera adorado por todos aquellos traidores carentes de valor y criterios propios.

    El caos y la anarquía se impuso ese viaje y todavía no puedo comprender, cómo rayos muchas de esas acciones no condujeron a la destrucción o naufragio del buque. Los Primeros Oficiales que navegaron en los buques modelos San Mamés, saben perfectamente que para navegar en lastre (vacíos), se requiere lastrar con agua de mar la bodega Nr.4 Esa bodega tenía una capacidad superior o aproximada a las 3 600 Tm. de agua de mar, pero no se podía llenar hasta tanto se encontraran llenos todos los tanques del doble fondo. Luego de llenados esos tanques, se lograba formar una barra solida que permitía soportar todo el peso del agua de aquella bodega. Llenar esa bodega sin cumplir ese requisito, sometería al buque a esfuerzos de flexiones extremos con la posibilidad de partirlo sin necesidad de estar navegando. Es lógico pensar que durante las navegaciones y gracias a fuerzas externas que actúan contra la nave en movimiento, esos esfuerzos se multiplican. El Capitán nunca se sentó a leer nada sobre lo mencionado y un día, navegando por el Estrecho de Malaca rumbo a Singapur, autorizó al Jefe de Máquinas, un blanquito de Regla o Guanabacoa llamado Manolito, para que deslastrara varios tanques importantes. Menciono a este personaje para que no olvide haber formado parte de la ganga del Político. La cojonera que le formé al Capitán luego de recibir la sonda de los tanques no pueden imaginarla, el estúpido me contestó que aceptó la solicitud del Jefe de Máquinas, quien alegaba tener a la maquina trabajando con sobrecarga. O sea, Manolito no preguntó, no se documentó sobre el barco y tampoco pudo rebajar las revoluciones de la maquina principal. Nosotros navegábamos con Dios a bordo y era cubano, yo navegaba con total desconfianza de quienes me rodeaban. Este Manolito deslastró los tanques Nr.2, los de mayor capacidad en el buque. Lo hizo durante la navegación de regreso y eso provocó una variación de calados de popa de aproximadamente un metro más profundo. El pañolero me estuvo dando sondas falsas durante la navegación y si me salvé de no varar al buque en el puerto de Nuevitas, fue porque me tiré por una escala de gatos con el buque andando a la entrada del puerto. Es oportuno señalar que la única persona autorizada a realizar movimientos de líquidos en un buque es el Primer Oficial.

    En aquel informe de unas veinticinco páginas escritas con el mínimo de espacio entre líneas, resumí como dije, todas las fechorías y violaciones ocurridas durante el viaje. Robo a la carga, contrabandos, ausencia de mando por el Capitán, prostitutas embarcadas en el puerto de Abidjan-Costa de Marfil, sin respetar que a bordo viajaban seis esposas de marinos y por último entre tantos hechos denunciados, la Luna de Miel del Capitán con un homosexual español en el puerto de Santander.

    Salvo lo concerniente a la seguridad del buque y la carga, los demás delitos eran de menor interés para mí, incluyendo la noche de placer del Capitán con un homosexual. Pero no me dejaron alternativa posible, se trataba de algo muy sagrado en una lucha de todos contra mí. Yo no iba a permitir que una pandilla de hijos de putas destruyese toda una vida dedicada a la profesión que he amado como a nadie.

    Nadie tenía conocimiento sobre la existencia de aquel informe que envié el mismo día de nuestra recalada para La Habana con copias a todos los departamentos de la flota, ya he escrito sobre esto. Llegó el día del juicio final, el buque fue visitado por una comisión investigadora enviada por el director de la flota. Esto se encuentra relatado en el tema titulado Mandado a Matar.

