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El perro de aguas Palomo y otros congéneres agregados al cuartel
El perro de aguas Palomo y otros congéneres agregados al cuartel
El perro de aguas Palomo y otros congéneres agregados al cuartel
Libro electrónico370 páginas4 horas

El perro de aguas Palomo y otros congéneres agregados al cuartel

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Entre historias de amor, humor, desprecio, valentía y lealtad, Palomo, Sagasta, Mazzantini y otros perros de aguas protagonizan episodios que justifican la afirmación de que el perro de aguas español es una herencia invaluable para la humanidad.

¿Por qué España es tierra de perros y espadas? Nares, albañariego, cárabo, lanudo… ¿Por qué perro y por qué de aguas?

Con la ligereza aparente de un anecdotario, esta obra se sumerge en registros documentales que van dándole forma a la historia del perro de aguas español. Más aún, a la historia del perro como animal domesticado que ha sido formador y transformador de la cultura en todas sus dimensiones: desde la guerra hasta la compañía; desde la caza y el pastoreo hasta la ostentación en salones de la realeza.

Con énfasis en la historia del perro militar en el Ejército español hasta 1921, Sejo introduce al lector en diversos contextos de los que se desprenden, por ejemplo, que la palabra genérica «perro» nace alrededor del perro de aguas español, y compila registros históricos (legales, literarios y pictóricos) que atestiguan la participación de esta raza en la historia de España.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento24 feb 2022
ISBN9788468565170
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    El perro de aguas Palomo y otros congéneres agregados al cuartel - Jose María Martinez Martínez

    EL_PERRO_DE_AGUAS-1.jpg

    .

    El perro de aguas Palomo

    y otros congéneres

    agregados al cuarteL

    (hasta 1921)

    .

    El perro de aguas Palomo

    y otros congéneres

    agregados al cuarteL

    (hasta 1921)

    Aproximación histórica al perro de aguas

    o de lanas en el Ejército español

    José María Martínez Martínez (Sejo)

    .

    .

    .

    (c) José María Martínez Martínez (Sejo)

    El perro de aguas Palomo

    y otros congéneres agregados al cuartel

    (hasta 1921)

    Imagen de portada: foto del cuadro Más firme que una roca, óleo sobre lienzo del pintor español Joaquín Agrasot (Orihuela, Alicante, 1836-Valencia, 1919).

    Libro en papel: 978-84-685-6518-7

    eBook en PDF: 978-84-685-6466-1

    eBook en ePub: 978-84-685-6517-0

    Impreso en España

    Editado por Bubok Publishing S.L.

    Reservados todos los derechos. Salvo excepción prevista por la ley, no se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio (electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otros) sin autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. La infracción de dichos derechos conlleva sanciones legales y puede constituir un delito contra la propiedad intelectual.

    Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).

    Entrada triunfal del perro Palomo en la Villa y Corte,

    de vuelta de la guerra de África, del ilustrador Francisco

    Javier Ortego y Vereda (1833-1881)

    Índice

    PRÓLOGO

    CAPÍTULO I

    Del nombre perro y el porqué de agua(s)

    CAPÍTULO II

    La Edad Media (476-1453)

    CAPÍTULO III

    Canarias y sus perros en el siglo XV

    CAPÍTULO IV

    Perros militares llevados a América

    CAPÍTULO V

    El perro de aguas en la Edad Moderna (1453-1789)

    CAPÍTULO VI

    Los perros de aguas al inicio de la Edad Contemporánea

    CAPÍTULO VII

    El perro de aguas Palomo

    CAPÍTULO VIII

    El perro de aguas en la guerra moderna

    CAPÍTULO IX

    Ocaso

    ADENDA

    Los perros de aguas «agregados» o «cuarteleros»

    en la literatura y prensa de España

    Miguel de Cervantes Saavedra

    Félix Lope de Vega Carpio

    El procurador general del rey y de la Nación

    Máximo García López

    La Gaceta de Madrid

    El Fénix (Valencia)

