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Después De La Galerna
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Libro electrónico280 páginas4 horas

Después De La Galerna

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Tal es la masa heterognea que conforma y aglutina a los marinos, sea cual sea su nacionalidad, que esa estrecha vinculacin con el medio influy notablemente en la carrera y la personalidad de Esteban Casaas. Para resumir, es un lobo de mar por cuyas venas corre tanto la sangre como el agua salada, cuya forma de pensar, lxico, y manera de actuar, son totalmente las de un marino de la cabeza a los pies. Casaas describe a hombres (y mujeres) y hechos con una narrativa apasionante, bien hilvanada y absolutamente realista. Tanto, que a medida que leemos cada lnea nos parece balancearnos en el puente o la cubierta de un barco o ensordecer con la algaraba de un bar portuario entre los aromas del humo de tabaco, los vapores de las bebidas alcohlicas y la presencia de las meretrices locales


Augusto A. Juarrero Gutirrez
Capitn de la Marina Mercante,
Alicante, Espaa, a 20 de Febrero de 2012
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento12 mar 2012
ISBN9781463322359
Después De La Galerna
Autor

Esteban Casañas Lostal

Esteban Casañas Lostal, ciudadano canadiense de origen cubano, nació el 6 de septiembre de 1949 y desde 1991 reside en la ciudad de Montreal. Marino de profesión, dedica los últimos años de su vida a la narración de historias comunes a muchos hombres de mar. Amor, sexo, contrabando y aventuras llenas de pasión, son la principal divisa utilizada en cada libro publicado.

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    Después De La Galerna - Esteban Casañas Lostal

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    Notas del Autor

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    Ingresé en la marina mercante cubana en el año 1967 a la edad de diecisiete años y comencé a navegar al año siguiente. Mis primeras labores como marinero se desarrollaron en viejos barcos de vapor surtos en el puerto habanero, considero hayan sido mi verdadera escuela. En mi familia no existía tradición marinera y creo, esa vocación tan fuerte, viva aún cuando resido apartado del mar, se deba a ese constante contacto con él desde mi infancia.

    En la medida que el tiempo transcurría y se ampliaba el horizonte de mis conocimientos, mientras conocía otros mares y tierras, respiraba ese aire tan puro solo posible de encontrar en un océano. Mi dependencia al vaivén que provocan las olas, el olor a marisma y el vuelo de una simple gaviota, fue convirtiéndose poco a poco en una sublime enfermedad de la que no puede escapar un verdadero marino.

    Años después comprendí que debía superarme si deseaba gastar parte de mi vida en su seno y lo hice con mucha dedicación. Nunca me detuve en esos estudios, fui muy autodidacta y conmigo viajaban decenas de libros técnicos. Aquel interés y voluntad lograron que un día dominara el cielo y las artes necesarias para gobernar un buque, pero mis sueños lo detuvieron por una sola razón, yo no militaba en el partido comunista de Cuba. Es una verdadera pena pensar en todo el talento perdido en mi tierra por esa causa, mucha gente como yo anda dispersa por el mundo, cuando verdaderamente hubieran ofrecido todos sus conocimientos a la construcción de una sociedad nueva y justa, como nos hicieran creer.

    Mis teorías se enriquecieron cuando estuve de profesor de navegación en la Academia Naval del Mariel, después regresé nuevamente al mar mucho más preparado técnicamente, pero de nada sirvió ante el radicalismo y discriminación de las leyes y regulaciones vigentes. Yo no podía y nunca lograría comandar una nave por las razones expuestas.

    Navegué durante veinticuatro años alrededor del mundo, tengo en mi aval cuatro viajes de circunnavegación, uno por el Canal de Suez y tres por Sudáfrica. Visité cuarenta y nueve países, varios puertos en muchos de ellos y algunos repetidos tantas veces que, lograban convertirse en una playa más de las conocidas en mi tierra.

    Viví en carne propia toda la metamorfosis inducida en el alma del marino cubano hasta lograr el producto final que, después desapareciera finalmente con el naufragio de nuestra admirada flota. Compartí naves con verdaderos lobos de mar y oficiales dignos de admiración por su profesionalidad, gente competente y capaz, muy dispuestos a dar su propia vida por la nave. Compartí el mando con individuos que pertenecieron a una generación posterior y que no pueden ser ubicados dentro de ese conjunto tan especial del ser humano llamado marinos. Verdaderos depredadores, incapacitados, indolentes, indiferentes, oportunistas, desleales e inmorales que con su colaboración directa, ayudaron también a la desaparición de aquella majestuosa flota.