    Yo gané la pelea que nunca debió suceder, me abrigaba la razón porque había cumplido fielmente mi deber como Primer Oficial. Fue una batalla realizada sin contar con el apoyo de nadie, yo solo contra el mundo y gané. El Comisario Político fue expulsado de la flota, el Capitán sancionado a Segundo Oficial por tiempo indefinido, el núcleo completo del partido fue sancionado también. Escaparon los militantes de la Unión de Jóvenes Comunistas, porque en La Habana alertaron al secretario general a que se pronunciara, yo lo había hecho durante el viaje sin mencionarle mi informe y no quiso escucharme. Tuve deseos de que lo sancionaran también por pendejo, él me conocía desde hacía muchos años. Increíblemente y como conté en el trabajo mencionado, sometieron a toda la tripulación a interrogatorios y obtuve opiniones favorables de quienes menos esperaba.

    ¿Creen verdaderamente que gané la pelea?, solo fue en apariencias. El mismo partido que aceptó estar la razón de mi parte, fue el mismo partido que meses posteriores me mandara a matar. No olviden su slogan; El partido es inmortal, dicen ellos, yo digo que inmoral.

    Irónicamente, me acabo de enterar que quien dirigía ese partido que se dedicó a mi caza, se encuentra desde hace varios años en La Florida manteniendo un perfil muy bajo, tratando de pasar inadvertido, muerto en sus penas y vergonzosos recuerdos. Quizás viviendo de los impuestos pagados por los norteamericanos y muchos de los que ellos mataron.

    2

    MALDICION GITANA

    Image36552.PNG

    Motonave Habana, escenario de varias historias aquí contadas.

    -¿DÓNDE APRENDISTE A hablar francés? Se sintió algo emboscado con mi inesperada pregunta y se tomó un tiempo relativamente largo en responder. No quise presionarlo mientras continuaba observándolo con el rabillo del ojo y el rostro dirigido hacia el muelle. Creo que lo puse en dificultades, pensé, tal vez había deseado mantener aquel secreto ante la tripulación. Lo descubrí accidentalmente mientras cargábamos en Le Havre y yo me dirigía hasta el pañol de proa en busca de un estrobo para lingar madera. Mantenía una conversación fluida con un estibador y la interrumpió bruscamente cuando se percató de mi presencia, su acento era diferente a la lengua que se hablaba en la calle, algo rudo y sin revolcar las erres para que lleguen cansadas o tiernas a tu oído.

    La gente se encontraba desayunando y disponía de pocos minutos para obtener aquella respuesta, después subirían hasta la popa a gastar el tiempo restante entre chistes y cuentos mientras esperaban las ocho de la mañana para comenzar la faena. Yo sabía que lo había presionado demasiado, la curiosidad me exigía mucha prudencia y paciencia, debía concederle todo el tiempo del mundo.

    Vila permanecía sentado junto a mí sobre una de las bitas que servían para hacer firme el spring, eran los mejores asientos disponibles en la popa del barco. Era un negro de una pureza casi extinguida en Cuba y sus facciones mantenían con lujo de detalles los orígenes de sus tatarabuelos. Era de aquellos seres que una vez llegaron de África con sus pronunciadas bembas, nariz achatada por aquella trompada recibida al nacer, tan ancha y aplastada como la de un buey. El pelo ensortijado como diminutos caracolitos que forman una impenetrable coraza sobre sus cabezas, marañas inaccesibles a los piojos y ladillas en cualquier parte de su cuerpo. Sus pestañas eran pequeños rollitos oscuros y brillantes, similares a los muellecitos de los bolígrafos y estaban muy bien acomodados alrededor de sus ojos. Tendría casi seis pies de estatura y una fortaleza envidiada por todos los tripulantes del barco, hablaba poco y obedecía con mucha disciplina cada una de las órdenes del contramaestre, quien medía sus impulsos y desplantes a la hora de tratar con el negro.

    -Lo aprendí en un barco ruso. Se detuvo esperando la siguiente pregunta o tomando más tiempo para decidirse a contar la historia. Giré el rostro y lo miré inquisitivamente, él sabía que aquella respuesta resultaría insuficiente, pero no continuó, quería saber hasta dónde yo estaba picado por la curiosidad.

    -¿En un barco ruso? Resultaba lacónico en sus conversaciones diarias y acostumbraba a responder gastando pocas letras, no participaba de aquellas acostumbradas tertulias, esquivaba contar algo de su vida o quizás no tenía nada que contar.