    La Nación (Madrid)

    Javier de Ramírez

    Eduardo Sojo Sanz, alias Demócrito

    Mariano Francisco de Cavia y Lac

    Ramón Ferrer e Hilario & Guillermo Iturmendi Biosca

    Francisco Barado y Font

    Juan Salcedo y Mantilla de los Ríos

    José Osuna Pineda

    Pedro Alcántara Berenguer y Ballester

    Ángel Rodríguez Chaves

    Antonio Bergnes de las Casas

    La Nueva Iberia del 28/06/1868.

    Enrique Pérez Escrich

    Madrid cómico

    Leopoldo Alas Clarín

    Semanario Pintoresco español de 1837

    ANEXOS

    ANEXO 1

    Noticias del blanchete valenciano en el siglo XV

    ANEXO 2

    Relación de algunos pintores españoles

    que pintan el perro de aguas

    ANEXO 3

    Características del perro de aguas español

    ANEXO 4

    Algunas postales, fotografías y objetos

    adquiridos durante la confección del presente libro (2017-2022)

    ANEXO 5

    Curiosidad

    ANEXO 6

    Humor

    ANEXO 7

    Carta del médico D. Antonio Freán y Lizandra

    despidiéndose de los Cazadores de Baza n.º 12

    ANEXO 8

    Adonis, el perro de José Echegaray

    ACERCA DEL AUTOR

    .

    A mi padre, Ignacio Martínez Jábega, Caballero Mutilado de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo.

    .

    ¡Oh, perro de aguas!

    Si destapara las lanas

    que cubren tu velludo rostro,

    veré, más precioso que un diamante,

    tus almendrados ojos brillar,

    y en la profundidad de ellos

    el verdadero y tierno amor.

    ¡Quisiera ser cómo tú!

    José María Martínez Martínez (Sejo)

    PRÓLOGO

    Lector, lectora:

    Si en tus manos tienes este libro, da gracias a Dios porque él hizo la luz que permite que lo veas. Esta obra no viene a pontificar ni a sentar cátedra, pues yo me declaro un ignorante. Novicio y profano en cuanto a juntar letras, es osadía el atrevimiento de ponerme a escribir sobre perros soldados, pero vamos a ello.

    En la escuela se me quedó grabado que los seres vivos nacen, crecen, viven, se desarrollan, se reproducen y mueren. Así que cuando supe que muy pocos perros viven más de veinte años y nosotros, que somos más malos que ellos, hasta ochenta o noventa años, me dio qué pensar. De mi pasado podría contar algunas cosas, pero como no soy escritor, ni me siento muy inclinado a ello, no sé qué poner, pues solo recuerdo haber escrito, en la adolescencia, unas poesías que quería entregar a una tal Dolores, de la que, iluso, me sentía completamente enamorado. Hice varias composiciones lírico-poético-fantasiosas durante algunos días. Al acabarlas, las metí en un sobre con objeto de entregarlas a mi amada soñada, que no me amaba. Salí a un parque, con mis preciosas odas y loas amoriles¹, que no amorales, y me senté en un banco. Me levanté y me fui. Al cabo de un rato comprobé que no tenía el fruto de mi ardiente trabajo. Volví presuroso a donde había estado sentado y ya no estaban las hojas, que no del otoño; volaron, cual ligeras mariposas aladas. El que las encontrara buena tranca a reír se daría a mi costa. Una de las poesías decía:

    En estado de carencia,

    en fluidos de alcanfor,

    de entre todas las locuras,

    la mía posee el color.

    La segunda vez que volví a intentar escribir, también fueron poesías a una idolatrada y bella damisela que gustaba de las matemáticas y que llamaremos, por tanto, Pi..., la cual no me hizo, al caso, valga la redundancia, mucho caso, ni sustentó mi latente amor de manera alguna. Yo tenía un problema, que era la distancia, pero ella no me lo resolvió, ni yo di con la solución. Recuerdo que una de las poesías de marras se las traía. Empezaba con:

    Sentir sobre sí,

    susurro solo soy;

    soledad sencilla,

    sin saber su ser.

