Antes que los labios
Por Miguel Espejo
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El poder ejerce su influjo de mareas, el sello de la luna mientras el sofista expulsa de su mundo a los poetas custodios de palabras que no valen ni un denario para consagrar el destierro nel mezzo del cammin di nostra vita y delinear las celdas de los prisioneros de la gran caverna. ¿Este ser que ahora escucha a través de la oreja de Dionisio el susurro del horror, el eterno retorno de lo mismo será idéntico al que en su juventud aprendía en el Timeo la curiosa nostalgia por convertirse en amuleto, en la máscara de oro en el esclavo de cualquier arbitrariedad reinante? En medio de extravíos no alcanza a distinguir el Valle de los Templos al balbuciente Empédocles antes de arrojarse al Etna. Mira las columnas de Hércules por la ventana del través y desconcertado no sabe qué hace tan lejos de Samarra donde alguien a escondidas ya le dio una cita.
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Antes que los labios - Miguel Espejo
Miguel Espejo
Antes que los labios
Colección El Aura
dirigida por Eduardo Álvarez Tuñón
y Mario Sampaolesi
©Libros del Zorzal, 2016
Buenos Aires, Argentina
Printed in Argentina
Hecho el depósito que previene la Ley 11.723
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Índice
i Plegarias nonatas | 6
Mucho antes que Atocha tocara los labios para musitar una plegaria | 7
La flor de las maravillas | 12
Ch’utillos en Potosí | 14
Siempre hubo amores | 16
Quevedo esplendor y ruina | 19
Teoría de la relatividad | 22
Formas de la vida religiosa | 24
Estructuras de parentesco | 26
La representación del mundo | 31
La escuela de las mujeres | 37
Juana Azurduy en el alto | 40
A los noventa | 43
Algunas muertes | 46
El eterno retorno | 51
Memorial de Tepotzotlán | 54
Inventario de un año breve | 58
iiCapitis diminutio | 61
El tambor de los excesos | 62
Música en el Teatro Colón | 65
A ver quién se atreve | 68
Sobre la imposibilidad de escribir | 70
ADN | 72
El fin de la queja | 75
Cézanne en la muerte de su madre | 77
De la naturaleza del amor | 80
La mejor manera | 82
A puertas cerradas | 86
Yom Kippur | 90
Paul Valery | 92
¿No va más? | 93
En camino | 95
Mi fracaso en la lucha por el poder | 97
Mi loca geografía | 99
Capitis diminutio | 101
Del sentimiento trágico | 104
Elegía por un centenario | 106
Desde África | 108
¿Qué será de su vida? | 111
Hybris | 114
En Siracusa | 116
i
Plegarias nonatas
Yo no soy yo.
Soy este
que va a mi lado sin yo verlo,
que, a veces, voy a ver,
y que, a veces olvido.
J. R. J.
Mucho antes que Atocha tocara los labios para musitar una plegaria
1
mucho antes que Atocha tocara los labios para musitar una plegaria
mucho antes
de la feroz determinación del caminante
marcando pasos en rumbo incierto
dedos transformados en cirios
me encontraba entre Lisboa y Salamanca
todavía lejos de lumbres
desgarradoras
junto a emigrantes portugueses
fervorosos en tránsito
junto a aquellos otros del pasado
rumbo a Santiago
ignotos y esperanzados
haciendo su peregrinación
al alma propia
a diversas ciudades
masticando el chirrido de sus nombres
München, Frankfurt, Hamburgo
o la beneplácita Berlín
(que no esperaba aún la caída de su muro
pero sí sus llamas en tiempos remotos)
gente de sabor a tierra
compartiendo conmigo el ronroneo del tren
una noche estrellada
y la resignación con que a veces el hombre
urde sus viajes
y acepta su destino entre los rieles
Un rey y un poeta aceptan su destino. Un político lo busca
dijo
Borges
un día más lejano todavía
con la mirada vaga de sus ojos ciegos
y el resplandor oracular de sus palabras.
Nada estaba dicho
sin embargo entre esas sendas
áureas
férreas
volátiles en su desandar
camino de caminos
poseedoras de un fin
que no está en ninguna parte
y que no termino de adivinar
yo pensaba larga y perdidamente en la maravilla del transiberiano
en Moscú
en sus cuatro estaciones
en sus campanarios bizantinos
en aquel adolescente que huyera de sus padres por la ventana
y me parecía imposible que este yo sin yo
también viajara por esas vías
que terminan en Vladivostov o en la lejana Pekín
(o Beijin, según el gusto)
pensaba en los trenes que nos llevan y nos devuelven
a los sitios que ya nunca más serán los mismos
semejantes al nacimiento
al transcurso de la vida
a la muerte interminable
como esos barcos fantasmales
desdibujados en el horizonte
dejando tras de sí estelas siempre delebles
2
mucho antes que Atocha se transformara en llaga
y tocara los rostros humeantes
tratando de descifrar el balbuceo del idiota
me encontraba yendo y huyendo de Barcelona
para continuar a Lyon
y hablar sobre el exilio a gente afín
que desventuras aparte
había gozado los beneficios de otros feudos
de otros lares
gente
vibrátil
trémula
eréctil
que había sentido a su pobre patria con nostalgia
aunque sobre todo con la distancia
que confiere la duda
pórticos puertos peligros desfiladeros y estaciones
una distancia que literalmente no tiene precio
por estos rieles pensaba yo
han circulado emigrantes y exiliados
viajeros de todo calibre
construyendo su pedacito ibérico
en Nueva York México o Buenos Aires
aunque rumiaba también
sobre el misterio del movimiento y la quietud
y que no es necesario partir
para encontrar la desolación y el esplendor del destierro
entre Lisboa y Salamanca
entre emigrantes portugueses
que soñaban con riquezas germanas
al igual que antaño los hunos codiciaron Roma
conocí un italiano que añoraba el fascismo
y que intentaba convencerme de la fealdad esencial de Buenos Aires
hay algo allá
argüí para contradecirlo
que no tiene ninguna gran ciudad
pensó un momento y respondió alborozado
con su sonrisa de fascista
realmente emocionado por su