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Memorias De Una Balsera Cachita
Memorias De Una Balsera Cachita
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Libro electrónico92 páginas1 hora

Memorias De Una Balsera Cachita

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Dice un refrn original y muy espaol que lo escrito, escrito queda; las palabras, el viento se las lleva. He aqu que nace as mi afn y deseo de narrarles esta historia real y verdadera para todos los lectores.

Es mi vida relatada con sus necesidades, prohibiciones, retencin; llena de peligros, amistad, amor, humildad y solidaridad. Separada de mis hijos y mis seres queridos. Os invita a leer esta refugiada cubana que hoy vive en Miami. El haber logrado hacer esta novela de fcil lectura para todos, es un buen ejemplo de que cuando se quiere, se puede.

Me regocija, enorgullece y se agigantan cada vez ms a mis rasgos, principios e ideas para fortalecerme cada da.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento24 jul 2012
ISBN9781463334017
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    Memorias De Una Balsera Cachita - Marcia de la Caridad Lastre

    Copyright © 2011, 2012 por Marcia de la Caridad Lastre.

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    Fax: +1.812.355.1576

    417858

    Contents

    INTRODUCCIÓN

    PRÓLOGO

    Salida ilegal de Cuba,

    rescate en el mar

    La llegada a la Base Norteamericana,

    en Guantánamo Bay (Cuba)

    Estancia y retención en

    el Campo Bulkeley de la Base

    Amor de balseros

    Mis amigas españolas

    en Guantánamo

    El ayuno en oración a Dios,

    por nuestra libertad

    INTRODUCCIÓN

    8139.jpg

    Nací en Ciudad de La Habana, Cuba, el día 8 de noviembre de 1954, en el seno de una familia humilde y trabajadora del barrio de Mantilla. A los cinco años comencé mis estudios primarios y cursé hasta el sexto grado en las escuelas públicas. Con doce años, entré a cursar los estudios secundarios, logrando el noveno grado. Más tarde cursé hasta el duodécimo grado en el Pre-Universitario de mi localidad, en el barrio de Mantilla. Me matrimonié a los diecisiete años, con mi primer novio. Mi matrimonio duró quince años. A raíz de mi divorcio, ya podía dedicarme por entero a las actividades de tipo político. Pertenecía a un grupo de activistas de los Derechos Humanos, se denominaba Consejo Nacional por los Derechos Civiles en Cuba. El mismo se dedicaba a ayudar de forma clandestina a nuestros compatriotas disidentes, a proporcionarles alimentos, medicinas y, en oportunidades, hasta dinero a los más necesitados de los familiares de los presos políticos de mi país. También poníamos carteles alegóricos en contra del sistema y del régimen imperante en la isla (propaganda enemiga para ellos). A través de la Embajada de Suiza, Oficina de Intereses de EE.UU. en Cuba, enviábamos denuncias de carácter grave para que el mundo entero nos apoyara y para darlas a conocer a través de las emisoras que nos apoyaban.

    En 1980 salen del país vía Mariel mis padres y hermanos. No me autorizan ni me permiten viajar con ellos a los EE.UU. Me quedo con mis hijos en Cuba. Y seguimos luchando.

    En ese mismo año participo en una salida ilegal, les apoyo, les brindo mi ayuda y participo de lleno en tiradas de propaganda contra el régimen de Fidel Castro. Es ahí que soy sancionada a un año de privación de libertad por ese delito: estar en contra del sistema (es la causa 35/81). A partir de ese momento mi vida es un calvario. Las constantes citaciones de la policía son continuas, no desmayan. Recibo en mi propia casa actos de repudio. En las escuelas donde estudiaban mis hijos los señalan continuamente y no les permiten asistir a algunos actos. Les dicen que su madre es una contrarrevolucionaria. Recibo amenazas y registros constantemente en mi domicilio. No me permiten poder laborar en ningún centro de trabajo. Soy señalada, destacada, por reunirme con personas desafectas al sistema imperante. Mi correspondencia es violada, mis cartas no llegan a su destino. Soy objeto de amenazas y chantajes. Me vigilan constantemente, me persiguen y es una odisea mi existencia en Cuba.

    La inminente salida del padre de mis hijos de Cuba favorece a uno de los muchachos. Doy el permiso y la autorización para que se lo lleve con él. De esta forma es uno menos a sufrir, logrando sacarlo adelante. Al mayor, por estar en edad militar, no le conceden su salida. Diecisiete años: es la edad en que no puede viajar mi hijo. Por este motivo lucho, peleo, grito, me manifiesto y pido reiteradas entrevistas con dirigentes del país. Al fin, en el año 1994, dos años más tarde, logré que mi hijo saliera legalmente de Cuba.

    Me quedo sola y participo masivamente en las actividades contra el régimen. Presento salida del país legal, y no me permiten viajar ni de visita. Estoy muy señalada. Decidimos mi salida ilegal de Cuba.

    Con un grupo de 10 cubanos, nos lanzamos al mar el día 19 de junio de 1996, por la provincia de Matanzas. El viaje más arriesgado de un ser humano.

    Somos interceptados en el mar y no es permitida nuestra entrada a los EE.UU. Nos recogen en Cayo Hueso, cerca de la Florida. A mis compatriotas los devuelven a Cuba. Para mí hay protección. Me llevan a una base militar norteamericana: la Base Naval de Guantánamo, en Cuba. Permanezco allí retenida por el espacio de casi un año sin libertad.

    El cónsul de España, conjuntamente con los EE.UU. pide veinte cubanos de la Base. Tengo el honor de ser escogida para partir a España el día 31 de marzo de 1998, país en el que residí durante cuatro largos años y pude obtener mi ciudadanía.

    Después, y por reunificación familiar, llegué a los Estados Unidos de América, el gran país de las oportunidades y la libertad. Aquí resido con mi esposo, mis hijos, familiares y amigos. Vivo, lucho y salgo adelante en mis metas de cada día. Mis hijos están felizmente casados los dos. Tengo una nieta preciosa que se llama Sherleey. Me casé con un cubano de la provincia de Santiago de Cuba. Se llama Ernesto, del cual estoy enamorada. Es chofer de camiones y llevamos seis años de unión matrimonial. Tenemos nuestra casa. Trabajamos y luchamos codo con codo los dos.

    Me gradué de cosmetóloga y trabajo en una peluquería en Hialeah Gardens. Mis amigos de la Base Naval de Guantánamo la mayoría están aquí. Los otros residen en los países a los que fueron llevados. Nos comunicamos, nos vemos y hablamos de vez en cuando.

    Le doy las gracias a Dios por

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