    Hoy, veintiún años después de mi deserción, veo con mucho dolor que tantos unos como otros, hayan sido sepultados en el olvido con la mismas paladas de excrementos, merecidas para unos e injustas para otros. Duele, porque la existencia de nuestra marina mercante se encuentra directamente vinculada a la historia de nuestro país, aunque algunos pretendan borrarla de la memoria de los cubanos para siempre. Hace algún tiempo me empeño en recuperar del olvido cuanto dato sirva para revindicar nuestra existencia, lo hago por todos aquellos compañeros valiosos que compartieron galernas, hambres, miedos y guerras conmigo. Este es el primer libro de una serie dedicado por entero a temas de nuestras marinas, es parte de mi legado, el testimonio de un hijo de Neptuno para que pueda ser utilizado un día por las futuras generaciones en sus acusaciones contra nosotros, también en nuestra defensa. Es mi modesto homenaje a todos esos hombres, algunos de los cuales se apresuraron y partieron sin ver el final de esta historia, quizás la peor por la que pudo pasar el hombre de mar cubano.

    Tengo tantas personas queridas a las cuales dedicárselo que, necesitaría toda una enciclopedia para satisfacer mis deseos. Quisiera que éste fuera enteramente dedicado a mi tía Milagro Hernández, su principal razón de existir. Ha sido publicado con dinerito de sus ahorros y que dejara como herencia antes de morir.

    Mi agradecimiento infinito al Capitán Augusto Juarrero por su excelente prólogo, lo elegí a él y no a otra persona por considerarlo un decano de los navegantes cubanos. Su trayectoria como marino y dirigente en nuestra flota, le otorgan el ganado privilegio de creerlo una cátedra entre nosotros y el remache en el casco de cualquiera de nuestras antiguas naves. Al leer su texto, quedé plenamente convencido de no estar equivocado en mi selección. Yo necesitaba eso, la voz de un marino cubano con experiencia y considero que superó todas las expectativas. Solo algo así puede nacer de la pluma de un verdadero Capitán.

    El título elegido, quizás inapropiado para muchos, me refiero a Después de la galerna, lo preferí por varias razones que he explicado a personas conocedoras de este proyecto. Casi todos saben qué es una galerna o al menos habrán escuchado mencionar algo de ella, es una especie de ciclón extratropical. Esos fenómenos meteorológicos pueden ser de diferentes intensidades, duración y extensión. ¿Qué marino no ha sentido sus influencias? Pueden ser varios días de sufrimientos y angustias sin poder dormir, bañarse y en ocasiones comer caliente. El miedo puede atacar al más valiente de los hombres en esos trágicos instantes, luego, el agotamiento resistido cede a la resignación y te conformas con esa pesadilla. No te transformas en un hombre valiente, el miedo continúa, llegas a rendirte por cansancio. La vida nunca se detiene en esas penosas circunstancias, varios hombres deben continuar sus guardias en el puente y máquinas, ellos son los que más sufren y se desgastan.

    Después de burlar la zona, todo regresa a la normalidad y monotonía que se vive en el mar. Nos olvidamos inmediatamente de lo ocurrido y luchamos por continuar nuestro destino. ¿Qué nos dejó esa galerna? Se valoran los daños y se procura borrar sus huellas en lo posible hasta que nadie la recuerda.

    Miro hacia atrás y no hallo nada en la estela de mi buque. Es como si nunca hubiéramos existido, ni barcos, ni flotas y menos aún sus hombres. Siento una terrible vergüenza y me propongo recuperar en lo posible algunas memorias. No son perfectas y pueden estar viciadas de sentimientos y frustraciones vividas durante la marcha. ¡Algo es algo! Me respondo, peor es no contar con nada y dejar abandonados a tantos náufragos de la peor galerna que hemos cruzado en nuestras vidas. Después de la galerna pueden quedar muchas señales de destrucción en nuestras naves, pero no debemos permitir que se hundan con ellas nuestros hombres por la complicidad de nuestros silencios.

    He preferido iniciar esta serie de libros que tratan sobre nuestras vidas en la marina mercante, precisamente comenzando por sus hombres a los que espero rendir con ello un modesto homenaje. Espero que disfruten de esta publicación que, traerá muchos recuerdos a esos seres que una vez compartieron esa loca aventura conmigo, el mar.

    Esteban Casañas Lostal.

    Montreal..Canadá.