    -Sí, estuve varios meses navegando en un barco ruso recibiendo clases de francés.

    -Pero eso no tiene sentido, lo correcto sería escuchar que estabas en ese barco estudiando ruso, ¿francés?

    -Te resulta ilógico, ¿verdad?

    -Para serte franco, algo difícil de creer.

    -Así mismo es, ni yo mismo acabo de comprenderlo.

    -¿Y qué justificación existió para embarcarte en un buque ruso y aprender esa lengua?

    -Mi aspecto físico, ¿no parezco un africano?, ahí encontrarás toda respuesta a tus dudas. Aquellas palabras las expresó con desgano, casi se escuchó como un lamento del hombre que había perdido algo en su vida que nunca encontraría. Después continuó hablando y pude comprenderlo. Vila había extraviado una parte de su juventud en las selvas africanas como guerrillero.

    -¿Entre gorilas y leones? Mi pregunta le pudo arrancar una sonrisa y mostró su blanca y perfecta dentadura, fui algo infantil, tal vez pudo cautivarme aquella aventura narrada con ese dolor oscuro y oculto que ningún escritor puede describir con exactitud.

    -En el Congo, vagando en la selva, desafiando sus peligros y enfermedades, atacando pueblos y aldeas, dejando una estela de muerte y desolación a nuestro paso.

    -¿Y todos eran negros como tú?

    -Los que pertenecíamos a la tropa, la gente de retaguardia que vivía en las ciudades era de corte francés, blanquitos todos y en apariencias gente de plata que mantenía ciertas posiciones dentro de la sociedad.

    -¡Ñó, tremendo número! ¿Ya regresaron todos?

    -No todos, siempre queda gente regada cuando ocurre una guerra. Gente que cae en combate, desertores, traidores y otros… Hizo una larga pausa y me miró fijo a los ojos, como queriendo asegurarse de que ese secreto se mantendría guardado por el resto del viaje. -Un día tuvimos que cumplir la misión de ajusticiar a uno de los nuestros.

    -¿A un cubano?

    -Sí, había tomado el camino equivocado y nos abandonó, la orden fue esa.

    -¿Qué andan secreteando? No nos dimos cuenta de que El Sapo Menéndez se había aproximado a nosotros y Vila detuvo inmediatamente su narración o confesión, quedé con deseos de preguntarle cómo habían ejecutado a ese compañero de ellos, me pasó como en aquellas películas rusas donde el fin debes imaginarlo.

    -¡Nada! Hablando un poco de las gallegas, ¿has visto las piernas que tienen?, son perniles.

    -Me cambiaron la bola, pero no importa. Vila se levantó con disimulo y se dirigió hasta el timón de respeto del barco. Extrajo la bandera que se encontraba cuidadosamente doblada y acomodada en su rueda. Zafó la driza del mástil de popa y la izó dulcemente, solemnemente, la siguió con la vista hasta que el mosquetón de la driza chocó con el motón del tope. Lentamente fue dándole vueltas de ocho a la driza en la pequeña cornamusa soldada en la base de la asta, después fingió revisar los guardarratas de los cabos dados al muelle y partió por la banda contraria al atraque, como queriendo disfrutar la imagen matutina que ofrecía la hermosa bahía de La Coruña, como si le importara algo. El Sapo sacó un cigarrillo y me ofreció otro, se sentó en el puesto abandonado por Vila.

    -¡Compadre! Ese Nocedo tiene la mano pesada, no hay quién coño le batee la bola. Le dije para cambiar el giro del tema que quedó inconcluso y evitar cualquier tipo de preguntas inoportunas.

    -La verdad es que a su padre se podía tolerar, pero este gordo de mierda es lo más ruin e incompetente que ha parido la tierra. El Sapo mordió el anzuelo y no preguntó nada sobre la conversación mantenida con el negro. Se llevó el cigarrillo a la boca y aspiró profundamente, como queriendo reventarse los pulmones.

    -Lo de este tipo no tiene nombre, es un reverendo hijoputa, ¿Viste el numerito de los otros días con los garbanzos?

