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Antes que los labios
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Libro electrónico123 páginas1 hora

Antes que los labios

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Un hombre viejo camina en Siracusa. Entre fatigado y exultante sube las gradas del teatro que albergó a Esquilo y presenció la fundación de la tragedia impregnándose apenas de ese ardiente azul del cielo y del mar. Absurdamente piensa, piensa en la filosofía, en su tentación funesta, aunque en parte risueño. Revive las conocidas peripecias de Platón cuando disfrazado tuvo que huir de la furia del tirano después de haberle ofrecido sus consejos y servicios para el buen gobierno de la ciudad que lo había acogido como a un ateniense en tránsito al borde de la Magna Grecia. Rememora de este lugar su historia y sus esquivas formas. Piensa en el día de 1934 en que el mayor filósofo, cabizbajo, regresó a su cátedra, tras renunciar al rectorado para escuchar atónito la interpelación de la boca de un colega: "¿Volviendo de Siracusa, profesor Heidegger?".
El poder ejerce su influjo de mareas, el sello de la luna mientras el sofista expulsa de su mundo a los poetas custodios de palabras que no valen ni un denario para consagrar el destierro nel mezzo del cammin di nostra vita y delinear las celdas de los prisioneros de la gran caverna. ¿Este ser que ahora escucha a través de la oreja de Dionisio el susurro del horror, el eterno retorno de lo mismo será idéntico al que en su juventud aprendía en el Timeo la curiosa nostalgia por convertirse en amuleto, en la máscara de oro en el esclavo de cualquier arbitrariedad reinante? En medio de extravíos no alcanza a distinguir el Valle de los Templos al balbuciente Empédocles antes de arrojarse al Etna. Mira las columnas de Hércules por la ventana del través y desconcertado no sabe qué hace tan lejos de Samarra donde alguien a escondidas ya le dio una cita.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento30 ago 2021
ISBN9789875994744
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    Antes que los labios - Miguel Espejo

    Miguel Espejo

    Antes que los labios

    Colección El Aura

    dirigida por Eduardo Álvarez Tuñón

    y Mario Sampaolesi

    ©Libros del Zorzal, 2016

    Buenos Aires, Argentina

    Printed in Argentina

    Hecho el depósito que previene la Ley 11.723

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    Índice

    i Plegarias nonatas | 6

    Mucho antes que Atocha tocara los labios para musitar una plegaria | 7

    La flor de las maravillas | 12

    Ch’utillos en Potosí | 14

    Siempre hubo amores | 16

    Quevedo esplendor y ruina | 19

    Teoría de la relatividad | 22

    Formas de la vida religiosa | 24

    Estructuras de parentesco | 26

    La representación del mundo | 31

    La escuela de las mujeres | 37

    Juana Azurduy en el alto | 40

    A los noventa | 43

    Algunas muertes | 46

    El eterno retorno | 51

    Memorial de Tepotzotlán | 54

    Inventario de un año breve | 58

    iiCapitis diminutio | 61

    El tambor de los excesos | 62

    Música en el Teatro Colón | 65

    A ver quién se atreve | 68

    Sobre la imposibilidad de escribir | 70

    ADN | 72

    El fin de la queja | 75

    Cézanne en la muerte de su madre | 77

    De la naturaleza del amor | 80

    La mejor manera | 82

    A puertas cerradas | 86

    Yom Kippur | 90

    Paul Valery | 92

    ¿No va más? | 93

    En camino | 95

    Mi fracaso en la lucha por el poder | 97

    Mi loca geografía | 99

    Capitis diminutio | 101

    Del sentimiento trágico | 104

    Elegía por un centenario | 106

    Desde África | 108

    ¿Qué será de su vida? | 111

    Hybris | 114

    En Siracusa | 116

    i

    Plegarias nonatas

    Yo no soy yo.

    Soy este

    que va a mi lado sin yo verlo,

    que, a veces, voy a ver,

    y que, a veces olvido.

    J. R. J.

    Mucho antes que Atocha tocara los labios para musitar una plegaria

    1

    mucho antes que Atocha tocara los labios para musitar una plegaria

    mucho antes

    de la feroz determinación del caminante

    marcando pasos en rumbo incierto

    dedos transformados en cirios

    me encontraba entre Lisboa y Salamanca

    todavía lejos de lumbres

    desgarradoras

    junto a emigrantes portugueses

    fervorosos en tránsito

    junto a aquellos otros del pasado

    rumbo a Santiago

    ignotos y esperanzados

    haciendo su peregrinación

    al alma propia

    a diversas ciudades

    masticando el chirrido de sus nombres

    München, Frankfurt, Hamburgo

    o la beneplácita Berlín

    (que no esperaba aún la caída de su muro

    pero sí sus llamas en tiempos remotos)

    gente de sabor a tierra

    compartiendo conmigo el ronroneo del tren

    una noche estrellada

    y la resignación con que a veces el hombre

    urde sus viajes

    y acepta su destino entre los rieles

    Un rey y un poeta aceptan su destino. Un político lo busca dijo

    Borges

    un día más lejano todavía

    con la mirada vaga de sus ojos ciegos

    y el resplandor oracular de sus palabras.

    Nada estaba dicho

    sin embargo entre esas sendas

    áureas

    férreas

    volátiles en su desandar

    camino de caminos

    poseedoras de un fin

    que no está en ninguna parte

    y que no termino de adivinar

    yo pensaba larga y perdidamente en la maravilla del transiberiano

    en Moscú

    en sus cuatro estaciones

    en sus campanarios bizantinos

    en aquel adolescente que huyera de sus padres por la ventana

    y me parecía imposible que este yo sin yo

    también viajara por esas vías

    que terminan en Vladivostov o en la lejana Pekín

    (o Beijin, según el gusto)

    pensaba en los trenes que nos llevan y nos devuelven

    a los sitios que ya nunca más serán los mismos

    semejantes al nacimiento

    al transcurso de la vida

    a la muerte interminable

    como esos barcos fantasmales

    desdibujados en el horizonte

    dejando tras de sí estelas siempre delebles

    2

    mucho antes que Atocha se transformara en llaga

    y tocara los rostros humeantes

    tratando de descifrar el balbuceo del idiota

    me encontraba yendo y huyendo de Barcelona

    para continuar a Lyon

    y hablar sobre el exilio a gente afín

    que desventuras aparte

    había gozado los beneficios de otros feudos

    de otros lares

    gente

    vibrátil

    trémula

    eréctil

    que había sentido a su pobre patria con nostalgia

    aunque sobre todo con la distancia

    que confiere la duda

    pórticos puertos peligros desfiladeros y estaciones

    una distancia que literalmente no tiene precio

    por estos rieles pensaba yo

    han circulado emigrantes y exiliados

    viajeros de todo calibre

    construyendo su pedacito ibérico

    en Nueva York México o Buenos Aires

    aunque rumiaba también

    sobre el misterio del movimiento y la quietud

    y que no es necesario partir

    para encontrar la desolación y el esplendor del destierro

    entre Lisboa y Salamanca

    entre emigrantes portugueses

    que soñaban con riquezas germanas

    al igual que antaño los hunos codiciaron Roma

    conocí un italiano que añoraba el fascismo

    y que intentaba convencerme de la fealdad esencial de Buenos Aires

    hay algo allá

    argüí para contradecirlo

    que no tiene ninguna gran ciudad

    pensó un momento y respondió alborozado

    con su sonrisa de fascista

    realmente emocionado por su

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