    2012-02-21

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    En memoria de un sargazo

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    ...Se escuchan tres campanadas, -¡Grillete número tres en el molinete!, fue el eco de un fantasma. La lancha de Masacote espera junto al casco por unas cajetillas de cigarro. Sonríe sin complejos y nos muestra toda la encía vacía, era como aquellos Sábalos felices dentro de las aguas podridas. La lancha de Armandito se dirige hacia el Margarito Iglesias, miro por los binoculares y no observo movimiento, la brigada técnica no existe, la embarcación viaja vacía, ¿dónde está la estación de bomberos?

    Dos toques de campana, -¡Grillete número dos a bordo! Escucho por el walkie-talkie y respondo, tuvo que ser la voz de Luaces. -¡Continúa virando! Pastor se retira con su patana de agua, es remolcado hacia el muelle de Servicios Marítimos, nada interrumpe su marcha, la bahía está vacía y sobrevuelan unas gaviotas, por fin han regresado, pienso. Lo observo en la medida que se aleja de nosotros, habla y habla sin parar mientras salpica con saliva a quienes lo escuchan, no hay nadie junto a él…

    …Márquez conversa con el Capitán en el alerón de estribor, el pantalón azul de su uniforme se encuentra muy desteñido, le muestra un hueco en la suela de sus zapatos, se lamenta, hace años que no dan uniforme a los Prácticos, el Capitán no se conmueve. Suena una campanada y gritan otra vez con voz cansona, observo los movimientos del contramaestre Mayor Guerrero en el molinete. -¡Grillete número uno a bordo! Se oye nuevamente por el radiecito, no recuerdo de quién era aquella voz. -¡Continúa virando! Hiram pasa muy cerca en otra lancha del Margarito, va en dirección al dique, miro hacia allá y veo al New Grove. Me froto los ojos, estoy confundido, Hiram no iba en esa lancha, éramos estudiantes…

    …Repiquetea la campana de proa, -¡Ancla en pendura!, grito yo desde la proa y me escucho en el puente, una densa niebla comienza a cubrir mi memoria. -¡Tres pitadas cortas! Ordena Márquez y aplico presión sobre el botón del tifón. -¡Despacio atrás y todo a babor! Muevo el telégrafo y el timonel repite la orden recibida. -¡Toda avante y veinte grados a estribor! Respondo la orden y el timonel me sigue… -¡Tudo a estrimbordo, devagar avante! Ordena Márquez y lentamente el buque se detiene, comienza a romper la inercia, avanzamos y nos separamos del muelle de Lobito. Márquez se acuerda que tiene un telegrama para mí, lo leo desesperado, soy padre de una hembra. Sentí deseos de mentarle la madre, estuvo con el telegrama en el bolsillo diez días, solo le importaba el estado de sus zapatos. -¡Una pitada larga! Ordena Márquez y yo repito con el pensamiento, ¡no me corte usted la proa!…

    …La pitada se va borrando lentamente mientras penetra cada recoveco de una Habana toda apuntalada, puntos con coloretes se distinguen, todos cruzan por la proa en actos temerarios, nadie sube la escala del Práctico, él no baja tampoco. Los muelles están desocupados, el fondeadero se encuentra vacío. Nadie habla por el canal 10, las oficinas de Mambicuba están oscuras y repletas de telarañas, algunos papeles se observan regados por el piso, quizás sean comunicados de los últimos barcos surtos en aquel puerto embrujado. Actividad por el chequeo de emulación se realizará en el teatro de la empresa mañana martes a las 18:00. Leo en el mural que se encuentra en el lobby, varias sombras hacen cola mientras dos recepcionistas llenan un formulario. Luego, entregan un solapín que debe colgarse en la tapa del bolsillo. Una sombra pasa ante la mirada del custodio, un marino puesto allí hasta que encuentre buque. Wenceslao pasa acompañado de Salado, se dirigen a la oficina de Personal, me saludan y no sé si están vivos, Fidelito solicita presentarme en Cuadros…

    …-¿Shiespí? Me pregunta y no lo entiendo, sentí deseos de decirle un millón de cosas. ¿Shiespí? Insistió nuevamente, ¿qué carajo deseas decirme?, lo miré a los ojos. ¿jaumeninots? Me respondió aquel chino cabrón y creo que me llevé el pase. ¡Ahhhh! How many knots? Usted quiere saber la velocidad del buque… Debe decir, querido amigo, What is the ship speed? Do you understood, okay? Our speed is 15 knots. Ya sabes, cuando no hay muchos bateos en máquinas. Ye, ye, ye… shiespí. Dale a la mierda mi amigo, tú estás más jodido que yo. Qué importa mi socio, hay que luchar la jama. No se te entiende ni timbales, pero así debe ser el varo que tumbas. ¡Porisi! Dale despacio a babor. ¡Despacio a babor! Repitió el timonel en español. Port easy! Le repetí al Práctico, por babor podía distinguirse la torre de Tokio. El narrita no me enseñaba la suela de los zapatos, lo miré detenidamente y usaba guantes blancos. Creo que sentía miedo consumir algo de nosotros o estaba haciendo dietas. Tomó un sorbito del café que subió la camarera y lo vi cuando hizo una mueca. ¿Cómo no la haría? Yo la hacía diariamente, no es sencillo tragarse aquellos chícharos molidos. Y tuvo suerte que quedaba azúcar en la ganbuza, el de Panamá se lo tuvo que sonar endulzado con sirope de dulce de fruta bomba cuando regresamos…