    Menos mal que no se la entregué porque hubiera pensado, con tanta ese sinuosa: «¡Ese soso soporífero es una serpiente que me quiere sibilinamente pi...car!».

    Pero como a la tercera va la vencida, como se suele decir... «¡Valor y al toro!», y como buen Tauro, nacido en abril, algún churro palabreril saldrá al ruedo y algún «pitonazo» meteré con el presente libro.

    Después de un decalustro de existencia, he llegado a la conclusión, y comprobado, de que es cierta la idea de que cuando un poderoso bebe en demasía es un gracioso; pero si lo hace un pobre, es un borracho. Así que si soy objeto de críticas por mi ignorancia y pobreza de ideas sobre los canitos belicosos de antaño, no me voy a espantar a estas alturas de la vida. También tengo presente que lo que hice mal no lo puedo olvidar ni borrar, porque todos tenemos una conciencia, esa voz que nos recuerda que debe haber algo más. Seguramente, tú te creerás bueno, pero con certeza, si recapacitas, no será así. Yo me declaro también malo, para qué decirte una mentira.

    Pero centrémonos en el libro que tienes sobre tus dedos, que lo anterior es humo y vanidad, (que no sé para qué lo escribí). Pues has de saber que hace aproximadamente unos dos decenios, tiempo atrás, comencé a elaborar una web dedicada al perro de aguas. También elaboré otras más de temática diversa, las cuales subí, por ser gratuitas, a Inicia, Tripod, Ono, y finalmente pasé todas ellas a GeoCities. Luego, administré, con el alias de Perrosete, una comunidad MSN que engendré, llamada «El perro de aguas español» o «PDAE», donde llegaron a inscribirse cerca de dos mil personas. En diciembre del 2008, me vi obligado a abandonar mis ataduras cibernéticas... Por otro lado, las distintas comunidades MSN, grupos y GeoCities cerraron, por decisión unilateral, el 23 de febrero y el 27 de octubre de 2009, respectivamente. Quedé sumido, por tanto, en el olvido cibernético...

    En los años 1996 a 2002 trabajé en Suances (Cantabria). En esa preciosa villa costera conocí, al nunca bien valorado escultor y caricaturista del hierro, Alfonso Martín Casas, el Vasco (1914-2009); natural de Zumaia (Guipúzcoa), ahijado del grandioso pintor Zuloaga². En amenas pláticas, Alfonso me contaba con gran sentimiento que el Paraíso estuvo ubicado en el norte de España, y que prueba de ello son los distintos topónimos existentes, como el río Deva (de Eva), el monte Caín... Muy seriamente afirmaba que el vascuence era la lengua de aquel jardín de las delicias y que, por tal motivo, cuando van a insultar los vascongados en su lengua materna, como no tienen vocablos al uso para este menester despectivo o denigrante, deben usar palabras ofensivas o malsonantes de otras lenguas (es obvio, que tiene razón ya que en el edén no habría menester de pronunciar groserías). En su juventud, a los perros de aguas, el señor Alfonso los conoció como auxiliares de los intrépidos pescadores de las marineras traineras que salían, valientemente, a la mar en busca del banco de sardina y la parrocha de abril. Estos canes marineros eran llamados de «cho»,³ que vendría a traducirse como ‘muchacho’, ‘grumete’, ‘pequeño’ o ‘recadero’.

    En el mes de marzo de 2001 me regalaron, en la villa marinera de Suances, un cachorro con muy pocos días de vida. Era un hermoso perro negro, con botines y corbata blanca. Desde el primer momento quedé prendado de su gallardía y belleza natural. Cuando lo llevaba en el coche, camino de Santa Cruz de Bezana, población cercana de Santander, pensé: «¿Qué hago con un guau aquí?». Y, de pronto, surgió su nombre: ¡Guaquí!