    -¡Insoportable! En el tiempo de los piratas hacía rato que lo hubieran lanzado al mar. El viejo Nocedo era un individuo de carácter afable, muy complaciente con los gustos y exigencias de la tripulación, tenía muy buena sazón. No era una estrella que pudiera brillar en el firmamento de aquellos magníficos mayordomos de su época, pero su comida se podía comer sin dificultad. Su hijo era todo lo contrario, ni parecía hijo suyo, ni en el físico, ni en su carácter, y menos aún en sus conocimientos culinarios. Era un gordo que apestaba a rancio cuando sudaba y el color de la piel no se aproximaba a la de su padre, pero esa diferencia no era alarmante en una isla tan mestiza como la nuestra. Como cocinero solo se podía comparar con los conocidos e improvisados del ejército, campamentos de cañeros o las prisiones cubanas. Como ser humano era una calamidad que nos condenó innecesariamente a uno de los peores viajes a bordo del buque Habana. Aquellos garbanzos escribieron su historia en nuestro diario de bitácora, los preparó como un potaje que toda la tripulación rechazó. No conforme, preparó sopa de garbanzo por la tarde y garbanzos fritos. Ambas fuentes regresaron intactas hacia la cocina. A la mañana siguiente Nocedo no se dio por vencido, el desayuno que ofreció estaba compuesto entre otras cosas por frituras de garbanzos.

    -¡Abre la portilla, cojones! Gritó muy alterado El Sapo Bernardo.

    -¡Sapo! Le dijo a Lobaina, ellos le llamaban Sapo a todo el mundo y la gente les respondía sin incomodarse por ello. ¡Lanza todas estas fuentes de pinga al mar! Este hijoputa no va a obligarnos a jamarnos estos garbanzos de mierda. Una a una pasó las fuentes de la mesa de cubierta y la de máquinas, Lobaina las fue arrojando al mar ante la mirada casi perdida del camarero Chirino.

    -¡Joer, morenos! ¿Quieren que les lea la buena nueva? Aquella voz femenina nos sacó de la abstracción que provoca un cigarrillo Populares a las siete y media de la mañana, mezclado con todas las ideas de disfrutar un poco del puto mundo en medio de aquellas listicas que todos guardábamos con las necesidades por satisfacer en nuestros hogares. Casi hasta nosotros habían llegado dos mujeres, una de ellas bastante mayorcita y la otra rondaba los dieciséis años. La vieja cargaba una niña sobre su cadera y dejaba al descubierto la existencia de dos grandes tetas que daban la imagen de enormes ubres cargadas de leche. Sus cabezas se encontraban cubiertas por pañuelos de colores llamativos y su vestimenta resultaba algo extravagante. Sus sayas eran largas y casi la arrastraban por el piso, el color del dobladillo manifestaba que habían limpiado toda la ciudad a su paso. -¿Me entienden, acho e’locos? Casi gritó la vieja sin necesidad, la separación entre nosotros era de solo unos tres metros pues la popa del barco quedaba casi paralela a la altura del muelle.

    -¿Morenos, nosotros? Le respondí por decirle algo.

    -¿Quién más está sentao junto a ustedes? ¿Quieren que les lea la mano? Soy buena adivinadora. Parece que la muchacha no estaba autorizada a participar en el negocio o era aprendiz de gitana, mi vista de joven hambriento fue recorriendo su menuda figura mientras le quitaba todos los trapos del cuerpo. Por el borde del pañuelo podía observarse un anillo de pelos bien negros y brillantes, algo rizados.

    -¿Y tú cobras por eso? Le preguntó El Sapo.

    -Cualquier cosa, unas pelas para alimentar a la cría. Respondió siempre la más vieja.

    -Pero no tenemos plata, ya el barco está de salida y lo gastamos todo en tierra.

    -Cigarrillos, jabones, lo que tengan a mano. Todo es bien recibido.

    -Sapo, voy a buscar una caja de Populares y se la voy a dar a esa gitana para que me lea la suerte.

    -¿Tú crees en eso?

    -No tanto, pero no me hará mal tampoco. Además, voy a vacilar un poco a la chamaquita, como que se ha puesto pa’mi calavera.