    …Capitán, aquí está el bistec para el Práctico que usted dijo separara para guardar en su refrigerador. Se lo entregó muy bien envuelto en una bolsita plástica, no era muy grande, un bistec normal. ¿Y si el Práctico viene acompañado de un practicante? Ya ha sucedido otras veces. ¡Qué se joda! Todavía no ocupa la plaza. ¿Y si se interrumpe el paso por el Canal? Ya ha pasado otras veces. ¡Que se joda! Nadie los manda a ser tan ineficientes. Vamos a pescar en cuanto fondee el buque…

    …-¡Hazle señas a los Prácticos con el blinker! ¡Hazle señas a los Prácticos con el blinker! ¡Toca el pito, ese barco nos está cruzando la proa a poca distancia! ¡Toma posición! ¡Toca el pito! Corría de una banda a la otra dando saltos y tirándose peos, los nervios lo traicionaban. Saqué el blinker, toqué el pito. ¡Toma, toma posición, hazle señales! Repitió su orden alocada. ¿Por donde está el punto de Prácticos? ¡Por la amura de babor, por la amura de babor! Titaaa, titaaa, titaaa, titaa, titaa. Me detuve y tomé posición. ¡Hazle señales!, ¡hazle señales, coño! ¡OYE, el coño te lo metes! Por babor hay una mezquita, los Prácticos están por la amura de estribor. ¡hazle señales, por Dios, hazle señales! Titaa, titaa, titaa… Pausa… Taaa, ahí están. ¡La numeral, la numeral, la numeral. ¡Yaaaaa, no jodas más! No sé cómo eres Capitán siendo tan pendejo…

    …¡Todo a babor! ¡Todo a estribor! ¡Para máquinas! ¡Toda avante! ¡Toda atrás!… ¡Ay Antonio me has embarcao! ¡Ay Antonio, estamos en una zona minada! ¡Ay Antonio, no me des, no me des, no me des!… ¡PARA DÓNDE CARAJO PONGO EL TIMÓN! Gritó el timonel, ¡Ay Antonio, no me des! Toni lo tenía agarrado por el pescuezo sobre el sofá del cuarto de derrota, era risible la postura ridícula que mantenía el Capitán implorando por la piedad del gallego. ¡Vete del puente, pedazo de maricón! Regresamos por el rumbo inverso, Toni no había consultado el NEMEDRI en la recalada a Rumanía o Bulgaria…

    …¡Yo quiero que me la metan! ¡Yo quiero que me la metan! Gritaba desesperada aquella infeliz estudiante de enfermería por todos los pasillos del barco. La actividad se había interrumpido involuntariamente, la gente andaba dispersa por sus camarotes. Ella había sido una cifra impar y vagaba sin rumbo por todos aquellos laberintos desconocidos y que nada se parecían a un hospital. -¡Ven, corazoncito! Yo te voy a resolver el problema. Dijo un voluntario que acababa de soltar en el pasillo a su anterior presa, aquella, salió muy contenta en busca del salón. -¡Alto ahí! Nadie puede tocar a esa compañera, ella se encuentra en estado de embriaguez. Intervino el secretario del partido. ¡Oye, Arsenio! Nadie la va a matar, ella quiere que se la metan. Le respondió asombrado aquel marinero. ¡El que toque a esa camarada sale sancionado de este buque! La infeliz no comprendió nada de lo que ocurría y fue conducida por su protector lejos de las fauces de aquel animal salvaje…

    …¡Una pitada larga! Estos lancheros están locos, ¿no te enteraste de la colisión que hubo los otros días? Sí, varios muertos innecesariamente, solo por no respetar las regulaciones. ¿Crees que las conozcan? Le ronca estar navegando toda la vida para morir con los pulmones llenos de esta agua con mierda y petróleo. La pitada estremece toda la bahía y miro con los binoculares hacia el dique, anochece en esos cortos minutos. Me veo brincando la cerca de peerles con las jimaguas y Ríos, no teníamos dinero para entrar en una posada. Cebolla era el oficial de guardia y me trajo una caja de cerveza, bebimos sin parar hasta agotarla. A Ríos lo acomodamos con la otra jimagua en el camarote del Tercer Oficial. -¿Viste qué clase de cabrón es García? Le dijo a Pineda que anoche se habían robado un puerco, tremendo gato ese mayordomo.