    A ese inocente perrito siempre lo recordaré como el mejor amigo que nunca tuve y tendré. ¡Pobrecito! Aunque no sé mucho de sus orígenes familiares, el veterinario me lo inscribió como perro de aguas. Su madre era, efectivamente, una noble perra de aguas de pura casta; y su padre, barruntábase que debió de ser un hermoso setter gordon que la rondaba. Fue el único macho de la camada, ya que todas sus hermanas nacieron blancas enteras, sonrosadas e idénticas a la madre, según me dijeron.

    Al poco de tener a Guaquí me encargaron, desde Madrid, una perra de aguas auténtica. Como no tenía ninguna a mano, compré a Greta a un criador profesional por 35 000 pesetas. La entregué y al día siguiente me fue devuelta. Así que me encontré, sin querer, con una pareja perruna. En su primer celo, cayó bajo los encantos del gentil Guaquí-lindo. Tuvieron una camada o lechigada de seis perreznos —cuatro machos, parecidos al padre, y dos hembras, muy semejantes a la madre primeriza—. Por suerte, conseguí dar, de gracia, todos los cachorros «a buenas familias adoptivas», sin cobrar ni mercadear, gracias a la comunidad de MSN de la que era administrador. Baste decir que a ninguno de estos perrucos y cadelitas les corté el apéndice o cola que la naturaleza sabia y generosa les había dotado.

    Cuando conviví con Guaquí, mientras era un tierno perrín se activó en mí, inconscientemente, un sentimiento de unión, de descubrimiento de una herencia oculta y perdida. Desde entonces, y aun ahora, cuando pienso en la imagen de un perro lanudo con su jadeante y pendulada lengua; con sus profundos, penetrantes y vivos ojos; con su garrida postura cuando reposa sentado majestuosamente siento una extraña impresión, muy poderosa. Más adelante, confirmé que ya se daba en nuestros ancestros.

    No sé cómo describir cómo era este animalito tan entrañable, pero por un soneto de Narciso Campillo y Correa (1835-1900), intitulado Contra un doctor materialista podrás, caro lector, hacerte una somera idea de sus virtuosas cualidades:

    Yo tengo un perro. Si mi humor es triste,

    llega y me halaga y a mis pies se tiende;

    mas juega y brinca y mi alegría entiende

    si gozosa expresión mi faz reviste.

    Como nocturno centinela asiste

    en mi tranquilo hogar y lo defiende,

    y si de alguno el ademán me ofende⁴,

    ládrale ronco y con furor le embiste⁵.

    En diferente voz me advierte o llama:

    y si es preciso, por mi bien se inmola.

    Este perro, este amigo que me ama.

    Doctor, os hago una pregunta sola:

    ¿Si espíritu no tiene que le inflama,

    me quiere con el lomo o con la cola?

    La perra Greta tenía LOE⁶ y era nieta del famoso perro de aguas Cheto. Nació el 3 de diciembre de 2000 y murió el 23 de octubre de 2019. Dos meses después de fallecer Greta, durante la noche del 13 de diciembre, un mendigo muy querido por los vecinos de la calle Illescas, en el madrileño barrio de Campamento, murió en su domicilio habitual (que era un banco de madera) acompañado únicamente por una hermosa perra blanca, de orejas canela, que siempre estaba a su lado. Esta perrita cuidaba con celo los pobres enseres que tenían. En ocasiones, paraba a hablar con Santiago, pues ese era su nombre. De la primera vez que hablé con él, recuerdo que la conversación se inició de la siguiente manera:

    —¿Cuál es el nombre de esa perrita tan bonita? —pregunté.

    —Y tan buena —me respondió.