    -Estás loco, esas gitanas son una trampa.

    -Entonces, moreno, ¿les leo la suerte o no?

    -¡Pérate ahí! Voy por una cajetilla de cigarrillos, no tengo más. Me levanté y bajé corriendo hasta el camarote, segundos después estaba junto a ellas. Le entregué los cigarros y ella me pidió le extendiera la palma de una mano, le ofrecí la derecha.

    -¡Hummmm! Vas a ser muy afortunado en el amor y el dinero siempre tocará a tus puertas. Muchos peligros aparecerán a lo largo de tu vida, pero no temas, estás protegido y nunca te pasará nada, frío, frío, mucho frío se vislumbra en tu futuro. Mi vista no se apartaba de la muchacha y descubrí detrás de su rostro una leve sonrisa, hablábamos con los ojos. No me había dado cuenta de que la gitana se detuvo en aquella lectura y soltaba mi mano.

    -¿Ya?

    -¿Y qué rayos quieres que te lea por una cajetilla de cigarros, la biblia? Joer, moreno, ya has sido servido.

    -¡Coño, si llego a saber que era tan poco no me hubiera molestado en bajar.

    -Veo que eres protestón y te brillan las pupilas cuando miras a mi chica.

    -No se puede negar que es bella.

    -Por dos mil pelas es tuya.

    -¡No jodas, gitana! Por trescientas pelas se echa un polvo con cama incluida.

    -Pero esta es virgen y la pureza hay que pagarla.

    -Será todo lo virgen que quieras, pero hay que bañarla, está bien sucia.

    -Sucia y too lo que quieras, no hay rebajas, esta niña es más santa que la santísima patrona del Carmen, eso cuesta.

    -No tengo plata gitana, la niña va a continuar con su virginidad.

    -¡Moreno! Invita a tu amigo para que venga, que traiga lo que pueda, un jabón si es posible para bañar a la cría.

    -¡Sapo! Trae un jabón Nácar para que te lean la suerte.

    -¡No jodas! Tú sabes cómo está la situación del jabón en Cuba, yo no quiero oírle la boca a Belkis si llego con las manos vacías.

    -Trae una caja de Populares.

    -Yo no creo mucho en eso.

    -Yo tampoco, pero no deja de ser divertido. Va y la gitana tiene poderes.

    -De que los tengo, los tengo. Casi protestó la vieja mientras El Sapo desaparecía de la popa. Pocos minutos después se encontraba con la palma de la mano extendida y ella le daba su lectura.

    -Tu pasado es algo nebuloso…

    -¡El pasado, no! ¡El pasado, no! La interrumpió El Sapo y ella se sintió algo molesta.

    -¡Concéntrate en el futuro! Aún con su mano extendida, apareció en el portalón el camarero de los oficiales. Era un individuo que rondaba el buque con una agenda donde hacía anotaciones, ocupaba la plaza de secretario del partido a bordo.

    -¿Er futuro solamente? Veo muchas calamidades, hambre, engaños, infidelidades. Tienes que alimentarte bien. Allí se detuvo nuevamente la gitana.

    -¡Ño! Estás peor que yo, creo que Belkis te va a arañar la carrocería.

    -Dale pal carajo, he perdido un jabón.

    -¡Moreno! ¿Quieres que te lea la buena suerte? Esta vez se había dirigido al sordo, era el electricista abordo. Con el índice le respondió que no y lo comprendí. No acababa de superar el trauma producido por el abandono de su mujer, vagaba solitario por todas las cubiertas, su esposa lo había dejado por otra mujer. -¡Tú, moreno! El del al lao, el de al lao, ¿quieres que te lea la buena nueva?

    -Eso es desviación ideológica. Le respondió Lobaina y lo comprendimos, pero nos cagaba. Él militaba en la juventud comunista y a su lado se encontraba aquel hombre tenebroso de la agenda negra.

    -Y tú, negro. La gitana desvió su mirada hacia la popa, allí se encontraba nuevamente Vila. ¿Quieres que te lea la buena nueva? Solo sonrió y

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