    En el morro no izan la bandera señalando que el canal está ocupado y somos un buque de gran porte. Por el malecón no corren niños para despedirnos, crecieron y están muy ocupados, algunos no están, otros se han prostituido. Varias guaguas de turistas permanecen estacionadas junto al muro y apuntan sus cámaras hacia nosotros, cuando revelen sus rollos aparecerá el indiferente Cristo con su pose artística. Alexander y Manolito corren junto a su hermana, pero ya no son niños, usan charreteras de capitanes. Me confundo, no lo hacen por el malecón, están en el rompeolas de Las Palmas, viven allá desde hace varios años…

    …-¡Mambicuba-Habana! Través con el morro a las 10:40. Nadie contesta y mis pensamientos se pierden en el éter, vuelan desordenados. Desde el Morro no preguntan nada, está abandonado. Varias parejas hacen el amor escondidos de la calle por el Castillo de la Punta, les gritamos como siempre, pero nadie nos escucha, nadie se para sobre el muro con el rabo afuera, nadie los alumbra con la lámpara Aldis, nadie nos grita ¡TARRÚOS! La gente anda entretenida, ausente, luchando su yuca, pensando en los frijoles del día siguiente. Aleida enciende la luz de la sala y abre la ventana de su apartamento, siempre lo hacía cuando entraban y salían nuestras naves, la observo diciendo adiós con un pañuelo. Siempre busco esa ventana por encima del techo de la embajada española, hoy se encuentra silenciosa, la soledad es su más preciada compañía…

    Debo apurarme y organizar cada letra, cada palabra, cada frase. Tengo que escribirlas antes de que todos se despidan para siempre en ese viaje que se borrará entre singladuras eternas. Debo hacerlo para que sus nietos sepan de sus vidas, porque la vida de un hombre no puede valer menos que un sargazo a la deriva, ni la ola perdida que choca contra las rocas. Tengo que controlar la ira, olvidar el dolor, los sueños destrozados entre pantocazos. Ellos me esperarán en cada barra recorrida durante nuestras mundanas vidas, quién pudiera adivinar en cual de ellas. Los citaré para el Casa Granda, El Jagua, Conejito, Polinesio, Capri, tal vez el Riviera fuera el escenario más tranquilo para contarnos y gritar. No, creo que El Patio es mejor, el aire deja escapar toda la nicotina de nuestros Populares y la bulla no queda atrapada entre cuatro paredes. Los convocaré a todos, incluyendo a los hombres que nos antecedieron y quedaron medio sordos por el ruido de las maquinillas de vapor. Los que me enseñaron a manipular cuarteles y subir como un mono por todos los palos hasta sus crucetas, los que rasparon conmigo los tanques de fuel sin mascaritas. Llamaré a los que salieron junto a mí para revisar el trincaje de las cubertadas en medio de galernas. Los que se levantaban temprano y me disputaban los peces voladores que caían sobre cubierta. Llamaré a todos aquellos que siempre nacían un día cualquiera y no era reflejado en sus certificados de nacimientos, los que dormían tranquilos encima de una bomba flotante, los que rezaban, odiaban, amaban, se emborrachaban en el primer bar que encontraban a su paso. Los convocaré a todos, poco importa donde se encuentren ahora, no me interesa si vienen acompañados de sus esposas o las puticas que se aprovechaban de sus soledades, eso no es interesante.

    ¡Una pitada larga! Por Dios, que se escuche en todos los mares por donde transitamos, ríos, lagos, continentes, vaginas. Una pitada que escuchen sus nietos y les sirva con el mismo significado, ¡No me corte usted la proa!, que sirvan para eso nuestras experiencias, porque nuestras proas fueron cortadas de la misma manera que ocurrió con nuestros sueños. Es necesario que esos niños nos conozcan y sepan de nuestros dolores y sufrimientos.

    Cuando estemos reunidos en ese lugar que solo Neptuno nos asignó, solo entonces seremos capaces de integrar un consejo de oficiales como establece nuestro reglamento. Allí, juzgaremos a todos aquellos que traicionaron nuestras tradiciones, poco importarán sus cargos, marino somos todos, desde el Capitán hasta el último camarero. Marinos digo y hablo de hombres con escamas en su conciencia y alma, agua salada

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