    A continuación, me manifestó que esa hermosa perrita se llamaba Paloma y era nacida en Gerona, de donde también era él. Sorprendido por el nombre y del origen de ambos infortunados callejeros, le conté la historia de Palomo. Sus ojos, al escucharme, brillaron de alegría, pues reconocía y me manifestaba que su fiel compañera tenía los mismos valores de lealtad, ayuda, valentía y protección que demostró el olvidado perro de aguas, cabo segundo del ejército español, nacido en Barcelona, probablemente, en el barrio de Gracia, hace ya más de ciento sesenta años.

    Palomo, Paloma y Santiago,

    que nacisteis en Cataluña,

    y vinisteis a morir a Madrid;

    donde quiera que estéis:

    que solo puede ser al lado

    de la reparadora Divinidad.

    En memoria de estos dos perros catalanes, en recuerdo de mis dos perros de aguas y de todos aquellos otros canes amados, maltratados, perseguidos, exterminados y olvidados que han acompañado a nuestros antepasados, sean de casta pura, atravesados o meros chuchos, dedico el trabajo de hacer el presente libro.

    Perdónenme, Greta y Guaquí, por no haberles dado tanto amor como me dieron.

    Sejo

    CAPÍTULO I

    Del nombre perro y el porqué de agua(s)

    Nadie puede servirse del perro, ni del caballo,

    ni menos del hombre si no le ama, o al menos

    si no recibe algún contento en verle.

    Sócrates

    Se admite que el primer animal domesticado fue el perro en el Paleolítico superior. ¿Dónde se conseguirá inicialmente tal amansamiento por vez primera? Muchos indicadores positivos señalan a la península ibérica (España y Portugal) como el primer lugar en donde aconteció tan importante hecho para la humanidad; ya que las primeras representaciones (de las que tenemos constancia) del perro domesticado y usado para la caza aparecen en pinturas rupestres de España.

    También se sabe que la tierna oveja convivió con el mamut en España; por lo que no es desdeñable pensar que la ganadería debió nacer, por ende, en nuestra amada y denostada piel de toro cuando cuadrúpedos salvajes, durante milenios, en sus bajadas y subidas por los cambios estacionales en busca de mejores pastos, hacían con sus pezuñas sendas marcadas, año tras año. Posteriormente, estos senderos y cañadas serán utilizados por la Mesta⁷.

    Será en esa trashumancia cíclica y estacional donde el hombre y el perro, siguiendo o acechando rebaños salvajes —fuente y despensa de alimentos— sellarán una eterna e inquebrantable amistad que perdurará hasta el fin de los tiempos; pero que nosotros romperemos, consciente o inconscientemente, en muchas ocasiones.

    Domesticado el perro, y auxiliado por tan fiel amigo, el ser humano conseguirá, poco a poco, amansar a otros mamíferos y aves. Nacerá la ganadería menor y la mayor, ora trashumante o andariega, ora estante o riberiega. Con bastante probabilidad no solo el conejo, la castaña y otras especies animales y vegetales tienen su origen en la península ibérica, sino también la blanca y tierna oveja y el inmaculado y candoroso perro de aguas.

    El mejor amigo del hombre, fiel escudero, ayudará y acompañará altruista y filantrópicamente, de una manera tan incondicional, a nuestros antecesores remotos, que estos, sin tanto temor, se adentrarán y explorarán selvas, bosques y montañas inhóspitas. Solo gracias al perro, amaestrado y amansado, el antiguo habitante de España (tierra de perros) podrá domeñar y dominar la feraz naturaleza. La bondad y fidelidad que el perro mostrará al aborigen hispano le hará ser menos salvaje, más afable y bondadoso, ante su prójimo, y se firmará un indeleble y eterno pacto de amistad que el perro siempre mantiene.

    Fidelidad que vemos manifestarse el 22 de noviembre 1895 en la localidad madrileña de Campamento, a la altura del kilómetro siete de la carretera de Extremadura, donde se encontró el cadáver de un paisano conocido como el Borreguero,⁸ que había recibido un tiro que le atravesó el pecho de parte a parte, en una riña con soldados del Primer Batallón del Regimiento de Cuenca n.º 27, cuando regresaban de unos ejercicios de fuego que habían realizado en los descampados de Carabanchel (Madrid).

    Como hemos dicho, el cadáver corresponde a un robusto joven⁹, con el traje correspondiente al de pastor o vaquero. En su mano derecha llevaba una honda de las que emplean estas gentes para el gobierno de las reses, y junto a él, y como guardando el cadáver, había un magnífico perro de aguas, el cual costó no poco trabajo apartar de allí (pues acometía a cuantos se acercaban al cadáver), para que el Juzgado cumpliera su triste misión.

    La Iberia. (Madrid), 23 de noviembre de 1895.

    Los perros de aguas, debido a su facilidad para nadar al poseer en los dedos membranas palmípedas o interdigitales como los patos; por su habilidad incansable y ardiente para descubrir los nidos y señalar las aves acuáticas escondidas en las malezas de cañaverales, espadañales, lagunas, charcas, estanques, ribazos, marismas y ríos de nuestra amada y denostada patria; por su instinto natural para llevar y traer las piezas caídas o heridas en el agua; fueron enseñados y usados, desde tiempo inmemorial, tanto para la caza en el medio acuático de anátidas y otras aves, como para el rastreo, cuidado de ganado, defensa de la tribu y vigilia del poblado.

    Los melenudos íberos tenían perros iguales a ellos. El carácter noble y bondadoso de esos pueblos remotos se reflejará en el perro, pues es dado que el can se asemeje a su amo espiritual y físicamente. Pero ese carácter inocente y casto se perderá, poco a poco, tras los contactos e invasiones a la península ibérica por otros pueblos advenedizos a lo largo de los siglos venideros.

    La mitología griega respaldaría lo antedicho, y no puede estar errada; pero a la hermosa España siempre se le ha quitado o intentando arrebatar toda gloria y grandeza por codiciosos y ladinos vecinos que la rodean, por oportunos y falsos amigos, por declarados u ocultos enemigos, por renegados traidores y desafectos y por nuestro singular desinterés o pachorra de no conservar y defender lo autóctono y genuino.

    Inoculada la codicia, el odio y la envidia para con nosotros mismos; ya, torpes, hemos caído, con la complacencia de intereses ajenos y foráneos, públicos o secretos, en producir los amargos frutos del separatismo, del individualismo, del despilfarro y de la consecuente/consiguiente deuda eterna, imposible de pagar; lo que propicia, a su vez, la desencarnada insolidaridad que actualmente vemos entre regiones, provincias y pueblos españoles. ¿Cómo puede vivir un reino dividido? Tampoco se nos perdona haber llevado, con la espada y la cruz, a numerosos pueblos del orbe, la blanca luz de nuestra católica religión verdadera y el tener el perro primero¹⁰.

    Hércules volvió victorioso con los ganados que quitó al gigante Gerión en España y que estaban custodiados por el perro Ortho u Orcho.¹¹ Y así, en la obra Epítome de la primer parte de las fábulas de la antigüedad (Madrid, 1635), de Juan Izquierdo de Piña (1566-1643), leemos que «tenía Gerión un bravo perro de dos cabezas. Esto se dice por ser poderoso en la mar y en la tierra».

    El único perro poderoso en el mar y en la tierra que los españoles hemos tenido, durante siglos, ha sido el gallardo y antiguo perro de aguas o de lanas.

    Seréis al fin perro de agua;

    que en el Jordán, el Mesías

    manda que le bauticéis

    mirad qué presa tan rica.

    Y perro que caza en tierra,

    y pesca en el agua fría,

    por la caza y por la pesca

    hace mal quien no lo estima.

    Y pues en todo es la prima,

    para que os pesque, Dios mío,

    echadle en el río.

    Romance a San Juan Bautista

    Alonso

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